Por Guillermo Cherashny.-

Se ha desatado un sangriento conflicto entre Hamas, que atacó con más de 300 cohetes al Estado de Israel -y esencialmente a la ciudad de Tel Aviv-. Y la posición de la Argentina no pudo ser más lamentable, al manifestar un equilibrio entre la única democracia de Medio Oriente, que es Israel, y la organización terrorista Hamas, que gobierna en la franja de Gaza y que tiene presencia en Jerusalén Oriental y Cisjordania, y que en sus estatutos de creación establece la destrucción del Estado de Israel.

Los terroristas palestinos atacaron a la policía israelí en Jerusalén Oriental y el gobierno de Netanyahu decidió atacar instalación de bases militares de Hamas en Gaza. Pero sus líderes se esconden en hospitales y mezquitas poniendo en peligro a religiosos, enfermos y niños, para luego reclamar la solidaridad internacional ante la supuesta «respuesta desproporcionada» del gobierno de Netanyahu, que la cancillería argentina hace suya en un declaración pública, desandando un camino que hizo el presidente Fernández al comienzo de su gobierno, cuando visitó Israel en un aniversario del genocidio y ahora, para quedar bien con el ultrakirchnerismo, los funcionarios del presidente no hacen más que ponerse del lado del terrorismo internacional escondiéndose detrás de un supuesto pacifismo, al exigir a un país democrático que acuerde con una organización terrorista una paz, lo que constituye un grave posicionamiento en política exterior que viene tomando la cancillería de Felipe Solá no condenando la dictadura de Nicolás Maduro y buscando la paz entre los que la ejercen y los partidarios de la violencia. Esta declaración se hace en medio de una visita del presidente para buscar apoyo europeo para no caer en default con el Club de París que exige un preacuerdo con el FMI, donde EEUU -el principal aliado de Israel- tiene un papel clave que tomar.

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