Por Hugo Modesto Izurdiaga.-

“Nada va bien en un sistema político en que las palabras contradicen a los hechos.” (Napoleón Bonaparte)

La oratoria no cuenta, no vale nada, si no va seguida de probidad.

La señora Cristina Fernández se caracteriza por este tipo de comportamiento. Le conocemos infinidad de largos discursos. Hace promesas, construye relatos populistas e inverosímiles, que no aportan nada positivo. Sus proclamas adornan grandes esperanzas, vendiéndole puro humo al pueblo argentino.

Si nos remitimos a los hechos, cobra el equivalente a 110 jubilaciones mínimas. Demuestra ser una persona con amplios deseos por el dinero, dejando en evidencia su alta avaricia, codicia y avidez. Nunca renunció a ellas (ni siquiera a una). En cambio, María Eugenia Vidal (ex Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires) desistió a la que a ella le correspondía. Además, promulgó la ley que impone fin a los regímenes jubilatorios especiales para gobernadores y legisladores bonaerenses.

Posdata: «más vale un hecho que mil palabras».

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