Por Carlos Tórtora.-
Aparte de la relación con Washington, que es prioritaria, la energía política del gobierno está puesta en probar que puede controlar al Congreso, es decir sancionar leyes con mayoría propia. Y desde ya mantener los vetos de leyes, si los hubiera. LLA no contará con mayoría propia en ninguna de las dos cámaras, ya que le faltan 34 votos en Diputados y alrededor de una quincena en el Senado.
Como árbitros para sumar los votos que LLA necesita para ser mayoría, están los legisladores de Provincias Unidas y ahora la inminente unidad entre el PRO y la UCR, que no llegaría a 20 diputados.
Pero la mayor expectativa libertaria es que, tanto en el Senado como en Diputados, la unidad peronista naufrague y los bloques se fragmenten. Pero no es fácil que esto ocurra, porque el evidente fracaso del programa económico del gobierno hace que la base social opositora tienda a crecer y que el capital electoral del PJ se mantenga o crezca.
La carencia de resultados económicos del gobierno le está poniendo un techo bajo a Milei, que hasta ahora proyecta su reelección sobre la base de volver otra vez con lo mismo: apostar al repudio mayoritario por el retorno del kirchnerismo.
Vacancia
Ahora bien, si el gobierno consiguiera efectivamente domesticar al Congreso, se abriría otro interrogante importante: ¿hacia adónde se volcarla la oposición? Con la reforma laboral como tema central, podría suponerse que el sindicalismo encabezaría las protestas.
Sin embargo, cuesta hoy pensar en una CGT que lidere las protestas sociales, teniendo en cuenta lo ocurrido en los últimos años. La cúpula sindical viene de dos años de pacto de no agresión con el oficialismo y eso se siente.
De más está decir que, por su parte, a la izquierda le queda grande liderar la oposición, aunque si el sindicalismo peronista sigue sin recuperar la calle, aquella va a ganar espacio.
Lo que parece insinuarse con claridad es que el 2026 será un año bisagra en la conformación del espectro político.
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