Por Hernán Andrés Kruse.-

El 5 de junio se cumplió el trigésimo segundo aniversario del bautismo de uno de los más destacados economistas y filósofos de todos los tiempos. Adam Smith fue bautizado el 5 de junio de 1723 en la localidad de Kirkcaldy (Escocia). En 1737 (sólo tenía 14 años) ingresó en la Universidad de Glasgow. En esa casa de altos estudios fue influenciado por el famoso profesor de filosofía moral Francis Hutcheson. Tuvo como profesores, además del recién mencionado, a John Loudon en lógica y metafísica, a Robert Simson en matemática y a Alexander Dunlop en griego. Luego de graduarse en 1740 realizó estudios de posgrado en la Universidad de Oxford. Entre 1748 y 1751 fue profesor ayudante de las cátedras de retórica y literatura en Edimburgo bajo el padrinazgo de Lord Karnes. En esa etapa de su vida entabló una estrecha amistad con David Hume, quien ejerció una profunda influencia sobre su pensamiento.

En 1751 se hizo cargo de la cátedra de lógica de la Universidad de Glasgow. Al año siguiente, ocupó la cátedra de filosofía moral. En 1759 publicó uno de sus libros más relevantes: “Teoría de los sentimientos morales”. Con la ayuda económica del aristócrata Charles Townsend, viajó a Francia y Suiza. Residió un año y medio en Tolouse. Luego se trasladó a Ginebra, donde se reunió con Voltaire. Desde allí se trasladó a París, donde conoció a Benjamín Franklin, protagonista fundamental de la independencia de las colonias estadounidenses. Además, tuvo tiempo para descubrir la escuela económica de la fisiocracia fundada por Quesnay, discutir con el mismo Quesnay y Turgot, reencontrarse con su amigo Hume y conocer a distinguidos intelectuales enciclopedistas como Diderot y D´Alambert, y al economista Necker. De regreso a Gran Bretaña dedicó los siguientes siete años a redactar su libro más famoso: “La riqueza de las naciones”. En 1779 viajó a Londres portando el manuscrito. Residió en dicha ciudad durante cinco años, período en el que frecuentó al historiador Edward Gibbon y al pensador liberal Edmund Burke. Falleció el 17 de julio de 1790 (fuente: Wikipedia, la Enciclopedia libre).

Buceando en Google me encontré con un ensayo de Roland Pfefferkorn (Director de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Marc Bloch-Strasbourg II e investigador en el laboratorio “Cultura y Sociedades en Europa” del CNRS) titulado “Adam Smith, un liberalismo bien temperado” (Revista Sociedad Económica-Universidad del Valle-Cali-Colombia). Analiza la obra fundamental de Smith, “La riqueza de las naciones”.

ADAM SMITH, FUNDADOR DE LA ECONOMÍA POLÍTICA CLÁSICA

“Adam Smith es presentado de manera unánime como el padre fundador de la economía moderna. Su Enquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, publicada en 1776, es celebrada con justicia como la obra inaugural de la economía política clásica. Pero también son muchos quienes lo consideran como el autor emblemático de la teoría económica liberal o del liberalismo económico. Ahora bien, si Smith es indiscutiblemente un pensador liberal –él preconizaba en efecto “el sistema evidente y simple de la libertad natural”-, su liberalismo está muy lejos de las posiciones defendidas por ciertos sectores contemporáneos del liberalismo económico. Es un liberal que defiende una concepción in fine relativamente moderada del liberalismo, colocando desde luego el mercado en el centro de sus análisis, pero sin excluir los frenos al librecambio en ciertos casos, ni la intervención del Estado para asegurar la justicia y el bienestar social.

La Riqueza de las naciones es un libro voluminoso y generoso: 1100 páginas en dos volúmenes en la edición de bolsillo de Garnier-Flammarion, más de 1400 páginas en cuatro volúmenes en la edición aparecida en Presses Universitaires de France (PUF) en 1995, incluyendo el aparato crítico. A pesar de su tamaño, tuvo un éxito considerable en vida de su autor, y conoció numerosas reediciones y traducciones. Smith expone una síntesis de las concepciones económicas de su tiempo, síntesis brillante, a la vez original y crítica, inspirada ampliamente en los trabajos británicos y franceses de su época. La Riqueza es, al mismo tiempo, la matriz a partir de la cual se construyeron, poco después de su muerte, los análisis económicos a veces contradictorios de autores como David Ricardo, Thomas Malthus o Jean-Baptiste Say, reunidos más tarde, en las historias académicas del pensamiento económico, en la categoría unívoca de « la economía clásica ».

Karl Marx, presentado en ocasiones por esas mismas historias como « el último de los clásicos », desarrollará su reflexión heterodoxa a partir de una lectura crítica de Smith, tanto de sus predecesores como de sus continuadores, y más particularmente de los tres autores que acabamos de mencionar. El autor del Capital tendrá entonces cuidado de separarse de aquellos que él llamaría los « clásicos » de aquellos que calificará severamente de « vulgares »; los primeros, aunque enceguecidos por sus tomas de posición ideológicas en favor del sistema capitalista, intentaron, según Marx, hacer una obra científica mientras que los segundos estaban esencialmente animados por sus visiones apologéticas. Smith y Ricardo fueron clasificados por Marx en el primer grupo y elevados por él al rango de « clásicos », Malthus y Say fueron enviados a la segunda categoría.

En un artículo reciente, aparecido en francés en 2002, Armatya Sen, el premio Nobel de economía de origen bengalí, subrayaba con razón el carácter particularmente complejo de la obra de Smith que contrasta con las posiciones simples o, más bien, simplistas de « aquellos que le arrancan ciertas frases », utilizadas « como slogan », para defender unas posiciones políticas a menudo obtusas ». El se refiere explícitamente a las declaraciones de los « extremistas conservadores (especialmente en Gran Bretaña) » y a las « manifestaciones entusiastas » de un tal « Adam Smith Institute ». Este instituto defiende posiciones ultraliberales, acordes con las ideas de otros dos « héroes » (sic) que figuran en la página de bienvenida de su sitio de Internet: Friedrich August von Hayek y Milton Friedman, los dos fueron en verdad los principales inspiradores del giro « neoliberal » de fines de la década de 1970 y comienzos de la siguiente; el segundo de estos « héroes » fue la fuente de la experiencia « neo-liberal » en el Chile pinochetista desde 1974.

Armatya Sen precisa en su artículo que esta tradición de « implicar a Smith en la justificación del buen camino » liberal e invocar la « mano invisible » no es reciente. Ella se remonta a casi dos siglos atrás. « Desde 1812, el gobernador de Bombay rechazó la propuesta de transportar alimentos en el Gujerat afectado por la hambruna citando la autoridad de Adam Smith », cuando en verdad Smith poca cosa dijo directa o indirectamente sobre la manera de tratar una hambruna. En contraste, como lo señalaremos más adelante, Smith siempre relacionó de manera estrecha las concepciones económicas y una visión «ética con el objetivo de llegar a una sociedad justa”.

UNA OBRA IMPREGNADA DE FILOSOFÍA MORAL Y POLÍTICA

“Los fundamentos filosóficos y morales de las concepciones económicas expuestas en La Riqueza han sido olvidados por mucho tiempo. Sin embargo, Smith desarrolla explícitamente sus posiciones morales en otra gran obra suya, La Teoría de los sentimientos morales (1759) que fue publicada diecisiete años antes de la Riqueza, cuando ocupaba una cátedra de filosofía moral en la Universidad de Glasgow. Es esta primera obra la que le permite adquirir una cierta notoriedad y convertirse unos años más tarde en el preceptor del duque de Buccleuch, con quien viaja en varias ocasiones a Francia, entre 1764 y 1766, lo que le permitió, luego de algunas recomendaciones de su amigo David Hume, encontrarse con los Enciclopedistas Jean le Rond d’Alembert y Claude Adrien Helvetius y los fisiócratas Francois Quesnay, partidario del libre cambio de granos, y Anne-Robert Turgot, controlador general de Hacienda, partidario del libre comercio. A su regreso a Gran Bretaña, él se benefició de una renta que le permitió consagrarse en adelante a la escritura de lo que llegaría a ser diez años después La Riqueza de las Naciones.

A lo largo de su vida, Smith le otorgó igual importancia a La Teoría de los sentimientos morales y a La Riqueza. Por lo menos eso hace pensar el número de reediciones de ambas obras mientras el autor aún vivía: cuatro para La Riqueza (1778, 1784, 1786, 1789); cinco para La Teoría de los sentimientos morales (1761, 1767, 1774, 1781, 1790). Y también debería tenerse en cuenta la importancia de las adiciones y modificaciones que el autor aportó a cada uno de sus libros, como sucedió hasta la víspera de su muerte con la última edición de La Teoría de los sentimientos morales. Como lo hacen notar los traductores de la edición francesa reciente de esta obra (PUF, 1999), « la amplitud de las correcciones hechas a La Teoría de los sentimientos morales varios años después de la aparición y la revisión de la Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones muestran el interés incesante de Smith por su obra moral ». Agreguemos además que La Riqueza de las naciones no esta exenta de consideraciones morales y de numerosas digresiones sobre las religiones, que cubren al menos una quinta parte de su volumen, y que tienen algún nexo con los análisis propuestos más tarde por Max Weber.

Finalmente, La Riqueza no puede ser reducida al simple estatuto de una obra fundadora en economía. La mayor parte de los libros de la época que hablan de economía multiplican los ejemplos concretos y mezclan las consideraciones económicas con reflexiones filosóficas, morales o políticas. El libro de Smith se asemeja desde ese punto de vista a aquellos de sus contemporáneos, pero se presta también a otras lecturas, incluso las más inesperadas, lo que es costumbre en las grandes obras. En la introducción a la última traducción francesa (2000), el economista Jean-Michel Servet escribe: « Se puede leer esta obra como se hace con los relatos de viajes o como con una obra de la colección Terre Humaine, o incluso como la descripción de las islas del Pacifico escrita por el capitán Cook. La Riqueza de las naciones es un verdadero guía que nos lleva al olor de los puertos ingleses o escoceses del siglo XVIII para embarcarse por el continente europeo, la China, las Indias, las Américas o el Oriente próximo. En ella se descubren a los empresarios británicos virtuosos y a la aristocracia francesa símbolo del lujo y la prodigalidad, las pequeñas tiendas de Escocia…»

UNA LECTURA REDUCCIONISTA DE SMITH

“Pero si los especialistas le rinden hoy amplia justicia a Smith, no es menos cierto que él ha sido regularmente enrolado al servicio de una ideología que el propio Smith estuvo lejos de defender, una ideología que no es solamente liberal, sino que podría llamarse más bien liberal extremista o radical, neo o ultraliberal, incluso “libertaria”. Revisaremos más adelante ciertos análisis muy discutibles de La Riqueza que han sido difundidos desde hace mucho tiempo. El eco de esos comentarios no deja de sorprender en la medida que esas interpretaciones se oponen precisamente al núcleo de las tesis expuestas por Smith en la Teoría de los sentimientos morales. En esa obra brinda luces que deberían evitar las exégesis abusivas de ciertos aspectos de la Investigación sobre la naturaleza y la causa de la riqueza de las naciones.

Uno de los primeros problemas que se les presenta a los comentaristas tiene que ver con la unidad de la obra de Smith. Los filósofos y los historiadores de mitad del siglo XIX habían ampliamente debatido la supuesta contradicción entre las dos obras. Una de las figuras más destacadas de la escuela histórica alemana, Karl Knies, había señalado lo que él llamaba El problema de Smith (das Adam Smith Problem) poniendo el acento en la supuesta oposición que él hallaba entre esas dos obras. Según Knies, Smith parece promover la simpatía en la Teoría de los sentimientos morales (TSM) y el egoísmo en La Riqueza. Esta oposición no es, sin embargo, tan evidente como se cree a primera vista. En sus dos libros, el comportamiento de cada individuo está determinado siempre por el comportamiento de los demás. Se está siempre sometido a una interacción o, según la fórmula de George Simmel, a una acción recíproca. Cada persona tiene en cuenta a las otras, tiende a imitarlas, busca dar cuenta de su presencia o ponerse en su lugar. La simpatía de Smith puede, entonces, ser vista como la facultad propiamente humana de disponer de la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de comprender, por esa vía, sus experiencias, sus sentimientos y los motivos de sus acciones.

Esta facultad es además pensada por Smith como algo innato y de origen divino. Ella corresponde a lo que hoy designamos como empatía. Se puede entonces afirmar que el individuo, según Smith, entra en contacto con otro por un modo de imaginación comprehensiva empática. Esto último tiene muy poco que ver con el egoísmo de ese personaje racional inventado, no por el autor de La Riqueza, sino más bien por los economistas marginalistas y neoclásicos : el homo economicus. En definitiva, la simpatía smithiana debe conducir a buscar la justicia y el bien común. En consecuencia, a lo largo del siglo XX, mejor que oponer La Riqueza a la TSM, los economistas se han inclinado, en su gran mayoría, a despreciar o a ignorar la TSM olvidando totalmente el hecho de que la obra de Smith, comprendida La Riqueza, es también la obra de un filósofo y un moralista.

Este olvido ha conducido a muchos autores a pensar que en Smith el egoísmo es el motor de los comportamientos humanos en vez de la « simpatía » apoyándose en uno de los pasajes más citados de La Riqueza y aislándolo de las reflexiones contradictorias que aparecen en otras partes, tanto en La Riqueza como en TSM : « Jamás se ha visto animal alguno que por su voz o por sus gestos quiera hacer entender a otro que esto es mío, esto es tuyo ; yo te daré lo uno por lo otro…El sentido de esa proposición es el siguiente : deme lo que yo necesito y usted tendrá de mí lo que usted necesita ; la mayor parte de estos buenos oficios que nos son necesarios se obtienen de esta manera. No es de la bondad del carnicero, del vendedor de cervezas o del panadero que nosotros obtenemos nuestro alimento, sino del cuidado que ellos brindan a sus propios intereses. Nosotros no nos dirigimos a su humanidad, sino a su egoísmo y nunca les hablamos de nuestras necesidades, siempre hablamos de sus beneficios…».

De manera significativa, la última edición francesa de la TSM se remontaba a 1860 en una traducción que data de fines del siglo XVIII. Y es tan solo recientemente, el 2000, en una introducción a la última traducción francesa de La Riqueza, que un economista destaca que Smith no es solamente el fundador de la economía política clásica, sino que además encarna « un ideal de sabio casi universal, economista desde luego, pero puede ser todavía más según las categorías contemporáneas del saber: historiador, politólogo, psicólogo, sociólogo y filósofo».

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