Por Carlos Tórtora.-

Una de las primeras discusiones que surgen en torno al proyecto oficial de expropiar Vicentin es si la medida es una imposición de Cristina Kirchner y su equipo. De ser así, la ex presidente tendría la sartén por el mango en una cuestión estratégica y que arrastra a buena parte de la política económica del gobierno. Pero más grave sería todavía que el presidente estuviera convencido de que la mejor opción es expropiar. La operación Vicentin se da en una circunstancia muy especial. El gobierno se encuentra negociando con los acreedores de la deuda en una delicada cornisa y la expropiación de la principal agroexportadora del país es una señal altamente negativa para los acreedores privados, que verían ahora como más probable que la Argentina se aleje de una negociación componedora. Por otra parte, la economía afronta el desafío de una dificilísima salida de la actual cuarentena que traerá una oleada de presentaciones en concurso de acreedores y tal vez también de quiebras. A la luz de Vicentin, esto implicará también una larga lista de expropiaciones. El gobierno invocó una oscura “soberanía alimentaria” para poner en marcha su plan y fue Amado Boudou el que anticipó la expropiación de la mega empresa desde un portal de Internet. Es que los ejemplos de Ciccone e YPF son los modelos a seguir. La flagrante desprolijidad de intervenir por decreto a Vicentin le agrega una cuota de ilicitud al problema con un presidente que suele ufanarse de su prolijidad con los actos de gobierno.

Otro clima

En términos de política económica, la decisión de expropiar Vicentin es la más estratégica de todas las tomadas por Alberto Fernández y seguramente la que generará más reacciones. Que un estado en default y con un abultado déficit fiscal apueste a jugar a empresario en uno de los principales mercados marca un rumbo para toda la política económica. Y también divide aguas en materia política. Hasta este hecho, la oposición había hecho girar la crítica al gobierno en la concentración de poder -incrementada en razón de la pandemia- pero carecía de situaciones resonantes en materia económica. Ahora, Juntos por el Cambio encuentra un eje importante para desplegarse en la crítica y además con el apoyo empresario, que seguramente tendrá el cuestionamiento a la expropiación. La comparación con Venezuela es inevitable y probablemente también se dificulte la relación con el gobierno de Donald Trump. No sin variadas dificultades, el presidente venía orillando un perfil de centroizquierda moderada que daba por superado el ultrakirchnerismo que caracterizó la segunda presidencia de CFK. Ahora, con el giro dado con Vicentin, empieza a estar en duda la verdadera identidad política de Alberto. Queda por saberse si, más que un error, estamos ante un verdadero cambio de rumbo que deja en una situación muy incómoda a los aliados centristas del oficialismo, empezando por Sergio Massa.

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