Por Malú Kikuchi.-

¡Qué bien! Tenemos un INDEC capaz de medir la pobreza y la indigencia en el país, sin mentir.

¡Qué bien! Tenemos un presidente capaz de dar las cifras muy adversas del INDEC, públicamente, sin mentir.

¡Qué horror! Uno de cada tres argentinos, es pobre. El 32,2% de los argentinos, es pobre. Los fabricó y ocultó el kirchnerismo, los aumentó Cambiemos.

El kirchnerismo fabricó pobres con pasión y sin tregua. Al destruyó el INDEC (obra de Guillermo Moreno, secretario de comercio interior), se privó al país de cifras ciertas. Única forma de mantener el relato que sostenía que Argentina estaba por debajo del 5% de pobres (Cristina en la FAO, Roma, 2015), y tenía menos pobres que Alemania (Aníbal Fernández, Buenos Aires, 2015).

Axel Kicillof, ex ministro de economía K, preguntado sobre cuántos pobres había en la Argentina, respondió: “no lo sé, no los cuento, sería estigmatizarlos”. De acuerdo al diccionario, estigmatizar es: ofender la fama, el honor o la dignidad de la persona. Contar pobres no los estigmatiza, estigmatiza a la nación que los tiene y no los saca de la pobreza.

Curiosa interpretación la del ex ministro. Como si hubiera puesto el norte al sur y éste al norte. Se tenía una idea sobre el número de pobres a través de las encuestas del Observatorio de la Deuda Social de la Iglesia de la UCA, y hablaban de un 29 y pico por ciento. No tenían ni la magnitud, ni los medios del INDEC para dar cifras exactas. Y sin embargo, las cifras eran ciertas.

Ese casi 3% de más, sobre las cifras anteriores, se debe en parte al arrastre de las desastrosas políticas económicas de Cristina K, y en parte a los ajustes del actual gobierno. Que posiblemente sean acertados, el problema es la gente que queda en el medio, más pobre y sin salidas a la vista. Porque bajar del 32,2 % de pobreza, a cifras humanamente razonables, es una tarea titánica.

Esa es la opinión de los economistas. Y mientras tanto, uno de cada tres argentinos, es pobre. Es pobre y está acostumbrado a tener un plan. Un plan que no le exige contraprestación. O sea que vive con la errónea idea, promovida desde el gobierno (el que sea, ya que Cambiemos no cambió el sistema), que la plata se les debe, que no necesitan hacer nada para obtenerla.

La cultura del esfuerzo y el trabajo remunerado, está cada vez más lejos. Así no se reconstruye un país destruido. ¿Cómo no se le exige al que recibe el subsidio algo a cambio? Existen escuelas, hospitales, plazas, baños, edificios públicos que deben ser pintados, aseados, puestos a punto. Un trabajo de 6 horas diarias.

Un trabajo que los obligara a asearse, vestirse, cumplir un horario. Hechos mínimos que aseguraría una cierta disciplina, que los acercaría al resto de la sociedad, de la que deberían formar parte. Con el sistema actual, la desidia, el no hacer nada útil, el sentarse a ver pasar la vida y a tener tiempo de sobra para planear desde un robo a una simple borrachera, no se lo ayuda ni se ayuda al país. Sólo ayuda al que le consigue el subsidio y al gobierno que se lo da.

Para cumplir las 8 hs. de trabajo formales, en las 2 hs. restantes, de acuerdo a aquello que quisieran aprender, cursos de electricidad, plomería, carpintería, y cualquier otro oficio de los muy requeridos y sin personal suficiente. O quizás quieran ser expertos en computación o en jardinería. Y si quisieran estudiar para terminar el colegio, ¡aleluya!

El panorama es amplio, las posibilidades casi infinitas. ¿Por qué no se pone en práctica algo de este tipo? Hay mucha gente idónea dispuesta a elaborar planes al respecto. ¿Por qué no se las llama, por qué no se las usa? Si no se emplea algún sistema para elevar el subsidio, no en $, sino en futuro para el subsidiado y para el resto del país, no hay salida.

Con suerte, viento a favor y buenas políticas, no crecerá el 32,2%. Pero tampoco disminuirá. Y 1 de cada 3 argentinos, seguirá siendo pobre. Hay que cambiar el concepto: la plata no se regala, se gana. Cambiemos debe cambiar el sistema.

Para que la Argentina deje de ser estigmatizada.

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