Por Italo Pallotti.-

La esperanza de que todo dure para toda la vida, el éxito, la riqueza, el poder, si se ha sembrado de una manera contraria a los parámetros normales que ordena el devenir de las cosas, es sólo una fugaz situación que tarde o temprano se da con el ocaso. Y éste precisamente no es de aquellos que el curso natural de las cosas pone a todos sobre el final de la existencia, sino muchas veces todo lo contrario. Como se siembra, se cosecha. Puede ser un proceso largo o muchas veces efímero. Dependerá de muchos factores. Pero sí es obvio que mucho dependerá de la semilla que se ponga en el intento de encontrar, a final del camino, un resultado positivo. Y puede ocurrir, en el tránsito hacia ese final, que un día, como ya ha ocurrido en infinidad de casos no sólo en el mundo sino en nuestra propia Patria, las luces del “yo soy la que manda” y las refulgencias del poder se vayan opacando de tal modo que no deje opciones para el retorno; aunque un ejército de fanáticos, complacientes por conveniencia o por simple bufonería, sigan diciendo: “la reina todavía existe”. Pero en el fuero intimo sabrá Ud., Sra., que todo fue en vano, aunque sus cuentas estén llenas de millones y las propiedades sean un triste espectáculo para una grosera exhibición materialista. Porque junto a todo esto hay una Justicia que le está pisando los talones en el intento por demostrar que todo lo obtenido o gran parte de ello, hasta que se demuestre lo contrario, esto en bueno recalcarlo, por las dudas nomás, haya sido producto de maniobras contrarias al normal desempeño de las funciones que por décadas la entronizó en distintos cargos públicos. Y la nostalgia será entonces la que borre de un plumazo las expectativas del triunfo eterno, porque no ha sabido conformarse con la cuota de poder y dinero que supo conseguir (mal o bien, eso lo dirá la historia) sino la ambición de tener más poder y más dinero. Y entonces habrá un límite, una periferia para transitar; alejada del centro de atención de un país que la tuvo y la tiene con su nombre grabado a fuego en el cuerpo social, mal que pese a muchos, por desgracia. Unos para admirarla, por encima de las mínimas consideraciones de lo bueno o lo malo, contrastando con otros que están en las antípodas de esto y ya reniegan del sólo hecho de nombrarla. Porque un día llegará que aún los temerosos de hoy, se harán los guapos para enfrentarla. Creo, no estamos lejos. Y los que fueron víctimas del agravio y el insulto se pondrán las pilas de lo poco que les queda de dignidad y le harán saber que ya nada es lo mismo. La humillación y la injuria tan livianamente infringidas por Ud. correrán el riesgo de que se le vuelvan en contra, cuando el camino del retorno o la caída estén a la vuelta de la esquina. Todos los que alguna vez por obsecuencia o interés le vivieron tendiendo alfombras rojas para sus desplazamientos de reina absoluta, tirarán sus lealtades al arcón de los recuerdos y le pasarán, o no, factura; pues seguramente por vergüenza, o dignidad recuperada, se llamen a silencio y el ostracismo los sepulte en el tiempo de la historia como a tantos. Los delirios de algunos por entronizarla como la “Cristina Eterna”, a la manera de la “Evita Eterna”, una especie de Juana de Arco (ficticia en este caso) se irá diluyendo como agua entre los dedos. Y sus mentores sentirán vergüenza de haber insinuado siquiera tal comparación. Sólo algún militante, enfermo de fanatismo, cometerá la osadía de intentarlo. Y le pesará haber intentado creer que la única política de fuste era Ud. Como también el haberse burlado, nada menos, que “su” Presidente; porque mal que le pese era y es “su elegido”, para desdicha y bronca de tantos argentinos. La sumisión a la que somete y sometió a la mayoría de la dirigencia política, sindical y hasta judicial desde hace tanto tiempo se irá esfumando y todos perderán el miedo y comenzarán a ignorarla. Cuando le pierdan el respeto, sólo quedarán algunos residuales (marginales, seguro) que, seguramente por conveniencia, estén un rato a su lado. Porque ocurrido esto y sobre todo si no se cuenta con amigos (¿los tiene Ud. de verdad, Sra.?) ya no será “necesaria” para ayudarlos a permanecer prendidos a un Estado corrompido y vetusto como el que han creado con tantos años de malas praxis, corrupción y otros males similares. Y cuando este paso esté dado, por el correr del tiempo, el deseo de trascendencia y el frenesí ya estarán opacados a tal punto que ni siquiera la obediencia debida será una constante. Todo lo contrario. Las “famosas” cartas, los discursos denunciatorios y de aprietes a “su” Presidente, sus reclusiones y silencios ya serán olvidados; aunque el daño haya sido superlativo. Los caprichos, los sinsentidos y los vericuetos dilatorios los sepultará el tiempo. No habrá retorno en esta inusual leyenda patética que Ud. creó. No se es mito sólo por desearlo. La posteridad, y de eso hay múltiples ejemplos, es de gloria o de rechazo, tal lo sembrado. Y es de temer que en esta historia el fracaso y el olvido tendrán mucho que ver, máxime si la Justicia (allá lejos) da un veredicto adverso y definitivo a sus múltiples causas, ya apolilladas de tan vergonzosa espera. Dimes y diretes. Cuando los refugios se cierran, la intemperie es su resultado; aunque ésta esté repleta a su alrededor de oros y dineros que no serán más que chucherías y baratijas para enfrentar la noche que un día llega.

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