Por Malú Kikuchi.-

Cristina no quiere. Cristina no quiere dejar el poder. Cristina no quiere dejar la Casa Rosada. Cristina no quiere dejar Olivos. Cristina no quiere dejar de ser presidente. Cristina no quiere, no quiere y no quiere. Pero debe.

Lleva de una u otra manera, 28 años de estar cerca o en el poder ejecutivo, municipal, provincial y nacional. Es mucho tiempo. Se diría que demasiado. Sobre todo si se piensa que en 28 años de trabajar para el Estado, el matrimonio K amasó la fortuna que amasó. La fortuna en blanco y declarada, ¿la otra…?

Néstor K fue intendente de Río Gallegos desde 1987 hasta 1991. Cristina pasó de ser primera dama de la capital de Santa Cruz, a ser diputada provincial en 1989. En 1991, Néstor accedió a la gobernación de la provincia hasta 1995. Cambió la Constitución de Santa Cruz y fue reelecto hasta 1999.

Cristina pasó de ser secretaria legal y técnica de la gobernación, a ser diputada nacional desde 1997 hasta el 2001. Mientras, Néstor cambiaba una vez más la constitución de su provincia para permitir la reelección perpetua y era re reelecto hasta 2003. Cristina desde 2001 a 2005 fue senadora nacional por Santa Cruz.

En 2003, con un escaso 22% de los votos, auspiciado por Duhalde (presidente electo por la Asamblea general y los gobernadores para cumplir el mandato trunco de De la Rúa), con Scioli como vice y Cristina, una vez más senadora nacional y primera dama.

Electa presidente en 2007 hasta 2011, enviudó en 2010, fue reelecta presidente hasta 2015. Sumados, 28 años de alfombras rojas, recibimientos protocolares, bandas y poder, mucho poder. Demasiado. Y de pronto, nada. Debe ser muy duro. Sobre todo si la vida pasa por el poder, los aviones para llevar diarios y un uso discrecional y exagerado de todos los presupuestos.

Para la mentalidad y el modo de vida de Cristina, que un tipo que ni siquiera viene de la política, que se dio el lujo (que tuvieron los hijos de Néstor y Cristina) de nacer rico, con un inexistente partido vecinal, que no viene ni del PJ ni de la UCR, que ni siquiera es abogado, tenga el tupé de ganarle una elección, es inverosímil.

Hay que admitir que no es fácil de aceptar ya que la Rosada, sus patios, el salón de las mujeres, son propiedad de ella y Olivos también. Está obligada a mudarse, a sacar cajas y cajas de objetos propios (¿todos propios?) usando aviones públicos, que pagamos entre todos, para llevarlas al Calafate. ¿Y Juliana, qué pondrá?

Es más, ¿cómo se atreverá Juliana Awada, joven, elegante y muy, muy linda, a ocupar su suite, su baño, su cuarto de vestir, su cine, su comedor? Todas estas inexplicables afrentas no sólo se deben a Cambiemos y los que lo integran, también son obra de un pueblo desagradecido que votó más a Macri que a Scioli.

Hay que castigar al pueblo. ¿Cómo? Pasando leyes que ahorquen al nuevo presidente obligándole a pagar algo que ella nunca pagó, el 15% de retención a las provincias, para que no pueda pagar ni jubilaciones, ni medio aguinaldo. Que se joroben. Hubieran votado FPV. Aunque pensándolo bien, ¿era mejor Scioli?

No sabe / no contesta. Prefiere no preguntárselo. La ridícula disputa por el lugar donde se entregarán los símbolos del poder, banda y bastón al son de la marcha de Ituzaingó, ella quiere que sea en el congreso, lleno de miembros del FPV y la Cámpora. La tradición, desde el traspaso de Mitre a Sarmiento, siempre fue en la casa de gobierno. Sólo los K inauguraron otro sistema.

Todo un papelón internacional. Cristina no puede aceptar que ya no dirige los destinos del país. Hay un nuevo presidente. Que quiere, y está en su derecho, el volver a la tradición de los símbolos de mando en la Rosada. Hasta Zamba en Paka Paka lo sabe. Cristina no. Está enferma, agresiva, desagradable, hostil, hiriente, desubicada, resentida. Cris no acepta que Macri le ganó.

Cristina no quiere irse. Además de no querer irse, ¿puede irse? ¿Qué le espera? Un terrible aburrimiento en su paraíso geográfico, jugar con los perros, hacer jardinería, ver cada tanto a los nietos, leer los diarios cuando lleguen al Calafate, mirar la TV que ya no hablará de ella, ¿o sí? Puede que le lluevan las denuncias, las imputaciones, los procesos, Comodoro PY y ¿las condenas?

¿Y si además de ese terrible futuro, a las posibles condenas se le suman las obligatorias devoluciones de lo que se pruebe que fue mal habido? El futuro no es glamoroso, más allá de abandonar el poder. ¿Para qué tanto trabajo en tratar de colonizar el poder judicial? ¿Nadie le advirtió que el poder judicial siempre sabe de qué lado sopla el viento?

¿Para qué comprar tantos medios, gráficos, radiales, canales de TV? ¿No sabía que comprar micrófono no era comprar audiencia? Cuántas cosas no sabía. Ahora empieza a vislumbrarlas. Nadie se animó a decírselas en sus tiempos de gloria, que ya no son.

Cristina no se quiere ir. Cristina ya sabe que no puede irse. Esto no es una justificación, es sólo una explicación. Cristina no quiere irse. Pero en menos de 5 días, se irá. Hasta que vuelva a Comodoro Py.

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