Por Hernán Andrés Kruse.-

LA SITUACIÓN EN CÓRDOBA

“A comienzos de mayo los estudiantes de la Universidad de Córdoba trataron de impedir la realización de una reunión de decanos de las Facultades de Medicina de todo el país convocados en esta ciudad con la intención de reorganizar la actividad científica y docente de la especialidad. La protesta se incentivó aún más por la presencia de los decanos de las universidades privadas. En realidad, durante todo el mes se produjeron una serie de acontecimientos sindicales y estudiantiles que hacían prever que se estaba frente a las puertas de un conflicto serio. Desde el rectorado y a través de mensajes trasmitidos por radio y televisión se convocaba al diálogo exhortando a los docentes a que aportaran su experiencia a estos problemas que habían costado vidas de estudiantes. La Voz del Interior en una nota de reflexión señaló, a su criterio, cuál era la situación que se vivía en ese momento: “El país está precipitándose en un abismo de perspectivas inciertas y peligrosas…. Haciendo gala de un extraño concepto de autoridad, el gobierno se ubicó en un plano superior y distante de la ciudadanía, siguiendo el impulso de la actitud orgullosa e inexplicable que ha caracterizado a toda su gestión”.

Multitudinarias asambleas criticaban la actitud del rector de la UNC que había resuelto cerrar las puertas de la institución, sosteniendo que ella era una táctica para postergar la reacción estudiantil cuya consigna era contra la dictadura y el sistema. Las movilizaciones estudiantiles fueron reprimidas y ni el más fantasioso hubiera arriesgado la hipótesis que poco después el caos en la ciudad cobraría proporciones jamás registradas en la historia del país. En efecto el 16 de mayo se realizó en Córdoba un paro general convocado por las dos CGT locales y se impulsaba una protesta programada para el 29 y 30 de ese mes. El 18 se celebró una misa en la parroquia del Pilar de la ciudad de Córdoba para pedir por los estudiantes muertos esa semana en diversos puntos del país. Celebración que fue precedida por una marcha que partió desde el lugar donde años antes había caído el estudiante Santiago Pampillón, y estuvo encabezada por los padres Milán Viscovich y Gustavo Ortiz, del clero local y dos jesuitas Padres Dalmacio Sobrón y Guilmanud, de la Universidad Católica de Córdoba (UCC).

Ese mismo día los estudiantes de la Federación de Estudiantes de la UCC manifestaron al Ministro del Interior, Dr. Guillermo Borda, y a la opinión pública que los 3000 estudiantes de esa universidad no eran manejados por grupos extremistas o agitadores profesionales sino que tenían consciencia del momento que vivían, por lo que hacían un llamado al resto de los estudiantes de las Universidades Católicas del país a fin de que se pronunciaran en este momento “en que el silencio era cómplice”; expresando, entre otros conceptos, lo siguiente: “Los estudiantes de la UCC solidarizados con la lucha de nuestros compañeros de la Universidad Nacional, reunidos en asamblea… hemos resuelto llevar un paro activo de 48 horas a partir de las 0 horas del día 21 como acto de denuncia y repudio ante la violencia institucionalizada estructural, materializada una vez más en los tristes acontecimientos que vivimos los argentinos”.

Por su parte, el cardenal Raúl Francisco Primatesta que participaba de la Conferencia Episcopal Argentina, realiza una declaración, el 20 de ese mes, donde reconoce la esclavitud de diverso tipo de la persona y el dominio de un grupo sobre el pueblo, que se hallaba por eso en una situación difícil, lo que impide el pleno desarrollo “según el plan de Dios”. La solución propuesta era un “nuevo orden” sin violencia. Mientras en el Te Deum del 25 de mayo en La Rioja, el obispo Enrique Ángel Angelelli Carletti se despegaba de esa postura pidiendo por los estudiantes muertos y exhortando a la juventud a no vender sus ideales. Cabe recordar que mientras que el gobierno de Onganía clausuraba los espacios políticos en las universidades públicas, en la Universidad Católica (UCC) siguieron funcionando las agrupaciones estudiantiles porque, en teoría, no eran políticas. Dicha institución se convirtió así en uno de los pocos espacios literalmente abiertos y curas y docentes, en un intento de acercarse a la problemática juvenil, debatían las reformas eclesiásticas del Concilio Vaticano II y de Medellín, que intentaban poner en contacto la Iglesia con el mundo.

Entretanto en la ciudad de Córdoba se iba produciendo el acercamiento entre estudiantes y obreros. Los primeros decretaron, el día 21, un paro general que fue apoyado por el sector obrero y por los jóvenes de la UCC deseosos de participar en esta problemática quienes movilizados por los curas tercermundistas se declararon en estado de asamblea y, a partir de ese momento se produjo una ruptura dentro de la Iglesia y el movimiento de sacerdotes tercer mundista que adquirió dimensiones inesperadas a nivel nacional. A su vez varias movilizaciones se produjeron en otras unidades académicas y, el 22, el gobierno nacional declaró a la ciudad de Rosario como zona de emergencia debido justamente al aumento de manifestaciones.

EL CORDOBAZO: UNA PROTESTA QUE MARCÓ UNA ÉPOCA

“El 26 de mayo de 1969 el sindicalismo cordobés había decidido una huelga general de 36 horas, para los días 29 y 30 de mayo, en coordinación con el movimiento estudiantil. El 28 los jóvenes resolvieron adherir al paro obrero decretado para el día siguiente, que dio como resultado una revuelta conocida como “Cordobazo”. Ese 29 de mayo, aprovechando un paro activo decretado por la CGTA, se organizaron columnas de estudiantes y obreros que enfrentarían en la ciudad capital a las fuerzas policiales la que fue rápidamente superada. Máximo Mena, como obrero y estudiante, integraba la columna integrada por unos 3.000 obreros que venía al centro de la ciudad desde la planta de Santa Isabel de la empresa IKA por la ruta Nº 36 y llegó hasta la Avenida Vélez Sarsfield donde desbordó la barrera policial. Más adelante la policía abrió fuego sobre la columna y Máximo Mena, un dirigente radical y obrero del sindicato SMATA que venía luchando fuertemente desde tiempo antes cayó muerto. La noticia corrió y se produjeron varias movilizaciones en distintos puntos de la ciudad.

Los últimos focos de resistencia fueron en el Barrio Clínicas, epicentro de las luchas estudiantiles que tenía sus calles sembradas de vidrios, maderas, escombros y piedras para defenderse. Cabe mencionar que en este proceso todos los que estaban deseosos de participar de la construcción de una nueva sociedad se movilizaron, incluso las mujeres militantes de la UNC y de la UCC tuvieron presencia dentro del grupo de activistas y colaboraban en las reuniones preparando carteles, ensayaban canticos y cebando mates. La ciudad Córdoba vivió tres días de caos, hubo roturas de vidrieras y quema de autos y negocios. La policía desbordada no podía controlar tantos focos de insurrección. El gobernador Caballero solicito entonces la presencia del ejército quien demoro tres días en llegar. La demora en el actuar muchos la adjudicaron a que la sección del Ejército encargada de la tarea estaba en manos del General Alejandro Agustín Lanusse que veía que el régimen de Onganía estaba desgastado y porque creía en la necesidad de poner fin al régimen de proscripción del peronismo dispuesto en la revolución de 1955.

Es interesante destacar que en su libro aquel señala que el autoritarismo de Ongania fue creando el ambiente para la protesta social que concluye en el Cordobazo y las condiciones óptimas para que grupos subversivos salieran a escena. El Cordobazo le costó la renuncia del gobernador el 16 de junio y lo interesante de destacar es que entre esa fecha y marzo de 1971 Córdoba tuvo la presencia de cinco gobernadores, 3 militares y dos civiles. El Cordobazo se inscribe así como un movimiento de protesta de una fuerza social y política integrada por distintas fracciones de la población y con sectores obreros. Varios son los autores que sostienen la conjunción entre la programación de las jornadas de lucha y lo espontaneo de la acción opositora que desbordó los canales o estructuras formales de organización; el padre Milán Viscovich S.J., opinó que era un hecho nuevo en la historia argentina, diferente a todo lo acontecido anteriormente; mientras, otros, hoy hablan de una planificación de los días previos. A 50 años del Cordobazo algunos de sus protagonistas, entre ellos el Dr. Lucio Garzón Maceda, hijo de Ceferino, recordó que la revuelta estuvo planificada por los sindicatos la semana anterior a su ejecución en la parrilla El Manantial donde concurrieron a comer varios de sus líderes. La respuesta del gobierno fue denunciar la existencia de un plan terrorista”.

CONSIDERACIONES FINALES

“La universidad argentina de la primera mitad de la década del sesenta presentaba indicios reveladores de una tradición científica y académica que buscaba su destino. Eso se interrumpe con el golpe militar encabezado por el general Juan Carlos Onganía en 1966, que modificará sustancialmente el mapa universitario hasta la finalización del proceso militar. La descomposición y los avatares que tuvo que pasar la educación superior en esos años fueron enormes. A partir de 1968, se intensificó el accionar de estudiantes y obreros contra Onganía y obviamente la confrontación fue más que evidente. Las protestas se hicieron cada vez más masivas en el país a lo largo del año siguiente, emergieron en escena las barricadas, las bombas incendiarias y también los atentados con explosivos. Paralelamente la represión policial se intensificó: aparecieron los gases lacrimógenos, carros hidrantes con agua coloreada y corridas con caballo en los cascos céntricos, a su vez las detenciones, inclusive a menores y mujeres, aumentaron.

Mientras la conflictividad social crecía, muchas organizaciones políticas, sindicales, culturales, universitarias y religiosas atravesaron un intenso proceso de radicalización política. Distintos agrupamientos con diversas trayectorias ideológicas, que provenían del peronismo, de la izquierda tradicional, del nacionalismo o del catolicismo, convergieron en torno a una cultura política común que se expresaba en prácticas y discursos que hablaban de liberación nacional, socialismo y revolución. Ello fue cuestionando el orden social lo que se manifestó en las grandes revueltas y movilizaciones populares desatadas a partir del Cordobazo. Después de esa protesta se produjo una aceleración de la historia en donde se impuso y profundizó una nueva izquierda, una nueva sociedad, con una “reinterpretación” del peronismo que intentaba reunir la experiencia histórica del primer peronismo con el socialismo cubano, a partir de una formación de ideas, imágenes y esquemas de acción. El intelectual involucrado con las luchas y la reivindicación de las culturas populares, con su nueva identidad, profundiza su misión en los ‘70 y, a su vez, abrió el camino de regreso al peronismo. Pero eso es otra historia”.

(*) María Cristina Vera de Flachs (Miembro de número de la JPHC): “Las universidades argentinas en tiempos del Cordobazo” (trabajo realizado dentro del Grupo de Investigación “Historia y Prospectiva de la Universidad Latinoamericana”, Colombia).

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