Por Hernán Andrés Kruse.-

Hace 43 años las fuerzas armadas recuperaban el control sobre las Malvinas. Apenas se dio a conocer la noticia las calles del país fueron pobladas por miles de ciudadanos que no ocultaban su satisfacción. Nadie lo podía creer. La dictadura militar había recuperado la centralidad de la escena. En aquellos frenéticos días nadie creía que la Primera Ministra Margaret Thatcher ordenaría el envío a las islas de más de cien buques de guerra para recuperar el territorio que el imperio británico había usurpado en 1833. El error de cálculo fue grosero. El 1 de mayo comenzaron los combates entre las tropas profesionales británicas y las tropas argentinas, la mayoría integrada por conscriptos con escasa capacidad militar. Pese a los reconocidos actos de heroísmo protagonizados por las tropas argentinas, el 14 de junio se produjo lo inevitable: su rendición incondicional.

Atrás quedaron 74 días de una guerra feroz. También quedó atrás el fracaso de la diplomacia en su intento por frenar lo inevitable. Es probable que las nuevas generaciones lo ignoren pero entre el 2 de abril y el 1 de mayo hubo intensas negociaciones diplomáticas para evitar el conflicto bélico. En esos dramáticos días quien tuvo un rol gravitante fue el general Alexander Haig, en ese entonces Secretario de Estado del presidente norteamericano Ronald Reagan. Buceando en Google me encontré con un ensayo de Federico M. Gómez titulado “La Diplomacia de Doble Nivel en Malvinas”. Una Aproximación Putniana (*) al Proceso de Negociación en la toma de Decisiones en el Conflicto del Atlántico Sur. La Mediación de Alexander Haig” (Instituto de Relaciones Internacionales-UNLP-2007). Escribió el autor:

EL MEDIADOR Y SU EQUIPO LLEGAN A BUENOS AIRES

“Con la llegada de Haig a nuestro país el día 9 de abril, comenzó a funcionar un mecanismo de propaganda para demostrar al mediador quiénes éramos los argentinos, y brindar el apoyo necesario a la Junta y al equipo nacional de negociadores (tanto militares como diplomáticos). De esta manera la gente era convocada para su concentración en la Plaza de Mayo, originando así un marco de apoyo masivo a la ocupación de las islas y fortaleciendo la imagen de determinación argentina; este marco debía impresionar al mediador produciendo no solo sorpresa sino a su vez admiración por dicho apoyo, pero esto generó todo lo contrario en el huésped.

Al momento de la primer reunión entre Haig, su comitiva, Galtieri y Costa Méndez, los saludos protocolares dieron paso al discurso del comandante-presidente, y tras una breve descripción de los derechos argentinos sobre las islas, pasó a saludarlo para dar lugar al encuentro entre los especialistas y los diplomáticos y de esta manera comenzar el proceso de negociación. Al retirarse Haig, le sugirieron que lo hiciese en helicóptero por la gran multitud afuera en la plaza; éste, a pesar de su renuencia y la de su equipo, terminó aceptando, y allí fue el inicio del pequeño abismo, pero que rápidamente se iría agrandando. Al ver Haig esa multitud, además de la sorpresa, la imagen no le causó admiración sino temor, temor similar al que sintió con la crisis de los rehenes de la embajada estadounidense en Irán. Así se tomó la decisión de que los empleados y funcionarios de la embajada norteamericana estuviesen preparados para una rápida evacuación en caso de ser necesario, ya que no se repetiría lo de Irán y la embajada norteamericana en 1979.

Esta decisión traería repercusiones en futuros diálogos entre el mediador y el presidente-comandante. Tras este encuentro, Galtieri se dirige a la multitud, y en dicho discurso es donde emite las frases que siempre se recordarán: a) “la dignidad y el honor de la Nación no se negocian”; y b) “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”. En el palco, al momento de dirigir ese discurso, Galtieri se encontraba acompañado por pocas personas del círculo decisorio y asesor (tanto el Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, como el Comandante en Jefe de la Armada como así también el Canciller Costa Méndez, estaban ausentes). Esto remarca hasta qué punto los intereses y deseos de Galtieri son los mismos que los objetivos con los que se inició el proceso de recuperación de las islas, y a partir de qué punto comienzan a dirimirse intereses, deseos y objetivos particulares ya sean de la junta o como en este caso, de Galtieri, el cual vio en ese momento la posibilidad de habilitar sus objetivos políticos a corto plazo como futuro presidente democrático de la República Argentina en base a un rotundo triunfo militar en las islas Malvinas.

El mecanismo de la mediación se había iniciado, comenzando las reuniones entre los diplomáticos norteamericanos y los argentinos, pero siempre contando con la atenta presencia del grupo de trabajo creado por el COMIL (Comité Militar), en el cual se encontraban Miret, Moya e Iglesias. Del “diálogo de sordos”, como muchos caracterizaron las primeras reuniones, surgen los primeros esbozos de negociación: a) La obstinación e insistencia de Haig de cumplir la Resolución 502, fue contrapuesta por la decisión del Canciller de hacer detener la Task Force y en su medida ordenar su regreso, con el uso de la clara amenaza de apelar al TIAR. b) Se podría aceptar una administración interina, basándose en una estructura similar a la creada al efecto de la recuperación de las islas pero con participación isleña, completado por un comisionado de la Corona Británica y un veedor norteamericano, pero ambas figuras tendrían una duración limitada hasta el 31 de diciembre de 1982, fecha en la cual la soberanía pasaría a la República Argentina como fruto de futuras negociaciones, siendo este el OBJETIVO FINAL de la negociación. c) Se hizo referencia a derechos y compensaciones monetarias para los isleños como forma de seducción tanto para el Reino Unido, para los Estados Unidos, como así también para los isleños.

El mediador norteamericano amenazaba con retirarse y volcar el apoyo de su país a su aliado histórico, a pesar de los importantes vínculos que unían a ambos estados americanos en ese momento, y los negociadores argentinos utilizaban como amenaza recurrir al TIAR, lo cual no sería beneficioso para los Estados Unidos. Por estos motivos, además de otros, la mediación parecía estancarse, mientras que Haig, amenaza mediante a la ruptura y retiro de la mediación, a través de Costa Méndez consiguió una nueva reunión con el General Galtieri. A pesar de las ilusiones de Haig, el encuentro con Galtieri no recobró nuevas perspectivas a pesar de la insistencia del norteamericano de necesitar “concesiones argentinas” para poder viajar a Londres y continuar con la mediación, y como respuesta a esto llegarían las recriminaciones de Galtieri por las supuestas informaciones suministradas por Estados Unidos al Reino Unido a través de sus satélites.

El debate surgido por estas “concesiones” que debería realizar la Argentina para continuar con la mediación, fue eje de duras discusiones en el seno de la Junta y además de las Fuerzas Armadas. Por un lado se veía la dura posición adoptada por Anaya, a quien se podría identificar como el “halcón” dentro de la Junta, quien sostenía que“ no podría entregarse lo conquistado en el operativo del 2 de abril, en una mesa de negociaciones, y que las amenazas norteamericanas no tenían que tenerse en cuenta ya que con la amenaza soviética en Centroamérica, Estados Unidos no podía darse el lujo de perder a un país como la Argentina”, además de sostener que el propósito esencial de las negociaciones era consolidar los beneficios de la ocupación. Del otro lado de la mesa de la Junta estaba Lami Dozo, quien representaría la figura de la paloma dentro de un nido de halcones, aludiendo a la necesidad de realizar alguna concesión fundamentando su opinión en que al aceptar la mediación se reconocía la posibilidad de tener que ceder en alguna posición.

Dicha posición era fruto de sondeos que el mismo habría realizado dentro del seno de los máximos mandos y autoridades aeronáuticas, además de sostener la necesidad de mayor flexibilidad. Por este motivo de discordia dentro de la Junta originada en los diferentes objetivos y ambiciones de cada uno de los miembros de ésta y de sus respectivas fuerzas, comenzó el proceso del ejercicio del 33,33% de poder que cada una de las tres fuerzas controlaba dentro de la Junta. Por esto Anaya tomó la decisión sine qua non de interponer como delegado suyo, con facultad de poder en futuras decisiones en el proceso mediador, a su delegado personal, el Almirante Moya, además de abrirle las puertas a sus compañeros del Grupo de Trabajo Malvinas, conocido en esos días como el GTM, el General de Brigada Héctor Iglesias, y el Brigadier Mayor José Miret. Así surge “el Parlamento de Costa Méndez”, mejor conocido por los periodistas de la época como “Las Tres Marías”.

Ya en las últimas horas del día 10 de abril se logró acordar, en la mesa interna, una serie de cinco puntos, las famosas “exigencias mínimas argentinas”, las cuales fueron entregadas por el mismo Canciller Costa Méndez al Secretario de Estado momentos antes de partir. Los puntos principales eran: a) La Argentina designaría al gobernador de las islas y se desplegaría la bandera Argentina (lo cual no sería reconocer automáticamente la soberanía Argentina sobre las islas). b) Se debería garantizar claramente que las negociaciones finalizarían con el traspaso definitivo de la soberanía argentina a fines de diciembre de 1982. c) Acordando como punto a ejecutar la desmilitarización acorde a la Resolución 502. Dichos puntos, los cuales tomaron por sorpresa a Haig al leerlos, no fueron los acordados a lo largo de la estadía en Buenos Aires, ni siquiera se acercaban a las opiniones y consejos que brindaron el mediador norteamericano y su equipo durante la negociación. Aquí se observa como claramente el equipo de Cancillería vio influenciado su trabajo a tal punto que en lugar de ser un polo generador de ideas para darle una solución al conflicto sólo fueron mensajeros, mientras que el grupo decisor finalmente fue la Junta, luego de las reuniones finales de Haig con Galtieri en la noche del día 10 de abril, y el GTM (Grupo de Trabajo Malvinas), el cual a su vez era influenciado por Anaya y Lami Dozo, y a su vez entre sí mismos como contrapesos”.

HAIG VUELA A LONDRES CON LAS EXIGENCIAS MÍNIMAS

“En su viaje a Londres y luego de continuos contactos con Francis Pym, y al mismo tiempo con Costa Méndez, a quien le sugería con términos de exigencias el poder continuar negociando con las ideas norteamericanas en lugar de los 5 puntos argentinos. El rechazo de Costa Méndez no se hizo esperar aduciendo que cualquier negociación con otro documento que no fuera el que él mismo entregó en la mañana del 11 de abril, serían negociaciones con documentos de nula jerarquía oficial lo que produciría resultados estériles por ser documentación sin reconocimiento argentino. A pesar de la dureza de la posición del gobierno argentino, el mediador continuó en su rol solamente por la ilusión, y solo una ilusión, del reconocimiento internacional que la solución de éste conflicto traería para sí mismo.

Ya para el día 13 de Abril, a las 14:00 horas en una comunicación entre Haig y Costa Méndez, el primero le comunica al argentino que “tras haber hablado con las principales figuras del gobierno británico” veía “las bases para un progreso”. Así regresaría a Buenos Aires previa parada en Washington. Mientras tanto la Primer Ministro británica Margaret Thatcher declaraba ante el Parlamento británico que le había aclarado al mediador “que ante todo se debe proceder al retiro de tropas de los invasores, que la soberanía no se vería afectada por el acto de invasión, y que al abordarse las negociaciones futuras, lo que más importa es lo que los propios isleños deseen”.

EL IDA Y VUELTA DE HAIG: EL REGRESO A BUENOS AIRES. EL VIAJE QUE PRODUJO VARIAS CRISIS DENTRO DE LA CRISIS

“Antes de retornar a la Argentina, Alexander Haig se dirigió a Washington para informar del avance de la mediación del conflicto; pero estando allí debió también hacerse cargo de diferentes situaciones, quizás no ajenas a él, por ser Secretario de Estado, pero que él mismo reconoció su desconocimiento cierto sobre las mismas. Una de ellas era la ayuda militar que le brindaba Estados Unidos al Reino Unido, por medio de sus satélites, y el aporte de tecnología, repuestos y combustible para aviones. Mientras tanto en Argentina, la Junta continuaba con su preparación militar en Malvinas, y el COMIL (Comité Militar) comenzaba a elaborar un borrador de trabajo con las bases del acuerdo a desarrollar durante la segunda visita del General Haig.

En una comunicación telefónica entre Haig y Costa Méndez, se intercambiaron opiniones sobre el papel de Estados Unidos, por las denuncias anteriormente vistas, el estado de las negociaciones por parte del Reino Unido, y su obstinación de mantener el status quo ante bellum. Toda esta conversación se realizó bajo la sombra de que la Argentina podría recurrir a la convocatoria del TIAR, situación totalmente inmanejable para Estados Unidos. Con el regreso de Haig a Buenos Aires, se oyeron sus primeras palabras referentes al estado de la mediación misma, mediante su reclamo: “el esfuerzo supremo para lograr una solución a este problema” y advirtiendo: “requerirá una flexibilidad grande de ambas partes en este conflicto, sin abandonar sus principios pero demostrando el grado de flexibilidad requerible”.

En el primer encuentro entre Haig y Galtieri, el día 15 de abril, el norteamericano comenzó a describir punto por punto, cuáles eran las posibilidades de negociación con el Reino Unido y las posibilidades de avanzar sobre ella: a) Retiro de tropas argentinas y detención de la flota británica. b) Permanencia de la bandera argentina y administración tripartita. c) Mayor papel argentino en el gobierno de las islas. d) Garantía de finalizar las negociaciones antes del 31 de diciembre de 1982. e) Normalización de las comunicaciones. f) Levantamiento de sanciones norteamericanas.

Pero luego de escucharlo tranquilamente, Galtieri comenzó a espetarle a Haig cada uno de los rumores que había sobre Estados Unidos y su posición en el conflicto, desde la ayuda al Reino Unido, hasta el supuesto plan de evacuación del personal de la embajada norteamericana en Argentina. Ante la sorpresa del mediador, éste solo atino a responder evasivamente y a endilgar responsabilidades a aquellos que querían que su misión como “vehículo de ideas negociadoras entre las partes que mantienen profundas diferencias” (como a él le gustaba que lo denominaran), fracasase. Ya por la noche, al reunirse y deliberar por supuestas opciones de negociación, Costa Méndez se retira del Palacio San Martín, quedando en encontrarse con Haig y la Junta de gobierno a la mañana siguiente, y se dirige a la Casa Rosada, para reunirse con Galtieri, Anaya y Lami Dozo, además del COMIL (Comité Militar). En dicho encuentro Galtieri nuevamente se encontró entre dos fuegos: Anaya, quien se oponía a cualquier concesión y acusaba a Haig de “ser abogado de los ingleses”, y Lami Dozo, que a pesar de su actitud de moderación y conciliadora, tampoco confiaba demasiado en el norteamericano”.

(*) Robert D. Putnam “La política de muchas negociaciones internacionales puede concebirse provechosamente como un juego de doble nivel. En el nivel nacional, los grupos persiguen sus intereses presionando al gobierno para que adopte políticas favorables, y los políticos buscan poder construyendo coaliciones entre esos grupos. En el nivel internacional, los gobiernos nacionales buscan maximizar su propia capacidad para satisfacer las presiones internas, minimizando al mismo tiempo las consecuencias adversas de los acontecimientos internacionales” (fuente: “Diplomacia y política nacional: la lógica de los juegos de doble nivel”. Olga GIL y Luis SANZ, Las fuentes internacionales de las políticas domésticas. Zona Abierta, número 74, España, 1996. Página 79).

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