Por Luis Américo Illuminati.-

Entre la columna de Joaquín Morales Solá -en un artículo titulado: «Cristina se está yendo del gobierno», publicado en el diario «La Nación»-quien intenta una posible explicación del comportamiento y el futuro de la Vicepresidente Cristina Fernández, me inclino más por la opinión de Christian Sanz dada en «La Gaceta Liberal» días atrás en un artículo titulado: «El perverso plan de CFK».

Expresa Morales Solá que «al viejo desamor hacia Alberto Fernández la Vicepresidente le agregó ahora la decepción política frente a un mandatario que considera inepto». Con todo el respeto que este periodista me inspira, su opinión me parece inscripta en un punto de vista cercano al «realismo ingenuo», que era la posición de una de las corrientes filosóficas que debatían en la Edad Media el problema de los Universales, debate entre nominalistas, realistas y corrientes intermedias.

Por su parte, dice Sanz que el siniestro plan «B» de la señora consistiría en hacer ver que habría perdido la supuesta pulseada -si de pulseada se pudiera hablar- con su sparring Alberto Fernández, por su oposición al acuerdo arribado con el FMI -mismo portazo de su hijo Máximo-, pero su intención estaría centrada en otro lado: la campaña 2013 y que al momento que se presente la recesión inevitable como consecuencia de la aprobación del citado acuerdo, ella diga que nada tuvo que ver con las decisiones de Alberto Fernández -muñeco de trapo elegido y puesto por ella- un juego macabro similar al que hizo en 2015.

En efecto, el diabólico plan de CFK -según Sanz- buscaría que la oposición gane en los comicios para que sea a los de Juntos por el Cambio a quien les estalle la inevitable bomba para luego volver en 2027 y apagar el incendio cual bombero arrojando leña al fuego, ya sin alianzas del peronismo moderado, estima Sanz. Esta es la versión que según éste deslizan los legisladores que por ahora le responden a ella y además aseguran «sotto voce» que la señora busca a toda costa que Alberto -cual irremediable títere- no logre finalizar su mandato, provocando una «hecatombe» similar a la de 2001 en que confluyeron puntualmente referentes del sindicalismo y el PJ -también del alfonsinismo- para voltear a Fernando de la Rúa.

Flor de «hecatombe» aquella que pagaron los platos rotos -como ya es costumbre en nuestro país- los ciudadanos de a pie y no la clase política. En esta oportunidad participarían -conforme fuentes confiables afirma Sanz- movimientos sociales de dudosa procedencia, expertos en estallidos sociales, como los revoltosos que armaron graves tumultos arrojando piedras al Congreso. Cierra Sanz su nota con la frase: «Nada de esto fue un error» (la canción de Coty Sorokin).

Completando el análisis de Morales Solá y Sanz, agregaremos de nuestro lado lo siguiente. El viejo truco de Cristina no es tan difícil de elucidar, consiste en un fenómeno que se llama «Mitosis o Cariocinesis», que en biología es algo normal pero que en política y cuestiones institucionales constituye una anomalía. Se trata del modo de división de un organismo (célula), que tiene cuatro fases: prefase, metafase, anafase y telofase. Y como resultado se constituyen dos células hijas con el mismo número de cromosomas y la misma información genética que la célula madre.

El kirchnerismo ha pasado por las tres primeras fases. La primera fase se dio desde su nacimiento en la Provincia de Santa Cruz y la segunda al acceder al gobierno central Néstor Kirchner. La tercera fase se dio con Cristina en el poder, produciendo ésta una división del país que recuerda épocas pasadas que se creían superadas.

La «mitosis kirchnerista» ha producido hasta el momento, divisiones, conflictos y rupturas por hábito consuetudinario o genético irrefrenable -tercera fase- en vez de practicar la «simbiósis», saludable intercambio y entendimiento de una entidad con otra, es decir, el gobierno con la ciudadanía. En Biología, la cuarta fase es algo normal, no así en la esfera político-institucional, esto es, todo vuelve al principio y se repite el proceso.

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