Por Carlos Tórtora.-

El reemplazo de Nicolás Posse por Guillermo Francos trae toda una carga de reformas. La más importante, sin duda alguna, es el desguace del Ministerio del Interior, que quedará reducido a una simple secretaría a cargo de Lisandro Catalán. De este modo y en forma bastante desequilibrada, la Jefatura de Gabinete concentrará, por un lado, la conducción de la administración general del país y, por el otro las funciones de cartera política. En la práctica, JM está entronizando a Francos como una suerte de primer ministro. Siendo este último el único ministro con diálogo real con la oposición, el cambio significa un mensaje de que se negociará a fondo, empezando por el Congreso y la ley Bases. Pierde en esta movida Mauricio Macri, de buen diálogo con Posse, y gana Karina, que venía enfrentada con el jefe de gabinete.

La instalación de un primer ministro indica a las claras que el presidente se propondría delegar la mayor parte de las tareas de gobierno para concentrarse en lo que es su preferencia: la construcción de su liderazgo internacional.

El cambio también implica un reconocimiento de Milei de las carencias políticas del gobierno y, de algún modo, indica que la idea de confrontar a fondo con la oposición va cediendo ante un plan más sofisticado.

En su breve gestión, Posse encarnó la construcción de un sistema de poder cerrado y autoritario. Francos, como es un operador versátil, seguramente ofrecerá un menú político más complejo. El nuevo ministro también sería apropiado para preparar el camino a las próximas elecciones y tratar de apaciguar las aguas en La Libertad Avanza, un partido que tiene tantas crisis como carencias de estructura.

Con serios riesgos

Para Francos, los riesgos de su nueva función están a la vista. Toda la expectativa política del oficialismo pasa por su persona y tiene escaso acompañamiento en un gabinete donde la única figura política es Patricia Bullrich, que acaba de perder influencia.

Queda flotando la incógnita de si con esto se cierra el capítulo de cambios o si, por ejemplo, Federico Sturzenegger reemplazará a Luis Caputo.

Lo que sí se confirma es la tendencia de Milei a cambiar funcionarios y no hacerse cargo del fracaso de nadie.

El presidente, que ya sabe que está al borde del estallido social en varias provincias, apuesta ahora por administrar políticamente la crisis.

Share