Por José Luis Milia.-

“[Fernando Sabag Montiel] no viene de otra galaxia, es uno de nosotros”. Alberto Fernández, Presidente (?) de Argentina

Por una vez, Albertico ha dicho una verdad. El fracasado émulo de Simón Radowitzky es uno de nosotros, pero lo es tanto como lo son los custodios- se dice que son más de cien los de la mujer más poderosa de Argentina- que, salvo error u omisión, son nativos del país. ¿Qué significa esta comparación?, que tanto el uno como los otros son inútiles de toda inutilidad.

Si el sicario, y conste que no me estoy refiriendo a Sabag Montiel -a éste la definición le queda grande- hubiera sido colombiano o mexicano, recién hoy habríamos vuelto a poner las banderas al tope del asta, las campanas doblarían de nuevo luego del duelo impuesto y el festejo se impondría; pero el “sicario” de marras, ese “sicario” que “es uno de nosotros…” era un simple vendedor de algodón de azúcar al que nadie le había explicado que para matar a alguien la bala debe estar en la recámara al gatillar; que, además, tenía el arma a usar era una vieja pistola Bersa .380 que, comparada con la Thunder .380 Plus de hoy de esa misma fábrica, está más cerca de un trabuco naranjero que de una pistola automática ordinaria.

Todo este sainete -el frustrado “magnicidio” de Uruguay y Juncal- es muy raro; tanto si fue una simple farsa como las que urde la Porota cuando quiere victimizarse o un atentado, tienen el sello de una ilimitada ramplonería.

Porque según el guion escrito desde el Instituto Patria, guión que veladamente acusa del atentado a los medios “concentrados y hegemónicos”, también estos entrarían en la volteada del “son uno de nosotros”, es decir, serían tan berretas como el presunto «sicario», como los custodios y, por qué no, como la mersa gobernante, es decir unos ordinarios avaros incapaces de gastar uno o dos millones de dólares para eliminar a la señora, “salvarse” ellos y, al mismo tiempo, hacer feliz a la parte que vale del pueblo argentino.

No, nosotros los argentinos estamos condenados. En verdad, nadie sirve para nada, ni siquiera sirven aquellos, que de verdad querrían eliminar a quien nos ha pauperizado y esquilmado, a la que se ha reído de nosotros y la misma que, si Dios no dispone otra cosa, seguirá robando a los infelices que aún, planes mediante, siguen creyendo en ella.

Carlos Marx decía en “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, “que la historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa”; lamentablemente, en Argentina es posible que las cosas se den al revés.

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