Por Carlos Tórtora.-
Si hay un resultado electoral que necesita explicarse, éste es el de ayer. Sobre el sentido que tuvo el 40,74% obtenido ayer por LLA hay pocas dudas. Ni Diego Santilli en Buenos Aires, ni Gonzalo Roca en Córdoba, ni Agustín Pellegrini en Santa Fe, esto es, los que encabezaron las listas de diputados nacionales en esas provincias, tenían una capacidad de convocatoria suficiente como para ganar la elección. No hay duda entonces que el voto se direccionó hacia Javier Milei como un respaldo a su propuesta de surfear la crisis mediante una serie de acuerdos con la administración Trump.
Entre el 7-S, día de la derrota en Buenos Aires ante Fuerza Patria, hasta ayer, el gobierno descendió por un tobogán. El coimagate se popularizó y el narcogate de José Luis Espert rebalsó el vaso, mientras el consumo siguió cayendo y la inflación empezó a subir de nuevo. Todo indicaba entonces que estaban dadas las condiciones para un voto castigo masivo.
Pero algo pasó en el medio: Donald Trump, en dos ocasiones, habló de la situación argentina con extrema crudeza. Primero dijo que no habría salvataje financiero si Milei perdía las elecciones y luego pintó un panorama extremo. Dijo que los argentinos nos estamos muriendo y que estamos luchando para sobrevivir. Estas definiciones de por sí melodramáticas podrían haber provocado en un amplio espectro de votantes de centro derecha una reacción extrema. Esto es, las listas de Milei defendían lo indefendible pero la derrota del gobierno podría implicar el caos económico. Por lo tanto, convendría votar lo invotable. Y eso fue lo que ocurrió.
Cómo contrapartida, ante la crisis de la gestión Milei, el peronismo -sobre todo en Buenos Aires- se cruzó de brazos y casi no hizo campaña y sobre todo optó por no plantear una sola opción al discurso del presidente. Y esta pasividad la pagó cara.
Todo esto sin mencionar que el PJ, sabiendo que la mayor parte de la clase media rechaza a Cristina, se puso a hacer la campaña «Cristina Libre» en medio de la campaña electoral. O sea, una máquina de ahuyentar votos.
El corrimiento de votos se sintió también en el distrito más atípico, la Capital. Aquí se veía venir una fuga de votos del macrismo hacia Ricardo López Murphy y otras opciones, pero a último momento esto se frenó.
Este cuadro refuerza la idea de que hoy se impone la volatilidad del voto y que las tendencias suelen durar muy poco.
Dos crisis
Con los números de ayer, Milei sí cuenta con un tercio de diputados para blindar sus vetos y podrá viajar el 5 del mes próximo a los EEUU con un séquito de gobernadores que le servirán de garantes ante Trump y Scott Bessent. Pero la realidad profunda no ha cambiado por el recuento de votos.
El atraso cambiario sigue siendo insostenible y las intervenciones de compra de pesos de EEUU pueden convertirse en un búmeran. Además, los festejos de la victoria seguramente harán que el gobierno barra debajo de la alfombra los escándalos de corrupción que degradan internacionalmente al país. Como muestra, en su discurso de ayer a la noche, Milei elogió a Martín Menem, del cual intentó despegarse en las últimas semanas.
Cabe recordar que el 22 de octubre del 2017 Mauricio Macri ganó las elecciones de medio término con un 41%, casi el mismo número que LLA ayer. Pero pocos meses más tarde la gestión de Macri entró en una crisis terminal que lo llevó a la derrota en el 2019.
La volatilidad del voto ayer jugó a favor de Milei pero ahora puede volvérsele en contra.
Pero en lo inmediato, la manifestación de la crisis se va a trasladar a un peronismo confundido. Es muy probable que Cristina Kirchner intente tomarse revancha de Axel Kicillof diciendo que éste se equivocó al desdoblar las elecciones en Buenos Aires, porque sería obvio que los intendentes del PJ, que ya obtuvieron sus réditos el 7-S, no se habrían movilizado entonces para repetir ayer el mismo resultado.
Cristina y La Cámpora parecen no tener en preparación un candidato presidencial para el 2027. Excepto, claro está, que lo lancen a Juan Grabois, que no parece tener ninguna afinidad con la mayor parte de los gobernadores peronistas, que suelen parecerse a caudillos conservadores.
Lo cierto es que el 18 de diciembre vence el mandato de Máximo Kirchner y que esta derrota haría estallar una dura interna por el control del partido más grande del país.
En un ambiente tan volátil, los gobernadores de Provincias Unidas podrían tratar de captar algunos sectores del PJ del Interior y hasta fisurar el bloque de diputados nacionales. El hecho de que, hoy por hoy, el entendimiento con EEUU parezca viable, le da margen a PU para proyectarse como tercera fuerza, complicando a un peronismo golpeado.
27/10/2025 a las 1:12 AM
Muy acertado lo de la «volatilidad» del voto y también de los políticos. Jamás debería olvidarse que un gran estadista explicó: «Los pueblos siempre marchan; con los lideres a la cabeza o con la cabeza de los lideres» (Juan Perón).