Por Hernán Andrés Kruse.-

MAPEO DE LA AMÉRICA HORIZONTAL Y LA CONFIGURACIÓN DEL AMERICANISMO

“El ser una nación de inmigrantes con enorme diversidad racial y étnica plantea preguntas ineludibles: ¿A quién le pertenece la cultura estadounidense? ¿Cómo esbozar los contornos y colores de su identidad cultural? Para intentar responder se llega invariablemente al choque de ideologías agrupadas en los ejes vertical y horizontal. La nación vertical exige límites precisos para mantener la hegemonía del statu quo; la horizontal es un producto de facto de la anterior sin otra alternativa que la de mantener un borde fluido que incorpora a todo(s) lo(s) los excluidos por aquélla. Su fluidez moldeable le permite extenderse al eje vertical cuando surge la oportunidad. Ambas, sin embargo, utilizan el filtro racial para establecer la división que las ha configurado «genéticamente».

Para examinar la nación horizontal enfrentada al Trumpismo, un marco de análisis cultural basado en la raza es imprescindible. En toda sociedad existen jerarquías que luchan para obtener control y privilegios. Entre los elementos sociales definitorios es posible que la raza sea el más divisivo, pues a diferencia de otros, es la más reconocible durante el diario interactuar. Las percepciones son fácilmente determinadas por los estereotipos, prejuicios y, lo más obvio, el color de la piel. La falta de empatía y conocimiento facilitan una comunicación y percepción superficial. La diferencia racial promueve el distanciamiento y guía falsamente la jerarquización de culturas y modos de pensar, ya que encasilla con mayor rigor que la religión, género, ideología política o clase social.

En el contexto estadounidense, la línea del color es un frente convergente y divergente. Tras la llegada del barco Mayflower, en el siglo XVII, los puritanos ingleses entraron en contacto con los indígenas; con el comercio de esclavos africanos en los siglos XVII y XVIII, las razas blanca, indígena y negra entraron en contacto, pero no se mezclaron. El resto es la larga historia multirracial de la inmigración estadounidense. En un país multirracial y multicultural, la raza determina las identidades individuales y colectivas, moldea las conciencias, construye relaciones de poder, determina el entendimiento de igualdad e inclusión, transforma instituciones y crea olas culturales. En su reseña del libro America Beyond Black and White de Ronald Fernández, Víctor M. Rodríguez indica categóricamente: «Aunque América es una nación de inmigrantes, los inmigrantes han sido divididos y categorizados de acuerdo a su raza, loados y despreciados», añadiendo que el «trayecto histórico y racial de los EUA en el cual Fernández lleva a sus lectores nos recuerda la relación entre inmigración, cultura y raza».

En medio de una multitud de colores y formas, la raza, la cultura y la inmigración actúan como principales movilizadores. Sin una definición explícitamente unificadora de americanismo, el concepto de «ceguera al color» ha dado fuerza a los marginados, carentes de poder político, buscando borrar la línea del color y sus concomitantes económicos y sociopolíticos. Esto unifica la nación horizontal y reduce «la racialización y el pensamiento racialista». Quienes participan de este esfuerzo van cambiando según el panorama sociopolítico; sin embargo, cada oleada de participantes contribuye con nuevos elementos al proceso.

Al enfrentarse a los lemas culturalmente codificados de «América Primero» y «MAGA» la ceguera al color es fundamental para entender la América horizontal como la definición auténtica del americanismo. Para examinar lo anterior, se debe resaltar dos figuras icónicas: Martin Luther King Jr. y Barack Obama. El Dr. Martin Luther King Jr. reconoció la existencia de las dos naciones en su discurso del 14 de abril de 1967 «La Otra América» en la Universidad de Stanford. Como parte del evento «Saludo a la Libertad» organizado por el sindicato Local 1199 de Nueva York, el Dr. King primeramente caracterizó a la nación privilegiada y próspera: «Hay literalmente dos Américas. En una fluye la leche de la prosperidad y la miel de la igualdad. Esa América es el hábitat de millones de personas que tienen comida y satisfacen las necesidades materiales de sus cuerpos, cultura y educación para sus mentes, libertad y dignidad para sus almas». Sin mencionar la sociedad blanca, la mención de prosperidad, comida, cultura, educación, dignidad y oportunidad se refiere directamente a ella.

Al referirse a la nación marginada, coexistiendo con los privilegiados, el Dr. King reconoció estar dolorosamente consciente del hecho de que hay otra América y que esta contiene una cotidiana fealdad que transforma el optimismo de la esperanza en la fatiga del desespero […] En esta otra América, miles, si, millones de jóvenes se ven forzados a asistir a escuelas inadecuadas, inferiores, de ínfima calidad, no porque son tontos, no porque carecen de inteligencia innata, sino porque las escuelas son tan deficientes, abarrotadas, carentes de calidad y segregadas, que los mejores contenidos de sus mentes jamás serán expresados. Sin mencionar una raza específica, el Dr. King describe las duras condiciones de vida de los desposeídos, enfocándose en un sistema educacional segregado como el factor determinante de esta realidad; la línea del color que moldea las jóvenes mentes negras, blancas y marrones. Richard Merelman indica: En los Estados Unidos, el aislamiento racial supera aquél basado en los factores de género, clase, o etnia blanca. Las leyes federales ni siquiera requerían que negros y blancos tuvieran acceso a las mismas escuelas públicas sino hasta 1954; en contraste, nunca se segregó a hombres y mujeres ricos y pobres, polacos y WASPs en dichas escuelas. A medida que los niños participan de este sistema segregado, surgen sus prejuicios raciales, sentido de separación y etnocentrismo cultural.

El Dr. King continúa indicando que la segregación racial creó dos tipos de discurso para describir condiciones económicas y estatus social similares: La realidad es que el hombre negro en los Estados Unidos de América se enfrenta a una depresión literal. Pero ustedes entienden que no se la llama así. Al desempleo masivo en la comunidad negra, se lo llama un problema social. En contraste, el desempleo masivo en la comunidad blanca se lo llama depresión. Para el hombre negro hay «prestaciones sociales», pero para los blancos hay «subsidios». En este país el socialismo es para los ricos, y el robusto individualismo para los pobres. Frente al hecho de que las dos Américas hablan diferentes idiomas, cabe preguntarse: ¿Se abandonará para siempre a los desposeídos por esta incomunicación? El Dr. King trató de ser el «traductor» entre ellas, al entender que, como tal, el traductor debe dominar ambas lenguas, comprender ambas Américas.

En su momento, sin embargo, la raza dividía a los estadounidenses en estatus económicos y sociales con total asimetría de poder; por ello, comprendió que distinguir específicamente a los afroamericanos de entre los marginados, los convertiría en blanco de ataques. Al abordar las desigualdades de varios grupos marginados, consiguió ampliar sus bases de apoyo y las posibilidades de convertir su sueño en realidad. Como el traductor de ambas Américas, intentó evitar el pisar la divisoria línea de la raza usando en su lugar el idioma universal de los intereses económicos, el sustento, trabajos y oportunidades para construir un frente unido en su lucha por la igualdad y la justicia. La raza es el factor que divide ambos ejes de la nación. Mientras que cada uno retiene su propio ideal de americanismo y del Sueño Americano, ni uno ni el otro puede superar la línea del color.

Sin importar cuánto, el Dr. King deseaba incluir en su base a diversos grupos raciales y étnicos, nunca dejó de mencionar la división entre blancos y negros. El desafío de sanar las cicatrices raciales dejadas por las profundas heridas históricas se combina con el de separar el estatus económico y las clases sociales del ámbito racial. En la tarea de unificar a la nación la experiencia afroamericana es un punto obligado de referencia respecto de la discriminación y rechazo por parte de la América vertical. Otros grupos poblacionales se identifican con la lucha de los afroamericanos al compartir el Sueño Americano desde los márgenes, el mismo imaginado por el Dr. King en su discurso «Tengo un Sueño» («I Have a Dream»). Apoyado en la experiencia afroamericana, pero sin confinarse a ella, el Dr. King convocó a una coalición con los matices del arcoíris cuando creó el movimiento multirracial «La Campaña de la Gente Pobre» en 1963 y emplazó a sus integrantes a resucitar sus esperanzas en su discurso «Tengo un Sueño».

En su lucha por lograr salarios comparables, igualdad de oportunidades y, de modo aún más básico, la posibilidad de no ser juzgado por el color de la piel, su deseo se convirtió en sinónimo del Sueño Americano y del americanismo horizontal. El Dr. King soñó que «un día esta nación se levantará para vivir el verdadero significado de su creencia: sostenemos que estas verdades son evidentes en sí mismas, que todos los hombres son creados iguales». Su «ceguera del color» fue construida sobre intereses y luchas compartidas, permitiéndole transcender el dolor y angustia afroamericanos y apelar a una amplia gama de americanos económicamente desposeídos.

Las tensiones raciales, culturales y las divisiones religiosas del siglo XXI ¿son diferentes de las que existían en la década de los 60? Aunque estos problemas son tangibles en la actual vida sociopolítica de la nación, una antítesis ha surgido en la arena política racial y cultural: Donald Trump y Barack Obama. En el presente, ambas Américas se han polarizado al revivir las tendencias jerárquicas, el nativismo exclusivo encarnado en los nacionalistas blancos, la alt-right, los neo-Nazis y el KKK. El Trumpismo e individuos como Steve Bannon han renovado el nativismo de Higham, para privilegiar exclusivamente a la raza blanca. En contraste con lo anterior, la elección presidencial de Obama en el 2008 fue un hito crucial que superó la línea del color, en cumplimiento del sueño de King.

Las estadísticas revelaron que el triunfo de Obama resultó de la combinación del apoyo de afroamericanos, asiático-americanos, hispanos e indígenas americanos, incluyendo el voto blanco. Su triunfo resultó de la porosidad entre ambas Américas, implicando que la línea del color no es rígida. La suya fue una jornada cuesta arriba para ascender a la cumbre del núcleo del poder. Si el americanismo horizontal de Martin Luther King se sostuvo en su «ceguera del color» y su dominio de un lenguaje interracial para dirigirse a los desposeídos ¿cómo se sostiene el americanismo de Obama? A la respuesta se llega a través de tres puertas interconectadas: el patriotismo, la esperanza y la «ceguera del color». Esto hace comprensible su antítesis básica respecto de Trump.

El patriotismo de Obama es el núcleo de su americanismo. Desde muy temprano reconoció la existencia de la línea del color que lo excluía, etiquetándolo como un extraño. Dado que para la nación vertical el color de su piel y su nombre, Barack, son percibidos como «no-estadounidenses», la única opción era ubicarse en el eje horizontal desde el cual adquirió conciencia del esfuerzo adicional necesario para lograr el éxito. Aunque su padre keniano no fue una presencia central durante su niñez, el Sueño Americano y su visión de EUA como un faro de libertad influyeron en su hijo. Criado principalmente por su madre y abuelos maternos de raza blanca, el joven Barack aprendió de ellos el Sueño Americano de la clase media. El sueño paterno, el cosmopolitismo de su madre y el Sueño Americano de sus abuelos moldearon los valores del futuro presidente, desarrollando un americanismo sostenido por diversas perspectivas culturales integradas entre sí.

La multiplicidad cultural y racial de Obama ha desajustado a los nacionalistas blancos y nativistas partidarios de Trump. Desde su visión de mundo, los antecedentes familiares multiculturales, el color de piel y nombre raro convirtieron a Obama en un extraño sin derecho a demandar la ciudadanía estadounidense, al extremo de poner en entredicho su lugar de nacimiento. Cabe preguntarse, si su padre keniano hubiera sido un europeo blanco protestante ¿se habría verificado este dato? El Trumpismo ha confinado la categoría de estadounidense a la membresía del club de los nacionalistas/nativistas blancos. En contraste, el patriotismo de Obama sostenido por la pluralidad de perspectivas raciales y culturales ha expandido el horizonte del americanismo del siglo XXI. Ello fue expresado claramente en su discurso, «Out of Many, One» («De muchos, uno») de 2004, en el que afirmó: Hablo de algo más fundamental. Hablo de la esperanza de los esclavos sentados alrededor del fuego entonando canciones de libertad, la esperanza de los inmigrantes dirigidos a costas lejanas, la esperanza de un joven teniente naval valientemente patrullando el delta del Mekong, […] la esperanza de un chiquillo flaco con un nombre raro que está convencido de que hay cabida en América para él también.

Al ubicar su narrativa dentro del linaje histórico-cultural de EUA, Obama conectaba su historia a ambas Américas en un rol similar al Dr. King como traductor cultural entre ellas. D. Atwater señala que «la retórica de la esperanza [es] el uso de símbolos para invitar a los americanos a preocuparse por el país, a creer recuperando la fe y la esperanza en él, y entender que tenemos más similitudes que diferencias compartiendo un destino y un conjunto de valores». El deseo de Obama de recuperar el Sueño Americano se sostiene en la «ceguera del color», postulando que no hay una nación blanca, otra negra, otra latina, otra asiática, etc., sino solamente una: Estados Unidos de América. Su recuperación del Sueño Americano, guiada por la ceguera al color, es importante para todos los estadounidenses, incluso los nacionalistas blancos. En contraste con Trump, que amplía la división racial, creando intolerancia y desconfianza, el americanismo de Obama ofrece una visión «liberada del pasado de Jim Crow y la esclavitud, los campos de internamientos japoneses, los braceros mexicanos, las tensiones laborales y los conflictos culturales; una América que cumple la promesa del Dr. King de ser juzgados por el carácter y no el color de nuestra piel».

Obama se ha enfocado en la humanidad compartida de los estadounidenses desde una posición marginada. Si Trump construye murallas para dividir, Obama trató de eliminarlas indicando: «Quizás más que en ningún otro momento de nuestra historia reciente, necesitamos de un nuevo tipo de política, una política que pueda excavar y construir sobre la base de nuestro entendimiento compartido que nos une como americanos». Obama planteaba su convencimiento de que la política se puede basar en el bien común captando la esencia de lo que es ser estadounidense y encarnar el Sueño Americano que atrajo a su padre y a millones de personas. Este Sueño Americano «es un paradigma sedimentado desde un origen colectivo y la conciencia de un grupo», un sueño que «convirtió en realidad una nación y una cultura; [que] creó una tierra de ensueño que atrajo a más soñadores para venir y crear más sueños […]. Fue el sueño de vivir sin persecuciones el que trajo a un grupo de Puritanos arriesgando sus vidas para arribar a estas costas».

Al enfrentarse a la realidad de dos o múltiples Américas, factores divisivos como la raza, religión, género, tradición, riqueza, clases sociales trazan constantemente líneas de inclusión y exclusión. A múltiples niveles, la exclusión predomina sobre la aceptación, en particular para la comunidad afroamericana, ya que la sociedad no ha cumplido las promesas de justicia y libertad para todos. La eliminación de las divisiones no se ha logrado, aunque se ha intentado minimizar y sanar las heridas. Mientras la nación vertical se enfoque en mantener su dominio cultural y statu quo, la horizontal permanecerá subordinada a la narrativa dominante del americanismo actual y su proyecto de cortar y separar, desfigurando la nación”.

(*) Mimi Yang (Doctora en Lengua y Literatura Española por la Universidad de Arizona): “Trumpismo: Un americanismo desfigurado” (Escuela de Ciencias Sociales y Humanidades-Costa Rica-2021)

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