Por Luis Tonelli.-

La combinación del desplome de los precios de las commodities, la fuga de capitales y la falta de inversión terminó con la oleada de centroizquierda en América Latina. Cosa bastante obvia: los populismos son por definición, coyunturalmente redistribucionistas; si no hay ya para redistribuir, entonces a hacer las valijas y aguardar a que las circunstancias le sean nuevamente propicias (aunque algunos parece que no van a necesitar demasiado equipaje para la nueva morada que les espera).

De todos modos, el fin del populismo, no significa por arte de magia, el arribo a estas playas de las inversiones que necesitamos imperiosamente, al menos, para volver a crecer. Como tampoco la posibilidad de endeudarnos significa (ni mucho menos) que estos dinerillos sean destinados a generar trabajo de calidad y no sea usado para disparar el consumo. Ya se sabe qué en la Argentina, la propensión a consumir es directamente proporcional al nivel de gobernabilidad del Presidente. ¿Acaso no hemos tenido populismo de la soja en la “década ganada” y populismo de la deuda en los ‘90s?

No es que no haya habido gobiernos modernizadores en la Argentina. La misma composición del electorado del país, hace que la alternancia de estos con los populismos sean un hecho posible. Los gobiernos populistas se basan en una coalición entre el conurbano y las provincias más retrasadas (eso que se denomina peronismo. Los gobiernos modernizadores se sustentan en una coalición de estratos medios y medios altos de las ciudades más importantes, y las que mechan el interior de la llanura pampeana (como las que llevó a Raúl Alfonsín, la ALIANZA y a CAMBIEMOS al poder). La que inclina la balanza hacia uno u otro lado es la clase media baja: ella es la que tiene la llave del cambio.

Prima facie, pareciera que cada vez que hubo una coyuntura favorable con ingreso de dólares ya sea por aumento de las commodities, ya sea por dólares baratos en el mundo, el Gobierno se tentó a redistribuir a trote y moche, sin importarle su sustentabilidad. El problema con esta explicación de los populismos por el lado de la oferta es que siempre que se dio este contexto benévolo, encontró en el poder a la coalición populista. Menem pudo endeudarse a piacere y ya bajo Duhalde, comenzó la explosión del precio y la demanda china de nuestra soja.

La otra explicación a mano es que los argentinos tenemos un olfato bárbaro para instalar “populismos” en la abundancia y “modernizadores” en el ajuste; cosa sencillamente imposible, porque los “populismos” asumieron cuando ya la crisis se había llevado por delante a las instancias modernizadoras, y ellos eran la alternativa natural en el péndulo político electoral argentino.

Queda, obviamente la cuestión del azar, o del maleficio, o que Dios sea populista -al menos el Papa aparece como el Vicario de Perón en la tierra. Claramente el timing de las coyunturas favorables no benefició a las coaliciones modernizadoras.

Pero quizás en la secuencia de cómo se dio la alternancia política haya alguna clave como para que todo no quede explicado porque el gorilaje es mufa. Las coaliciones de clase media tienen, por definición, preferencias que van más allá de las de subsistencia; o sea, cuando se estima que el país tiene que dar un salto de calidad institucional. Pero ellas emergen, no cuando a los populismos les ha ido bien, para trascenderlos, si no en su decadencia; la clase media baja pasa a pensar que los problemas se deben a que los gobiernos populistas se han robado la plata que ahora falta y cambia entonces su voto a favor de un gobierno ético, que resolverá todos los problemas sin dolor, recuperando nuevamente el crecimiento por el mero hecho de no meter la mano en la lata.

Esto no es obviamente así: los gobiernos populistas entran en decadencia o porque ya no fluyen los capitales al país o porque el crecimiento de las commodities se detiene. Lo primero le pasó Carlos Menem (y si me apuran, al Proceso -que no podía matar y reprimir el consumo de Kawasakis al mismo tiempo). Lo segundo, a CFK. En los tres casos que asumió la coalición modernizadora, las expectativas fueron políticas y éticas (“con la democracia se come, se educa, se cura”, o terminar con la corrupción (por eso, inicialmente, Lilita Carrió es una aliada clave para la campaña electoral).

O sea, las coaliciones modernizadoras llegan con expectativas altas pero justo en momentos en que no pueden ser respondidas. El enorme desafío del Presidente Macri consiste, entonces, en administrar esas expectativas, mantener a raya el conflicto social, atraer inversiones, desatar el crecimiento y sentar las bases del desarrollo sustentable. Frente a la tarea, podría glosar a Hamlet cuando se lamenta altanero: “El tiempo se ha salido de madre. ¡Maldito sea, justo tuve que nacer yo para arreglarlo!” (7 Miradas, editada por Luis Pico Estrada)

* Canción del grupo británico Yes, en The Yes Album, 1972.

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