Por Carlos Tórtora.-

En su tramo final, la campaña electoral fue adquiriendo una forma particular. Prácticamente nadie duda de que Javier Milei ganará el domingo y la contienda ahora pasa por el segundo lugar, porque Sergio Massa y Patricia Bullrich están en un nivel de empate técnico. Esta última quemó las naves anunciando a Horacio Rodríguez Larreta como su eventual jefe de gabinete. La pregunta es obvia. Consiguió así afianzar el voto de las palomas, pero puso en riesgo el voto de los halcones. En efecto, la larga lucha de la candidata para terminar con el larretismo parece ahora perder sentido. En otro orden de cosas, por la brevedad de los plazos, será difícil establecer cuánto daño electoral le produjeron a JxC los audios privados de Carlos Melconian, que vienen a ser como la contracara del escándalo de Insaurralde.

A horas de cerrarse la campaña, puede decirse que Bullrich gastó todos los recursos disponibles y que su principal capital ahora radica en el tremendo efecto que la inflación de septiembre puede causar en el sufrido electorado de Massa. Este apuesta a la relativa ventaja de que su electorado no tiene en realidad opciones como las de Milei o Bullrich. Además, el pánico instalado en La Cámpora hace que el cristinismo se discipline con el tigrense. Aunque es poco probable, un batacazo de Milei en Buenos Aires podría hacerle perder la reelección a Axel Kicillof. A esta altura de los acontecimientos, lo que está en juego para el kirchnerismo duro es dramático. La derrota podría desencadenar una ola de juicios por corrupción que ya se insinúan por el giro de la justicia federal en las causas por corrupción contra Cristina Kirchner.

Qué juega cada uno

La realidad es que la perspectiva de la derrota afectaría seriamente a Bullrich y a Massa. La primera con seguridad se enfrentaría a una doble crisis, la de JxC y la del PRO y le costaría mucho mantenerse como presidenta del partido ante las operaciones de Mauricio Macri con Milei y de Larreta con la UCR.

Massa, en cambio, quedaría mejor parado, porque nadie lo considera culpable de la situación económica. Pero su futuro está en duda. Si el cristinismo conserva Buenos Aires, intentaría lanzar el liderazgo nacional de Kicillof con vistas al 2027.

Claro está que tanto Massa como Bullrich mejorarían su posicionamiento si consiguen llegar al ballotage y pierden entonces dignamente. Lo que estaría en juego es quedarse con el rol de jefe de la oposición.

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