Por Hernán Andrés Kruse.-

Hace 43 años los argentinos quedamos en estado de shock luego de que el régimen militar informara de un hecho conmovedor: se habían recuperado las Malvinas, esas islas que habían sido ocupadas por el imperio británico en aquel lejanísimo 1833. El agobio que dominaba a la población fue inmediatamente reemplazado por el júbilo. Miles y miles de argentinos salieron a la calle a festejar y rápidamente la Plaza de Mayo se colmó de enfervorizados argentinos que enarbolaban banderas patrias.

Pasaron 43 años. Es probable que la inmensa mayoría de la población ignore (me incluyo) cómo fue la operación militar que culminó con la recuperación momentánea de las islas. En su edición del 2 de abril, Infobae publicó un artículo de Adrián Pignatelli titulado “2 de abril de 1982: mar embravecido, el cambio de nombre de la misión, el incidente en las Georgias y la muerte de Giachino”. El autor brinda una detallada descripción de ese operativo. Se asemeja a un guión de una película bélica. Lamentablemente, lejos estuvo de serlo.

RECUPERAR MALVINAS

“A las 18 del 1 de abril, luego de oír misa por altavoz, fue el comandante de la fuerza de desembarco que reveló el objetivo de la misión. En la Santísima Trinidad se leyó el mismo mensaje a la misma hora. Hubo emoción, alegría, gritos de júbilo y vivas a la Patria. Esa noche el mar se había calmado, pero nadie durmió. Durante la madrugada del 2 eran incesantes los desplazamientos por los angostos pasillos de las cubiertas bajas. La bodega del buque estaba impregnada del olor a los motores encendidos de los vehículos anfibios. Las órdenes y los gritos se mezclaban con el chillido de las radios buscando las frecuencias. Las luces permanecían apagadas. El subteniente Reyes ordenó a sus hombres colocarse el chaleco salvavidas. Cuando el sargento Colque terminó de repartirlos su mirada lo dijo todo: no había para él ni para Reyes. Rogaron no tener que necesitarlos. A las 5:30 Reyes y sus hombres estuvieron listos. Así se lo hicieron saber a Seineldín, quien los arengó. Sus palabras las interrumpió la orden que vino de los parlantes de la bodega: hora de embarcar (…).

Entre las 6:05 y las 6:10 se abrieron las compuertas de proa, el ruido de los motores pareció atenuarse y el humo de los 21 vehículos se disipó por el cambio de aire. Minutos después los hombres sintieron carretear el vehículo y de pronto se encontraron flotando .Seineldín había ordenado al soldado Juan Pessaresi poner en el grabador Cala Cuerda, una marcha de fusileros ejecutada por los criollos durante las invasiones inglesas. Los vehículos anfibios pusieron proa a “Playa Rojo W”, punto donde desembarcarían y asegurado por los buzos tácticos. Se percataron que no estaban recibiendo fuego, aunque a lo lejos se escuchaban disparos en dirección a la ciudad. Encontraron la pista sembrada de vehículos y de maquinaria dejada por los Royal Marines y además habían apagado el faro San Felipe (…).

Lo primero que hicieron los argentinos fue arriar la bandera inglesa e izaron la nacional, tarea que estuvo a cargo de Sánchez Sabarots y del suboficial Guillermo Rodríguez, comando anfibio. Los 16 comandos que lideraba el capitán Pedro Giachino habían llegado a la casa del gobernador. El oficial se adelantó solo, derribó la puerta y fue herido por el fuego de una ametralladora. El Teniente de Fragata Diego García Quiroga intentó auxiliarlo y también resultó herido, como luego el cabo enfermero Ernesto Urbina. Luego de una débil resistencia, los británicos y el gobernador Hunt se rindieron (…) Tropas del Batallón de Infantería de Marina Número 2 y Reyes y su sección se dirigieron al aeropuerto (…) Se dedicaron a remover una treintena de máquinas y camiones que obstruían la pista (…) Cerca del mediodía se realizó una formación en el patio de la casa para materializar oficialmente la recuperación de las islas (…).

“Buenos días, argentinos”, saludó a las 7:30 el presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri a su gabinete. Minutos antes de las 10 de la mañana, la Junta Militar emitió el primer comunicado: “Las fuerzas Armadas, en una acción conjunta, con el fin de recuperar para el patrimonio nacional los territorios de las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, se hallan empeñadas en combate para alcanzar el objetivo señalado”. La gente se dio cita en la Plaza de Mayo y pasadas las dos y media de la tarde, Galtieri se asomó al balcón. “Aceptaremos el diálogo después de esta acción de fuerza, pero con el convencimiento de que la dignidad y el orgullo nacional han de ser mantenidos a toda costa y a cualquier precio”. Luego, salió a la plaza y se mezcló con la gente”.

Había comenzado la tragedia. A comienzos de mayo las fuerzas armadas británicas, que contaron con la ayuda del “país hermano” de Chile, llegaron a Malvinas. Su notable superioridad militar se hizo sentir. Finalmente, el 14 de junio las tropas argentinas se rindieron de manera incondicional. Había comenzado el proceso de transición a la democracia.

Una pregunta que seguramente todos nos hemos formulado es la siguiente: “¿cómo fue posible la guerra de Malvinas? Así titula su ensayo Andrea Belén Rodríguez (docente de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue e investigadora del Conicet en el Instituto Patagónico de Estudios de Humanidades y Ciencias Sociales). Saque el lector sus propias conclusiones.

LA DICTADURA MILITAR Y LA GUERRA

“La Guerra de Malvinas no se puede comprender si no la situamos en la coyuntura nacional e internacional en la que se produjo. Luego de 6 años de gobierno, la dictadura militar estaba atravesando una profunda crisis económica, social y política. Desde 1980, el descalabro económico había abierto las puertas para que los cuestionamientos al régimen comenzaran a difundirse públicamente. Para 1982 el movimiento obrero ya había comenzado a reorganizarse y se había manifestado en las calles eludiendo o enfrentando los controles policiales, incluso el 30 marzo se había producido una importante movilización obrera que fue duramente reprimida. Los organismos de Derechos Humanos que denunciaban las desapariciones de miles de ciudadanos en el interior y exterior del país habían adquirido cada vez más visibilidad. Los partidos políticos tradicionales se habían agrupado en la Multipartidaria para negociar una transición democrática lo antes posible, e incluso distintas manifestaciones culturales de resistencia habían comenzado a ocupar diversos ámbitos.

En este contexto, distintos objetivos políticos del régimen parecieron unificarse en diciembre de 1981. El general Galtieri, al mando del Ejército, buscó el respaldo del almirante Anaya para concretar un “golpe de estado” contra el presidente de facto Viola. Desde la Armada, Anaya le prometió total apoyo a Galtieri, su amigo desde la época del Liceo Militar, pero a cambio le solicitó que las Fuerzas Armadas llevaran a cabo acciones concretas en el terreno diplomático o militar para recuperar las islas antes de que se cumplieran los 150 años de la ocupación inglesa. En lo concreto, la toma de las islas fue fruto de este pacto entre amigos, y pretendió por el mismo golpe de mano recuperar el archipiélago y a la vez recobrar la legitimidad perdida por el régimen militar, apelando a una causa nacional profundamente arraigada en amplios sectores sociales.

Mientras las negociaciones diplomáticas se sucedían sin lograr ningún acuerdo, los planes del operativo de desembarco comenzaron a tomar cuerpo. El plan consistía en ocupar las islas mediante una rápida y eficaz operación y dejar luego un destacamento mínimo para presionar a Inglaterra a retomar las negociaciones. Pero de ninguna forma preveía que el desembarco en las islas podía desencadenar una guerra. El plan de “ocupar para negociar” se basaba en dos supuestos, que finalmente se revelaron falsos. El primero, que EE.UU. sería neutral; y el segundo, que Gran Bretaña no respondería a la acción argentina. Para que el operativo pudiera llevarse a cabo con éxito, tres requisitos eran necesarios: en primer lugar, debía realizarse luego del 15 de mayo; en segundo lugar, debía ser una operación secreta, para no perder el factor sorpresa; y, en tercer lugar, debía tratarse de un operativo incruento para los ingleses, con el objeto de continuar con las negociaciones y no manchar la imagen ante los organismos internacionales.

Sin embargo, un episodio confuso en las islas Georgias, protagonizado por el empresario Davidoff y por efectivos de la Armada en marzo de 1982, desencadenó una escalada diplomática que condujo a la Junta Militar a adelantar el operativo de desembarco para no perder el factor sorpresa, o, por lo menos, para que los ingleses no reforzaran la defensa de las islas. Así, el 28 de marzo partió la flota de guerra rumbo al archipiélago y el 2 de abril las tropas argentinas desembarcaron en las islas Malvinas”.

Share