Por Juan José de Guzmán.-

Una tristeza inmensa me invadió al toparme con la fría noticia llegada de España dando cuenta de la muerte de Pablo Milanés, el talentoso y sensible cantautor, que supo engalanar las cosas más bellas de la vida con su poesía y creatividad musical.

La nueva trova cubana, allá por los 60, se vistió con las mejores galas a expensas de Silvio Rodriguez y de él, llenando con música las penurias de los habitantes de la Isla, que vivieron un espejismo tras la asunción de Fidel.

En Pablo encontraron inspiración bellísimas canciones que le regaló al mundo.

Observador insondable y valiente de la realidad, criticó con dureza la pérdida de los ideales que alimentaron la revolución cubana.

Una de sus más bellas y profundas canciones (por lo menos para mí lo es) se titula “La libertad”.

En esa pieza traza una analogía profundísima entre “La libertad” y esa niña hermosa y pura, violada al cabo de los años” en una evidente crítica a la revolución que él veneró y apoyó (en su vasto repertorio) pero que, con el paso de los años fue perdiendo los ideales que animaron aquella gesta revolucionaria, y los mismos héroes de los inicios se convirtieron en autoritarios dictadores.

La libertad se va poniendo vieja, decía Pablo, la libertad ya no puede parir, la libertad, como todo en la vida, “nació para morir”.

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