Por Paul Battistón.-

El momento no podría haber sido más oportuno. En medio de un acontecimiento (“El acontecimiento”) capaz de concentrar la atención de todo un país, finalmente algo que las redes se anticipaban a resistir o cuestionar, ocurrió. Daniel “Pichichi” Scioli se incorporó al gobierno con una designación ya distanciada de su continuidad justificada como estratégica al frente de la embajada en Brasil.

Los títulos elegidos para considerar esta designación (la de Daniel al frente de la Secretaría de turismo, ambiente y deportes) fueron simplemente una gran cercanía y confianza con el ministro del interior Guillermo Francos.

La prolongación y el alza de la intensidad del acontecimiento legislativo nuevamente quitaron oportunidad de cuestionamientos a las razones tan débiles de la designación de Scioli.

¿Razones tan firmes para tener a Patricia Bullrich pueden convivir con justificaciones tan light como para que dos personajes tan disímiles integren un mismo equipo?

El acontecimiento legislativo del tratamiento de la ley ómnibus, sin embargo, ha dado al gobierno encendidas defensas de quienes no integran el gobierno, tan enérgicas como la de López Murphy como inesperadas de la tantas veces golpeada María Eugenia Vidal.

Quienes se hacían eco de los cuestionamientos viralizándolos ahora deberán enfrentar el desafío de bajar al mínimo posible los decibeles ante el hecho concretado de la designación de Scioli, ya cubierto por un primer triunfo legislativo de LLA en su versión ampliada de disímiles intenciones de libertad.

Milei está mirando a una distancia a la que los demás no aspiran ver. ¿Pretensiones exageradas, quizás? Un país normal no lo conforma, pide una potencia. Los consensos le parecen resignaciones, quiere cambios rotundos.

¿Hay algo que con la distancia de visión de Milei justifique un Scioli en su equipo?

El vicepresidente, el menemista, el diputado, el gobernador, el siempre precandidato, el candidato ignífugo, el casi presidente, todo es un currículum muy largo del que el peronismo ya no podrá sacar provecho.

El amianto del que está hecho el Pichichi ya no estará disponible para esos momentos de peronismo incendiado donde la presencia del siempre dispuesto Scioli está lista para ser arrojada a las llamas de la batalla.

Escuchamos claramente a Daher/Moyano en su fracaso del 24 llamar a todos los Riquelmes en su indirecta barricada de defensa del no cambio de las reglas de juego de los clubes, en claro intento de preservación de sus posibilidades de copamiento de los mismos.

¿Alguien se imaginaría una fórmula peronista de alguien revestido de amianto secundado de un derrotador de Macri?

Sin el kirchnerismo, Scioli habría sido el camino renegado de un peronismo maltrecho. Puede que ya no lo sea y ese Riquelme llamado Riquelme aun en triunfo emana tristeza.

El seleccionado de Milei apunta a blancos de larga distancia; una derrota humillante de la oposición colectivizadora seguro ya está en el listado de metas a futuro dando por sentado el cumplimiento de variadas metas intermedias. La portación de ideología ha sido relegada a los jóvenes libertarios aún inexpertos, para la batalla concreta sólo viejos mercenarios atraídos por la corriente inevitable del cambio.

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