Por Otto Schmucler.-

Todo lo que opine Alberto Fernández ante el periodismo estará teñido de la más absoluta convicción de que no puede ser de otra manera. Así, se lanzará a responder a cualquier pregunta que puedan formularle. La misma será tan contundente como tal vez, no cierta.

Entonces, con la misma facilidad de palabra que un experimentado “vendedor en el transporte público” sacará como de la galera el argumento más sorprendente para contestar o replicar cualquier pregunta. Podría decirse que es un don especial que tiene para decir y/o desdecirse, sin ponerse colorado, de lo que hacía nada había sostenido con la misma convicción pero en sentido contrario.

Él, como profesor universitario de Derecho no puede decir, como lo hace (con indignación manifiesta), que Cristóbal López está “mal detenido”, que tendría que estar esperando el juicio oral en libertad. Olvida, tal vez, que alguien que tiene inhibidos sus bienes no puede (ni debe) pretender desprenderse de los mismos porque con ello estará eludiendo a la justicia y por ende entorpeciéndola y éste sólo, es motivo más que suficiente para que un juez como el Dr. Ercolini, cuyos fallos suelen ser muy sólidos, ordene su detención (que por otra parte lo aclaró en el mismo fallo).

Su última sentencia, respecto de la suspensión del pago de intereses a las LELIQ, tal como lo refutó Lousteau, fue una “apresurada” expresión (desde su espacio tuvieron que relativizar sus dichos).

Otra cosa que olvida el Dr. Fernández es que, en campaña los candidatos suelen tener “permitidas algunas licencias” pero cuando con ellas se tergiversa la verdad, y por ende, se puede inducir al votante al error, las mismas tienen otra gravedad.

Y esto, es necesario que se sepa.

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