Por Carlos Tórtora.-

Contra lo que podía esperarse, en el kirchnerismo no hubo pase de facturas por la derrota electoral y tanto Cristina Kirchner como Sergio Massa sostuvieron su silencio. Aunque sin ruido, sí se notó un fuerte movimiento de dirigentes hacia el despacho de la expresidenta, que está hiperactiva. Se trata de rearmar un esquema de poder en la oposición, para lo cual le sobran números. El kirchnerismo tiene mayoría en el Senado y en Diputados, cuenta además con la Provincia de Buenos Aires y una docena de gobernadores. Como es obvio, cuenta con una mayor acumulación de poder político que La Libertad Avanza. Con su silencio, Cristina está reconociendo claramente que lo que no puede tener en este momento es la iniciativa. Algunos de sus allegados sostienen que el tiempo de jugar empezará antes de fin de año, cuando el nuevo gobierno envíe con seguridad al Congreso un paquete de leyes de emergencia económica y llegue entonces el momento de negociar. El kirchnerismo trataría de evitar quedar etiquetado como golpista pero a la vez estaría dispuesto a jugar fuerte contra el ajuste. Un fracaso inicial de Milei en el Congreso podría entonces colocar al gobierno en una situación de extrema debilidad.

En su primer armado político, los libertarios lograron captar al schiaretismo, que como es obvio tiene una incidencia numérica leve en ambas cámaras.

Dos operaciones

Mientras espera que le llegue el turno de jugar fuerte, Cristina estaría concentrada en dos operaciones. La primera es influir decididamente en la recomposición del gabinete de Axel Kicillof, donde Andrés Larroque pasaría a ser Ministro de Gobierno y centralizaría la estrategia K en el distrito.

La segunda operación de Cristina, nada fácil por cierto, es tratar de imponer al futuro Presidente Provisional del Senado, el segundo en la línea sucesoria presidencial. Las dos candidatas cristinistas son Anabel Fernández Sagasti y Juliana Di Tullio, pero a éstas le faltarían votos por la pérdida de bancas producto de la última elección. Milei quiere la presidencia provisional a toda costa y esgrime el argumento de que este cargo se lo queda tradicionalmente el oficialismo. Pero la ambición de Cristina iría más lejos y querría hacer valer su mayoría para quedarse con las secretarías parlamentaria y administrativa, o sea, dejar a Villarruel en un papel simbólico. En síntesis, el kirchnerismo está golpeado pero su control sobre el aparato peronista no parece estar en crisis y se prepara para el contraataque.

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