Por Carlos Tórtora.-

La más elemental prudencia indica que habría que esperar las primeras medidas de Sergio Massa como ministro de Economía, para apoyar o criticar su gestión. Sin embargo, el efecto de la última jugada política del oficialismo es tan grande que la oposición se encuentra en estado de asamblea. En Juntos por el Cambio sólo hubo una voz que alentó expectativas positivas y fue la del gobernador jujeño Gerardo Morales, que no fue acompañado ni tampoco reprobado por ningún otro dirigente. Por su parte, Patricia Bullrich atacó al tigrense y Horacio Rodríguez Larreta salió a tomar distancia del ministro para atenuar el efecto político que tendría el hecho de que lo une con Massa una estrecha amistad. A esta breve lista hay que agregarle que Javier Milei descalificó sin miramientos a Massa.

En las proximidades de Mauricio Macri se habla de una tregua de varias semanas para no instalar en la opinión pública que se ataca la nueva gestión económica sin darle tiempo a nada.

A ciegas

La realidad es que la oposición no sabe si Massa se alejará de los recetas económicas del kirchnerismo, porque si efectivamente consiguiera dar señales de un giro promercado, obligaría a que los opositores sean amables con él. JxC mira a Cristina y trata de descifrar su enigma: ¿dejará ella que haya una política económica no kirchnerista? Si lo hiciera, estaría aceptando implícitamente el monumental fracaso económico del Frente de Todos. Para la oposición, el mayor caballito de batalla disponible es la crítica a la política económica. Si ésta pierde aunque sea algo de razón de ser, JXC debería rearmar toda su estrategia electoral.

En síntesis, Massa representa un peligro por ahora enorme que se iría reduciendo a medida que el superministro vaya desnudando sus flancos débiles. Como sintetiza un diputado del PRO: “hay que dejar correr un poco de tiempo porque es imposible que el idilio entre Massa y CFK continúe. Ella va a ponerle límites y él deberá ver si los acepta”.

Curiosamente, pese a lo obvio del tema, la dirigencia opositora no reparó en el hecho de que se acaba de consumar un verdadero golpe institucional y que el presidente de la Nación fue sacado del juego tal vez definitivamente, al punto que terminó haciendo el papelón de asegurar que había tenido un interesante diálogo con Kristalina Georgieva, a lo que ésta desmintió que hubiese existido comunicación alguna. En este aspecto, Alberto no sólo es desechado por los propios sino también por los opositores que ni siquiera hablan de que se ha consumado una especie de golpe.

Por último, el desconcierto opositor se traduce en un silencio casi unánime. Es que, por primera vez desde la pandemia, el oficialismo ha conseguido retomar la iniciativa.

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