Por Roberto Fernández Blanco.-

La economía es intercambio de riqueza. Riqueza es todo aquello que es apreciado y requerido por su beneficio y/o bienestar: bienes, servicios, ciencia, arte, etc. Para participar del intercambio es necesario producir alguna forma de riqueza. Cuanto más apreciado es lo ofrecido más podrá el productor multiplicar el intercambio, proveer a la comunidad de mayor bienestar y obtener mayor beneficio personal. Pero una secta de improductivos se refugió en una interpretación conspirativa enturbiando la armonía social, la cooperación espontánea y la libertad de intercambio. Optando por sentirse desposeídos por quienes generan e intercambian riqueza, canalizaron sus resentimientos y envidias acusando a los productores de explotadores culpables de su marginación, adhiriendo a las ideas de un nuevo mesías que propone la salvación imponiendo una solidaridad forzada. Así el argentino que ha acumulado riqueza produciendo pan, deberá ceder parte de la misma a su vecino improductivo para que este pueda comprarle pan activando el consumo. Para cubrir esta mayor demanda el panadero deberá producir más pudiendo entonces ceder mayor parte de su riqueza al vecino improductivo dando lugar a un virtuoso ciclo productivo de crecimiento ininterrumpido, un crecimiento perpetuo que hará posible multiplicar los panes hasta el infinito superando el milagro bíblico. Este sencillo mecanismo keynesiano puesto en marcha por este gobierno con el respaldo de un premio Nobel, revolucionará la ciencia física iniciando el camino de la eterna abundancia universal y llenando de gloria a quienes predicaron el maravilloso reinado del progresismo socialista. Un sofisma esclarecedor.

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