Por Otto Schmucler.-

Muchas fotos se publicaron de Alberto Fernández durante los espantosos 4 años que duró su gobierno, ninguna como ésta, creo, patentiza la imagen del tramposo, mentiroso, embustero, falso, cuentista, abusador y todos los sinónimos que puedan caberle a una persona de tan baja reputación.

Todos esperamos y deseamos que la justicia no se apiade de él (a la hora de fijarle la condena) como él no lo hizo con sus resoluciones durante la pandemia, donde con esta misma cara de “yo no fui” permanecía impertérrito a los ruegos de familiares que no podían despedir a sus seres queridos en su lecho de muerte o nos explicaba en los noticieros de TV que no existía ninguna condena en el Código penal para quien se adelantase en la fila (para justificar las vacunaciones vip que se produjeron con su anuencia), o de que su querida Fabiola había realizado una reunión que no debió haberse hecho durante la rigurosa cuarentena por él decretada (recordemos que a la verdad se llegó gracias a la foto que una periodista consiguió de aquella reunión en Olivos (donde él había estado presente), tras haberse atrevido a jurar en falso “por la salud de su hijo”, ante los micrófonos y cámaras de televisión, que los rumores que comenzaban a circular eran falsos de toda falsedad (como él).

Porque “conmigo… se terminaron los vivos” se atrevió a sentenciar poniendo cara de impoluto cuando justificaba la crudeza de sus medidas.

Hoy que se sabe de sus perversiones sexuales y de su afición desmedida por el sexo, aprovechando su alto cargo para satisfacerse (nombrando en cargos inventados en el Estado a sus víctimas con el dinero de todos nosotros) su rostro produce más rechazo aún.

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