Por Paul Battistón.-

El error de diagnóstico ha sido siempre la causa del mal funcionamiento de nuestra democracia; aunque diciendo democracia caigo de primeras en ese mismo error. Para decirlo acertadamente debería referirme al mal funcionamiento de la República.

Pero desde el ‘83 para acá, toda alusión, todo análisis, toda conclusión incluye invariablemente la referencia del regreso a la democracia.

Los redactores de la historia reciente le han dado a ese punto de nuestra historia una importancia casi religiosa, a tal punto que decir los escasos 30 años de democracia como referencia da la sensación de un nuevo conteo cronológico a partir de ese punto, elevando a su iniciador, Raúl Alfonsín, a la categoría de cuasi prócer, aun habiendo huido con 5 meses de anticipación y dejando una situación caótica coronada de un desarreglo económico que en ningún momento estuvo cerca de solucionar.

La alternancia, la participación, la presencia de los medios, el consenso, las ideologías experimentadas, los alineamientos y desalineamientos nunca parecieron dar con el camino definitivo que nos sacaran de esos malos funcionamientos que siempre significaron las penurias de gran parte de los argentinos.

Penurias principalmente económicas en los primeros 20 años de la incipiente democracia y económicas y de todos los tipos inimaginables en los 10 años siguientes.

La Argentina ha tenido épocas mejores previas a su periodo democrático, pero es un sacrilegio decirlo. Tras la llegada de la democracia señalar bonanzas anteriores al 10 de diciembre del ‘83 es como escupir sobre el nuevo testamento, o desconocer las palabras sagradas: con la democracia se come, se cura y se educa.

Después de 30 años, está claro que hay muchos que no comen y que ni siquiera una campaña de medios logró que el estado esgrimiera una falsa misericordia para llenarles la boca aunque sólo sea frente a las cámaras.

¿Curar? Sí, claro, sólo acorde a las infraestructuras vaciadas.

Educar… casi podríamos reemplazarlo por adoctrinar.

¿Qué falló?

Sencillamente partir de un error de concepto.

Hay grandes posibilidades de comer, curar, educar y muchas cosas más con la República pero no necesariamente con la Democracia.

República y Democracia suenan genial, pero sin república la segunda es sólo un eco vacío.

La república es un trípode de poderes independientes capaces de controlar y equilibrar, de controlarse y equilibrarse.

Nuestro voto ha llenado y puesto en marcha diferentes poderes ejecutivos a llenado y reemplazado legislaturas pero todo sin mayores éxitos o en todo caso con algunos éxitos muy efímeros.

Hemos sabido (aun con las peores expectativas) revertir la influencia del Poder Ejecutivo sobre el Poder Legislativo, acabando con mayorías y dando estrepitosas derrotas a las intenciones de avasallamiento de un poder sobre otro (y más aún a perversas intenciones de eternidad).

Los fracasos de gestión del estado por inoperancia de sus ocupantes circunstanciales son rápidamente castigados por el mismo mecanismo del voto.

Pero el mal funcionamiento doloso del poder político en el estado ha sido sistemáticamente premiado con la impunidad por el único poder que debería haber aplicado la corrección necesaria para alejar definitivamente a quien lleva adelante ese mal funcionamiento doloso.

La ausencia del Poder Judicial por genuflexión o destiempo ha sido el causante de nuestro naufragio.

El poder judicial es quien ha permitido la continuidad de los No aptos (por inconducta), quien nos ha condenado inevitablemente a introducir votos en las urnas plagados de estas alimañas, permitiéndoles ubicarse en puestos que deberían ser ocupados por currículums intachables.

Un poder Judicial genuflexo consigo mismo y obsoleto en sus estructuras, rápidamente fue castrado por un poder político que poco tenia de vocación de servicio y que necesitaba de impunidad (legal) para seguir en su cómoda posición de poder.

El trípode sin una pata nos ha mantenido en un equilibrio inestable durante nuestra Democracia balanceándonos peligrosamente casi hasta el límite de quedar en un solo y totalitario pie.

Era de esperar que con esta renguera todo fuera empeorando y casi lo logran, amparados en una “democracia relato” casi acaban con la República.

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