Por Carlos E. Viana.-

“Hoy, Alemania le está dando a la vida un sentido heroico. Es un ejemplo a seguir. La lucha de Hitler, tanto en la paz como en la guerra, deberá guiarnos en adelante”. Documento del GOU, atribuido a Raúl Scalabrini Ortiz. (1)

El desembarco nazi en Argentina

El fragmento citado en el epígrafe, que circuló entre los oficiales del GOU (Grupo de Oficiales Unidos) días antes del golpe de estado del 4 de junio de 1943, nos da una idea de la ideología de ese grupo, que tomo el poder en Argentina en esa fecha y que fue derrocado el 16 de septiembre de 1955.

Días antes del 4 de junio de 1944, el General alemán Wilhelm Faupel, bajo de un submarino para incitar a los oficiales del GOU a la rebelión. En mayo de 1.944 en carta al Secretario General del Partido Nacional Socialista de Alemania, el General Faupel, expresa lo siguiente:” De la Argentina tenemos novedades muy agradables. Ramirez y su camarilla están completamente eliminados. Nuestro amigo Perón es, sin duda, el hombre fuerte del gobierno” (2).

Después, Perón y sus seguidores del GOU, se equivocaron en sus apreciaciones estratégicas y Alemania perdió la guerra. No obstante, dadas sus inclinaciones, se estableció en Argentina una férrea dictadura en camino hacia el totalitarismo. No tuvo los rasgos trágicos del Nacional Socialismo, Perón en realidad, admiraba a más a otro dictador, Mussolini, quien según él había sido el mejor estadista del Siglo XX, pero esta herencia nos persiguió durante 60 años.

La caída

El 16 de septiembre de 1955 cayó el régimen, que acumulaba en su haber 11 templos católicos incendiados y otros confiscados, cientos de sacerdotes católicos presos, miles de presos políticos, más de 60 periódicos clausurados, estudiantes y opositores torturados y hasta asesinatos políticos. En los medios radiales y el único canal televisión existentes, sólo tenía acceso el partido peronista, en las escuelas primarias se enseñaba a leer y escribir, no con el clásico papa y mamá, sino con las palabras Eva o Perón. En las universidades se había reprimido toda libertad académica y en la administración pública no solo se despedía a quienes no querían afiliarse al Partido Peronista, sino que se los exoneraba si eran profesionales. En las escuelas secundarias se amenazaba a los alumnos que no se afiliaban a la peronista UES y los oficiales de las fuerzas armadas debían declararse peronistas para no ser marginados o dados de baja.

La corrupción tenía su propio Lázaro Báez, en la figura de Jorge Antonio o en la de Juan Duarte, quien por quedarse con más de lo permitido fue suicidado.

El Gobierno tenía legitimidad de origen en 1946 por haber sido en esa circunstancia elegido libremente, pero ya la reelección estuvo rodeada por una gran represión política. Por otra parte nunca tuvo legitimidad de ejercicio porque violo constantemente la Constitución, especialmente en su capítulo más importante, de derechos y garantías. A la libertad Perón la denominó libertinaje y fue suprimida. Era casi obligatorio ser peronista, “para un peronista no hay nadie mejor que otro peronista”.

Perón que había estado en la Alemania Nazi, quedo admirado por lo que él llamó y siguió llamando a su vuelta, como un Socialismo Nacional, en oposición al Socialismo Internacional de los marxistas.

Su tercera posición “ni yanquis ni marxistas” era a la que había puesto su sello Adolfo Hitler, quien llamo a la segunda parte de Maein Kampf, “el Movimiento”.

Persecución a la oposición

En 1953 se incendiaron las sedes de la Unión Cívica Radical, del Partido Socialista, del Partido Demócrata y del Jockey Club de Buenos Aires. Los diputados Balbín y Frondizi habían sido desaforados y sometidos a prisión, lo mismo que los diputaos Rodríguez Araya y Nudelman entre otros.

El diario La Prensa de Buenos Aires, que oso defender las libertades, fue confiscado y uno de sus obreros asesinado. Lo mismo ocurrió con el Intransigente de Salta, Crítica de Buenos Aires y la intervención a La Capital de Rosario.

Montevideo volvió a acoger a cientos de exilados políticos como ya lo había hecho durante la tiranía de Rosas.

Única persecución a la Iglesia Católica de la Historia Argentina

La oposición estaba jaqueada por la dictadura, el único poder importante e independiente que se alzaba frente al tirano, era la Iglesia Católica.

Eva Duarte, su amigo el Ministro Mende y Delia Degliumini de Parodi, por sus declaraciones, intentaron equiparar la figura de Perón con la de Cristo. Cristo para ellos, sólo había enunciado la doctrina cristiana, pero Perón la había llevado a la práctica.

Raúl Mende , ministro y creador y Director de la Escuela Superior Peronista, en su libro, “Doctrina Peronista del Estado”, escribió estas frases: «Cristo se conformó con proponer al mundo el cristianismo. Perón le sacó ventajas. Realizó el cristianismo. ¡Nada de contentarse con sermoncitos! Cristo, palabras. Perón, hechos». Era lo máximo del culto a la personalidad, intentando divinizar la imagen del dictador.

La Iglesia no se prestó a esto, ni al adoctrinamiento peronista en las escuelas y hasta algunos católicos intentaron formar el Partido Demócrata Cristiano.

La consecuencia fue la ruptura y después la persecución a la Iglesia, sin antecedentes en la historia Argentina.

Los peronistas nunca fueron democráticos

El súper estado que siempre buscaron los peronistas, su tradición fascista, su creencia en una conspiración de lo que llaman la Sinarquía, que todavía no han aclarado quienes son, los ponen en un antagonismo con las libertades individuales. Sus prejuicios contra lo que ellos llaman los “liberales” es en realidad contra la libertad, a la que temen y sin libertad no hay democracia. Perón nunca se dijo democrático, pero ahora dada la popularidad del término lo han adoptado.

Claro la legitimidad de origen exige la mayoría, pero no hay democracia sin la legitimidad de ejercicio, es decir el respeto a la Constitución y las libertades fundamentales que esta, si se cumple, hace respetar.

Ya desde Aristóteles, la libertad es la esencia de la democracia y la mayoría un mecanismo para hacerla respetar. La mayoría por si sola no es democracia, sino Hitler y Mussolini habrían sido los gobernantes más democráticos de la historia, lo cual es un evidente contrasentido.

Conclusiones

Tengo buenos amigos peronistas e inclusive reconozco que algunos de sus dirigentes están bien intencionados. Así como Perón en su exilio en España se arrepintió y pidió disculpas a la Iglesia, creo que sus seguidores deberían hacer lo mismo y sobre todo respetar el Séptimo Mandamiento. Si el peronismo se democratiza y moraliza, sería una alternativa democrática. Las democracias son sistemas de partidos democráticos y esa adaptación nos libraría de un Pablo Iglesias.

El problema excede al peronismo, aunque se manifiesta más gravemente en él. Los hispanos nos manejamos con caudillos y no con instituciones. Cuando un líder desaparece o cae, el reemplazo es siempre problemático.

Debemos ante todo, romper con el corset cultural de los prejuicios que distorsionan nuestra historia, para no caer en la frase de Jorge Santayana: “Los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetirlo”.

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1) SERRA, Alfredo. “Nazis en las Sombras”. Editorial Atlántida. Buenos Aires, 2008. Pág. 29.

2) Santander, Silvano. “Técnica de una Traición”. Editorial Antigua, Edición Argentina, Buenos Aires, 1955. Pág. 58.

La persecución contra la Iglesia había comenzado en 1.954, cuando el peronismo vio que la Iglesia era el único poder importante que podía oponerse a su Nacional Socialismo. Su intento fue igualar a Cristo con Perón, por lo que nos consta, lo hicieron Eva Duarte, y Delia Degliumini de Parodi. Para ellos Perón había llevado a la práctica la doctrina de Cristo y en consecuencia lo habría superado. La Iglesia que nunca había admitido otro culto que a la Santísima Trinidad y por eso había soportado terribles persecuciones en el Imperio Romano, se negó a esa interpretación.

En 1953, cuando Perón cometió el grueso error de permitir que activistas del oficialismo saquearan e incendiaran las sedes de la Unión Cívica Radical, del Partido Socialista, del Partido Demócrata y del Jockey Club de Buenos Aires.

Se ha señalado, asimismo, que el vínculo con la dirigencia eclesiástica se deterioró porque, en los años cincuenta, el régimen peronista explicitó su ambición de educar a las nuevas generaciones en las «veinte verdades» justicialistas, lo cual implicaba una politización de la enseñanza que la Iglesia veía con recelo y preocupación.

Lo cierto es que el conflicto quedó planteado en toda su crudeza el 10 de noviembre de 1954, cuando Perón dijo públicamente, en una reunión de gobernadores, que en la Argentina había curas y prelados que estaban desplegando actividades perturbadoras. Tras nombrar uno por uno a esos sacerdotes que actuaban, supuestamente, como enemigos de su gobierno, Perón destacó que pertenecían, principalmente, a tres diócesis del interior: la de Córdoba, la de Santa Fe y la de La Rioja.

El 11 de junio

Cinco días después, llegaba el día de furia irracional en que fueron incendiadas y saqueadas la Catedral, la Curia Metropolitana y las iglesias de San Francisco, San Ignacio, Santo Domingo, San Miguel, San Nicolás, San Juan, la Merced, la Piedad y el Socorro.

La Caída de la “2da Tiranía

¿Arden las iglesias?

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