Por Carlos Marcelo Shäferstein.-

El lavado de dinero consiste en ajustar a la legalidad fiscal el dinero procedente de negocios delictivos o injustificables.

Vale decir, la actividad en la cual una persona o una organización criminal, procesa las ganancias financieras, resultando de actividades ilegales, para intentar mimetizarlas como recursos obtenidos de actividades legítimas.

La costumbre de utilizar prácticas para disfrazar los ingresos procedentes de actividades ilícitas se remonta a la Edad Media cuando la usura fue declarada delito. Mercaderes y prestamistas judíos o marranos necesitaban algún artilugio legal para burlar las leyes cristianas -y evitar ser quemados en la hoguera- de manera tal que encubrían los préstamos usurarios mediante ingeniosas argucias.

Fue en esa época cuando los piratas se transformaron en pioneros en la práctica del lavado de oro obtenido en los ataques a las naves comerciales europeas que surcaban el Atlántico entre los siglos XVI y XVIII. A la piratería clásica se añadieron las prácticas de los bucaneros y filibusteros ayudados encubiertamente por determinados gobiernos europeos, especialmente el inglés y el holandés.

Hacia 1612 Inglaterra ofreció a los piratas que abandonaran su profesión un perdón incondicional y el derecho a conservar el fruto de sus felonías.

Gran parte de las riquezas acumuladas por los corsarios y piratas fueron resguardadas por los herederos de la tradición masónico-templaria y por los banqueros de la época, que solían invertir en otro negocio nefasto -pero legal-, el comercio de esclavos africanos hacia América.

De esa forma surgieron los refugios financieros, versión moderna de aquellas antiguas guaridas.

Con el poderío económico y militar de los piratas y corsarios, las poblaciones europeas y americanas llegaron a creer que tanto el comercio como las finanzas dependían enteramente de ellos.

Los gobernantes católicos de la época, (especialmente en España, el bastión de la religión apostólica y romana) reconocieron que los tratados y leyes en vigor eran insuficientes en la lucha contra los piratas y convocaron a reconocidos juristas aristotélico-tomistas tales como los religiosos Hugo Grotius y Francisco de Vittoria en para buscar una solución de carácter jurídico.

Así surgió, desde el ius gentium, las normas elaboradas para lo que sería el Derecho Internacional (primariamente bautizado como “Derecho de los Mares”), pero sus regulaciones no siempre pudieron confrontar a los hechos, y el lavado de dinero prosigue llevándose a cabo hasta hoy en día.

En efecto, las ganancias mal habidas necesitan del «secreto bancario» para guarecerse. Algunos países, en ese sentido, funcionan como verdaderas cuevas financieras.

Existen en el mundo distintas formas legítimas de usar los paraísos fiscales, pero la mayor parte de las operaciones tienen como objetivo esconder a los verdaderos dueños del dinero y el origen de los fondos, además de intentar evadir impuestos sobre esos activos.

Y ya sea que tengan como protagonista a un empresario acaudalado en Europa que ha decidido no pagar tributos, a un narcotraficante internacional o el jefe de un régimen brutal, los métodos empleados son bastante similares.

La firma panameña Mossack Fonseca, se cubre asegurando que “siempre cumplió con los protocolos internacionales para asegurarse de que las compañías que incorpora no sean usadas para evadir impuestos, blanquear dinero, financiar terrorismo u otros propósitos ilegales”.

Algunos de los métodos más usados para las transacciones ilegales se podrían resumir así:

1. Empresas fantasma. Una empresa fantasma tiene la apariencia externa de un negocio legítimo. Pero es sólo una fachada. No hace nada, salvo manejar su propio capital, escondiendo quién es el dueño.

Su directiva suele estar conformada por abogados, contadores e incluso empleados de limpieza. El equipo sólo presta su firma y permite que sus nombres aparezcan los encabezados de los documentos.

Cuando las autoridades intentan saber quién es realmente es el propietario de los fondos y quién los controla, la respuesta más común es que la directiva de la compañía lo hace.

Pero no es más que una maniobra de encubrimiento. Alguien le paga a la firma para que oculte el dinero de la mirada de las autoridades o, en algunos casos, de sus exesposas.

Las empresas también suelen ser llamadas “firmas de maletín” o “firmas de buzón” ya que son poco más que direcciones postales para remitir documentos.

2. Centros financieros «offshore». Quien cuente con una empresa fantasma lo más probable es que evite inscribirla con sede en Londres o en París, donde las autoridades pueden detectar fácilmente quién es el propietario. En su lugar, es probable que se incline por la elección de un centro financiero offshore (extraterritorial) o lo que comúnmente se conoce como un paraíso fiscal.

Estos suelen encontrarse en países conformados por pequeñas y bellas islas (de ahí el nombre) y que permiten el secreto bancario y cobran impuestos muy bajos o nulos sobre las transacciones financieras.

Hay muchas de estas naciones en el mundo, como las Islas Vírgenes británicas, Macao, las Bahamas y Panamá.

En estos países la mayoría de los servicios financieros son legales. Pero es -en particular- el secretismo lo que los vuelve atractivos para los evasores fiscales y los delincuentes del resto del mundo, especialmente si los reguladores son débiles o hacen la vista gorda.

3. Acciones y bonos al portador. Las acciones y bonos al portador dan una capa extra de anonimato que permite mover fácilmente grandes cantidades de dinero de origen dudoso. Por ejemplo, uno de estos títulos por un valor de 5 libras esterlinas dice en el anverso: «Prometo pagar al portador, a requerimiento, la suma de 5 libras». Esto significa que si tienes uno de estos papeles en tu bolsillo, el dinero es tuyo y lo puedes gastar en lo que quieras. Pero los bonos y las acciones al portador usados para esconder dinero son por cifras mucho mayores y suelen guardarse en maletines o cajas de seguridad. Normalmente tienen un valor de unos US$14.000 y son muy útiles para aquellos que no quieren ser identificados como dueños de determinados fondos. Si el título es guardado en la oficina de un abogado en Panamá, ¿cómo puede saberse a quién pertenece ese dinero? Esto explica por qué el gobierno de EE.UU. dejó de vender bonos al portador en 1982. Eran muy fáciles de usar para actividades ilegales.

4. Lavado de dinero. El lavado de dinero consiste en “legitimar” dinero sucio de modo que pueda ser usado sin despertar sospechas. A narcotraficantes, estafadores o corruptos de toda laya suele presentárseles el problema de contar mucho dinero en efectivo y no poder gastarlo o esconderlo (para tiempos de necesidad) sin despertar sospechas. Por eso, el dinero debe ser lavado siendo enviado a una firma dudosa en un centro financiero offshore. La operación consiste en hacer que los fondos o activos obtenidos a través de actividades ilícitas aparezcan como el fruto de actividades legales e -ingresado al país como dinero para inversiones- los capitales lavados circulen sin problema en el circuito financiero. Para que exista blanqueo de capitales, invariablemente se presupone la previa comisión de un acto delictivo grave, y la obtención de unos beneficios ilegales que ahora quieren ser introducidos a los mercados financieros u otros sectores económicos como dinero de procedencia lícita. Por eso el “blanqueo” resulta ser siempre equivalente a la prescripción de la acción penal para los beneficiarios de la medida.

5. Violación de sanciones. Una de las maneras de penalizar y tratar de limitar el poder de regímenes cuestionados son las sanciones internacionales. Estas pueden incluir restricciones a la importación de equipamiento militar o prohibiciones a la exportación de bienes. Una de las sanciones más comunes es restringir las ventas de petróleo.

Actualmente el gobierno británico, por ejemplo, tiene vigentes miles de sanciones contra países, sus negocios, bancos y numerosos individuos.

Sin embargo, cuanto más onerosas las sanciones contra un régimen, más dinero se puede ganar rompiéndolas. En ese orden es de conocimiento público que el IS el Estado Islámico, que en apariencia es una organización terrorista confesional, se financia con la exportación ilegal de hidrocarburos a numerosos lugares del mundo.

Es lo que hacen quienes suministran cuentas bancarias secretas a corruptos para proveer armamento a un bando de una guerra civil -o a ambos- o bien financian las ambiciones nucleares de regímenes aislados internacionalmente.

Las ganancias suelen ser enormes.

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