Por Juan Ruiz.-

Los gurúes informáticos, los analistas científicos y hasta los gobiernos del mundo han entrado en una tardía discusión sobre los peligros que encierra la explosiva irrupción de la inteligencia artificial en la vida diaria de los sufridos habitantes de este planeta que en definitiva seremos los últimos destinatarios de los fenomenales desbarajustes que puede producir el poder de los algoritmos.

Pero entre la jungla de comentarios sobre el tema nadie recuerda que fue la genial visión de Virgili Gheorghiu, un escritor rumano autor del universalmente reconocido libro «La Hora Veinticinco», una de las voces que pronosticó hace 74 años aunque en clave literaria la estremecedora aparición del fenómeno que hoy preocupa a la humanidad.

La mayoría de la crítica de este libro se detiene en la paradojal peripecia de los personajes que en el relato de su travesía por las miserias de la guerra encierra denuncias de deshumanización y automatismo que incluyen tanto a perdedores como a ganadores del conflicto bélico que le sirve de marco a la narración.

Pero pasa por alto el que es justamente el nudo central de su obra, la profecía del advenimiento de un mundo dominado por hombres que razonan como las máquinas en la que esa deshumanización producida por la guerra se repite pero en otra dimensión ya irreversible.

Así, Gheorghiu pone en boca de unos de sus personajes, el escritor Traian Koruga, la referencia al «esclavo técnico», noción ésta que mirada desde la actualidad revela conexiones conceptuales con lo que sucede hoy en la relación del ser humano con las máquinas y especialmente con creaciones derivadas como la inteligencia artificial (IA) y los peligros que su evolución descontrolada puede conllevar.

Koruga crea el concepto de «esclavo técnico» visualizando lo que prevé a partir de la cada vez mayor dependencia de los instrumentos tecnológicos -que él llama técnicos- creados por el hombre, dependencia que en la sociedad moderna se ha vuelto francamente globalizadora confirmando el rumbo acertado de su vaticinio.

A través de su personaje el escritor rumano ve esta dependencia como una forma de esclavitud, ya que las personas se ven atrapadas en un ciclo de necesidad constante de las herramientas tecnológicas para realizar tareas cotidianas y hasta para sus relaciones sociales y familiares. En el mundo que avizora a mediados del siglo pasado “Los seres humanos están obligados a vivir y comportarse según leyes técnicas, extrañas a las leyes humanas”.

Concluye así que “El deseo de imitar a la máquina termina siendo un sentimiento de inferioridad que le obliga a abandonar sus caracteres específicamente humanos y mantenerse alejado de los centros de actividad social”

La inteligencia artificial es la que mejor se corresponde con tales percepciones, porque como parte integral de la tecnología moderna, valida este concepto de «esclavo técnico». A medida que la IA se vuelva más avanzada y se integre a la vida cotidiana, existe el riesgo de que el hombre se vuelva tan dependiente de ella que ya no pueda prescindir de su tutelaje. Por cierto confiar en la IA para tomar decisiones, realizar tareas y solucionar problemas facilita la vida, más tiene como contrapartida el riesgo cierto de convertir a las personas en esclavos de su propia creación tecnológica.

Además de la dependencia, la referencia al «esclavo técnico» también plantea interrogantes sobre el control y la manipulación de la inteligencia artificial. Si la IA se utiliza de manera irresponsable o malintencionada, podría ejercer un control subliminal desmedido sobre las personas, no sólo limitando su autonomía y libertad de elección al atar el bienestar de su vida a los dictados de las máquinas, sino además atrofiando la capacidad de pensamiento crítico, creatividad y conexión propios de los seres humanos en desmedro de las habilidades y experiencias humanas contribuyendo a la alienación y aislamiento social.

En el monólogo de su personaje Koruga, Gheorghiu arriesga la teoría cuyo epílogo le da el nombre a la novela. Dice allí Koruga, que también es escritor, que los avances tecnológicos -que él llama técnicos- genera un nuevo tipo de ser humano tan automatizado que no vive la dimensión social de la vida, al que denomina “Ciudadano”, y que “como el émbolo de una máquina no efectúa más que un solo movimiento y lo repite hasta el infinito. Pero, contrariamente al émbolo, el ciudadano tiene la pretensión de erigir su actividad en símbolo, de dársela como ejemplo al universo entero, de hacerse imitar por todo el mundo”

Tal visión tiene cierta reminiscencia con el tipo de individuo – el hombre masa – que describe Ortega y Gasset en “La rebelión de las masas”, publicado 20 años antes, en cuanto también el “Ciudadano” es un hombre vaciado de su propia historia, sin entrañas del pasado pero que pretende imponer su cultura y su razonamiento automatizado en virtud de su mayoría.

Pero el pronóstico más escalofriante es el que Koruga da al final de su larga perorata afirmando que nosotros no podemos transformarnos en máquinas y por eso “El choque entre las dos realidades -técnica y humana- no tarda en producirse. Pero los esclavos técnicos acabarán por ganar la guerra. Se emanciparán y se convertirán en los ciudadanos técnicos de nuestra sociedad. Y nosotros, los seres humanos, nos convertiremos en los proletarios de una ciudad organizada según la necesidad y la cultura de la mayoría de los ciudadanos, es decir, de los «ciudadanos técnicos”.

Gheorghiu advierte aquí entre líneas que lo más peligroso de la inteligencia artificial no es solamente el uso que se haga de ella, sino el tipo de ser humano que puede resultar de una expansión descontrolada e intrusiva de la inteligencia artificial en la vida cotidiana que lleve a la gestación de nuevas formas de dominio por seres que “imitan a las máquinas”

¿Es la inteligencia artificial la creación humana que cerrará el círculo predictivo del genial escritor rumano?

¿Ya han sonado estremecedoras las campanadas que anuncian la llegada de la hora veinticinco, que no es la última hora, sino una hora después, el tiempo preciso de la Sociedad Occidental “el momento en que toda tentativa de salvación se hace inútil”?

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