Por Otto Schmucler.-

Expulsada de todos los lugares, la estatua que bien podría ser el símbolo opuesto a la intención de quien pretendió rendirle homenaje, el escultor Gerónimo Villalba, fue inaugurada (por donación del gobierno de Cristina Kirchner) en el hall central de la UNASUR en diciembre de 2014, en Quito.

Cinco años después, a poco de que estallara en la Argentina el escándalo de los Cuadernos de las Coimas, la Asamblea Nacional de Ecuador decidió su remoción y traslado hacia los oscuros sótanos a la espera de que nuestro país se hiciera cargo de la repatriación de la misma a un lugar seguro, lejos de la ira de sus detractores, luego de que la Asamblea Nacional de Ecuador la declarara “símbolo de la corrupción”. Pocos días antes de ello, misteriosamente había aparecido en Río Turbio, en otra estatua que homenajea a ÉL, pendiendo de uno de sus brazos un bolsón (que vaya a saber uno que habrá querido significar quien se lo colgó en ese lugar).

Lo cierto es que una vez llegada la estatua devuelta por Ecuador, el entonces presidente Fernández y la viuda de Kirchner la reinauguraron (previa restauración con baño de bronce incluido) en el Centro Cultural que curiosamente llevaba el mismo nombre de la estatua (hasta que vino un León malo que ordenó cambiarle el nombre al Centro y mudar la estatua hacia otro lugar).

Por fin, después de tantos desencuentros, el sábado 27-04-24 reaparecerá nuevamente, ahora en un Microestadio de la ciudad de Quilmes (adivinen cómo se llama el Microestadio), donde Cristina Fernández tiene pensado dirigir un discurso a sus fieles seguidores y la reinaugurará, por tercera vez. ¿Será la vencida?

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