Por Italo Pallotti.-

¿Puede la política seguir soportando a esta gente? No, definitivamente, porque los otros en su momento no los sacaron de circulación con mejores argumentos y gestión, a esos que de nuevo se encaramaron en el poder. El país se encontró de pronto, vía el voto, con un núcleo duro gobernante que en casi todo respondió al dedo de esta Sra. (CFK, un signo, sólo una sombría entelequia). Una supuesta “brillante” dirigente que con su poder, casi de ilusionista, sacó y puso funcionarios. Ya las argucias y la discursiva (hoy por suerte opacada por el ocultismo) no le sirven para alejarse de la responsabilidad profunda que le cabe como Vice Presidenta en el descalabro en que han hundido al país. Ya toda una supuesta magistral maestría de titiritera quedó destruida al segundo por los hechos; por una realidad que ha llevado a la ruina al país que viene gobernando, junto a sus elegidos, una cantidad de años que es preferible olvidar. Resulta que ahora, cuando la sombra del ocaso se ciñe sobre su figura y la de sus compañeros de andanzas políticas, parece querer olvidar su pertenencia partidaria a cuanto logo fue creando con una supuesta estrategia devaluatoria del anterior, para crear otros más rimbombantes; pensando quizás que el cambio de partitura le generaría un sonido distinto para una misma pésima orquesta. Ya ni su incondicional aliada “La Cámpora” parece servirle de cobijo; esta hija, junto a su hijo (valga el juego de palabras) insinúa diluirse en las sombras. Quiso dar la sensación de que los nuevos sellos darían una impronta distinta y todo estaría mejor. Se fingió amor y paz. Por el contrario, todo trucho. Todo quedó, para Ud., Sra., y sus socios del poder, circunscripto a endilgarles culpa a los “medios hegemónicos”, a los rivales políticos, a la gente mal pensada que no entendió su calidad de ¿“estadista”?, a los que la quieren ver presa o en el más oscuro ostracismo, a los que le desean una derrota histórica (aunque con este pueblo nunca está dicha la última palabra, mal que nos pese). ¿Nunca una culpa propia? Obvio, fue su matriz, su molde, su histórico génesis. ¿Se las sabía a todas? ¿Venía por todo? ¿Había que tenerle miedo a Dios y un poquito a Ud.? El olvido sepultó el deprimente relato. Es hora de archivar los embrollos en el baúl de los recuerdos. Ya no hay tiempo de ponerse las pilas, están inútilmente gastadas en la nada misma por el paso de un tiempo político despreciado miserablemente.

Hay enfrente una mayoría, por ahora, silenciosa, harta, enojada, podrida (diríamos) de tanto embuste, de tanto cinismo. Ahora, están sus posibles reemplazantes para encarar una lucha que a modo de Reyes Magos regalan plata, bienes y otras prebendas asquerosas, propias de los populismos demagógicos en la búsqueda de un lugar en la cima del poder de la Nación. Ni hablemos del residual (diputados, senadores y ministros, desteñidos en sus funciones) envueltos en la defensa patética y difusa de una figura que en nada pudo enaltecer ni para orgullo propio y menos del país que gobiernan. De “su Presidente” ni hablemos. Ahí anda por el mundo; menos el propio micromundo (su pueblo, sus votantes). Ya para los advenedizos de su espacio no le servirán los abrazos, besos y gestos de otros tiempos porque todo se circunscribe al maltrato, a la zancadilla de modo feroz y humillante. Son aquellos que al final del camino que los acerca al fracaso, es de esperar, no titubearán de unirse al propio coloquio fantasmal de los cuadros rivales, aunque hayan sido en el pasado sus “íntimos enemigos”. Todos unidos (de todos los colores) en una grilla de postulantes a los que el voto popular puso y pondrá en los sitios de mayor jerarquía de un país, qué por sus malas praxis, ojalá no se siga deshilachando en la penumbra de un ocaso (¿merecido, por su torpeza cívica?). Ese país está asqueado. Roto por donde se lo mire. La historia dirá: ¿por qué una mayoría fue tan imbécil y las minorías (¿cómplices?) para soportar tanta felonía? La razón diría: ¡Váyanse ya! Pero, estamos en Argentina y eso es lo grave e inaudito. Moneda en el aire!

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