Por Guillermo Cherashny.-

Después de la aplastante derrota del domingo pasado, el presidente resiste presiones del kirchnerismo ortodoxo y el marginal para que haga cambios y se radicalice para profundizar el populismo o como quiera llamarse. En efecto, tanto Amado Boudou, Alicia Castro o Juan Grabois quieren llevarlo al suicidio con expropiaciones y más intervencionismo del estado. En tanto, Cristina, Máximo y Kicillof quieren voltear a Martín Guzmán y reemplazarlo por Augusto Costa, quien fuera secretario de comercio con Axel Kicillof en el ministerio de economía y el reemplazo de Santiago Cafiero por Wado de Pedro, por ejemplo, y quieren afuera también a Kulfas, Frederic y Felipe Solá, entre otros. AF no quiere ningún cambio; no cree que sea el único responsable de la derrota y también exige que Kicillof también cambie su gabinete si él lo tiene que hacer.

Los sectores racionales y realistas del Frente de Todos, integrados por Sergio Massa, los gobernadores y la CGT, quieren un cambio total de rumbo que modifique las expectativas negativas de la economía. Pero el presidente no quiere enfrentarse con Cristina y sus seguidores, aunque no está claro que la vicepresidenta se oponga a que entren al gabinete Massa, Redrado, Argüello y dirigentes bien vistos por los mercados y de clara orientación prooccidental en materia de política exterior, es decir, volver al peronismo que comprende la realidad en la que vivimos y dejar de lado la revolución imaginaria que sostuvo sin éxito hasta ahora el kirchnerismo y que lo llevó a la catástrofe electoral de la cual el presidente y la vicepresidente son los máximos responsables.

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