Por Otto Schmucler.-

El autoproclamado candidato a la gobernación de la Provincia de Buenos Aires optó por un disfraz audaz para mostrarse ante el público vistiendo las ropas más modestas que pueda lucir un abogado que ha intervenido en juicios resonantes que lo han convertido en un mediático personaje de la televisión.

Su posición económica, a juzgar por los videos y fotos que entrega a los medios parece ser bastante holgada (para no catalogarla de muy holgada) pero en su intento por llegar a las clases bajas, probablemente en busca de captar votos para su futura candidatura, repite lo mismo que todos los políticos a los cuales se les pregunta por su futuro en este año electoral, “no es momento de hablar de eso, o sólo me interesa mejorar la situación desesperante de la gente que descree de la política, bla, bla, bla, sarasa”.

Sucede que en su afán por mostrarse consecuente con esa prédica eligió vestirse de pobre buscando en la extremada cercanía y el contacto físico con la gente (que era más carenciada que el disfraz elegido por Burlando) para convencernos a todos que éste era su sentimiento real. Sucede que mientras escribía mi Carta trascendió que uno de los personajes del spot era uno de los asesinos de “Cabezas” y no puedo ni debo “olvidarme de ello”.

Me pregunto asombrado, ¿no hay nadie de su entorno íntimo que lo notifique que “con ese cuento ya no se engrupe a nadie”? ¿Que la gente está cansada y descreída “de todo”? ¿Qué más que adhesión ese spot produce rechazo y un poquitito de asco?

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