Por Juan José de Guzmán.-

Hace mucho que el nombre del Centro Cultural del Bicentenario está entre los temas de debate de los capitalinos.

Cuando la ex Presidenta CFK decidió darle en 2015 el nombre de su difunto marido, no fue sorpresa para nadie. Tras la muerte de Néstor, cualquier avenida, calle importante, plaza, monumento, edificio, club, teatro, represa o salón de eventos pasó a llamarse Kirchner; aquí, en CABA, y hasta en el último y recóndito paraje del extenso territorio argentino.

Es ahora, tras el cambio mental que le devolvió en las urnas una lucecita de esperanza a los argentinos, que surge la posibilidad de reparar una de las muchas injusticias que se cometieron en lo que va del siglo.

Ante la acertada decisión de limpiar los nombres de la corrupción que jamás debieron haber manchado los imponentes salones de uno de los principales centros culturales de América Latina y el tercero a nivel mundial, junto al Centro Pompidou de París, el Foro Internacional de Tokio y el Lincoln Center de Nueva York (según lo atestigua Wikipedia), el nombre que se le vaya a dar tendría que ser el de una figura intachable, mundialmente reconocida por su trayectoria profesional, ética y científica y sus desvelos hacia su venerada Patria.

A 100 años de su nacimiento y diciendo esto, tengo la sensación de estar descorriendo el telón que dejase al descubierto la figura del insigne Profesor Doctor René Gerónimo Favaloro.

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