Por Hernán andrés Kruse.-
El 13 de junio se cumplió el centésimo cuadragésimo primer aniversario del nacimiento de uno de los más relevantes filósofos del siglo XX, emblema de la neoescolástica y especialista en Santo Tomás de Aquino. Étienne Gilson nació en París el 13 de junio de 1884. Enseñó filosofía medieval en la Universidad de la Sorbona (1921/1932). Perteneció al Colegio de Francia y fue cofundador del Instituto Pontificio de Estudios Medievales en la Universidad de Toronto. Ejerció el liderazgo del neotomismo y en 1946 fue elegido miembro de la Academia Francesa. Se hizo famoso por las conferencias que impartió en la Universidad de Harvard entre 1936 y 1937, en las que defendía la metafísica y definía al hombre como un animal metafísico por naturaleza. También merecen destacarse las conferencias Gifford impartidas en la Universidad de Aberdeen en 1930, bajo el título “El espíritu de la filosofía medieval”. En 1948 publicó “el ser y la esencia”, un verdadero tratado de metafísica. Fue, además, un incansable defensor de la filosofía cristiana. Falleció en 1978, a la edad de 94 años (fuente: Wikipedia, la Enciclopedia Libre”).
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Irene Melindo Millán (Universidad de Sevilla-España) titulado “Étienne Gilson y la filosofía cristiana” (Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida-2010). Analiza el debate que provocó en el siglo XX la idea de “filosofía cristiana” enarbolada por Gilson.
INTRODUCCIÓN: ÉTIENNE GILSON, “SU FILOSOFÍA CRISTIANA” Y “SU” INTERPRETACIÓN DE TOMÁS DE AQUINO
“Inicié este escrito como una simple traducción de la Présentation de Humbrecht a la Introduction à la philosophie chrétienne, de Étienne Gilson. Me parecía que estas páginas, suprimidas en la excelente versión castellana, a favor de la también excelente introducción del Prof. Palacios, merecían ser conocidas por los lectores de lengua castellana que no tuvieran acceso al original francés. Dicha traducción constituye también ahora la parte fundamental de mi trabajo. Pero me he tomado ciertas libertades al verterla al castellano, para poner más de manifiesto algunos aspectos del pensamiento de Gilson que estimo relevantes; y he añadido algunas sugerencias propias, al hilo de la lectura de la misma Introduction de Gilson y de otros escritos también pertinentes. Todo ello, con vistas a penetrar mejor en su pensamiento y en el modo cómo entiende a Tomás de Aquino, que, en líneas generales, considero adecuado y fecundo.
Queda, pues, claro, que el núcleo de este pequeño estudio corresponde a Thierry Dominique Humbrecht y que lo mío es, por llamarlo de algún modo, una mera labor de “refuerzo”. Así comienza y sigue la Présentation, levemente enriquecida: La Introduction à la philosophie chrétienne, aparecida en 1960, no había sido reeditada hasta el día de hoy. Su eclipse resulta tanto más extraño cuanto que su interés permanece vivo para los lectores de Gilson [y para los estudiosos de Tomás de Aquino]. Tal anomalía merece ser examinada. Podría explicarse quizá por las paradojas que parecen anidar en los planteamientos del libro. Pues no se trata solo de una introducción, sino de todo el diseño de un maestro, [en el que se refleja cuanto es y cuanto piensa]. La “filosofía cristiana” expuesta en ese escrito es en realidad la de Tomás de Aquino… comprendida como Gilson la comprende. [De ahí que entenderla equivalga a entender al propio Gilson y lo que este pretende comunicarnos, en buena medida como su legado más íntimo: el puesto de Tomás de Aquino en el seno de esa filosofía y, más en general, de “la filosofía”; o, si se prefiere, y como tantas veces ha repetido, la mejor metafísica que él conoce].
Por otra parte, en 1960, el debate sobre el estado de la “filosofía cristiana” había perdido su actualidad. Más aún, los espíritus filosóficos estaban entonces ocupados en otras nociones, cuando menos extrañas al cristianismo, a la metafísica, a la Edad media e incluso a la filosofía en el sentido clásico del término; y a favor, claramente, de las ciencias humanas y de la praxis. Visto desde el momento presente, este libro —carente de actualidad en su época, como el propio Gilson y aquello que él podría representar— constituye el manifiesto de la decisión filosófica, histórica y religiosa de un hombre llegado a su madurez, consciente de su prestigio pero también de la evolución, que él juzga más bien negativa, de las ideas de su tiempo.
La Introducción a la filosofía cristiana puede y debe interpretarse como la quintaesencia del “gilsonismo”. Y esto, por un solo motivo: el de constituir un libro límpido, escrito de un tirón, en el que se confirma y rubrica un acto de ser supremamente gilsoniano; en definitiva, [como ya he apuntado,] una especie de testamento. De este modo, Gilson es explicado por sí mismo, pero no para sí mismo; sino de manera intemporal y simultáneamente actual, en el sentido pleno del término. Una pequeña prueba: en uno de los ejemplares de 1960, estampa con pluma, de su puño y letra, una dedicatoria que dice así: «A R. P. Labourdette O.P., como “deberes” de un viejo alumno. Ét. Gilson». El viejo alumno tenía entonces 76 años —aunque viviría 18 más— y se siente obligado a acometer estos “deberes”, tras haber escrito el Tomismo y El ser y la esencia, por no citar más que las dos obras emblemáticas que le son consustanciales.
¿De dónde surge esta necesidad tan poco necesaria? Tres cuestiones podrían esclarecer la lectura de la Introducción: a) El debate sobre la “filosofía cristiana”; b) La evolución de Gilson; c) Los temas que componen este libro”.
EL DEBATE SOBRE LA “FILOSOFÍA CRISTIANA”
“La expresión “filosofía cristiana” no es de Gilson, como tampoco de Tomás de Aquino. Gilson llevó a cabo una encuesta lexicográfica sobre este constructo. Lo encuentra una vez en San Agustín, varias en Erasmo, una en Suárez, etc. No obstante, cuando se utiliza con profusión e incisividad, con plena intención, es en el siglo XIX. Por un lado, Feuerbach denuncia la idea de filosofía cristiana, en un sentido idéntico al que correspondería a una denuncia crítica de la matemática cristiana, de la botánica cristiana o de la medicina cristiana. Gilson señala que «la crítica de Feuerbach se dirige a menudo a absurdos pero existentes sistemas de matemática cristiana, de botánica cristiana e incluso de medicina cristiana […]; esto excusa en cierto modo su violencia: toda la sinrazón no está de su parte».
En el extremo contrario nos topamos con la corriente cristiana de esta época, incluyendo a un tal Henri Ritter, pero también a Frédéric Ozanam, el padre Lacordaire y, por supuesto, la encíclica Aeterni Patris de León XIII (4 agosto 1879). La Encíclica expone el papel de la filosofía cristiana en relación con la ciencia, la fe, la teología y las otras filosofías. Incluye la articulación metodológica de la filosofía en relación con la fe, es decir, la subordinación a la teología, pero también proclama la autonomía de la razón en su propio orden y la complementariedad de razón y fe. En suma, la filosofía cristiana aparece como una preparación a la fe y una defensa de ésta contra las falsas filosofías. Además, la Encíclica promueve la enseñanza de Tomás de Aquino como la del mayor maestro de la Escolástica. Como consecuencia, la Aeterni Patris provocará el retorno a la Escolástica (incluso a varios escolásticos, diversos entre sí: tomistas, escotistas, suarecianos…).
Por lo que el siglo XX será escenario de nuevos debates. Contra la idea de “filosofía cristiana” se alinean Harnack, Blondel, Laberthonnière, y, más tarde, Bréhier y Heidegger. A favor de ella están, sobre todo, Maritain y Gilson. Como sabemos, en Francia, el núcleo del debate se sitúa a comienzos de los años treinta. En él se enfrentan los contra, con Émile Bréhier y Léon Brunschvicg a la cabeza, y los a favor, Maritain y Gilson. La posición de Bréhier es a la vez de hecho y de derecho. De hecho, según él, el cristianismo no aporta nada a la filosofía. De derecho, una filosofía cristiana resulta imposible porque «la filosofía tiene por substancia el racionalismo, es decir, la conciencia clara y distinta de la razón que hay en las cosas y en el universo». Por otra parte, «en filosofía el método lo es todo, la manera como se ven las cosas». Por eso, el diverso método utilizado en la exposición del cristianismo explica plenamente el desinterés de Bréhier por su presunto influjo sobre la filosofía.
Aunque Gilson intentará responder a Bréhier, su preocupación en torno a la “filosofía cristiana” debe considerarse anterior (1925) a la posición de Bréhier (1927), como señala Henri Gouhier. En el caso de Gilson, lo que le lleva a adoptar el término de “filosofía cristiana” es una evolución personal. En Cristianismo y filosofía, escribe: “Se me reprocha que me empeñe en mantener la expresión de filosofía cristiana; ¿me excusaréis, entonces, que pregunte sencillamente por qué otros se empeñan en eliminarla? Mis razones personales no son ningún secreto: tienen una historia, que es breve y tan simple, que voy a contarla sin esperar que la creáis. Escribí el primer volumen de El espíritu de la filosofía medieval, que finalmente se convirtió en el capítulo III, sin pensar en la noción de filosofía cristiana; pero entonces la encontré; y como parecía proporcionar una unidad a la filosofía que yo estaba describiendo, dediqué a esta noción los dos primeros capítulos de mi libro. Estaba bastante contento con mi descubrimiento cuando, al estudiar más tarde los documentos relativos a esta noción, y al encontrar la Encíclica Aeterni Patris, que tenía totalmente olvidada, me di cuenta de que aquello que yo estaba tratando de probar en dos volúmenes, veinte lecciones y no sé cuántas notas, era exactamente lo mismo que habría podido aprender con solo estudiar detenidamente la Encíclica, incluyendo la interpretación misma de la filosofía medieval que yo proponía. Confieso que todo esto me humillaba bastante”.
Retengamos en primer lugar la importancia del “descubrimiento” que, según Gouhier, establece en el espíritu de Gilson «un antes y un después». El después tiene un efecto retroactivo sobre el antes, ya que Gilson se da cuenta de que hasta entonces había estado haciendo filosofía cristiana sin saberlo. En segundo lugar, no es menos importante la conexión de esta filosofía cristiana con la Encíclica de León XIII. Gilson continúa: “[…] en efecto, inmediatamente me vino a la cabeza que cualquiera podría ahora probar, de acuerdo con las reglas infalibles del “método crítico”, que mis dos volúmenes eran simples libros de apologética, sin valor científico propio, una especie de comentario histórico de la Encíclica Aeterni Patris. Me hago cargo de que tales observaciones son necesarias y contundentes; si alguien las hace, no tendré nada que responder, sino que las cosas han sucedido de otra manera. Quizá al menos se entienda por qué no estoy dispuesto a olvidar esta aventura. La noción de filosofía cristiana, que de hecho encontré con tanta dificultad, y cuyo nombre mi colega M. É. Brehier, al negar su existencia, había traído a mi memoria, se me había impuesto al término de una larga búsqueda… que podía haberme ahorrado prestando un poco de atención a las enseñanzas de la Iglesia. No creo que haya sido demasiado celoso al mantenerla […]”.
En realidad, el Gilson de los años de debate sobre la filosofía cristiana (1925-1936) tenía tan “totalmente olvidada” la Encíclica, que el Gilson de 1960 confiesa no haberla leído jamás. En El filósofo y la teología, hablando de sí mismo en tercera persona, como «el historiador» que se servía de la noción «como de una cómoda etiqueta», añade: “Él descubrió entonces que, cincuenta años antes, el papa León XIII había escrito la Encíclica Aeterni Patris para esclarecer y fijar su sentido. ¿No la había leído nunca? No, jamás; y lo admite con vergüenza. Pero la historia raramente sigue la línea de la verosimilitud, propia de las novelas, sino más bien la de la verdad, que cree ser la suya. Además conviene tener en cuenta que en esta época los filósofos no hacían de las encíclicas pontificias su lectura habitual”.
Como para Bréhier, también para Gilson se trata de un problema de hecho y de derecho. Para Gilson, la “filosofía cristiana” existe históricamente y nocionalmente, como trata de mostrar en El espíritu de la filosofía medieval y en Cristianismo y filosofía: “Al menos para aportar la prueba histórica de que esta influencia [cristiana sobre la filosofía] no se ha ejercido jamás, no se tiene el derecho de prohibir al historiador que use esta fórmula para nombrar los efectos que ella ha producido. No se tiene tampoco el derecho de objetar que si una “filosofía cristiana” es imposible en sí misma, entonces no puede ser objeto de historia, puesto que nuestros conceptos deben versar sobre sus objetos y si la historia muestra que ha habido filosofías cristianas entonces la noción misma de filosofía cristiana es posible. Puede ser inconcebible en sí misma desde el punto de vista de la filosofía, pero la filosofía no es la totalidad del pensamiento”.
Así, los capítulos I y III del Espíritu de la filosofía medieval exponen los problemas de hecho y de derecho: «El problema de la filosofía cristiana» y «La noción de filosofía cristiana». Parecen plantear primero que la filosofía cristiana es una expresión natural y enseguida, haciendo suya la observación de Feuerbach, Gilson pasa revista a los lugares de impregnación del cristianismo sobre los filósofos y sobre la filosofía, y concluye con el hecho de que: «es infinitamente probable que la noción de filosofía cristiana tiene un sentido, porque la influencia del Cristianismo sobre la filosofía es una realidad». Formula la cuestión de derecho de la siguiente manera: «Lo que se pregunta simplemente el filósofo cristiano es si, entre las proposiciones que él cree verdaderas, no hay un cierto número que su razón pudiera saber verdaderas». O bien: «No hay razón cristiana, pero puede haber un ejercicio cristiano de la razón». Y concluye así su reflexión: «Llamo, pues, filosofía cristiana a toda la filosofía que, aun cuando haga la distinción formal de los dos órdenes, considera la revelación cristiana como un auxiliar indispensable de la razón».
Este conjunto de escritos lleva la marca del debate con Bréhier. Durante el periodo de sesiones de 1931, Gilson da a conocer esta caracterización de su búsqueda: «Lo que busco en la noción de filosofía cristiana es una traducción conceptual de lo que creo que es un objeto históricamente observable, la filosofía en su estado cristiano». «La filosofía en su estado cristiano» es quizá la mejor definición que se puede encontrar de una noción con la que Gilson trata de manifestar la realidad y la imbricación mutua de la historia y del pensamiento. Parece, por otra parte, que esta fórmula viene de Maritain; en todo caso, éste la recupera en su libro De la filosofía cristiana.
Por supuesto, el debate no es solo parisino, y conocemos además la contribución de Martín Heidegger, desde el otro lado del Rin: «Una “filosofía cristiana” es un hierro de madera y un malentendido». Sin embargo, en esta época, Gilson no conoce a Heidegger. Su confrontación será objeto de un apéndice en la reedición de 1962 de El ser y la esencia, texto notable también para su época, en un debate que desborda los límites de la filosofía cristiana. [Además, volverá a “enfrentarse” con el pensador alemán en un escrito mucho más madurado: sus Constantes philosophiques de l’être, aparecidas póstumas en 1983.]
17/07/2025 a las 9:28 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Una peligrosa pelea en la cima del Gobierno
Joaquín Morales Solá
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
16/7/025
Es difícil imaginar a Victoria Villarruel urdiendo una conspiración para tumbar del poder a Javier Milei y hacerse ella de la poltrona presidencial. Al revés, algunos sectores del propio mileísmo señalan que la vicepresidenta es “demasiado institucionalista” en el manejo del Senado, que le corresponde presidir. Tampoco es una ciega política, como para negar que el Presidente cuenta con un considerable nivel de simpatía popular; es un momento, en verdad, que no le permite imaginar a nadie sensato que Milei desbarrancaría antes de concluir con su actual mandato. Sin embargo, otras fuentes oficiales aseguran que la vicepresidenta se reunió con empresarios y con dirigentes políticos, y que en esos encuentros se manifestó dispuesta a hacerse cargo del gobierno si el jefe del Estado no pudiera llegar al final constitucional de su gestión.
Milei aludió más a esas supuestas reuniones conspirativas que a otra cosa cuando calificó a Villarruel de “traidora”, aunque no la nombró. Nadie escuchó decir a la vicepresidenta semejante disparate sobre el destino del Presidente, pero es probable que este haya sido “informado” por los servicios de inteligencia.
Eduardo Duhalde suele contar, después de su paso por la jefatura del Estado, que el establishment de los servicios de inteligencia le cuenta al presidente lo que el presidente quiere escuchar. Es la manera de perdurar que los espías saben trabajar muy bien.
Sea como fuere, lo cierto es que una vez más la Argentina política se entretiene con las disidencias entre quien ejercer la jefatura del Estado y quien desempeña el cargo de vicepresidente de la Nación. Son las dos máximas figuras en el escalafón de la república. Sucedió casi siempre, y casi siempre disimuladamente, en los 40 años de democracia (con la excepción de la fórmula Mauricio Macri-Gabriela Michetti porque nunca trascendió, al menos, que haya habido discordia entre ellos), aunque los dos casos más resonantes fueron los de Fernando de la Rúa y Carlos “Chacho” Álvarez, por un lado, y el de Cristina Kirchner y Julio Cobos, ocho años más tarde.
La renuncia a la vicepresidencia de Álvarez terminó precipitando la prematura dimisión de De la Rúa a la presidencia, 15 meses después. La decisión de Cobos de desempatar para rechazar la resolución 125, sobre aumentos a las retenciones de la soja –tema en boga ahora, 17 años más tarde–, significó una seria derrota política, la primera también, de la entonces presidenta de la Nación.
Si recordamos bien, los presidentes y vicepresidentes conocieron el traspié y el fracaso después de armar un escándalo institucional de monumentales dimensiones. De la Rúa y Álvarez se alejaron de la vida política activa luego de aquel entrevero entre ellos; Cristina Kirchner y su marido fueron seriamente derrotados en las elecciones legislativas de un año después, en 2009, y Cobos nunca volvió a brillar en el firmamento político, aunque conservó –y conserva– cargos legislativos nacionales. Más allá de quién haya tenido la razón en cada caso, que será siempre una opinión subjetiva, la gente de a pie no les perdonó que hayan roto la sociedad entre ellos que propusieron en las elecciones presidenciales.
Todas las versiones cercanas a Villarruel sostienen que ella se dio cuenta hace rato de la situación terminal de su relación con Milei, y que inclusive esa certeza la llevó a cambiar drásticamente su entorno en los últimos dos meses. El equipo que la rodea ahora tiene algo (o mucho) de las ideas que, al parecer, son las de la vicepresidenta. Una parte viene del sector conservador de la Iglesia católica; otra parte viene del peronismo más tradicional (no kirchnerista), y una última parte pertenece al universo de los militares retirados. Uno de ellos, con un cargo en el Senado, fue estrecho colaborador del exjefe del Ejército, César Milani.
Villarruel tuvo siempre un discurso en el que reclamó que se analizara la sangría de los años 70 en su verdadera amplitud y que no se escondieran, como lo hizo el kirchnerismo, las tropelías de los grupos armados insurgentes. Hija, nieta y sobrina de militares, la vicepresidenta sintió un intenso cariño por su padre, el teniente coronel retirado Eduardo Villarruel, un héroe de la guerra de las Malvinas que participó también de la represión en Tucumán de los alzamientos subversivos. El padre de la vicepresidenta murió en 2021, víctima de COVID, prácticamente en brazos de su hija, quien se internó junto con él en una clínica de Santa Fe.
Es probable, por otro lado, que Villarruel esté buscando en el peronismo un ámbito donde continuar su carrera política; el peronismo es ahora, ya con Cristina Kirchner presa, una fuerza política sin liderazgo y sin norte. Está claro que tanto Milei como Villarruel llegaron a la conclusión de que no existe un destino que los una a ellos en el futuro. Pero ninguno de los dos piensa renunciar por eso a la vida política.
En casi todas las encuestas, las tres figuras políticas más populares del país son Milei, Patricia Bullrich y Villarruel, aunque el segundo lugar suele estar disputado entre las dos mujeres; una de ellas, Villarruel, lo acompañó a Milei desde los principios del mileísmo, y la otra, Bullrich, se sumó a las filas del Presidente solo luego de haber sido derrotada por este y por Sergio Massa en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2023.
El problema es que ahora Bullrich es mucho más mileísta que Villarruel. El conflicto podría agravarse si fueran ciertas las versiones de importantes sectores del mileísmo que aseguran que Bullrich será la candidata en la Capital a senadora nacional del gobierno de Milei en las elecciones legislativas del próximo octubre. ¿Cómo convivirán esas dos mujeres en el Senado el año próximo? No hay respuesta, salvo que las aguardarían dos años trabajando muy cerca cuando Bullrich se ha despachado en los últimos días de la peor manera contra la vicepresidenta. ¿Intentará Villarruel en 2027 una candidatura presidencial por fuera del mileísmo? “Hablar de 2027 es perder el tiempo; nadie sabe qué puede suceder en la Argentina durante semejante cantidad de tiempo”, dicen al lado de la vicepresidenta. Ni sí ni no, entonces.
La discordia de los últimos días se refirió a si la vicepresidenta debió estar presente –o no– en la reunión del Senado en la que se aprobaron proyectos de ley que afectarán el superávit fiscal, y a si esa reunión fue legal o no.
Una es la mirada estricta del reglamento; desde ese punto de vista, la reunión fue legal más allá de si sus resoluciones fueron buenas o malas. En las reuniones preparatorias del Senado, en febrero pasado, el cuerpo estableció que las sesiones ordinarias del plenario del cuerpo se realizarán los miércoles y jueves a las 14 horas. La reunión del jueves último era, por lo tanto, una reunión ordinaria, que no necesitaba de los votos de los dos tercios del cuerpo para tratar los proyectos que tuvieran dictamen de comisión. Por eso, la reunión fue legal.
¿Debió estar presente Villarruel? La respuesta depende de desde dónde se miren las cosas. Si el reglamento se cumplió y la oposición consiguió el quorum necesario, la vicepresidenta estaba en condiciones de presidir la reunión sin traicionar a nadie. Si se observa su decisión desde la política, la respuesta es más relativa. El resultado de las votaciones indica que Villarruel no desempató nunca (el desempate es el único voto que puede emitir porque ella no es senadora) y que ni siquiera era necesario el voto del presidente provisional del Senado, el senador libertario Bartolomé Abdala. Si hubiera dejado que la reunión la presidiera la vicepresidenta primera, la peronista Silvia Sapag, o la radical Carolina Losada, vicepresidenta segunda, el resultado habría sido el mismo.
En conclusión, la reunión fue legal y reglamentaria, y la presencia de Villarruel es la cuestión que podría discutirse. “Soy institucionalista”, acostumbra a repetir la vicepresidenta cada vez que se toca el tema. Quiere decir que siempre estará primero su lealtad a las instituciones, aunque no le convenga a su facción política. “Exceso de reglamentarismo”, retrucan desde la Casa de Gobierno. La diferencia no es menor: se está al lado de las instituciones o lejos de ellas.
Solo Santiago Caputo, el superasesor de Milei que de pronto pertenece al ala de los acuerdistas en el beligerante gobierno, intentó intercambiar algunos mensajes por WhatsApp con Villarruel antes de la ruidosa reunión del Senado. No pudo hacer nada. La partida ya estaba jugada. Karina Milei, jefa de la franja combativa de la administración, está distanciada de Villarruel desde antes de la era Milei. Debe saber que tantos prejuicios y rencores esconden mucho más que inverosímiles informes de los servicios de inteligencia o las discutibles interpretaciones del reglamento del Senado.
Es la consumación del divorcio entre dos personas que, en el fondo, piensan muy distinto. Milei es un libertario antisistema, con algunos rasgos, pocos, de liberal, mientras Villarruel tiene una formación nacionalista e institucionalista, que la debe poner en la vereda de enfrente de algunas particularidades de la política económica, aunque no del superávit fiscal ni del orden en las cuentas públicas. Puede ser que no le gusten, en cambio, la rápida apertura de la economía que ya provoca la protesta de los industriales nacionales o las formas de expresarse del mandatario. Pero ellos estuvieron de acuerdo durante mucho tiempo, a pesar de que los dos cultivaban las mismas ideas desde siempre.
La diferencia consiste en que Milei era otra persona en el trato con ella cuando el fenómeno comenzaba. Ahora solo sucede que las diferencias se notan más cuando prevalecen la dejación y el maltrato.
17/07/2025 a las 9:30 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Las dos cartas excluyentes que sostienen el sueño de Milei
Eduardo van der Kooy
Fuente: Clarín
(*) Notiar.com.ar
16/7/025
El gobierno de Javier Milei celebró de nuevo el 1.6% de inflación en junio que comunicó el INDEC. Le buena novedad tendría, sin embargo, un asterisco. La Universidad De Tella en su último trabajo, como viene registrando en el primer semestre, señala que la sociedad tendría una percepción menos optimista. Percibe que los números del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo no se estarían condiciendo en la realidad con lo que sienten los bolsillos.
Quizás el problema no radique en la veracidad de aquel índice sino en un aspecto muy sensible para la gestión libertaria: los salarios siguen con rezago. El consumo masivo no rebota. Ese ajuste de los ingresos—más allá del repunte circunstancial que han tenido, insuficientes para compensar la caída del poder adquisitivo—representa una de tantas variables que han permitido el control inflacionario. Otra tiene que ver con las jubilaciones. Resulta tan importante para el equilibrio fiscal que, según el Gobierno, no resistiría el aumento del 7% ($20 mil para los haberes mínimos) aprobado por Diputados y el Senado. Eso explica las negociaciones a destajo que lleva adelante el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, con los gobernadores aliados en la búsqueda de una meta: conseguir votos en Diputados –la Cámara Alta es una causa perdida para los libertarios—para que pueda resguardarse el veto que piensa instrumentar el Presidente. La demora en formalizarlo tiene mucho que ver con las conversaciones en curso.
Aún a costa de arriesgar capital político, con la recta hacia las elecciones legislativas ya trazadas, Milei sigue empeñado en defender la inflación como sea. Hay trabajos de opinión pública (ARESCO) que señalan algunas alarmas. Entre sus propios seguidores un tercio no ven con buenos ojos el trato a los jubilados ni la resistencia a la emergencia por discapacidad. No se inmuta: recordando siempre el tiempo de Carlos Menem, en quien supo referenciarse algunas veces, apunta que la baja de la inflación le permitió estar una década en el poder. Incluso ganar la reelección, en 1995, con un 18% de desempleo. ¿Estará mirándose el líder libertario en ese espejo?
En este primer examen en las urnas el Presidente piensa salir airoso jugando aquella carta. No hay garantías de que sirva rotundamente en septiembre en Buenos Aires. Se trata de elecciones locales, desdobladas donde incidir otras cosas. El peso de la política territorial. Las intendencias, en especial las del conurbano. En ese plano el peronismo podría sacar a lo mejor una luz de ventaja. Aunque habría que observarlo bien. ¿Si fuera así, por qué razón vuelve la idea de las candidaturas testimoniales de los jefes comunales? ¿No alcanzaría con los candidatos? La misma interpelación podría hacerse en el mundo de la alianza entre La Libertad Avanza y el PRO. También cavilan sobre figuras taquilleras para acompañar a postulantes que podrían ser menos atractivos que los de su rival. Como Diego Santilli preferiría figurar tercero en la lista de octubre que a la cabeza de la Primera Sección Electoral en septiembre (el norte) se accionó un mecanismo de persuasión que se focaliza en tres dirigentes. Diego Valenzuela, jefe comunal de Tres de Febrero; Guillermo Montenegro, intendente de Mar del Plata, y Soledad Martínez, de Vicente López. La discípula de Jorge Macri, el jefe porteño.
Milei posee otra carta para octubre que corre el riesgo de perder su valor. Era un ancho de basto. Se redujo a un siete de oro. Hablamos de la fragmentación opositora. Allí existió un panorama hasta el 10 de junio. Ese día el fallo de la Corte Suprema que avaló la condena por corrupción de seis años a Cristina Fernández y permitió su arresto domiciliario alteró las previsiones. El kirchnerismo en Buenos Aires, la única fortaleza que le queda, estaba en las puertas de una eclosión. La detención de la ex presidenta devolvió su centralidad y, sobre todo, nutrió a un relato que estaba anémico. Volvió la idea de una presunta persecución, tan cara a la memoria peronista. De la líder encarcelada (en su domicilio de la calle San José 1111), y de una épica extraviada en los últimos años que nunca había sido maquillada. El kirchnerismo no pudo explicar todavía sus últimos cuatro años de poder. Tampoco puede hablar de cosas básicas que tienen relación con el bienestar de la gente. Por caso, la inflación. Ha pasado un año y medio del gobierno de Milei y nadie en el kirchnerismo insinuó siquiera algún método alternativo al que, no con poco sufrimiento, se aplica para contener el alza de los precios.
Para colmo parece encallado en la idea de defender de modo irrestricto el papel del Estado. Axel Kicillof, el gobernador de Buenos Aires, lleva ahora la voz cantante en ese tema. Incluso con mayor intensidad que Cristina. Fueron tantos los abusos estatales en largo ciclo K que posibilitan que Milei impulse ahora el péndulo hasta el otro extremo. Ciertas novedades tampoco ayudan a la oposición. El conflicto por la estatización de YPF, que se concentra en la figura de Kicillof, volvió a la primera línea con un alivio para el Gobierno: la Cámara de Apelaciones de Nueva York, a pedido de la Argentina, dispuso la suspensión preventiva de orden de entrega del 51% de las acciones de YPF que había dictaminado la jueza Loretta Preska en primera instancia. Alrededor de U$S16 mil millones derivados del juicio de un fondo de inversión (buitres) que adujo mala praxis en aquella estatización.
El episodio Cristina tuvo otra derivación. La épica que recuperó el relato K estimuló la obligación de unidad, bien precaria, que sellaron Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Massa. Rige para los comicios de septiembre y octubre. Falta el contenido: los candidatos y el orden que tendrán en las distintas listas.
El kirchnerismo supone que el primer turno podría ser decisivo para el recorrido hasta octubre. Una victoria de ellos dejaría incómodo a los libertarios. Suman una conjetura: cierta volatilidad en los mercados y demanda de dólares (su cotización tiene desde hace días tendencia alcista) que obligó a Santiago Bausilli, jefe del Banco Central, a un retoque de las tasas de interés.
Ese cuadro de situación estaría chocando con algunos números todavía prematuros, aunque no para desechar. Una encuesta de la consultora Managment & Fit de las últimas horas delineó un pronóstico. De cara a septiembre la fusión libertaria-macrista cosecharía en Buenos Aires el 41.2% contra el 33.9% del kirchnerismo. En el orden nacional (octubre) el 45.3% lo haría por un candidato opositor a Milei; el 45.3% lo haría por un oficialista.
En esa misma medición el desinterés por la participación viene subiendo desde abril: del 24% al 30.8 de mayo. Por debajo de lo que indica la consultora ARESCO en su último informe: del 43% de inasistencia registrada en mayo al 38% de junio. Dato decisivo para el momento en que los resultados electorales deban ser sometidos al análisis.
17/07/2025 a las 9:37 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El índice de inflación pasó sin pena ni gloria: problema nuevo para Javier Milei
Marcos Novaro
Fuente: TN
(*) Notiar.com.ar
16/7/025
Cuando se liberó el cepo cambiario, los economistas críticos coincidieron en señalar que “se venían varios meses de tasas de inflación de entre 4 y 5 puntos”. No pasó. Cuando a fines de junio se empezó a mover para arriba la cotización del dólar y también subieron de nuevo tarifas de servicios, gastos de vivienda, en suma, precios de no transables que han sido siempre los más difíciles de frenar en los planes de estabilización, esos economistas pronosticaron que el índice del mes iba a estar cerca de 2 puntos o un poco por arriba. Tampoco pasó.
Claramente, Milei viene ganando la partida contra “los mandriles” en este terreno. Pero eso no es tan así respecto al nivel de actividad: los números del segundo semestre sobre una cantidad de rubros no se corresponden con el pronóstico oficial de una economía despegando. Los del primero habían sido muy buenos, pero en parte porque contrastaban con los de igual período de 2024, lo peor del fogonazo inflacionario y el ajuste. Y esa comparación ya no hace las cosas tan fáciles desde abril. Inversión, consumo y empleo son registros en que por cada noticia buena que revelan, aparece por lo menos otra no tan buena o directamente mala.
Con lo cual se está actualizando una cuestión que siempre complica a los planes de estabilización, más o menos a esta altura: ¿puede sostenerse el esfuerzo social que ellos exigen cuando todavía la desinflación no se completó, pero la emergencia inflacionaria ha quedado atrás y la gente entonces empieza a perder el miedo al desorden macroeconómico y se inclina a privilegiar otras cuestiones, en particular a reclamar que le devuelvan lo que perdió durante lo peor de la crisis y por un tiempo había resignado?
Una señal de que algo de esto puede estar pasando, y de que Milei debería ocuparse de hacer algo al respecto, que tal vez no está haciendo, o hace mal, es lo que sucedió con la noticia del último índice de precios.
UN DATO MENOR AL ESPERADO
Fue, como dijimos, bastante más bajo de lo esperado, 1.6%, apenas una décima por encima del de mayo. Y sorprendió para bien. Pero a poca gente y con poca intensidad. Porque resultó una noticia casi menor, para algunos intrascendente, en comparación con la atención puesta en la evolución del dólar, en las intensas discusiones que están teniendo lugar sobre jubilaciones, fondos para discapacitados, hospitales pediátricos, universidades; o en el escándalo de YPF, que siempre tiene un capítulo nuevo para mostrar, tan electrizante como deprimente.
¿Fue esto fruto del tratamiento que le dieron los medios a la publicación del IPC del mes de junio, algunos por sus preferencias políticas, otros porque “lo viejo, y más si es bueno, no es noticia”? Tal vez algo de eso haya habido, pero en cualquier caso refuerza la cuestión planteada: el gobierno va a estar cada vez más en un problema frente a la sociedad si su agenda de ajuste y desinflación pierde atractivo, y lo gana una agenda opuesta, conformada por múltiples reclamos de atención de necesidades insatisfechas.
MILEI Y SUS ANTECESORES
Y las encuestas hace meses que vienen indicando que algo de esto está pasando, independientemente de lo que digan los medios, e incluso de lo que hagan los actores sectoriales y políticos. Los sindicatos, en general, no han estado muy inclinados a agitar la protesta, incluso fueron bastante moderados en sus reclamos por los techos impuestos a las paritarias. Y sin embargo las preocupaciones por la pérdida de empleos y los bajos salarios hace tiempo que le ganaron al combate de la inflación en las prioridades de la opinión pública.
¿Qué puede hacer el Ejecutivo frente a este significativo cambio del contexto en que debe avanzar con su plan de estabilización, fruto en parte de los logros que ha ido alcanzando con él?
Milei tiene al menos una ventaja al respecto, frente a otros gobiernos que sufrieron este tipo de problemas. Y es que no sobreofertó.
Alfonsín prometió que con la democracia “se come, se cura y se educa”, y quiso ser fiel a esa idea, así que meses después de lanzar el Plan Austral ya estaba aumentando el gasto. Menem prometió, por su parte, un “salariazo” y a poco de avanzar con la Convertibilidad, pese a que todavía había déficit fiscal, anunció que el ajuste había terminado y se abría “la etapa social” de su gestión. Milei, en cambio, nunca dijo que el “valle de lágrimas” que debía atravesar la economía iba a ser fácil o breve, ni que el ajuste no implicaba costos, algunos duraderos. Y cuando habló de los beneficios que resultarían de tanto esfuerzo, aunque los exageró, los ubicó en un futuro remoto.
A esa diferencia se suma otra, aún más importante con sus antecesores: los reclamos de reparación se fortalecen y multiplican, pero no van a encontrar representantes políticos que estén en condiciones de amenazar el consenso estabilizador.
Alfonsín tenía enfrente todo un variado arco de ofertas peronistas de reparación inmediata (incluida la que encabezaba Menem), que coaligadas podían derrotarlo en las urnas. Menem, a su vez, tendría que lidiar con disidentes de todo tipo en su propio partido, más el desafío de fuerzas de oposición que no tardaron en descubrir la ventaja que suponía abrazar la lucha contra la inflación y diferenciarse en todo lo demás.
En cambio Milei tiene a Cristina, a Máximo, y si hace falta, puede recurrir a Kicillof y Massa.
Se entiende entonces que se niegue a abrir la billetera antes de tiempo, insista en que los reclamos tendrán que esperar, y hasta sobreactúe la crueldad que eso implica. Porque lo muestra inflexible en sostener el rumbo, hasta que se termine de resolver el problema inflacionario.
17/07/2025 a las 9:40 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
La pelea con los gobernadores contrapone la ilusión de una foto y el desafío real de la negociación
Eduardo Aulicino
Fuente: Infobae
(*) Notiar.com.ar
16/7/025
Las fotos generan una atracción llamativa en la política, a veces para coronar acuerdos o éxitos y otras para descomprimir o vestir la realidad. Eso último es lo que ocurre con el encuentro de gobernadores y funcionarios nacionales que organiza la Sociedad Rural, para este jueves. Más allá del marco tradicional de la Exposición, la convocatoria sumó especulaciones como una posible vía de distensión del clima después de la media docena de derrotas que cosechó el Gobierno en el Senado. De todos modos, por ahora, asoma como una cita formal -incluso con márgenes de duda sobre algunas presencias- que combina la ilusión de una foto y el desafío real de allanar negociaciones, frente al reclamo sostenido de las provincias y las amenazas de veto presidencial.
Las versiones previas al cóctel de la SRA indican que el juego está muy abierto. Valen algunos ejemplos sobre el estado de incertidumbre. Desde las cercanías de un gobernador peronista aliado de Olivos se deja trascender que podría aprovecharse la confluencia en Buenos Aires para realizar un encuentro posterior de jefes provinciales. En medios próximos a lo que fue JxC se relativiza el efecto político de la convocatoria de la Rural. Y el Gobierno insiste con el rechazo cerrado a las demandas provinciales.
La posición del Gobierno, hasta ahora, se resume en descalificar los reclamos con la mecánica de la grieta. Algo así como un discurso anticasta pero frente a la última cumbre en el CFI, que como dato original tradujo en proyectos de ley la posición de los veintitrés gobernadores y el jefe de Gobierno de la Ciudad. Es decir, los veinticuatro distritos. No es un frente, claro, y sobre ese terreno heterogéneo trabaja generalmente el Gobierno. Por la misma razón, entre los dialoguistas -ex JxC, peronistas con manejo propio, provinciales- se mantienen las prevenciones para no quedar atados a la disputa en blanco y negro impulsada sin vueltas por el oficialismo y el kirchnerismo.
No se trata de una cuestión sólo discursiva. El Gobierno presenta como un todo sin diferencia alguna los proyectos aprobados por el Senado, la semana pasada, en una sesión que además llevó al extremo el quiebre entre Javier Milei y Victoria Villarruel. Tres iniciativas impulsadas por la oposición dura fueron convertidas en ley: recomposición de las jubilaciones, moratoria previsional y emergencia en el sistema de discapacidad. Y otras dos, motorizadas por el pleno de los gobernadores, pasaron a Diputados: distribución de los ATN y cambios en el Impuesto a los Combustibles Líquidos. Olivos las descalifica por igual con el argumento del costo fiscal. Los jefes provinciales dicen que eso no es cierto.
Está a la vista que difieren, por mucho, las estimaciones sobre costo fiscal de las tres leyes ya sancionadas, desequilibrante o manejable, según advierte el Gobierno o dicen los impulsores de tales iniciativas. De todos modos, los gobernadores al menos como conjunto buscan despegar de ese tema. En rigor, sostienen el bajo o nulo impacto de sus dos propuestas, que apuntan a la distribución de ATN según los criterios del sistema de coparticipación federal y a una reconsideración del ICL, con anulación de fideicomisos y fondos específicos para ampliar el giro a las provincias.
Según un trabajo de funcionarios de Economía o Hacienda locales, el costo fiscal se ubicaría en el 0,11% del PBI. Los gobernadores, en general, van más lejos y afirman que el poder central utiliza plata que es de las provincias o se les debería asignar para encarar obras que el Estado nacional no realiza.
En la práctica, los jefes provinciales dialoguistas y, en muchos casos, aliados de Olivos mantienen la intención de despegar ese debate del conflicto que instalará en los próximos días el rechazo efectivo a las tres leyes sancionadas por el Senado. Y menos quieren que el tratamiento concreto de sus dos proyectos, en Diputados, quede mezclado con la tensión de los nuevos vetos. Algunos lamentan el modo en que quedó “embarrado” el trámite en la Cámara alta, aunque destacan como señal al Gobierno la amplia mayoría lograda por sus propuestas.
Por eso mismo, no es un dato menor que Guillermo Francos, el más visible negociador del Ejecutivo, haya mezclado todo como un único paquete. Y lo hizo incluyendo expresamente el tema de los fondos discrecionales y del impuesto a los combustibles como medidas que afectarían el equilibrio fiscal. Esa afirmación fue más allá del objetivo de enmendar dichos de Federico Sturzzenegger, que desaconsejó el veto a la ley de los ATN porque, en su visión, permitiría avanzar luego en la discusión del régimen de coparticipación federal.
Los gobernadores tienen la mirada puesta en el peso de otros integrantes del equipo presidencial. Francos ocupa un lugar central, pero eso no deja saldada la cuestión de los interlocutores. Juega fuerte Luis Caputo cuando se discuten números -tema básico de la relación con las provincias-, pero es creciente el peso de Karina Milei -y su círculo, en primer lugar Eduardo “Lule” Menem- en las resoluciones políticas. Resultado: a las tensiones económicas, se suma la disputa de poder territorial.
Valen ejemplos recientes del giro de la estrategia oficialista y su impacto. En la previa a la tanda de elecciones provinciales de mayo, se destacó un solo acuerdo con un jefe local. Fue en el Chaco, sumándose a las listas del radical Leandro Zdero. Después llegó el enfrentamiento con el PRO y el triunfo porteño. Ahora, Corrientes expuso el quiebre de negociaciones, en este caso por la gobernación, después de idas y vueltas con Gustavo Valdés. Y hace apenas horas, el mendocino Alfredo Cornejo decidió unificar la elección local con la nacional, como gesto para avanzar en un trato con la LLA, aún incierto y con creciente demanda violeta.
Nada es lineal y eso tiene impacto en el Congreso. Los anunciados vetos del Presidente vuelven a colocar a Olivos frente a la necesidad de acuerdos mínimos -un tercio de los Diputados- para “blindar” el rechazo efectivo a las leyes de jubilaciones, moratoria previsional y emergencia en discapacidad. Nada fácil, imposible se diría para el caso de los proyectos de ATN y del impuesto a los combustibles. Está dicho: las fichas se mueven en un tablero que, entre otras cosas, expone el real desafío de las negociaciones.