Por Hernán Andrés Kruse-
El 17 de junio se cumplió el centésimo décimo primer aniversario del nacimiento de uno de los más relevantes filósofos de España. Julián Marías nació en Valladolid el 17 de junio de 1914. En 1931 se recibió de Bachiller (en Ciencias y en Letras) en el Instituto Cardenal Cisneros. Durante cinco años (1931/1036) estudió filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. En dicha casa de altos estudios tuvo de maestros nada más y nada menos que a Ortega y Gasset y Manuel García Morente. Un mes después de obtener la licenciatura estalló la guerra civil (julio de 1936). En aquella dramática época participó en revistas como “Hora de España”. Luego de la batalla del Ebro y la rápida ocupación de Cataluña, brindó todo su apoyo a la constitución del consejo Nacional de Defensa propugnado, entre otros, por Julián Besteiro y José Miaja.
El franquismo no le perdonó su militancia republicana. Apenas finalizada la guerra pasó tres meses en la cárcel. En el terreno académico, su tesis doctoral sobre el padre Graty en 1942 fue suspendida. Ello explica que recién en 1952 obtuviera el título de doctor. Tampoco ejerció la docencia porque se negó a jurar por los Principios Fundamentales del Movimiento (es decir, jurar lealtad al dictador Franco). Dedicó su tiempo a la traducción de libros, al dictado de clases en la Academia “Aula Nueva” y de conferencias y charlas, dentro y fuera del país.
En 1948, junto a su maestro Ortega y Gasset, fundó el Instituto de Humanidades de Madrid. Tiempo después, creó el Seminario de Humanidades. Desde 1964 fue miembro de la Real Academia Española. En 1971 obtuvo el Premio Juan Palomo por “Antropología Metafísica”. Al año siguiente obtuvo el Premio Gulbenkian de Ensayo. En 1973 recibió el Premio de Ensayo de la Academia du Monde Latin. Dos años más tarde obtuvo el Premio Ramón Godó de periodismo. En 1985 recibió el Premio Mariano de Cavia por su artículo “La libertad en regresión”. Dos años más tarde recibió el Premio de las Letras de Castilla y León. En 1990 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1993 recibió la insignia francesa de la Orden de las Artes y de las Letras. En 1996 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. En 2001 recibió la medalla de oro al Mérito en el Trabajo. Al año siguiente, le fue otorgado el XVI Premio Internacional Menéndez Pelayo. Finalmente, en 2003 (dos años antes de su muerte) le fue otorgado el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid. Además, dejó como legado intelectual sesenta libros (fuente: Wikipedia, la Enciclopedia Libre).
Buceando en Google me encontré con un ensayo de Santiago Delgado Fernández (Universidad de Granada) y Álvaro López Osuna (Universidad de Granada) titulado “El concepto de democracia en el pensamiento político de Julián Marías” (Revista Española de Ciencia Política-Número 67-2025). Los autores exponen con meridiana claridad lo que pensaba Marías de la democracia. Para él “el marco de la democracia, de la soberanía o poder democrático era, en exclusiva, el de lo específicamente político”.
EL ESPACIO PROPIO DE LA DEMOCRACIA
“La habitual confusión sobre el significado del concepto democracia fue una cuestión recurrente en el pensamiento de Marías contenido en sus artículos y conferencias. A este respecto, manifestó que el ámbito de actuación democrático no podía rebasar la esfera política o el Derecho Público, ni accionar en otros ámbitos externos de la vida cotidiana sin incurrir en distorsiones o malentendidos. En este sentido, afirmaba, que hay quienes, erróneamente, la conciben como una solución en sí misma, como el lugar donde se llega para dar respuesta a los problemas que se plantean en la sociedad. A ello añadía que la decepción, desilusión y desaliento que el equívoco provoca en los ciudadanos, especialmente de quienes esperaban que su implantación, sobre todo en aquellos países en los que brilló por su ausencia durante mucho tiempo, supusiera una mejora importante de sus condiciones de vida y de su futuro inmediato. La principal consecuencia era un rechazo de la propia fórmula, convirtiéndose en uno de los factores que ponían en riesgo la pervivencia de la propia democracia.
Este tema de la realidad y expectativas de la democracia, capital en los inicios de la Transición en España, se solapaba con el debate sobre el papel de los intelectuales en el naciente proceso democrático y, por ende, con las posiciones que mantuvieron respecto a éste. Julián Marías, en lo fundamental, se encuadró con la línea mayoritaria que contempló de forma positiva el proceso de cambio destacando sus logros. Participó, de esta manera, en lo sustancial, de lo mantenido por personalidades como Javier Pradera, Raúl Morodo, López Aranguren o Jorge Semprún, quienes utilizaron como altavoz las páginas del diario El País para exponer sus posiciones. Todo ello, en oposición a la minoritaria corriente del desencanto de la que participaron la intelectualidad afín al PCE y al marxismo, que propagaron ante la opinión pública la idea de que el nuevo régimen no era más que un pacto entre élites en donde las estructuras económicas y sociales del franquismo habían quedado incólumes. A la que sumaban un fuerte sentimiento de frustración por una democracia que no era capaz de hacer frente a la crisis económica y al creciente proceso de destrucción de empleo, como si la democracia debiera ser «una fiesta continua».
Frente a la idea de la democracia como solución, como remedio, Marías opta por concebirla, en lo esencial, como método más apropiado para plantear los problemas políticos. Pero un método para suscitar, no para resolver, en tanto que ni siquiera «es seguro que muchos problemas tengan solución». Es, sobre todo, un mecanismo que posibilita el planteamiento de todos los asuntos complejos que deben afrontar las sociedades. En definitiva, nos explica que la democracia hace posible la conversión de los meros problemas, en asuntos de naturaleza política, convirtiendo a los ciudadanos en actores implicados, protagonistas de las potenciales soluciones a los mismos.
Pero, a su juicio, la democracia consiste no sólo en que se celebren periódicamente elecciones, sino, sobre todo, en vivir democráticamente. No es exactamente una forma de vida, ni siquiera un tipo de interpretación de dicha vida. En esencia, es una forma de convivencia política. Por esta razón, los ciudadanos deben tener una fuerte presencia en los asuntos públicos, sin dejar en manos de unos pocos los resortes de las decisiones que se deban adoptar en cada momento. Así, si realmente existe la democracia, ésta movilizará a los individuos que componen la sociedad. La democracia se constituirá en promotora de «excelencia», en tanto que excluirá la pasividad, la marginación, hará de los individuos ciudadanos, dotados de voz y voto, participantes en la definición del destino de su país. «La democracia […] hace que todos sean en sentido estricto ciudadanos, con voz y voto, con participación real en los destinos del país».
Esta participación también aportará a la democracia un carácter pedagógico, dado que es la gran escuela en que se aprende a ser libre; incluso frente a la propia democracia. Todo lo dicho, además, se debe entender en tanto que la democracia siempre implica elección, decisión obligada sobre alternativas, partiendo del hecho de que el hombre es libre para adoptar unas u otras decisiones, pero que no puede evadirse de tomarlas. En consecuencia, la democracia requiere ser vivificada por el espíritu liberal. En este sentido, la misión que tiene encomendada cualquier gobierno que se pretenda democrático no puede ser la de anestesiar a la sociedad que rige. Más bien, al contrario, estará obligado a fomentar el uso de su libertad, sus capacidades de elección, de iniciativa, de organización interna y de innovación. Abundando en estas mismas cuestiones, afirmaba Marías que:
“[…] la democracia puede ser buena o mala, es decir, [que] se la puede usar bien o mal, inteligente o torpemente, con generosidad o mezquindad, con honestidad o corrupción […], pero, en definitiva, [aquella] no es más que un instrumento, una herramienta, un ser que hay que utilizar, del cual hay que servirse. El fomento del uso de la libertad al que nos hemos referido supone que la democracia tiene, por necesidad, que ir más allá de proclamas o declaraciones. La democracia, debe ser usada, todos los días, […] en el detalle de la vida política, hasta que se conviert[e] en su órgano habitual, de tal manera que no haga falta ni siquiera hablar de ella, sino ejercerla como quien respira”.
Junto a esta confusión entre democracia como solución o como método, también existe otra paradoja relativa a la amplitud del significado del concepto. La democracia, según Marías, ha de limitarse al campo de la política, sin invadir el espacio amplio de los individuos. Siguiendo en este asunto el criterio de su maestro Ortega, defiende la idea según la cual la democracia ha de entenderse, estrictamente, como norma del derecho político para una cosa óptima. Pero, al mismo tiempo, si esta democracia exasperada se extiende al pensamiento, al gesto en el corazón y en la costumbre, se desliza como un peligroso morbo que puede hacer padecer a la sociedad. A esta extravasación Ortega la denomina democracia morbosa. Por ende, resulta obligado estar atentos, desconfiar de quienes pretenden llevar la democracia a lugares que no le son propios, que pertenecen a otra esfera de dependencia. Quienes hacen esto, decía, «son los más profundos y sutiles antidemócratas».
Continuando con esta línea argumental y trayendo a la memoria un texto del escritor norteamericano William Manchester, Marías afirma que la democracia debería confinarse a las elecciones, en exclusiva, dado que, en su sentido primario, supone la posibilidad de elegir y de destituir a los gobernantes. Afirmaba que donde esta cuestión no es posible, no hay democracia; cuando estas capacidades no se atribuyen a los ciudadanos, no se puede hablar de la existencia de la democracia. Pero, dicho esto, la mera extensión indebida del principio democrático, llevado más allá de la elección de los gobernantes, es una amenaza contra su excelencia. Con demasiada frecuencia, recordaba, se confundía la elección con la selección de los más aptos, cualificados, competentes, valiosos. Una vez más, concluía: «la exacerbación abstracta de la democracia la destruye».
No cabe duda. Marías dejaba muy claro que el marco de la democracia, de la soberanía o poder democrático era, en exclusiva, el de lo específicamente político. En el seno de ese orden no había potestad que fuera superior, pero sí existían otros órdenes o dimensiones. Para él, la vida humana tenía muchas, que nada tenían que ver con la convivencia política. Cuestiones tales como las preferencias personales, las preferencias estéticas, las amorosas, las religiosas, las relativas a las orientaciones personales de la vida, los proyectos y trayectorias que el hombre tenía que elegir. Ninguna de estas cuestiones, decía, se podían decidir democráticamente, en tanto que todas ellas nada tenían que ver con la convivencia política. La democracia no era una forma de vida, ni siquiera una interpretación de la vida. De nuevo siguiendo en ello rigurosamente a su maestro Ortega, suscribió la idea de que la democracia debía quedar reducida, casi en exclusiva a los comicios. Rechazó lo que denominó «beatería democrática», una extraversión de la idea democrática fuera de los límites que le eran propios. De ningún modo la democracia debía inmiscuirse en otras esferas. Incidía una y otra vez en la idea de que, si se llegase a producir la invasión de esos otros espacios, la democracia «[podría] llegar a convertirse en un instrumento de manipulación, de opresión y de tiranía» […].
Acogerse a esta fórmula que limitaba el campo propio de la democracia al espacio de la política, como hizo Marías, implicaba que no era posible hacer leyes sobre lo temporal y revocable. En este punto, y por esta razón, se vio obligado a dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿cómo podían evitarse las desvirtuaciones de la democracia, el uso del poder legítimo de manera fraudulenta, sobrepasando los límites de la legitimidad que le era propia a la democracia? La respuesta que ofrecía Marías era muy clara: la única potestad suficiente para impedir la mencionada desvirtuación de la democracia era la opinión de la sociedad. Cuando un país disponía de verdadera conciencia democrática era improbable que pudiera tener lugar un desborde de los límites propios de la democracia, lo que Marías también denominaba «extravasación». De producirse, afirmó que la reacción de los ciudadanos tendría un carácter inmediato y traería como consecuencia la eliminación de la escena política de quien se atreviera a protagonizarla”.
UN HOMBRE, UN VOTO
“Hemos visto como en la concepción de Marías, la democracia disponía de un campo delimitado que no debía atravesarse: el propiamente político. Pero, circunscrito a este dominio de lo político, podríamos preguntarnos: ¿establecía alguna limitación relativa a quienes pudieran ser partícipes? En absoluto. Para dar respuesta a este interrogante a medio camino entre la historia de las ideas y de las formas políticas, nuestro autor aplicaba un marcado historicismo a su análisis, en la consideración de que cualquier realidad presente era producto de un devenir histórico claramente rastreable. Sus disertaciones en este punto adoptaban una estructura divulgativa que intentaba, a la par que profundizar, instruir al posible oyente o lector.
En función de esta concepción analítica, Marías explicaba que, durante mucho tiempo, en Europa, al comenzar a establecerse regímenes liberales, la democracia no fue total, en tanto que no existía el sufragio universal. Más bien, se trataba de un sufragio parcial que ejercían, en exclusiva, aquellos que tenían una cierta fortuna, que pagaban impuestos o tenían títulos académicos. Pero el resto de los individuos de la comunidad no podían ejercer el derecho al voto.
Cuando el sufragio universal masculino se estableció, la mayoría de los ciudadanos de los países europeos no tenían opiniones fundadas sobre la política y apenas entendían de opciones partidarias. En algunos países, caso de España, con su proclamación en 1890, y el aumento del cuerpo electoral de unos cientos de miles a cinco millones de electores, emergió un fuerte caciquismo para controlar la voluntad popular. Este análisis histórico realizado por Marías coincide con una larguísima y consolidada tradición historiográfica que comienza con Joaquín Costa y que se desarrollará posteriormente en obras reconocidas como las de José Varela, Javier Tusell, Alicia Yanini, Salvador Cruz Artacho, José Moreno Luzón, Antonio Robles Egea o, recientemente, Carmelo Romero.
Por eso, debido al empleo de esta fórmula mediada e insincera de intervenir el sufragio, una gran parte de las sociedades de entonces lo consideraban no válido. Progresivamente, los diversos sistemas falseados con el hábito de la participación fueron dando lugar a la aparición de un mayor aprecio de la realidad política. La superior conciencia del voto urbano se fue extendiendo a todos los puntos geográficos, hasta garantizar la existencia misma de la democracia en sentido pleno.
En repetidas ocasiones, Marías explicitó su rechazo ante quienes ponían reparos a la fórmula clásica materializada en la Revolución francesa de «un hombre, un voto». Asimismo, mostraba su contrariedad contra el parecer de los que sostenían que dicho marbete era poco ajustado a la realidad, bajo la excusa de que no era posible otorgar el mismo peso al voto de, por ejemplo, un hombre o una mujer inteligente, responsable, con experiencia, con sentido moral, que al voto un hombre o mujer inculto, o de naturaleza moral dudosa, desprovisto de la experiencia y de los conocimientos que se puedan considerar necesarios en cada caso; en definitiva, de los que disponían de pocos méritos y acaso rasgos censurables. Marías calificaba de desacertado este parecer, siempre que se estuviera inmerso en una democracia auténtica.
Las razones esgrimidas para sostener esta posición tenían que ver con el hecho de que el hombre distinguido, el hombre inteligente, con relaciones jugosas o que dispone de una gran fortuna, puede hacer uso de muchos otros medios para poder influir a su antojo en la marcha de la sociedad. Por lo que, apostillaba que los hombres que disfrutaban de dicho estatus, que disponían de ciertos privilegios entendidos como posiciones de ventaja y acceso a recursos, gozaban de suficientes medios para poder influir con más eficacia que los hombres «corrientes»; puesto que no tenían capacidad de llevar a buen término sus reclamaciones, por ninguno de los medios utilizados por los otros, dado que no disponían de fama, ni un verbo fluido, y carecían del dinero suficiente. El hombre corriente y moliente, el que se ubica en los estratos sociales más bajos, no tiene más instrumento que el voto. Por consiguiente: « [es] justo, justísimo que cada hombre o mujer tenga un voto; porque es el mínimo de la influencia en los destinos del país que es el suyo, en la conducción de su vida por parte del Estado».
Por lo tanto, el «discutido» principio de un hombre un voto no podía considerarse injusto, con la única condición, según Marías, de que la democracia fuera posible en un doble sentido. Por un lado, que los hombres que conformaban una comunidad política pudieran, en efecto, votar con un cierto nivel de conocimiento de lo que votaban; que quienes decidían sobre asuntos públicos estuvieran capacitados para entender sobre dichos asuntos lo suficiente como para poder opinar, para poder decidir, para poder votar, en definitiva. Los ciudadanos debían ejercer este cometido sin ser sometidos ni someterse a manipulación alguna, sin ser sobornados. Por otro lado, era también exigible que la mencionada democracia versase sobre los asuntos propios de ella y no de otros, sin que los sufragios fuesen utilizados para otros fines que no fueran los que la democracia puede aceptar”.
20/07/2025 a las 10:05 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Hay aquelarre en la cima
Nelson Castro
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
14/7/025
No hay lógica en los comportamientos del Presidente. . . ¿O sí? Todo está muy revuelto tanto puertas afuera como adentro. Javier Milei llamando “traidora” a Victoria Villarruel, a cuyo denuesto se sumó con vehemencia Patricia Bullrich.
La vicepresidenta, a su vez, llamando “terrorista” a la ministra de Seguridad. Guillermo Francos, por su parte, señalando que Villarruel había actuado según lo marcan los reglamentos del Senado. Santiago Caputo y Karina Milei cada vez más peleados. Los pocos puentes de diálogo con los legisladores y gobernadores “dialoguistas”, rotos con la necesidad imperiosa de reabrirlos para evitar que el inminente veto presidencial sea revocado. En fin, un verdadero aquelarre.
Los rostros de la mayoría de los asistentes al acto en la Bolsa de Comercio en el que habló Milei fueron harto elocuentes: sorpresa, azoro, desconcierto, preocupación y poco espíritu celebratorio. Nadie ve un futuro venturoso más allá de los logros indiscutibles que en algunos rubros el Gobierno ha obtenido. A ningún inversor entusiasma una nación con una dirigencia política tan patológica como la de nuestro país. El dólar inquieto de los últimos diez días es producto de esto.
Se conocen algunas situaciones de tensión entre Milei y Luis Caputo. El ministro todavía está pagando el costo por la bravuconada que se mandó hace unos días con el dólar, que le está saliendo cara al Banco Central. “El dólar flota. Si tienen pesos y creen que el tipo de cambio está baratísimo, compren”, afirmó Caputo. Lo escuchaban unos 700 ejecutivos que se inquietaron ante las expresiones con aires de canchereada con las que el ministro intentó desafiar a quienes critican la política económica del Gobierno. Nadie se las sabe todas, y al que así lo crea la realidad se encarga de darle su lugar.
Se está repitiendo un clásico de la Argentina para el cual, hasta aquí, el Gobierno no ha encontrado aún la solución: la falta de dólares. A eso contribuye el dólar barato, que significa que el país es caro. Eso representa una puerta abierta para la salida de divisas y no solamente para los pocos que pueden darse el gusto de viajar y gastar su dinero en el exterior. Un hombre de negocios expresó su preocupación en términos dramáticos: “Volvemos a los extremos de una dirigencia que, más allá del color político, no deja de pegar volantazos. Alguna vez nos tiene que tocar un líder moderado, aunque todos somos responsables de lo que hay”.
La narrativa maniquea entre buenos y malos la usó el kirchnerismo hasta el hartazgo. Ahora trae insultos.
No hay dudas de que la intransigencia de Javier Milei se acentuó luego del plantón que los gobernadores le enrostraron con su ausencia al acto por el 9 de Julio. La rebelión había comenzado semanas atrás, cuando se materializaron los reclamos por un reparto más acorde de la coparticipación. Enseguida aparecieron los primeros papers que terminaron traducidos en proyectos de ley. Hasta allí el diálogo era conducido por Guillermo Francos –como es habitual– pero, al parecer, el Presidente tenía otros planes y necesitaba la excusa perfecta para llevarlos a cabo. Veamos.
El equilibrio fiscal es innegociable y al Gobierno le quedaban pocas fichas por jugar a la hora de contener el reclamo de los mandatarios provinciales. En realidad, con razón o no, no tenía el más mínimo deseo de ceder en sus objetivos de política económica. Tampoco hay dudas de que la verborragia del Presidente no ha nacido luego del acto fallido en Tucumán. Si no había demasiado para ofrecer en la negociación, qué mejor que tensar la cuerda para exponer a quienes quieren “destruir al Gobierno”.
El relato maniqueo entre buenos y malos, amigos y enemigos, es algo que ya había utilizado el kirchnerismo hasta el hartazgo. Una película trillada que ya nos han contado. Sin embargo, ahora viene en remake con insultos para propios y ajenos, y nuevos estallidos de furia. Una carta que, además de sostener los objetivos macroeconómicos, sirve para fidelizar la tropa propia aunque siempre sean los mismos los que tienen que salir a juntar los platos rotos. Habrá que ver cuánto más soporta el vapuleado grupo dialoguista que todavía cree que vale la pena hacer política.
Si todo este acting fue planeado o espontáneo, poco importa ya. El Presidente sabe que tiene margen para este tipo de maniobras mientras las encuestas le muestren números a su favor. “Jodan todo lo que quieran, los espero el 11 de diciembre”, desafió a todos en alusión a que, luego de las elecciones, con más diputados y senadores logrará revertir todas las leyes que la oposición pueda aprobar hasta fin de año. Habría que recordarle al primer mandatario que, en última instancia, ese es el juego de la democracia. ¿Para qué tanta furia entonces?
Los riesgos de un modelo político y comunicacional taxativo, agresivo y con una alta cuota de chicana y soberbia están a la orden del día. El caso del avión privado que llegó a Aeroparque el 26 de febrero proveniente desde Miami, cuyo equipaje no pasó por la revisión de rutina, es otra muestra de que las cosas no siempre son tan terminantes.
El periodista Carlos Pagni había dado a conocer esa información, lo que le valió una catarata de críticas del coro oficial. Sin embargo, los fiscales Claudio Navas Rial y Sergio Rodríguez presentaron un dictamen en el que reconstruyeron los detalles de ese arribo con, al menos, diez bultos de equipaje. Manuel Adorni había dicho que era “imposible” que hubiera ingresado equipaje sin control, que se hicieron todos los controles de rutina y que la pasajera Laura Belén Arrieta solo había entrado al país con un carry on. La Justicia mostró lo contrario y seguirá investigando el caso, cuyas imágenes significaron un baldazo de agua fría para el Gobierno.
La negación y la confrontación sistemática no pueden ser una política de Estado para un país que trata de reconstruirse y salir adelante en paz y con normalidad.
20/07/2025 a las 10:07 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Quién puede parar a Milei
Javier Calvo
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
16/7/025
Ahora que de manera unánime los gobernadores de todos los colores políticos se abroquelaron para ponerle un freno a la Nación y que reparta fondos que les corresponden a las provincias, cabría preguntarse acerca de qué contrapeso político real tiene Javier Milei en la actualidad.
El interrogante adquiere otra dimensión ante el escenario electoral que plantean las encuestas, tanto en poder del oficialismo como de la oposición. Según ellas, el Presidente vencería cómodamente en las legislativas de octubre.
Un sondeo muy reciente, incluso, estimó que La Libertad Avanza se alzaría con el triunfo en siete de las ocho provincias que elegirán representantes en el Senado. De cumplirse esa hipótesis, y sumando las bancas del PRO y la UCR, el mileísmo acariciaría la mayoría propia en la cámara que hasta ahora le resultó más hostil.
Acaso esa sospecha de un Milei recargado a partir de diciembre, cuando se renueven las bancas en el Congreso, aceleró el acuerdo de los gobernadores. Ya no se trata solamente de que el Gobierno les pisa los fondos, incumple compromisos asumidos o compite electoralmente hasta contra los mandatarios aliados: intuyen que puede ser peor en el futuro.
Con todo, la presente unidad de los gobernadores asoma tan táctica como frágil. Si bien coinciden en sostener los proyectos aprobados en el Senado para que el Estado nacional distribuya los ATN y el impuesto a los combustibles, se abrieron grietas en torno a avalar el veto presidencial al aumento jubilatorio y otras iniciativas.
A caballo de esas diferencias se monta por estas horas el Gobierno para tratar de convencer a más de una docena de mandatarios de que activen en la Cámara de Diputados los votos necesarios para blindar los vetos. En la mira, aquellos que se referenciaron para llegar al poder en el extinto Juntos por el Cambio y varios de coaliciones provinciales. Los que venían haciendo buena letra con Milei, digamos. O sea.
Tampoco es un trámite, llevará algún tiempo. Los errores y maltratos oficiales también tuvieron un rol protagónico en este conflicto y dejaron secuelas, como ya se ha retratado en este espacio.
Con el asesorísimo Santiago Caputo desplazado hacia la estrategia comunicacional, el desgastado Guillermo Francos vuelve a tomar las principales agujas para tejer entendimientos mínimos con el sector dialoguista de los gobernadores.
Para ello, el Gobierno cuenta con una contribución inesperada: la salida de escena de las dos figuras que marcaron el paso de la política argentina de las últimas dos décadas.
Con Cristina Fernández de Kirchner, condenada por corrupción y con prisión domiciliaria (entusiasmada con preparar huevos revueltos, según divulgó su hijo Máximo), y Mauricio Macri entretenidísimo en el Mundial de Clubes (con imagen junto a Donald Trump incluida), pareciera que los gobernadores apenas se tienen a sí mismos. Sin mayores referencias.
Esa “orfandad” puede obedecer tanto a la disgregación de una representación política en crisis como a un recambio generacional, entre muchas otras razones. Pero luce algo endeble para contraponerse a un Presidente que promete arrasar. ¿Sólo en lo electoral?
20/07/2025 a las 10:09 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
Riesgo Milei
Jorge Fontevecchia
Fuente: Perfil
(*) Notiar.com.ar
12/7/025
Recién asumido Milei como Presidente Pepe Albistur hizo un criticado video. Sentado en la playa como aquel que está asistiendo a una película mientras decía: “es tiempo de calma, de reflexión y sobre todo de pochoclo, no nos quedemos sin pochoclo. Esto es Semana Santa, no sabemos si cae en marzo o en abril”.
Tampoco hoy estarían dadas las condiciones para que fuera aceptable un video así, ni que se tomara con alegría la finalización anticipada de un presidente constitucional. Tampoco resulta verosímil que un escenario así fuera posible en un futuro próximo. Pero sí crece la sospecha de algo que no es racional amenaza desde dentro el funcionamiento del Gobierno.
Quien califica de ratas a los legisladores, golpistas a los gobernadores, ofende sus aliados y llama traidora a su vicepresidenta, más tarde o más temprano iba a cosechar su siembra. Pero lo más desconcertante es que esta colección de adversarios no son resultado de conflictos ineludibles o costos necesarios a pagar por beneficios superiores, sino daños autoinfligidos.
La historia encuentra como máximo exponente del poder autodestructivo a Nerón, el emperador romano durante 14 años al comienzo de la era cristiana, quien perdió el poder tras una rebelión fiscal de los gobernadores de lo que hoy sería Francia y España producida casualmente por el conflicto sobre la distribución de los impuestos locales con Roma.
Nerón es más conocido por el gran incendio de Roma porque, si bien no está históricamente probado, se lo considera el responsable de la destrucción de la ciudad porque quería reconstruirla a su gusto; y quedó como mito la reproducción de Nerón tocando la lira desde una colina mientras disfrutaba el incendio de la capital de su imperio.
Más allá de la anécdota de que a Nerón también le gustara cantar en público, cualquier comparación histórica con Milei resulta exagerada. Pero permite reflexionar sobre cuánto el carácter del gobernante, más allá de sus políticas concretas, influye sobre los pronósticos políticos y fundamentalmente materiales dado que la economía es una administradora de expectativas. Por ejemplo: el riesgo país de Argentina es alrededor del doble que el que tenía Macri a los mismos 19 meses de gobierno también con Luis Caputo y Federico Sturzenegger al frente de las áreas económicas, contando además Milei con superávit fiscal que carecía Macri. Son momentos distintos de Argentina y del mundo, pero es indudable que hay un “riesgo Milei”.
Otro ejemplo es el muy modesto resultado en inversiones con el RIGI a un año de haber sido aprobado o las incumplidas expectativas del ministro de Economía sobre el “dólar colchón”. Señales que tanto los grandes inversores como en mucha menor medida los consumidores, aún estando a favor de la racionalidad económica desconfían de la capacidad del Gobierno de ir resolviendo los conflictos que se le vayan presentando desescalando el “estrés económico”, en lugar de escalarlo.
Hasta independientemente de cuál fuera el resultado de las elecciones, hay quienes conjeturan sobre las posibilidades a que Milei exacerbe su temperamento, que después de los resultados de octubre tanto si pierde porque se sienta acorralado, aumente su desconfianza sobre todos los agentes y adopte como mecanismo de defensa redoblar la apuesta, como que puede exacerbarse si gana porque el empoderamiento del triunfo podría hacerle perder noción de los límites y creerse todopoderoso.
En cualquiera de los casos desde distintos sectores se esperan cambios para después de las elecciones, desde los ya repetidos en el orden económico y cambiario, como en el campo político. Se analizan modificaciones en el Gabinete y quizás el efusivo elogio a Guillermo Francos de Milei en su discurso en la Bolsa en el jueves negro, buscara disipar las versiones sobre que el jefe de Gabinete dejaría su puesto el próximo diciembre.
Volviendo a Albistur y sus pochoclos, no se podría entender la animosidad de Milei con Victoria Villarruel si no fuera porque el Presidente cree que su vicepresidenta espera sucederlo imaginando que no terminará su mandato. La periodista de investigación Emilia Delfino acaba de publicar el libro La Generala, una biografía no autorizada de la vicepresidenta, del cual PERFIL publicó un capítulo el domingo pasado.
Emilia Delfino dijo en un reportaje que “Russo (actual director General del Cuerpo de Asesores del Senado, designado por la vicepresidenta Victoria Villarruel en mayo de 2025) cree que Milei no llega a cumplir el mandato. Hay un ambiente conspirativo alrededor de Villarruel. Lo llamativo es que, en las últimas semanas, la trae de vuelta a Rucci (Claudia Rucci, hija del sindicalista peronista asesinado por Montoneros) al equipo para construir políticamente desde el peronismo”.
Los mismos dos tercios que sobraron en el Senado para aprobar las leyes contrarias al Gobierno este jueves, son lo que harían falta para aprobar la destitución de un presidente por juicio político. Diputados es la Cámara acusadora, pero el Senado es quien termina juzgando y decidiendo.
A Nerón, ejemplo del gobernante autodestructivo, también le gustaba cantar en público.
La preocupación del Presidente por un eventual juicio político también podría encontrarse hace ya un año en la orden de Karina Milei de desconocer a Marcela Pagano como presidenta de la Comisión de Juicio Político en Diputados. El presidente de la Cámara, Martín Menem no solo levantó la sesión que iba a confirmar las autoridades designadas en la Comisión, sino que hasta echó a Oscar Zago como jefe de la bancada libertaria por haber promovido a Marcela Pagano para ocupar la presidencia de esa Comisión.
El “Riesgo Milei” tiene doble vía, el riesgo del propio Milei en sus funciones y el riesgo que él representa para terceros al frente del Poder Ejecutivo.
20/07/2025 a las 10:11 AM
LA ARGENTINA POLÍTICA: ENFOQUES
El principal dilema de un peronismo colonizado
Sergio Berensztein
Fuente: La Nación
(*) Notiar.com.ar
20/6/025
Vuelven a usarse lugares comunes, metáforas y acontecimientos históricos como referencia ineludible para culminar el reciente esfuerzo de “reperonización” de CFK, una identidad con la que siempre tuvo diferencias
“Para estar contra Cristina hay que estar con Cristina”, sintetiza un viejo sabio peronólogo, que comenzó a observar este fenómeno en los años 60. Invierte la famosa máxima vandorista del neoperonismo de mediados de esa década: “Para estar con Perón, hay que estar contra Perón”. De ese modo, se justificaba la decisión de participar del proceso electoral rompiendo la táctica de la abstención como método para vaciar de legitimidad al régimen semidemocrático que proscribía a ese movimiento y, sobre todo, mantenía al propio Perón en el exilio. Hoy la situación es opuesta, pero vuelven a utilizarse conceptos, ideas, lugares comunes, metáforas y acontecimientos históricos como referencia ineludible para culminar el reciente esfuerzo de “reperonización” de CFK. Esto es, bañarla de una identidad con la que siempre tuvo diferencias y sellarla con un barniz que la familiarice con míticas deidades justicialistas: Evita y Perón. ¿Hay lugar para alguien más? “Perón nunca necesitó victimizarse ni tuvo la posibilidad de defenderse ante un tribunal de justicia”, agrega este octogenario y vibrante pensador.
Buena parte del peronismo se hizo presente en Plaza de Mayo el miércoles. Como enseñó el gran Antonio Cafiero, lo primero que debe analizarse en un acto público o en una reunión de integrantes del movimiento nacional justicialista es quiénes estuvieron ausentes. Además de los principales gremios de la CGT, faltaron muchos gobernadores, intendentes y legisladores. Algunos, como Hugo Moyano, arrastran divergencias históricas con la familia Kirchner. Llegaron a tal extremo que, hacia el final del segundo mandato de Cristina, el líder camionero se sentía mucho más cómodo con Mauricio Macri (con quien inauguró la estatua de Perón que yace frente al edificio de la Aduana gracias a los oficios del recordado Momo Venegas) que con sus supuestos compañeros. Otros jerarcas sindicales están más preocupados por la suerte de sus representados y por la viabilidad del negocio de las obras sociales que por un fallo que, viejos lobos de mar, sabían que la Corte iba a confirmar más temprano que tarde. El empleo formal sigue sin recuperarse y si bien la preocupación por perder el trabajo está lejos de las principales prioridades (la inseguridad y la falta de crecimiento económico), al menos un tercio de los encuestados expresan preocupación por este tema, según un sondeo reciente de D’Alessio IROL/Berensztein.
Ahora bien, no todos los asistentes a la manifestación comparten la hipótesis de lawfare ni tienen un diagnóstico tan negativo respecto de la política económica del Gobierno. Por el contrario, muchos exfuncionarios de los gobiernos kirchneristas supieron desarrollar una relación más que armoniosa con la Justicia Federal y, en algunos casos, con algún integrante de la Corte. Pero el costo de oponerse a Cristina o el ruido que podría generar una ausencia en un acto de esta envergadura constituyeron persuasivos de peso para no pegar el faltazo. En algunos casos, la esperanza de ser bendecido con una eventual candidatura o con un papel protagónico en la reconfiguración del justicialismo fue un factor clave para dar el presente. El peronismo nunca resolvió de manera expeditiva la sucesión de su jefatura. Por una cuestión de edad, reputación, desgaste y anquilosamiento en términos de ideas y propuestas, el valor presente neto de CFK 2027 o incluso 2031 en términos electorales no es igual a cero, pero tampoco se acerca a un umbral competitivo. Por algo no fue candidata en 2019 ni mucho menos en 2023. ¿Lo sería en 2027 si pudiera sortear la limitación que la atormenta? En su defecto, ¿cómo seleccionará el peronismo ya no un nuevo líder (Cristina bloqueará cualquier posibilidad de renovación, sobre todo ahora que recobró cierta centralidad mediática y que algunos viejos amigos de la región ideológicamente afines mostraron solidaridad), sino al menos una candidatura que le permita volver a pelear con chances de ganar una elección presidencial? No está claro el método ni mucho menos los nombres propios, pero un gesto abierto de deslealtad podría ser suficiente para quedar desplazado. Es el frío sudor que recorre la espalda de los integrantes del Movimiento Derecho al Futuro, la secta que creó Kicillof para apalancar sus aspiraciones presidenciales. Se convirtió en esta coyuntura en el gran perdedor: el Bruto de una César que busca de cualquier manera sobreponerse tanto a su destino como al desafío/traición de su otrora joven y consentido colaborador.
“Considerando las peores elecciones de los últimos 20 años y las proyecciones que elaboramos para estos comicios, el piso del peronismo en el nivel nacional no baja del 30%”, afirma un respetado especialista en sociología electoral. Esto explica por qué (casi) “nadie quiera sacar los pies del plato”, pues se trata de una plataforma que garantiza al menos una derrota más que digna. “Aguantar épocas de vacas flacas con una presencia más que relevante en el Congreso, media docena de gobernadores y algo así como la mitad de los intendentes nos permitiría sobrevivir con dignidad”, afirma un exsenador norteño con múltiples contactos en el fragmentado movimiento. “El radicalismo subsistió durante mucho tiempo con un umbral mucho menor”, agrega.
El punto más controversial es que Cristina y sus seguidores consideran que la política económica del Gobierno está destinada al fracaso. Están convencidos de que, como aquella famosa propaganda de Añejo W, la estrategia libertaria “no va a andar”: “(…) ya sea por la falta de dólares, el efecto recesivo del ajuste fiscal permanente y las altas tasas de interés, el impacto en la destrucción de empleo de la apertura comercial (…) o una combinación de todo lo anterior (…) lo cierto es que esto no cierra y por eso no llegan las inversiones”, afirma un exfuncionario duhaldista. “Nos echan la culpa del fracaso del RIGI por el riesgo de reversión, pero en el fondo el mercado desconfía del propio Milei”.
¿Y si no fuese el caso? ¿Cómo evolucionarían las preferencias de los votantes si el Gobierno tuviera un éxito al menos parcial, parecido al de Menem en los 90? El peronismo podría apostar a representar a los “perdedores” del nuevo modelo, aunque esto lo aleje en el corto plazo de un éxito electoral. Pero experiencias como las de Trump en los Estados Unidos ponen de manifiesto que los “perdedores” de la globalización pueden constituir un electorado decisivo para ganar una elección, aunque el sistema de colegio electoral y los distritos uninominales pudieron haber sido determinantes para poner en valor esos nichos de votantes. De todas formas, quedaría más encorsetado en un discurso reactivo que en propuestas innovadoras para la nueva agenda de una Argentina más estable macroeconómicamente, mucho peor si el país vuelve a crecer de forma sostenida.
Eso podría generar las condiciones para que surja una tercera fuerza que abrace como condición necesaria la responsabilidad fiscal y monetaria y proponga además una agenda de desarrollo mucho más ambiciosa e integral, que incluya infraestructura física, bienes públicos fundamentales como salud y educación, la importancia de la ciencia y la tecnología y la cuestión del medioambiente. Con la virtud de que puede ser capaz de evitar que la trágica trayectoria pendular vuelva a depositar el curso de la historia en el andarivel del populismo distribucionista, más allá de CFK.