Por Juan Manuel Otero.-
«Resulta llamativa la sanción a un oficial por los dichos de su esposa. Es un proceder manifiestamente discriminatorio y muy a contramano de la política promovida por la actual administración (de Cristina Fernández), que debería haber llevado a la intervención inmediata del INADI. (…) una discriminación a un profesional por la acción de su mujer, (…) convierte a la Armada en una institución que podría asimilarse a los regímenes más trogloditas, al juzgar a un hombre por los actos de su mujer». Patricia Bullrich, respecto de la sanción de la Armada Argentina al Capitán de Fragata Marcelo Osvaldo Toulemonde, por los dichos de su esposa.
Habiendo visto a los funcionarios y políticos oficialistas subirse al colectivo de la multitudinaria manifestación del “Ni una menos” se me ocurre una volcar una opinión al respecto.
Me llama la atención la acalorada defensa hecha a la proclama por Daniel Scioli quien debió soportar un juicio de filiación por parte de la madre de su hija, a quien finalmente debió reconocer a la edad de 19 años. También me parecieron sobreactuados reconocidos dirigentes de La Cámpora, famosos por haber propinado menudas palizas a mujeres, en hechos públicamente conocidos. Ni hablar de los integrantes de la agrupación “Pingüinos” (Ex Vatayón Militante) creadores de los “paseos de inserción” a presidiarios entre cuyos beneficiados se encontraba Walter Vázquez quien asesinó a su mujer Wanda Taddei a quien prendió fuego. Claro que el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 20 redujo la prisión perpetua que le hubiera correspondido condenándolo a 18 años basado en la “emoción violenta” con que había actuado.
Volviendo a la manifestación no me caben dudas que los concurrentes dieron el presente con absoluta buena fe y sinceros deseos de que se termine con esta pesadilla que nos acompaña cotidianamente. Bienvenida la concentración. Estoy en contra de toda, absolutamente toda violencia, sea física o moral, contra cualquiera, hombre, mujer, niño, anciano, perros o gatos. Aclarado esto digo que las autoridades nacionales miran para otro lado y fogonearon esta campaña para subirse a ella y mostrarla como un logro, y de paso introducir la figura del aborto dentro del articulado de la ley.
Me parece perverso que se utilice la buena fe de los adherentes para esta inmoral decisión. Y la Iglesia la apoya!!!!
Sin mayores ilusiones, aporto humildemente un granito de arena para empezar a solucionar el problema de la violencia instalado en nuestra sociedad. Propongo las siguientes medidas:
a) Que la Gendarmería vuelva a las fronteras a cumplir con la misión para la que fuera formada.
b) Que se dinamiten todas las pistas clandestinas que hay en el país.
c) Que se repongan los radares funcionando a pleno, complementada esta medida con la sanción de la Ley de Derribo.
d) Que se aplique una política migratoria similar a las de países vecinos, en cuanto a requisitos de ingreso y permanencia.
e) Que se condene a prisión perpetua a cualquier político de cualquier pelaje u orientación circunstancial (tienen tantas y tan variables!!!) que acepte financiar su campaña asociado a narcotraficantes.
f) Que dejen actuar, con la independencia que exige nuestra Constitución Nacional, a los Jueces del Crimen, con instrucciones de aplicar el Código Penal con el rigor que corresponde, desterrando las perversas doctrinas garantistas que tanto daño han hecho a la sociedad.
g) Que la Procuración General de la Nación deje de estar en manos de títeres del ejecutivo.
h) Que los violadores vayan de inmediato a prisión sin atenuantes por apagar la luz ni beneficios de reducción por “buena conducta”.
Con los traficantes fuera del país y los criminales presos, tengo la plena seguridad que los violadores pensarán muy bien antes de atacar a nadie, la inmediata prisión les servirá de freno.
Y si por meter presos a los traficantes, violadores y criminales nos quedamos sin políticos… pues mala suerte… a barajar y empezar de nuevo. Con tal ejemplo, quien gobierne se cuidará como de orinarse en la cama.
Finalmente debo decir que este dolor de cabeza no se cura con un Geniol, el bajísimo nivel cultural, social, educativo, de respeto por la ley en que hemos caído necesita de un gobierno sano y honesto y si es que tenemos la suerte de conseguirlo, entonces la sociedad argentina, en dos o tres generaciones, tal vez vuelva a sentir orgullo y pertenencia.
05/06/2015 a las 7:50 AM
ESTO ES UNA TRADICIÓN EN EL PERONISMO.-
ENTRE 1950/55, PRIMERA PRESIDENCIA DE PERON, A UN CONOCIDO LE FUE NEGADO EL ASCENSO IMPORTANTE EN EL GRADO, X´Q ESTABA CASADO CON LA HIJA DE UN GENERAL DE NOMBRADÍA DE LA OPOSICION AL RÉGIMEN.-
CON LA sanción de la Armada Argentina al Capitán de Fragata Marcelo Osvaldo Toulemonde,
¡¡¡ NO HAY NADA NUEVO BAJO EL SOL DEL FASCISMO PERONISTA
05/06/2015 a las 10:48 AM
Impecable.
05/06/2015 a las 11:26 AM
Nada que agregar al excelente artículo de Juan Manuel. Sus propuestas son inaplicables pues desbaratarían los canales de ingreso monetario de los gobernantes, con Cristina a la cabeza. Poderoso caballero es Don Dinero, proveniente del narcotráfico. Confiemos en el esperado «cambio».
05/06/2015 a las 11:30 AM
por mi profesión adhiero a los ítems a. hasta la d. el resto de los puntos muy de acuerdo y vendrán por añadidura al aplicarse los primeros. y al que no le quede claro, que averigüé cuales son por ejemplo los requisitos para radicarse en Bolivia. y el uniforme verde gris debe volver a poblar nuestros soberanos portales antes que sea demasiado tarde.
05/06/2015 a las 3:03 PM
¿»Ni una menos»? Otra gran movilización social “espontánea” sacudió la sensibilidad de los argentinos. Como las anteriores, los motivos invocados son justos o al menos razonables. Como en los otros casos golpean la superficie moral de la mayoría de los habitantes de a pie pero no invitan ni por un momento a la reflexión sobre las causa reales.
En la Argentina, y probablemente en muchos lugares del mundo (nadie parece recordar los países islámicos, menos aún los territorios bajo el dominio de ISIS) las mujeres sufren un creciente maltrato. En algunos casos, la brutalidad y el homicidio. Los que se adueñan de la causa dan sus explicaciones, incomprensibles, y sin embargo aceptadas por la mayoría:
Es producto del un régimen patriarcal
Estos delitos se vienen incrementando en los últimos tiempos
Ciñámonos a esta explicación. Veamos su debilidades.
Toda forma “patriarcal” viene en franco retroceso desde hace décadas en los países occidentales. La figura del “padre” y el denostado “paternalismo” (que es una virtud y no un vicio) se combate en el Estado, en las empresas, en los grupos sociales y sobre todo en la familia. Los padres no deben ser paternales, ni siquiera padres. Meros “árbitros” de una relación democrática en una sociedad usualmente disociada, sin relaciones estables. Meros vínculos inevitables de sangre y conveniencia, que se disuelven formalmente bajo leyes absolutamente permisivas. En el mejor de los casos, el modelo soporta individuos que consienten mutuamente en reunirse para ocasiones y convivir bajo un techo como si fuesen pasajeros de un hotel, aunque sin la disciplina de estos. No hay siquiera horarios de comidas comunes y el “frigobar” ha reemplazado la cena familiar. El fin de semana es para que cada uno haga lo que le parezca por su lado, después de una semana en que cada uno hizo lo que no tuvo más remedio que hacer, por su lado.
Esta forma de convivencia familiar, que se aleja de un modo impresionante del modelo patriarcal (padres como autoridad amable de la casa, vida en común, manifestada en almuerzos, cenas, fines de semana o feriados en común, centrados en el culto sagrado y la convivencia de la comida del domingo con larga sobremesa, reunión de diversas generaciones…) esta forma patriarcal denunciada y odiosa para los ideólogos de “Ni una menos” no existe ya desde hace mucho tiempo, tan solo pervive en pocos hogares que resisten la revolución de las costumbres, normalmente fundados en un fuerte fundamento religioso. ¿Cómo podría lo que ya no existe o se extingue ser causa de algo que aumenta de un modo alarmante?
Además, las familias supérstites fuertemente unidas a este vínculo familiar “patriarcal” fundado en la fe religiosa cristiana o al menos en las costumbres de ella derivadas son aquellas en las que se venera a la madre, los hermanos varones protegen a las mujeres, y del padre, podría decirse en el peor de los casos, es demasiado estricto, no golpeador brutal o criminal.
Este ha sido el modelo clásico. Sin duda dentro de él pueden encontrarse excepciones, que demuestran que la generalidad del trato era amoroso y cordial. Incluso cuando el castigo físico fuese un correctivo común en toda la sociedad. Cuando un adulto cacheteaba a un jovencito irrespetuoso en la calle aunque fuera un extraño: o un comisario paternal “sobara” a algún descarriado para evitarle avanzar en el mal camino y lo pusiera luego en manos de sus padres. O una maestra sacara por la oreja al insoportable y la madre, convocada para la advertencia del caso, lo llevara a casa por la otra oreja. Ese paternalismo no era brutal, era duro, fuerte, movido por el deseo de evitar males, sensato, y tenía un claro sentido común fundado en algo que hoy ya no existe: las buenas costumbres.
Yo he vivido ese paternalismo. En mi niñez los curas del colegio salesiano donde cursaba tenían a mano siempre el método preventivo de Don Bosco, y coscorrón que ponía el límite al desbordado. Y funcionaba maravillosamente. Los mismos coscorroneados a su tiempo iban a agradecer a sus “victimarios” y les llevaban a sus hijos para pulir su educación. Y se podía andar tranquilo por las calles, de día y de noche. Y se podía enviar a los hijos a las “casas de familia” con garantías de que solo verían cosas decentes.
Tantos años de llamar a eso “brutalidad” o “represión” nos ha llevado a esto: el maltrato, la humillación irracional y la muerte frecuente de las personas más débiles de la sociedad familiar: mujeres y niños, con frecuencia también ancianos, misteriosamente olvidados en el reclamo de “Ni una menos”.
Es la destrucción de las buenas costumbres lo que hace que los varones ya no sean baluartes de los más débiles. Ya no se infunde el ideal de la caballerosidad, se venera la fuerza bruta. Hoy casi no se ve a hombres defender a las mujeres por las calles, ni mucho menos tener actos de cortesía para con ellas. Por un lado el feminismo, por otro la desvalorización de la mujer que implica la degradación de las costumbres en materia sexual, la “liberación femenina” han sido las causas.
Y de lo malo a lo pésimo, la generalizada pornografía que propone además entre sus múltiples ofertas legales (circuitos de tv por cable, por ejemplo, o Internet) la brutalidad como “variante” del placer. Y hasta en los sitios de “entretenimiento”. ¿Acaso no hace apenas días se estrenó en los cines argentinos una película que cuenta la historia de un sádico millonario y el sometimiento de una mujer a sus caprichos, a la que se le dio amplio impulso en los mismo medios que se llenaron la boca con el lema “Ni una menos”? ¿Esperaban que la promoción de estas perversiones sirviera de elemento educativo para evitar la violencia y los crímenes pasionales o derivados de relaciones que ya no tienen ni el menor límite de social? Y es un ejemplo entre tantísimos.
Los propulsores de esta iniciativa quieren más leyes, controles, etc. Pero también quieren “más educación sexual”. O sea, más causa de lo que denuestan. Quieren que no se condene a las víctimas por el modo en que viven o se divierten (sic). Es decir, que si una chica de 18 años pasa la noche en un boliche emborrachándose y drogándose y luego se va con cualquiera que encontró por allí y luego aparece muerta, no se le atribuya a su insensatez ni siquiera un porcentaje de la causa de su crimen. Ni a la dejadez de sus padres, si es que acaso le prestan alguna atención.
El Estado nacional debe velar, según “Ni una menos” para que los centros de corrupción de las costumbres continúen ofreciendo a las mujeres el divertimento que les parece, pero deben hacerse cargo cuando se producen las consecuencias previsibles de ese tipo de “divertimento”.
Hay en este reclamo un punto de verdad obvio, que consiste en pedir a quienes pueden y deben hacer algo que actúen para evitar estas muertes brutales e insensatas. Pero hay una enorme locura al apuntar toda la responsabilidad al Estado y esquivar el deber de la familia, no mencionar ni por casualidad la responsabilidad de quienes deben ser maestros de la virtud (palabra ausente de todas estas conversaciones, como si no tuviera la menos importancia). Me refiero a los que pretenden ser con o sin causa justa referentes morales, tanto religiosos como dirigentes de cualquier tipo.
Finalmente, la utopía. Mientras se reclamaba “Ni una menos” se cometió un crimen brutal en Corrientes. La víctima, una mujer apuñalada por su “pareja”. Quienes eligieron el lema no tienen sentido del ridículo. Es como si los médicos reclamaran “ni un enfermo más” o los jueces “ni un delito más”.
En el estado de “naturaleza caída” por el pecado original, toda acción humana natural y aún sobrenatural apunta a aliviar, nunca a suprimir las malas acciones, a las que quedan sometidos todos los hombres, inclusive los que las deben velar, prevenir y juzgar. El camino para evitar el crecimiento de estos delitos es devolver a la sociedad la virtud. Se debe predicar la virtud, no el vicio. Una sociedad que vive no solo en pecado mortal habitual, sino encenegada en los peores vicios y degradaciones solo puede producir individuos lábiles y propensos a cometer o tolerar estas monstruosidades.
Una sociedad que corrompe a los niños con sus patrones educativos, no puede esperar sino que esos niños, al llegar a edad adulta o antes inclusive, sean verdaderos monstruos morales.
Una sociedad que fue cristiana y en cierto modo lo es, es decir, cristiana corrompida, peor que pagana, solo tiene un camino para evitar su disolución: volver a la fuente que le dio origen: volver a la gracia, al confesionario, a la fidelidad matrimonial y a la vida en la pureza de las costumbres.
05/06/2015 a las 8:20 PM
Es como si el Colegio de Abogados hubiera sancionado a Miguel Ángel Pierri en la desafortunada causa «Mangeri s/homicidio» por los dichos de su hijo de siete años: «Yo la sé cómo la mató» (sic)…
Almirante Gastoncito (Erice) ponete las pilas porque quedaste como un pelotudo maringote.