Por Carlos Tórtora.-

Si la casi totalidad de las encuestas se aproximan a la realidad, en las PASO del próximo 9 de agosto, el Frente para la Victoria quedaría próximo al 40 por ciento, CAMBIEMOS al borde del 30 y UNA algo menos del 20. De ser así, en los estados mayores de las tres alianzas se da por hecho que en el electorado se impondrá rápidamente la tendencia al voto útil en primera vuelta. Es decir, a la polarización entre el FpV y CAMBIEMOS. Es probable entonces que el triunfo, si se define en primera vuelta, dependa de cómo se repartan los votantes de Massa en las PASO entre Scioli y Macri.

Los equipos de estos dos ya están trabajando en cómo quedarse con la mayor parte de los votos massistas. En el campo oficial, donde el cristinismo y La Cámpora son bastante rígidos para estas operaciones, la iniciativa la lleva adelante el sciolismo. Es sugestivo que ayer Eduardo Duhalde haya elogiado a Scioli y al candidato a gobernador de UNA, Felipe Solá. Duhalde sería uno de los puentes entre La Plata y Tigre. Otra figura importante en este juego sería Roberto Lavagna que, aunque crítico de la Casa Rosada, no deja de reunirse con varios colaboradores de CFK.

Volviendo a Scioli, éste intentaría tentar a la dirigencia massista con cargos en la administración provincial. Para que esto sea viable, debe ganar su candidato, es decir Julián Domínguez, y no Aníbal Fernández. Éste, acompañado por Martín Sabbatella y la izquierda K del Movimiento Evita, Kolina, etc., se alejaría de Scioli para construir un polo cristinista. El gobernador bonaerense cuenta con un operador privilegiado en el riñón del massismo: Francisco de Narváez. El presidente de su partido, Unión Celeste y Blanco, es su socio y amigo Guillermo Ferrari, que continúa como asesor de Scioli. Por último, está de por medio Pepe Scioli para persuadir a la cúpula del massismo de que hay que apostar a la unidad del peronismo. Una política de brazos abiertos por parte de Scioli podría ser arruinada por Cristina y los suyos, si cometen el error de atacar al tigrense en vez de seducirlo. A todo esto, ya ocurren hechos sugestivos. Por ejemplo, en el Senado bonaerense se trató días atrás la designación de Analía Duarte, como nueva Fiscal General de Necochea. Se opuso sólo la UCR, pero llamativamente el massismo guardó silencio. El oficialismo ganó la partida por tener mayoría simple.

“A Duarte se le han encontrado varias irregularidades en su accionar” afirma el titular del bloque de senadores bonaerenses de la UCR, Carlos Fernández.

El pliego de la agente fiscal se encontraba desde fines del año pasado en la Comisión de Asuntos Constitucionales, y había observado la objeción de varios representantes de la oposición. Como el pedido había tomado estado parlamentario, y habiendo ingresado la sesión anterior no requería ser tratado sobre tablas, fue aprobado por mayoría simple.

Es decir, el FpV, no precisó el apoyo de los demás bloques. Aunque le resultó muy conveniente el silencio del Frente Renovador, ya que representa el bloque de mayor número de la oposición.

Consultado, el senador massista, Patricio Hogan, representante de la quinta sección electoral, aseguró que estaba en contra del pliego, aunque no expuso su postura en el recinto. “No sé cómo votó mi bloque; yo estaba en contra, porque me parece una aberración que con todos los cuestionamientos que tiene se haya aprobado el pliego”, afirmó.

La otra cara de la moneda

Para Macri, la captación del voto massista para la primera vuelta es una tarea compleja. Los consultores del PRO saben que detrás del tigrense se encolumna un sector de la clase media fuertemente antikirchnerista que -en función del voto útil- podría acercarse al macrismo en forma espontánea. Más difícil es la captación de la dirigencia renovadora, empezando por los intendentes, que vienen de una historia de desconfianzas y desengaños con el PRO que ya lleva varios años. Cerca de Macri afirman que éste, que se ocupará de la Capital y Buenos Aires dejando que Gabriela Michetti recorra el interior, estaría dispuesto a modular su discurso. Esto es, pasar de su actual identificación del peronismo con la vieja política a una convocatoria a todos los justicialistas que se oponen a la continuidad del kirchnerismo.

A la inversa de la conveniencia de Scioli, el jefe del PRO necesitaría que Aníbal Fernández ganara la candidatura a gobernador. Fernández y Sabbatella victoriosos provocarían temor y rechazo entre los barones del conurbano y también los massistas, haciendo difícil una aproximación de éstos al kirchnerismo.

A todo esto, es una incógnita qué actitud tomaría Massa, si el voto útil hace que después de las PASO se licue buena parte de su capital electoral. En este caso, podría seguir adelante como si nada, aun sabiendo que sacará muchos menos votos en la primera vuelta. Si en cambio diera señales de acercamiento a Scioli o a Macri, es posible que su número de votantes sea aún menor, ante la evidencia de que está acordando con alguno de sus rivales. El tigrense no ignoraría que, si finalmente llega a algún acuerdo con el kirchnerismo, estaría quemando las naves, porque si el gobierno de Scioli fracasa, se vería arrastrado por su caída. En cambio, el camino de un futuro acuerdo con Macri lo liberaría de pagar los costos de volver a una alianza con el cristinismo. Ayer, Macri empezó a ensayar enviándole al flamante gobernador electo de Córdoba y miembro de UNA, Juan Schiaretti, un mensaje sobre la posibilidad de trabajar juntos en el futuro.

Pero no es menos cierto que en las filas massistas sobran los peronistas antimacristas y que esto sería difícil de cambiar.

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