Por Susana Merlo.-

El hecho de que algunos funcionarios se muestren “sorprendidos” porque los supermercados no aceptan retrotraer los precios al consumo, a los niveles de noviembre pasado, cuando ni siquiera se estabiliza todavía el nivel del dólar, o se aquietan las tasas de interés, o se detiene totalmente la emisión monetaria, es llamativo (sobre todo, cuando no parecen controlarse en detalle los precios finales en este tipo de negocios).

También llaman la atención los que buscan una cosecha de granos que todos los privados saben que estaba “inflada” (aunque la mayoría no se anime todavía a reconocerlo en voz alta), y que sería muy fácil de detectar desde el aire, ya que los silos-bolsa (donde se supone que se guarda), son indisimulables. Pero ahora no se los ve, simplemente porque no están.

Simultáneamente, y mientras se siguen esperando los datos oficiales nuevos que vayan corrigiendo los anteriores, algunas declaraciones contradictorias de los mismos funcionarios, agregan una cuota de confusión y de dudas, absolutamente indeseables en este momento.

Por caso, terminada ya la cosecha de trigo, todavía no hay información oficial sobre el volumen y la calidad de lo recolectado. Sin embargo, si hubo declaraciones respecto de la “no” intervención oficial en los mercados, reclamada por los productores ante supuestos desfases que se mantendrían en las cotizaciones.

Pero, al mismo tiempo que se declamaba la “no intervención”, se afirmó que se iban a “garantizar” los volúmenes de trigo para el consumo interno… ¿Y cómo se va a hacer sin intervenir? O, por el contrario, ¿Por qué no se acepta entonces que los sectores compitan libremente por el grano, y se importe si falta?

¿Cuál es la verdadera postura?

La proclamada posición de libertad de mercados tampoco parece extenderse a la carne, sector en el que se anunció la posibilidad de importación del producto, pero no como un ejercicio de libertad de comercio, sí no como una “amenaza” para controlar, supuestamente, algún desborde de los precios al consumo algo que, de todos modos, nunca funcionó y dejó recuerdos imborrables de fracasos famosos -y costosos-, como el caso de los pollos de Mazzorín, entre otros.

En ningún momento se presentó esta posibilidad como un esquema de política nacional de libertad de comercio, en la que las condiciones de apertura para exportar, van a ser las mismas que las de libertad para importar, en tanto y en cuanto, las condiciones en origen no estén alteradas artificialmente, con subsidios, valores de dumping, etc.

Los dichos trataron de ser disimulados rápidamente, pero ya “estaban en el aire”…

Así las cosas, mientras se espera la segunda ola de la corriente del Niño, que agrega una cuota extra de riesgo e inseguridad climática, los empresarios del campo y de la industria alimenticia esperan definiciones más claras o, al menos, menos contradictorias.

Es cierto que los equipos son nuevos y buena parte de los noveles funcionarios no tienen gran experiencia, aunque tengan formación, pero la decantación debe ser rápida, pues los tiempos se acortan.

Por el momento hay un compás de espera interno, pero ante el fuerte desaceleramiento de la economía mundial, la caída de China, la compleja situación de Brasil (el principal cliente de la Argentina), y las previsiones de un muy bajo crecimiento interno, con el mantenimiento de una inflación superior al 20% y altas tasas de interés, los sectores productivos requieren de lineamientos muy claros -y seguros- para poder comenzar a invertir, algo que aún no se conoce, pues al cabo de los primeros 30 días, y más allá de la media docena de muy buenas medidas que ya se habían comprometido durante la campaña proselitista (recorte de retenciones, eliminación de restricciones al comercio, etc.), poco y nada se sabe aún sobre “como continúa la película”, y que respaldo formal habrá para asegurar a los inversores que las reglas no se van a cambiar de un día para el otro, como venía ocurriendo en la última década.

Por ahora, y más allá del “incendio” que encontró la nueva Administración Macri, que parece superar las expectativas que tenían (aunque muchos analistas se cansaron de anunciarlo), el plan global todavía no aparece y, la evolución por carteras es dispar. Mientras algunos ya hicieron público buena parte de lo que “encontraron”: la sobrepoblación de empleados, los atrasos operativos, etc., otras carteras todavía no se pronunciaron, siquiera sobre lo más elemental.

Y, sin duda, además del diagnóstico (a los que todavía les falta hacerlo), tendrán que homogeneizar rápidamente el nuevo “relato”, al menos para no neutralizar con contradeclaraciones los costosos avances que promete el actual contexto interno y externo.

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