Un humor social profundamente antikirchenrista se expandió el pasado domingo por la sociedad rionegrina y selló la suerte adversa del senador nacional, Miguel Ángel Pichetto, un político que priorizó la lealtad al cristinismo antes que su propia evolución electoral. Aún cuando reconoció la derrota, este político que creció de la mano de Carlos Menem -igual que los Kirchner- se proyectó hacia las grandes ligas con Eduardo Duhalde y se consolidó con Néstor y Cristina, no olvidó rescatar a la propia presidenta de las hogueras de una derrota que hasta la noche del viernes 12 no parecía estar en sus cálculos. Al menos un “empate técnico” aventuraban sus propios encuestadores.
Pero el “aluvión Wereltineck” -como bautizó el ex gobernador y ex candidato presidencial de la UCR, Horacio Massaccesi- arrasó con todos los pronósticos y sumergió a Pichetto en una crisis emocional que lo alejará de la pelea por la Gobernación, un objetivo que ya se le negó en el 2011 cuando perdió la interna con el malogrado Carlos Soria -asesinado por su mujer el 1 de enero del 2012- quien permitió el ingreso al poder de Alberto Wereltineck, al llevarlo como vicegobernador. Este cipoleño de oscilante carrera política se encontró de pronto con el Poder provincial en sus manos gracias a la “ayuda” de la propia Cristina Fernández de Kirchner.
En aquellos aciagos días, el peronismo provincial con Pichetto a la cabeza, pedía a los gritos elecciones abiertas para elegir al sucesor de Soria. Sin embargo el lobby que ejercieron Nilda Garré y Juan Manuel Abal Medina -a la sazón ministros de Defensa y Jefe de Gabinete- en favor de Wereltineck, en esos momentos perteneciente al Frente Grande como ellos. El dedazo presidencial acalló a Pichetto y a los díscolos peronistas locales y “El Brujo” -como se lo conoce al reelecto mandatario- se quedó con el principal asiento provincial bajo el argumento de que se debía respetar el orden institucional.
Con el gobierno en sus manos, Wereltineck fue abriéndose paso dentro de un peronismo dócil a la caja gubernamental y a los espacios de poder que les proporcionaba el nuevo Jefe Ejecutivo, lo que abrió una grieta que no pudo ser cerrada y así se llega a esta elección con un peronismo dividido, más una oposición que prefirió a un extrapartidario que a un genuino peronista, que pese a sus ambivalencias, nunca renegó de sus orígenes. Pichetto cayó envuelto en esas banderas y con un rictus amargo de la deslealtad no solo de sus pares provinciales sino de aquellos que había servido oportunamente.
Y en ese rol, no es menor el papel que jugó Cristina Fernández de Kirchner y los kirchneristas de paladar negro. Pese al declarado y mediatizado apoyó en la campaña -presidente y ministros estuvieron en Río Negro para apoyarlo- en el momento crucial lo dejaron solo: precisamente cuando Nación debía contener a unos exasperados productores de fruta desesperado por la situación de quebranto de su principal ingreso, tanto CFK como su ministro de Economía, Axel Kicillof miraron para el otro lado.
En una provincia, donde la clase media chacarera tiene un peso decisivo, este olvido nacional que utilizó hábilmente Wereltineck fue letal para las aspiraciones de Pichetto: los casi 20 puntos de diferencia que le sacó el gobernador al senador tienen este sello de protesta y de rebeldía por parte de un Gobierno nacional que está secando a las economías regionales. Río Negro no es una provincia peronista y desde el 83 no se presenta como tal.
En aquel año, el ex gobernador peronista ortodoxo Mario Franco perdió -cuando se creía que ganaba sin sobresaltos- ante un joven candidato alfonsinista de Bariloche: Osvaldo Álvarez Guerrero, inaugurando un ciclo de gobiernos radicales que arrinconaron y dividieron al peronismo a su mínima expresión. Solo con Soria resurgió este tradicional partido, pero el destino torció ese designio y aunque dejó a su segundo, el gobierno provincial nunca abrevó en el kirchnerismo más puro.
Prueba de ello, es que Wereltineck hasta hace unas semanas decidió apostar por Sergio Massa para solo bajarse cuando el tigrense bajó en las encuestas. En sus alforjas solo lleva copias del “Príncipe” de Maquiavelo. Ahora, habrá que ver si ese exagerado pragmatismo lo hará jugar con su antiguo aliado o con Mauricio Macri. Las encuestas le marcarán el camino, pero -por las dudas- ya dio orden de no apoyar a ningún candidato presidencial. Al menos hasta que las tendencias estén definidas.
* Periodista de Medios nacionales e internacionales y conductor de programas de radio en La Patagonia.
16/06/2015 a las 11:56 AM
Holaaaaaa Tito !!! Donde estas que no se te encuentra!!!???? Ahhh le estas llevando las sales a la arquitecta egipcia Ojo no te equivoques y no lleves sales laxantes, aunque en realidad no se notaría visto las kkdas diarias que se manda. Continúen el festejo !!!
16/06/2015 a las 12:06 PM
Los K perdieron en Santa Fe, en CABA, en Río Negro. Hay que ponerle a Maximo de vice a Scioli y se van al carajo directamente.
16/06/2015 a las 2:02 PM
Sería bueno que Pichetto, tras semejante derrota, se busque un trabajo en la actividad privada y se deje de vivir de las arcas del Estado.
Se pensaron que los rionegrinos no le iban a cobrar al gobierno nacional la falta de solución a sus problemas y el ahogo financiero al que fue sometida la provincia.
Basta de retenciones, impuestos distorsivos y enriquecimientos de funcionarios a costa del ciudadano.
16/06/2015 a las 8:46 PM
A 60 AÑOS DE LA QUEMA DE LAS IGLESIAS
Por Antonio Caponnetto
“En lo alto la mirada
luchemos por la patria redimida”
IGLESIA DE SAN IGNACIO
La noche del 16 de junio de 1955, varios templos porteños fueron incendiados y profanados, amén del Palacio Arzobispal, Santo Domingo y San Francisco, la Capilla de San Roque, San Ignacio, La Merced, San Miguel Arcángel, La Piedad, Nuestra Señora de las Victorias, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, San Nicolás de Bari, San Juan Bautista, y la misma Catedral Primada.
“Noche de la Pasión de Jesús en Buenos Aires”, fue llamada aquélla. Noche trágica del sacrilegio, de la blasfemia, de la destrucción y del pecado.
Junto a la Eucaristía pisoteada, los sagrarios rotos, los altares mancillados, los cálices ultrajados, las imágenes sacras deshechas y vejadas, no pocas reliquias patrias sufrieron el mismo y endemoniado castigo. Desde las tumbas de los héroes hasta las banderas nacionales y los trofeos de guerra.
Perón y su gobierno; Perón y sus secuaces, por acción y omisión, fueron los responsables directos de esta grave iniquidad, corolario maldito de una política anticatólica explícitamente alimentada por la masonería.
Política anticatólica, antinacional y masónica –quede en claro- que continuaron con las mismas culpas quienes desde 1956 se adueñaron de la caída del peronismo. A nosotros no nos engañan ni los “nacionales y populares” ni los “libertadores”. Detrás de los dos bandos asoma el mismo amo.
Pocos, lo presentimos con dolor, querrán recordar los 60 años de aquella jornada odiosa y envilecedora. Pocos querrán tener frente al aniversario un gesto expiatorio, devocional y orante. Pocos querrán dejar siquiera un cirio ante el Santísimo, en señal de desagravio, u ofreciéndose penitencialmente al pie de las imágenes de Nuestra Señora.
Tal vez callen los prelados, enmudezcan los templos, y queden amnésicos algunos o muchos de quienes fueron entonces protagonistas del drama. Tal vez no -y lo deseamos- si el Espíritu Santo sostiene con sus dones a quienes están obligados a hablar. Empezando por el Papa que, como argentino, debería pronunciar al respecto una palabra justa y veraz, en vez de recibir complacientemente a los herederos de los incendiarios.
Sea como fuere, nosotros recordaremos y rezaremos con renovada fidelidad a Jesucristo. Y hemos de pedirle al Dios de los Ejércitos que nos conserve la lucidez para comprender y el coraje para resistir. Comprender que los ataques a la Iglesia no han cesado. Las llamas y los destructores del presente son tan dañinos como aquel fuego que carbonizó las estatuas y convirtió en cenizas los misales y los atriles.
Los saqueadores de hoy –herederos ideológicos y partidarios de los de ayer- hacen de la Iglesia el blanco predilecto de sus insidias y persecuciones. Esta vez, para mayor penuria, con la indiferencia y la docilidad de la misma jerarquía eclesiástica. Resistir, entonces, sigue siendo la consigna, librando el buen combate que nos pidiera el Apóstol una vez y para siempre.
A quienes la noche del 16 de junio de 1955 se contaron entre los bienaventurados que fueron perseguidos por causa de su amor a la Cruz, y están vivos para atestiguarlo. A sus descendientes memoriosos y leales. A los católicos argentinos todos, convocamos a visitar simbólicamente, como en el ejercicio cuaresmal del Jueves Santo, algunos de aquellos históricos templos otrora escarnecidos. Dentro o fuera de los mismos, según las circunstancias, elevaremos nuestras plegarias.
Será un acto de merecida reparación, pero será también un juramento. La promesa invicta e intacta, después de seis décadas, de que la mirada está puesta en lo Alto y la voz de la esperanza amanecida.
¡CRISTO VENCE!
16 de junio, 18 hs.
Salida: San Miguel Arcángel, Bartolomé Mitre 886.
Llegada: Santo Domingo, Belgrano 422.
Se agradece difundir