Por Carlos Pissolito.-

Hace más de una década, cuando vestía el uniforme de la Patria con las insignias de coronel, creí necesario publicar mi visión del presente y del futuro de las FFAA.

Lo hice usando un pseudónimo, pues el haberlo hecho bajo mi nombre no me estaba permitido por los reglamentos militares a los que estaba sujeto.

Esto decía:

«Una batería de hechos, algunos externos y otros internos a las propias FFAA volvieron a traer a la superficie el fantasma de una nueva frustración…»

«Sí, más bien, la ausencia de una respuesta totalmente coherente por parte del estamento militar ante esta situación, ya de por sí repetida y que se viene dando desde hace mas de dos décadas. Igualmente, ingresan en esta categoría, la propia incapacidad de estas fuerzas para reformarse a sí mismas, cooperar entre ellas e insertarse definitivamente en las exigencias del siglo XXI».

Componiendo, creemos, un cuadro de síntomas que evidencian una crisis que es profunda y que afecta a estas fuerzas como un todo, más allá de los innegables nichos de excelencia que todavía perduran dentro de ellas. ¿Cómo podría materializarse este Cromagnon castrense? No lo sabemos, podría tener la manifestación externa, por ejemplo, la una sucesión de trágicos accidentes o adquirir una forma más inmaterial como el fracaso logístico o de transporte a una operación de paz en el exterior o a una misión antártica. Las formas son secundarias, el punto estará dado por un acontecimiento que pondrá al descubierto falencias profundas, iniciando la conocida cadena de recriminaciones y culpas.»

Lucio Falcone. «¿Hacia un Cromagnon militar?» Revista Defensa y Seguridad, 2006.

Como una verdadera Odisea nuestras FFAA no parecen haber completado, aun, el recorrido que las lleve a su verdadero destino. Uno iniciado, como el ARA San Juan, desde el mismo hybris de la dictadura militar, pasando por varias estaciones de decidía y abandono democrático.

Hoy vuelvo a escribir sobre el tema. Con mi nombre verdadero, pero con el sabor amargo de la profecía cumplida.

Lo hago, también, esperanzado. Primero, porque como dijera mi hermano Raúl, este país solo reacciona positivamente tras sus catástrofes, como la del famoso boliche, como el de la Estación de Once…

Espero que así sea. Alguien debe detener el deterioro en el que se encuentran nuestras FFAA. Ya que no hay posibilidades de progreso nacional e integral sin ellas.

Lo segundo, es ser cautamente optimista y esperar que las duras lecciones que esto nos deja sean aprendidas de una buena vez y para siempre. Como, por ejemplo, que no sean las políticas partidistas, sino las de Estado, las que guíen el derrotero de nuestra Defensa Nacional.

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