Por Luis Alejandro Rizzi.-

Esta semana el Congreso golpeó feo a Javier Milei, que sólo pudo rescatar el veto a la ley que establecía leves incrementos a los jubilados.

El senado ratificó el rechazo de los decretos delegados y el DNU 340, que dispuso un nuevo régimen para la marina mercante.

El debate sólo tuvo en mi opinión un discurso destacable, que fue el del senador Martín Lousteau, que con trazos de un dingo impresionismo político que se centró en describir los efectos en la sociedad del espíritu, el discurso y la atmosfera de odio y resentimiento usada por Milei para gobernar.

Puso de manifiesto su incapacidad para gestionar, su falta de criterio para administrar y su carencia de vocación republicana.

Lo describió, sin decirlo, como un gobierno de facto que hace uso y abuso del DNU y el veto.

En esto último, el congreso tiene su responsabilidad; Diputados aún no trató el DNU 70/23, y tiene dormidos decenas de DNUs que probablemente nunca será considerados.

Es cierto, también hay DNUs de gobiernos precedentes en la misma situación.

También tiene responsabilidad en que se haya gobernado desde el 1 de enero del año pasado sin presupuesto.

Sobre esos aspectos Lousteau calló.

Puede ser que el congreso se esté despertando por cuestiones mezquinas, descontento de quienes quedarán afuera el próximo 10 de diciembre y el lógico juego electoral, propio del sistema democrático.

El senador Juan Carlos Romero, a cuyo padre traté en 1984, cuando era gobernador de Salta, que se despedirá voluntariamente del senado también el 10 de diciembre, resolvió no competir, hizo hincapié en la necesidad de hacer algo diferente; reclamó por la falta de diálogo político, en solapada critica al gobierno y se abstuvo en todas las votaciones, lo que personalmente entendí como que el voto afirmativo o negativo carecía de sentido cuando no existe vocación para el diálogo ni el consenso.

Es posible que Romero haya simbolizado el alto nivel de abstención que se pronostica para las próximas elecciones.

No tiene sentido votar extremos que se repelen y cuando se cree que el respeto es muestra de falta de carácter, la imposición, signo divino de providencialidad, y la chabacanería y grosería, expresiones de genuina disrupción.

El gobierno asimismo es víctima de sus propios actos. Hoy Marcelo Bonelli, cuenta en “Clarín” que la eliminación de las “LELIF” fue idea impuesta por el propio Javier Milei, como la instrucción dada al Banco Central de no comprar dólares hasta que el precio de esa moneda tocara el piso de los mil pesos.

Una anécdota. La semana pasada, estando en un bar del centro de Buenos Aires, escuché que en una mesa vecina se decía que Milei había ordenado terminar con las “LELIF”.

“Estás equivocado, todo eso lo maneja Caputo y su gente”, alcancé a oír que le respondía su contertulio.

Fue Milei, te lo ratifico.

Mas allá del sabor anecdótico, lo cierto es que tanto Milei, teórico “bárbaro” como Caputo, trader reconocido por sus habilidades financieras, están convencidos de que la economía se reduce a malabarismo financieros y monetarios.

Practican más bien una suerte de “free style”, juegan y muestran sus habilidades dialécticas o mejor dicho su capacidad de soliloquiar, porque no dialogan. Así lograron entretener a un segmento social que seguramente lo votará en las próximas elecciones.

La cuestión es que nos empezamos a aburrir, y aparecen en la superficie casos confusos, prefiero llamarlos así, como “$LIBRA” y ahora el tema del ANDIS, por mencionar los más importantes.

¿Puede haber castas buenas y castas malas?

Como aquella propaganda de teléfonos celulares, “la casta es la casta”.

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