Por Alfredo Nobre Leite.-

No parece apropiada la analogía que hace Guillermo Belcore («Dilma se convirtió en De la Rúa», diario «La Prensa», 18/4), diciendo: «…un Fernando De la Rúa. No le encontró la vuelta a la economía. Fue del populismo keynesiano a la ortodoxia neoliberal en cuestión de meses, y de nuevo al punto de partida…» teniendo en cuenta la bomba de tiempo de Menem y a la luz del golpe de Estado pergeñado por Alfonsín con Duhalde, provocando su renuncia, y que hasta intervino el ex presidente de gobierno español, Felipe González, que pidió al jefe de Ejército, general Brinzoni que no intervinieran las Fuerzas Armadas para impedir la caída de De la Rúa. Que recibió el país en recesión de 1998 a 2002, con una reducción del Producto Bruto Interno (PBI) de más del 20%, un gasto público llevado a US$ 60.000 millones de US$ 18.921 millones en 1993. Con déficits presupuestarios continuos, salvo en 1993, que se cubrían con recursos de las controvertidas privatizaciones de las empresas públicas, recibiendo el país US$ 44.590 millones (según cifras del Banco Mundial) con aval del Fondo Monetario Internacional, a pesar de que no se aplican recursos de bienes de capital a gastos corrientes; que dilapidados, endeudó el país pues de US$ 58.000 millones recibidos de Alfonsín, creció la deuda a US$ 140.000 millones. Asimismo, legó a De la Rúa servicios de deuda de más de US$ 10.000 millones anuales, imposibles de pagar por lo expuesto.

Pero, la peor herencia fue la convertibilidad de un peso por dólar, que De la Rúa no tuvo coraje de corregir, siendo que el tipo de cambio de equilibrio siempre fue de $ 2,27 el dólar, establecido por Roca en 1891. Craso error, pues Menem y Cavallo habían convertido a la Argentina en un gran supermercado de productos extranjeros, cerrando fábricas, aumentando la desocupación y la pobreza. También, es reprochable que haya sido superado por sus circunstancias, ya que cometió otro craso error de no apoyar el plan de austeridad de López Murphy, que predijo el futuro default, y en su lugar, en marzo de 2001, prefirió a Domingo F. Cavallo que inventó el sedicente «déficit cero» (emulando la «inflación cero» de José Ber Gelbert de 1973, que terminó en el «rodrigazo»). La política de Cavallo condujo al «corralito» y al default de Adolfo Rodríguez Saá, festejado por el pleno Congreso, cuya salida acaba de conducir el presidente Mauricio Macri, luego de 15 años, cuyo costo triplicó la sentencia del juez federal Thomas Griesa de US$ 1.330 millones más intereses y punitorios, ya que las negociaciones para resolver «el muerto» fueron boicoteadas por los caprichos de la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner y su ministro Axel Kicillof. No es justo cargar la «romana» a De la Rúa, sin reconocer la herencia escatológica recibida de Menem.

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