Por Máximo Luppino.-

Entre gramilla y matorrales indiscretos que ganaron las viejas vías abandonadas y solitarias, sueña la estación con un pasado que promete volver. Anclada, solemne y estoica permanece aún de pie aquella estación de trenes de mi querido pueblo. La vieja dependencia llora, derramando lágrimas sin tiempo. Sólo mira a lo lejos y recuerda aquella época en la que la locomotora arrastraba vagones llenos de gente con sus sueños a cuestas. Ayer fue un punto de encuentro, el lugar al cual, junto con los vecinos, llegaba un torrente de noticias y rumores, de esperanzas y sueños renovados.

Nuestra estación sigue aguardando el tren. Ya hace años que no pasa, no transita sus rieles que no brillan como lo hacían antes.

Algunos viejos residentes pasean por su andén despoblado, otros enamorados encuentran el silencio que buscan. La estación se pone muy feliz con cada recuerdo, con cada visita a sus pisos gastados de tanto andar de renovados anhelos. Todo tiene vida senciente y evolucionante. El andén tiene ganas de resucitar.

Murmullos buenos surcan el aire. Un tal Mario Meoni quiere que las estaciones vuelvan a tener vida. Esa estación que supo dar fuerza y pujanza a toda la comarca. Mario partió, pero sus ideales aún pugnan por concretarse.

El tren de pasajeros volvió a la provincia de San Luis luego de más de 30 años de inactividad y provocó a su paso muestras de alegría y emoción en cada pueblo por el que atravesó la denominada «marcha blanca» que se concretó con la participación de autoridades nacionales y provinciales.

También Ferrocarriles Argentinos implementó servicios a Mar del Plata a costos realmente populares. El tren vuelve a ser un elemento de comodidad para la gente, otorgando un recurso práctico y genuino para todos.

Muchos son los ramales que durante el gobierno de Alberto y Cristina han vuelto a funcionar. Luego de tres décadas el tren volvió a Mendoza. Desde Retiro a Palmira, el tren es conectividad efectiva entre los pueblos de la patria. Un extenso territorio como el argentino debe estar surcado siempre por el ferrocarril. Trenes activos implican desarrollo determinado y claro. Con cada kilómetro de durmientes de línea férrea construida, Argentina crece.

Además de la comunicación permanente entre localidades evitando el aislamiento que tanto daña los lugares alejados, el tren es el instrumento adecuado para el traslado de las cosechas a un precio comparativo muy bajo. Esto redunda en disminuir el costo de comercialización que tanto nos agobia. Un solo tren puede llevar lo que decenas de camiones suelen trasladar. Economía práctica y segura en acción.

Mucho falta hacer aún, pero los pasos primeros ya se están dando. Por tierra las unidades ferroviarias con Ferrocarriles Argentinos, por aire del mundo con Aerolíneas Argentinas, a los mares deben retornar nuestros propios buques mercantes. Soberanía es un Estado fuerte, solidario, popular y práctico, para una Argentina que desea ser líder en un mundo desarrollado. La llegada del presidente Lula al poder es un sano aliento de concreción para una línea ferrea que desde Argentina llegue a Brasil y mucho más. Tenemos la obligación de concebir un tren latinoamericano que surque todo el espacio territorial de La “Patria Grande” para que América del Sur esté íntimamente comunicada.

El aislamiento es un enemigo del progreso. De la Quiaca a Tierra del Fuego, nuestro ferrocarril debe llegar, rápido y efectivo. Mucho trabajo hay que plasmar, cientos de kilómetros de vía ferrea debemos construir. La patria reclama obras concretas.

La vieja estación sonríe, cree con fervor nacional en la llegada de esos trenes para que una vez más generen historia y futuro. Comercio y progreso para vivir orgullosamente en una República auténticamente federal.

¡El tren vuelve!

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