Por Eduardo R. Saguier.-

I.- Introducción. Hipótesis historiográficas y análisis geológicos

En la historiografía política, económica y sociológica que debate el origen del subdesarrollo latinoamericano ha prevalecido una vieja y problemática hipótesis geopolítica que subestima la contradictoria realidad etnohistórica, hidrográfica y orográfica del continente y le resta fuerza a una conciencia común, a un destino manifiesto, y a un imaginario de expectativas transformadoras a construir entre todas las naciones de América Latina.
Esta vieja hipótesis, inspirada en José Martí –cuando elaboró Nuestra América—y en cierto determinismo geográfico (Ratzel, Mackinder), en la Escuela de los Anales, y en la obra de Fernand Braudel Felipe II y el Mediterráneo, sostiene que a diferencia de Europa, que por contar con el Mar Mediterráneo, pudo despegar del atraso y el subdesarrollo y alcanzar altos grados de cultura y civilización (con la exclusión del Maghreb en la margen sur del Mediterráneo), Sudamérica en la América Latina, como el África, al carecer de mares interiores, con cursos de agua que comuniquen entre sí sus regiones más profundas, se han convertido en complejos archipiélagos políticos, sin puentes, túneles ni viaductos pero poblados con múltiples Robinson Crusoes.

Estos archipiélagos están compuestos por islotes-naciones o ínsulas, entre sí incomunicadas en materia etnohistórica, geográfica, geopolítica, económica, cultural y lingüística, y transformados en inmensos cotos de caza donde prevalece en cada uno la endogamia, la corrupción y el atraso intelectual, científico y tecnológico. Por cierto, ese atraso se extiende a múltiples políticas en una diversidad de materias, tales como la etnográfica (estudios de las relaciones entre costa, sierra y selva), la geológica (estudios de suelos y lechos rocosos), la geomorfológica (estudios de relieve y topografía), la hidrográfica (estudio de cuencas, humedales, meandros, desecamientos, inundaciones, y vaguadas o thalweg), la socio-económica (globalización interior, reciprocidad en las redes sociales amazónicas, ver Hooper, DeDeo, et.al.), la geopolítica (dualismo geográfico), la demográfica (mestizajes y migraciones internas hispano-lusitanas, guaraní-arawak), la lingüística (para la reconstrucción de identidades lingüísticas y para las difusiones lingüísticas, ver Hornborgy Hill, 2011), la ecológica (cultural, antropológica, sistémica, histórica), la etno-teológica (sincretismos chamánicos), la etno-botánica (farmacopea), la agronómica (meteorización química de nutrientes en suelos y plantas amazónicas, en Ibáñez, 2006), la diplomática, de relaciones internacionales y derecho internacional público (internacionalización de hidrovias), y la ingenieril hidráulica (canalización en istmos o varaderos y en humedales previniendo desecamientos, controlando inundaciones y erosiones y reteniendo sedimentos), centrales para la integración continental. En materia comunicacional, estos archipiélagos han obligado a implementar un costoso transporte marítimo costero de larga distancia entre dos océanos conectados sólo por el Cabo de Hornos, y más luego por el Canal de Panamá; y en el caso de África, por el Cabo de Buena Esperanza y más luego por el Canal de Suez; pero que perpetuaban sus mutuas y estériles rivalidades y chauvinismos.

Nuestro trabajo pretende entonces refutar las hipótesis etnográficas, geológicas e hidrográficas mencionadas, por cuanto en Sudamérica las relaciones entre la sierra y la selva fueron milenarias, al extremo de sostenerse que la población serrana no procede de Eurasia o la Polinesia sino de su interior amazónico. Y a semejanza de África, que posee en su interior grandes lagos (Chad, Victoria, Tanganyica) que son la naciente de los ríos Nilo, Níger y Congo, Sudamérica detenta al menos tres cuencas hidrográficas perfectamente conectables entre sí (la del Orinoco, el Amazonas y el Plata), separadas por cuatro macizos orográficos intermedios (macizos andino, charqueño, platino y guyanés) que operan entre sí como barreras o cuñas y cuyos orígenes arrancan desde hace millones de años. Viene al caso referir, geología histórica mediante, que hace diez o veinte millones de años, el Amazonas desembocaba en el Océano Pacífico, y que cuando un millón de años después; mediante choque, separación y deslizamiento de la placa tectónica de Nazca, emergió la Cordillera de los Andes, se fue formando simultáneamente una inmensa cuenca o mar interior (Than, 2006).

Este mar, cuando Sudamérica se separó de África, fue buscando su salida primero al Caribe (Golfo de Maracaibo), y luego al Atlántico, hasta que en tiempos geológicos lejanos, entre el cretácico tardío y el pleistoceno, hubo al menos seis fases de alza y quietud tectónica, época en la cual el enorme espacio se fue desecando (para la tectónica andina como causa de los cambiantes patrones de drenaje en el mioceno del norte de Sudamérica, ver Horn; Guerrero; Sarmiento y Lorente, 1995; y Guerra-Turín, 2011). En esa compleja epopeya geológica se fueron produciendo crecientes zanjeados naturales de cuencas hídricas, con inundaciones, avalanchas, aludes de rocas, minerales procedentes de erupciones volcánicas, desprendimientos de laderas y polución química natural o eutrofización, y acompañadas por la resistencia del sustrato geológico para descomponerse y formar suelos, donde las cuencas mayores fueron capturando y decapitando a las cuencas menores, y donde los suelos fueron escoltados por múltiples aportes de sedimentos y nutrientes (nitrógeno, fósforo, calcio, zinc, manganeso). El escurrimiento de aguas y consecuente floración y proliferación de algas y larvas fueron drenando la vida acuática, formando películas bacterianas, humedales, pantanos y ciénagas, y suelos ácidos, y fue apareciendo vegetación emergente dando lugar con el correr de los milenios a inmensos sistemas forestales y muy posteriormente a primitivas faunas silvestres (Cleary, 1990; Albergaria de Queiroz, 2013).

Para el propósito de estos análisis historiográficos, etnográficos, geopolíticos, geológicos e hidráulicos nos hemos propuesto indagar los proyectos pioneros de canalización comenzando con las expediciones de Tabares, Fritz, La Condamine, Rodrigues Ferreira, y Humboldt, y siguiendo con la lucha entre tesis geopolíticas opuestas para el análisis de la integración de las cuencas hídricas. Entre esas tesis hemos jerarquizado el dualismo geográfico, el desplazamiento de los límites fronterizos, y la consecuente fragmentación del espacio amazónico en un continente hidrográficamente desintegrado. Como derivación de esa disputa y esa fragmentación estudiamos los frustrados congresos de ingenieros latinoamericanos que se convocaron para estudiar la integración de las cuencas fluviales y sustituir los planes ferroviarios. Para analizar los intentos de romper la dualidad geográfica estudiamos la globalización y el cabotaje interior del circuito amazónico desagregado en seis (6) grandes tramos o corredores y sus respectivos afluentes, y su impacto en el mercado interno sudamericano (laboral, productivo, educativo, cultural, etc.), la operación “Fitzcarraldo” y la faraónica mudanza de la capital brasilera a Brasilia, seguida por el enfrentamiento entre las opciones integradoras y las mutiladoras. Para investigar la integración hidrográfica pan-amazónica analizamos las obras de ingeniería hidráulica y las ponemos en contraste con varios ejemplos históricos mundiales. Y como conclusión tomamos conciencia de las malversaciones del BID-Banco Mundial, de la esterilidad de la pugna entre las ínsulas mayores (Brasil y Argentina) y de la necesaria internacionalización de las hidrovías interiores de América Latina.

II.- Utopía de integrar las cuencas hidrográficas y las expediciones de Tabares Rodrigues Ferreira y Humboldt

La utopía de integrar las cuencas hidrográficas del Orinoco, del Amazonas y del Río de la Plata comenzó muy lenta y esporádicamente. Se inició con la aventura expedicionaria del bandeirante portugués Antonio Raposo Tabares (que violaba la línea fronteriza del Tratado de Tordesillas), a través de los ríos Guaporé-Madeira hasta la boca o estuario del Amazonas luego de producida la rebelión de Portugal contra la dominación Habsburga (1648); y siguió con las expediciones cartográficas del jesuita Samuel Fritz en el Amazonas de fines del siglo XVII, y de la llegada al Ecuador del hijo de la Ilustración Francesa el explorador Charles Marie de La Condamine en 1735; la expedición amazónica del portugués Alexandre Rodrigues Ferreira (1783-1792), patrocinada por la reina María I, y los descubrimientos en Venezuela del naturalista prusiano Alexander von Humboldt en 1799.

Humboldt conocía los intentos de construir canales en Grecia, Egipto, China y Rusia. En la Grecia antigua, el Canal de Corinto conectaba el Egeo con el Golfo de Corinto. En el Antiguo Egipto, el canal de los Faraones ligaba el Río Nilo con el Mar Rojo a través de la depresión de Wadi Tumilat, y la obra fue comenzada por Darío el Grande cuando Egipto estuvo invadido por los persas (510 A.C.), y más tarde desarrollada por Ptolomeo II Filadelfio (282 A.C.), nieto de Alejandro el Grande, luego por el emperador romano Trajano (117 D.C.), y finalmente en el siglo XIX por el ingeniero francés Ferdinand de Lesseps (1869). En China, el Gran Canal de 1800 kilómetros, que venía de Pekin y unía los ríos Amarillo y Yang-Tsé, construido por los emperadores a lo largo de sucesivas dinastías había sido mencionado por Marco Polo y el sinólogo jesuita Matteo Ricci (Needham, 1986; Avarello, 2015).

Como Humboldt también estaba al tanto de los avances en Rusia del Canal Mariinsk, que ligaba el Río Volga con el Mar Báltico (de 368 kilómetros de largo), habría querido emular esos antecedentes históricos y remontando el Orinoco y las bifurcaciones del Casiquiare, en la Amazonía, descubrió la función natural de este último (esta expedición fue repetida dos siglos más tarde por otro alemán Klaus Reckling).Y en un intento de extender sus investigaciones hidrográficas (Del Orinoco al Amazonas. Viaje a las Regiones Equinocciales del nuevo continente), Humboldt envió a su socio y colega, el botánico y naturalista francés Aimée Bonpland al Paraguay, para que explorara la integración fluvial de la cuenca del Plata y el Alto Paraguay con el Río Amazonas, lo que se frustró por la anacrónica actitud del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, crudamente retratado por Augusto Roa Bastos en Yo el Supremo (Kohlhepp, 2005).

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III.- Lucha entre tesis geopolíticas e integración de cuencas fluviales

En el siglo XIX, la Convención Preliminar de Paz (1829) precipitada por la denominada Guerra Cisplatina entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Imperio de Brasil, logra la creación de la República Oriental del Uruguay (ROU) y con ella la libre navegación del Plata. Y en la segunda mitad del siglo XIX, en 1851, la Cancillería brasilera a través del Tratado de Comercio, Navegación y Límites otorgó al Perú, a instancias de Ramón Castilla, la facultad de comercializar y navegar (incluso sus barcos de guerra) a través de las naciones amigas, la misma política exterior que venía impulsando en la Cuenca del Plata contra el monopolio de la misma por el Dictador de la Confederación Argentina Juan Manuel de Rosas. Pero sólo a partir de 1866, una vez capturada la boca del río Putumayo, los ríos amazónicos fueron definitivamente liberados a los barcos de otras banderas que quisieran navegarlos. Este reclamo venía siendo cultivado por la burguesía mercantil peruana para romper el monopolio comercial de Belén que tenía atenazado a los comerciantes de Iquitos y al departamento de Loreto (a semejanza de la lucha librada por la burguesía mercantil de Asunción y Corrientes contra el monopolio comercial de la burguesía porteña). Diez años más tarde, en 1876, se repitió la operación librecambista con la Colombia amazónica, pues se firmó el Acuerdo de Libre Navegación del Río Putumayo, cuando Colombia había perdido ya el control de su desembocadura. Más a fines de siglo, cuando Colombia se encontraba envuelta en la Guerra de los Mil Días, los comerciantes colombianos –a diferencia de los de Iquitos—demostraron carecer del mismo empuje burgués.

Más luego, finalizada la Guerra de Crimea, en Europa se concertaba el Estatuto de los Ríos Internacionales y se firmaba entre Francia, Alemania, Suiza, Bélgica y los Países Bajos el Convenio de Mannheim (1868), que vino a revisar el Convenio de Mainz de 1831 y a internacionalizar los ríos Rhin y Danubio (Álvarez, 2000). El emperador Pedro II, que había sido apremiado por las dificultades para aprovisionar sus ejércitos en la Guerra de la Triple Alianza, tanto desde el Alto Paraguay como desde el Alto Paraná, ordenó actualizar los proyectos de integración de las cuencas fluviales. Estos proyectos fueron promovidos desde la década del sesenta del siglo XIX por Domingo F. Sarmiento y por el Ingeniero militar brasilero Eduardo Jose de Moraes, y consagrado en su libro A Junccao Do Amazonas Ao Prata: E Estudo Sobre O Rio Madeira (1890).

A punto de terminar la guerra de la Triple Alianza, como respuesta a la creación en el oriente peruano de la provincia de Loreto (1853) por parte del presidente Ramón Castilla y para que no se repitieran las tristes experiencias que ocurrieron en los Fuertes Coimbra y Corumbá (que desataron la guerra), el emperador Pedro II buscó afianzar las fronteras amazónicas capturando las bocas de los ríos Caquetá y Putumayo, y ordenó para ello en 1867 reforzar el fuerte de Tabatinga a orillas del Amazonas, ubicado a siete días de navegación río arriba de Manaos y tres días río abajo (por el Tratado de Madrid este fuerte debió haber sido devuelto a la corona española, Zárate Botía, 2001, 254). Como réplica, el Presidente Peruano Mariano Pardo creó ese mismo año la Comisión Hidrográfica del Amazonas y envió desde Iquitos al Ingeniero Manuel Charón para que funde frente mismo a Tabatinga una fortaleza en donde antes había estado el Fuerte Ramón Castilla, antiguo San Antonio de las Amazonas, copando de esa forma la boca del río Napo (ver Sevilla Pérez, 2013, 111). Charón rebautizó el lugar con el nombre de Leticia, en recuerdo de su amada Leticia Smith Buitrón, hija del cónsul británico en Iquitos. Medio siglo más tarde Leticia pasó a poder de Colombia por obra del Tratado Salomón-Lozano (1927). Pero cinco (5) años después de ratificado el Tratado, en 1932, el dictador peruano Sánchez Cerro se plegó a la toma de Leticia por parte de pobladores de Iquitos desatando con ello una guerra con Colombia, que fue una guerra aérea, y que finalizó una vez que fue asesinado en 1933 (ver Camilo Restrepo, 2001). Como simple antecedente histórico a tener en cuenta, la guerra por el control de los ríos interiores es lo que habría llevado en un remoto pasado –a juicio del arqueólogo Arthur Demarest— al colapso de la civilización maya, en especial los conflictos por el dominio del río La Pasión, afluente del Usumacinta.

También, para esa época de fines del siglo XIX–en que trascendían las noticias sobre la aventura de David Livingston y Henry Stanley de intentar conectar el Nilo con el río Congo (1874-75), y en que las compañías navieras inglesas, usufructuando la libre navegación de los ríos, sacaban sin límite la goma de las amazonías boliviana, peruana y ecuatoriana, pagando tributo en la Aduana de Iquitos– el cauchero peruano Carlos Fermín Fitzcarrald López descubrió en 1891 el istmo o varadero (retratado por el cineasta Werner Herzog) que comunica las cuencas de dos ríos alto-amazónicos paralelos, el Apurimac-Ucayali y el Madre de Dios-Manu (o río Amarumayo). Este pionero hallazgo circunvalador le permitió sacar el caucho por el río Madeira y por medio de ese arduo rodeo eludir la gravosa aduana peruana de Iquitos, en lo que damos en denominar la operación “Fitzcarraldo”. Pero lo que lamentablemente no pudo eludir Fitzcarrald fue la Aduana de Belem do Pará, en la boca del Río Amazonas.

Contemporáneamente con Fitzcarrald López, y una vez caído Pedro II e inaugurada la República del Brasil (1889), el poder político se descentralizó, y la fiebre o boom del caucho (látex o leche maldita) en el mercado mundial desplazó la frontera brasilera aún más hacia el oeste y consolidó su frontera con el Chaco paraguayo y boliviano. La Fortaleza Principe da Beira (Matto Grosso) —fundada en el siglo XVIII por el Ministro Pombal– era el mojón principal de esa nueva frontera cuyo influjo se extendió hasta alcanzar las mismas estribaciones de la cordillera andina (El Acre). Las fortalezas o fortificaciones eran entonces verdaderos “marcos de frontera”, más por su valor simbólico que por su persuasión militar (Zárate Botía, 2001, 238). Este desplazamiento de la frontera interna generó en Brasil una identidad geográfica dinámica, caracterizada por una marcada dualidad entre la inmensa amazonía occidental y el macizo oriental platino (denominado de esa forma por desembocar sus ríos en el Plata), y paralelamente una desintegración hidrológica continental entre dos grandes ríos con afluentes y estuarios políticamente asimétricos pero de necesario curso internacional.

Pero sin perjuicio del avance de la frontera occidental, multitud de ríos localizados en el centro del Brasil quedaban aún cartográficamente vacíos, sin conocerse sus nacientes y desembocaduras. A comienzos del siglo XX, en 1914 (tan solo tres años después que Hiram Bingham descubriera Macchu Pichu), el ex presidente norteamericano Teodoro Roosevelt (invitado por el Presidente del Brasil Hermes da Fonseca), fascinado con la exploración de territorios desconocidos de África y América Latina, implícitamente interesado en la interconexión de las cuencas fluviales del Plata y el Amazonas, y siguiendo las huellas del bandeirante Raposo Tabares, del topógrafo inglés Percy Harrison Fawcett (demarcador de la frontera entre Bolivia y Brasil) y del explorador Arnold Savage-Landor (descubridor del río Juruena afluente del Tapajós), se integró a una expedición científica encabezada por el militar caboclo Cándido Rondon destinada a la búsqueda de la desembocadura del Río de la Duda. La expedición partió desde Puerto Cáceres (Mato Grosso) en el Alto Paraguay (pues Roosevelt había llegado vía fluvial procedente de Buenos Aires donde estaba de visita informal), luego atravesó la meseta o chapada dos Parecis (en el altiplano o planalto del estado de Mato-Grosso del Norte), donde nacen desde distintas serranías los ríos Aguapei, Alegre, Xingú, Araguaia, Juruena y Ji-Paraná o Machado, buscando el río Tapirapué o de la Duda (afluente del río Aripuaná), posteriormente bautizado Roosevelt, y desembocando en el curso bajo del Madeira y luego en el Amazonas, epopeya en la que como Raposo Tabares en el siglo XVII casi pierde la vida y aceleró su muerte temprana (Wasserman, 2009). Recientemente, un bisnieto de Roosevelt vino a celebrar un homenaje prestado a su abuelo por numerosos grupos étnicos del Xingú en Cuiaba (Mato Grosso), seguramente anhelantes de integrar las cuencas fluviales de Sudamérica, tal como tácitamente lo soñara Thedy Roosevelt, quien no podía comprender la rivalidad existente entre Brasil y Argentina. En el caso del río Juruena (rama madre del río Tapajós), este fue hábitat del grupo étnico Nambikwara, el escenario de las investigaciones practicadas más tarde por el antropólogo belga Claude Levi-Strauss.

Efectivamente, las fronteras y límites políticos varían con la estructura hidrográfica, alcanzando en esto relevancia el dominio de los estuarios y de las nacientes o cabeceras de los grandes ríos. En el caso del Amazonas, si bien el estuario corresponde a Brasil, sus afluentes o tributarios más occidentales le pertenecen en forma de estructura arbórea o dendrítica a los países andinos (Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia) y a Venezuela y las Guayanas. Y en el caso del Plata, si bien sus afluentes (Paraná, Paraguay, Iguazú, Uruguay) pertenecen a Brasil, y otros de sus afluentes corresponden a Bolivia (Bermejo, Pilcomayo), el estuario les pertenece a la Argentina y a la República Oriental del Uruguay (ROU), en forma compartida, desde la Convención Fluvial de 1857 (Greño Velasco, 1972, 103).

Sin embargo, en el caso del Plata, la particularidad geológica es que el thalweg, vaguada, o línea de agua más profunda, pasa por la costa oriental del río y beneficia a los puertos uruguayos (Nueva Palmira, Montevideo). Por ese motivo, las autoridades argentinas, resentidas por su inferioridad portuaria y por la instalación de la Pastera Botnia frente a Gualeguaychú (Entre Ríos), arguyeron recientemente excusas sanitarias para clausurar el amarradero de la Isla La Paloma, en territorio argentino, donde una larga fila de buques paraguayos espera el turno para transferir su carga (soja y manganeso) en el puerto de Nueva Palmira a buques graneleros de alta mar. Moraleja, los exportadores paraguayos se encuentran expuestos a los caprichos políticos del gobierno argentino para sacar su producción al Atlántico.

IV.- Desplazamiento de los límites fronterizos y fragmentación del espacio amazónico

La desarticulación física y política del espacio latinoamericano como prolongada secuela de las Reformas Borbónicas (Tratado de Madrid, 1750), de la expulsión de los Jesuitas (1767), de las revoluciones de Independencia (1810), de la formación de los modernos estados-naciones (1862), y de la fiebre cauchera sin duda colaboró en fracturar también el espacio amazónico.

Sin embargo, este espacio geo-hídrico ya venía partido en dos mitades asimétricas por obra de la antigua voluntad papal, donde el borde occidental de la mitad geográfica más reducida, la oriental portuguesa, se fue corriendo incesante y progresivamente hacia el oeste. En efecto, la Bula Inter Caetera de 1493 fijó la frontera a 100 leguas al oeste de las Azores; el Tratado de Tordesillas de 1494 lo estableció a 370 leguas al oeste de las Islas del Cabo Verde; y se corrió aún más al oeste con la fundación de Manaos en 1667, y quince años después, con la fundación de la Colonia del Sacramento en la Banda Oriental (1680). Más tarde, el Tratado de Madrid de 1750, ratificado por el Tratado de San Ildefonso (1777), al ceder España a Portugal el territorio del Mato Grosso a cambio de la Colonia del Sacramento, la frontera interior se corrió aún más al oeste hasta el extremo oriental del río Guaporé, donde el Ministro Pombal estableció la fortaleza Principe da Beira (1750), que aún hoy subsiste como museo y dos años después declara a Vila Bela da Santissima Trindade como capital de Mato Grosso. Y la frontera con el espacio platino también se acentuó por cuanto la fortaleza Principe da Beira impuso una barrera artificial entre la Amazonía y el Gran Chaco boliviano y paraguayo.

La fragmentación de la Amazonía se profundizó al ordenar Pedro II en 1867 reforzar el Fuerte de Tabatinga en el Amazonas, pues de esa forma Brasil capturó las bocas de los ríos Caquetá y Putumayo. Como represalia, Perú ordenó refundar el puerto de Leticia, pero sorprendentemente el gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera, en Colombia, no actuó en defensa de la boca del Putumayo. Estas mudanzas geográficas sumadas a los efectos de la Fiebre del Caucho hicieron que la burguesía peruana de Iquitos centralizara las actividades de los frentes caucheros amazónicos, verdadero instrumento de la peruanización del Oriente (ver Esvertit, 2001, 253; y Sevilla Pérez, 2013, 111). Dicha explotación y centralización generó toda suerte de migraciones forzadas, de refugiados, de desertores entre la población autóctona y de resistencia a la sedentarización y al trabajo esclavo dada su naturaleza bifurcada, marcada por las épocas de creciente y bajante de los ríos y por la diferencia entre tierra firme (de población sedentaria) y zonas de várzea (de población nómade). Por otro lado, merced a los siringueiros (una migración interior de origen caboclo procedente predominantemente de Ceará, sugerida por Euclides da Cunha, secretario del ministro Rio Branco, en lugar de una vulnerable migración europea), la frontera brasilera se corrió desde los puertos de Manaos, Tabatinga y Corumbá–que eran la última línea de defensa de la mítica “costa interior”– hasta las estribaciones de la cordillera oriental peruana y las tierras bajas de la Amazonía boliviana (el Acre).
Este desplazamiento de la frontera (semejante al que encaró Argentina en la Patagonia austral) incidió para que Bolivia y Brasil se enfrentaran entre sí en la Guerra Acreana (1902-1903); y para que Perú, luego de una serie de incidentes armados (1903) ocupara territorios del Acre que habían perdido los bolivianos, y que luego consiguió retenerlos mediante negociaciones diplomáticas aduciendo la “legítima propiedad de los espacios no explorados” (Tratado Velarde-Rio Branco, 1909, en Garay Vera, 2009). Más luego, el Canciller Rio Branco se benefició de la confrontación desatada entre Perú y Bolivia, así como del enfrentamiento entre Colombia y Perú, donde el Fuerte Ramón Castilla, antiguo San Antonio de las Amazonas, había sido rebautizado en 1867 por el ingeniero peruano Manuel Charón con el nombre de Leticia. Finalmente, en 1908, el canciller Rio Branco confrontó con el canciller argentino Estanislao Zeballos (que aparentemente desconocía la obra de Eduardo Moraes). En esta oportunidad el conflicto quedó circunscripto a la dimensión de las respectivas flotas de guerra (cantidad y calidad de los acorazados), con total desaprensión por la cuestión más determinante de la integración de las cuencas fluviales.
En conclusión, así como Brasil edificó su costa interior en la ribera de la cuenca amazónica, copando la desembocadura de los ríos afluentes (Negro, Caquetá y Putumayo), el Perú,
lindante con el río Amazonas también fue construyendo su propia costa interior, copando la desembocadura del río Napo en perjuicio del Ecuador, y fue sacando la producción de su espacio por el único río a su alcance, el Río Amazonas. Por el contrario, Colombia y Ecuador vieron muy socavada la posibilidad de construir su propia costa interior. No obstante, la prolífica cuenca del Río Amazonas ofrecía afluentes alternativos que podían adoptarse acudiendo a verdaderos istmos o varaderos, tal como fue el caso citado de Fitzcarraldo. Sin embargo, pese a los trajines de una diplomacia burocratizada y ritualizada, al tratar de disociar ambas costas interiores y seccionar los ríos que eran contiguos y/o sucesivos (como los ríos Putumayo, Caquetá/Japuré y Guainía/Negro) y pertenecientes a todos los vecinos de la cuenca, sus antiguos pobladores mantuvieron estrechos contactos sociales, económicos y culturales.

Pero quienes controlan arbitrariamente la desembocadura de un río, ya fuere el caso del Amazonas, el Plata, el Putumayo o el Napo, monopolizan la cuenca. Ese fue el secular y trágico caso del Danubio, en la Europa oriental, a lo largo de todo el siglo XIX, pues fue poseído intermitentemente por la Rusia Zarista y el Imperio Otomano en perjuicio de Rumania y Ucrania. El Imperio Otomano se fue desflecando primero con la independencia griega, luego con la conquista francesa de Argelia y se terminó desplomando con la Paz de Versalles (1919), todo lo cual explicaría el fracaso interpretativo de Braudel sobre el Mediterráneo, señalado al comienzo de este escrito.

V.- Dualismo geográfico en un continente hidrográficamente desintegrado

Como fruto de la post-guerra de la I Guerra Mundial (1919), se asiste al pasaje teórico y retórico de la homogeneidad étnica a la heterogeneidad geográfica, acentuada por el influjo de autores como Friedrich Ratzel (1903), Rudolf Kjellen (1916) y Camille Vallaux (1921), que fue desplazando de la cartelera al pensamiento sociológico (Durkheim, Weber). Así como para el Perú se desarrolló una concepción geográfica triádica y estática con la crítica combinación de costa, sierra y selva, donde la selva era un territorio colonizado por pueblos primitivos, sin historia y sin contacto alguno con la sierra andina (ver obra de Uriel García, en Viola Recasens, 1993, 8); el geógrafo español Carlos Badia Malagrida en El factor geográfico en la política sudamericana (Madrid, 1919) desarrolló para el Brasil la tesis de un dualismo geográfico irresuelto entre las recientemente anexadas tierras bajas de la Amazonía y el macizo sud-oriental platino. Más aún, el geógrafo uruguayo Luis Cincinato Bollo propuso el mismo año en su libro South  America, past and present (1919) la integración de las cuencas fluviales sudamericanas, las del Orinoco, Amazonas y el Plata.

Diez años más tarde, el geógrafo Clarence F. Jones levantó un mapa del Río Madeira publicado en Agricultural Regions of South America (Worcester, 1928); y el ingeniero francés Roger Courteville, alentado por la búsqueda de la ciudad perdida que había explorado Fawcett (quien había desaparecido a orillas del río Batoví, afluente del alto Xingú en 1925, a manos de indios silvícolas (caníbales o antropófagos) y en su rescate se habían practicado una docena de frustradas expediciones, ver Hawke, 2009), investigó dos años después, en 1930, una ruta fluvial integradora que iba del Plata al Amazonas por el curso del Madeira, más arriba que las ensayadas en el mismo río por exploradores victorianos, tales como Fawcett, Savage-Landor y Rondon-Roosevelt. Esta nueva ruta iba por el Río Guaporé, la misma vía contigua con las tierras bajas del Alto Perú o Audiencia de Charcas (Bolivia) que el bandeirante Antonio Raposo Tabares supuestamente surcara en 1648 (antes que se fundara Manaos), que el Ministro Pombal amojonara en 1776 con la edificación de la Fortaleza Príncipe da Beira (aún subsistente en Rondonia como reliquia arqueológica), y que el Mariscal Rondon demarcó en 1930 como límite fronterizo entre Brasil y Bolivia (Botelho Lucidio, 2013).

A fines de la década del 30 prevalecieron las tesis geopolíticas dualistas defensoras de las fronteras naturales (integración política en el seno de las cuencas hidrográficas respectivas), que encuentra como su promotor original a Badia Malagrida. Estas tesis aventuraban una eventual secesión amazónica que se iba a desprender del Brasil republicano –semejante a la fragmentación que aconteció a partir de la independencia en el espacio hispanoamericano– si este país no encaraba fuertes políticas públicas para contrarrestarla. Pero ello fue rebatido por la tesis expansionista y realista del militar brasilero Mario Travassos (1938), quien a contrapelo de Pedro II y de Moraes, centraba el motor geopolítico del Brasil en la oposición sistemática entre las cuencas del Amazonas y el Plata, y en el eterno conflicto entre ejes geográficos opuestos, de los ejes transversales/horizontales contra los ejes longitudinales/verticales, cuyo principal objetivo era monopolizar la circulación del tráfico y de la producción del hinterland impidiendo que ésta se filtrara hacia el sur (Zugaib, 2006; Varella Neves, 2013).

Paralelamente, Travassos le atribuía a la cuenca amazónica una potencialidad de naturaleza centrípeta, semejante a la que poseía la cuenca del Plata, capaz de precipitar la fabricación de un arborescente espacio geográfico de dimensión nacional, que supuestamente desmentía la tesis de Badia Malagrida acerca del dualismo geográfico, pero que no advertía sus fuertes efectos regresivos. El travassismo estuvo entonces influido por las teorías del “área pivote” o núcleo vital, del inglés Halford Mackinder (1904), que veía al Brasil como una potencia continental, para lo cual privilegiaba la conexión del Mato Grosso con el “Triángulo Estratégico” Boliviano (Santa Cruz, Cochabamba y Sucre o más luego Tarija), y su eventual anexión a los efectos de neutralizar el expansionismo ferroviario argentino, que había llegado a su fin con la crisis del 30 y la II Guerra Mundial. Con posterioridad, Regis Debray y el Che Guevara, bajo el influjo de Mackinder, eligieron este triángulo (Valle Grande) para localizar su “foco guerrillero” (Pfrimer & Roseira, 2009; Favaro Martins, 2011).

Para estos geopolíticos brasileros, las cuencas del Amazonas y del Plata así como la hoya amazónica y el macizo boscoso del Chaco debían estar fatalmente separados debido a las barreras geológicas de los Macizos de Charcas (Boliviano) y Guyana, cuñas o barreras entre las cuencas del Orinoco, el Amazonas y el Plata, que hacía que sus caudales de agua se volvieran entre sí antagónicos y supuestamente imposibles de modificar por la mano del hombre (Farias, 2004; Severo, 2012). Estas barreras geológicas eran semejantes al rol que cumple en Europa la meseta ubicada al norte de los Alpes desde donde parten las cuencas de los ríos Rhin y Danubio; en Asia, el macizo tibetano como cuña entre las cuencas de los ríos Yang-Tsé (China continental) y Lancang-Mekong (Sudeste Asiático); y en Asia Menor, la Meseta Central de Anatolia (Turquía) que da lugar a la media luna fértil, comportándose como cuña (buffer zone) entre la Mesopotamia (ríos Tigris y Eufrates) por un lado, y el Río Jordán en Palestina por el otro.

VI.- Congresos de ingenieros latinoamericanos para integrar las cuencas fluviales

En la década del 40 y en medio de la crisis desatada por la II Guerra Mundial, y la decadencia del costoso tráfico ferroviario financiado por el golpeado capital inglés, diversos congresos de ingenieros latinoamericanos alentaron los estudios hidrográficos con el no oculto objetivo de integrar las cuencas fluviales del continente. En efecto, la Conferencia Regional de los Países del Plata, reunida en Montevideo a comienzos del año 1941 (con la participación de los cancilleres Alberto Guani, Alberto Ostria Gutiérrez y Luis Andrés Argaña), el III Congreso Argentino de Ingeniería, celebrado en Córdoba el 4 de julio de 1942, la V Convención de la Unión Sudamericana de Asociaciones de Ingenieros (USAI) reunida en Montevideo del 9 al 16 de marzo de 1947, y el I Congreso Panamericano de Ingeniería, celebrado en 1949 en Rio de Janeiro, resolvieron recomendar a los estados y asociaciones de ingenieros que continúen y coordinen mediante comisiones técnicas mixtas, los estudios ya existentes (Cincinato Bollo, Courteville) sobre la posible conexión o integración de los tres grandes sistemas hidrográficos de la América del Sur: el Plata, el Amazonas y el Orinoco. El diplomático boliviano Ostria Gutiérrez se hallaba muy prendado por la geopolítica. Por el contrario, el caso del anfitrión uruguayo Alberto Guani, se trataba de un ferviente antifascista de filiación política colorada; y en el caso del paraguayo Luis A. Argaña (padre del asesinado vicepresidente Luis M. Argaña), le correspondió definir la posición paraguaya en favor de la alianza democrática en la Conferencia de cancilleres de Río de Janeiro (1942). Y el año 1947, otro geógrafo, Horacio Gallart, levantó la apuesta de los Congresos y Conferencias citados registrando y publicando numerosos mapas e ilustraciones de la misma ruta fluvial.

Como consecuencia directa de estas investigaciones cartográficas, exploraciones hidrográficas y recomendaciones de organismos regionales y asociaciones profesionales, el ingeniero Gabriel del Mazo, representante del Radicalismo argentino y ex presidente de la Federación Universitaria Argentina (1920), devenido desde hacía años en el vocero político de los ingenieros reformistas (La Línea Recta), y del pensamiento regenerador de la Reforma Universitaria de Córdoba, formuló en forma pionera en 1948, ante el Parlamento argentino, un proyecto de resolución de integración fluvial a escala continental. Este proyecto cayó en saco roto, pues ambos bonapartismos, el brasilero como el argentino, tenían puestas sus miras en objetivos puramente proteccionistas e industrialistas.
No obstante, estos ingenieros estaban vinculados a la ingeniería hidráulica (diques, muelles, malecones, esclusas, canales, endicamientos), y a los discípulos del Ing. Luis Huergo–enfrentados a los ingenieros ferroviarios– tales como los ingenieros Lifschitz Jarco, Minervini, Fraga, Pollitzer, Galmarini, Rubinstein, y Suasnabar (Candioti, 1920, 726-759).

Esta fascinante formulación de política continental ocurría cuando simultáneamente en Europa la Comisión Central para la Navegación del Rhin y el Convenio de Belgrado de 1948 –fundados en el Convenio de Mannheim de 1868– posibilitaron la gestación de las regulaciones que dieron origen a la Comisión del Danubio, destinadas a construir una hidrovía internacional que uniría los ríos Rhin-Meinz con el Danubio, y de esa forma liberar a los productores austríacos, húngaros, búlgaros y croatas de la condición de rehenes de quienes controlaban la boca del Danubio, ya fueren los rusos o los turcos. Ese bloqueo debe haber sido la verdadera razón de la ocupación austríaca del Véneto y la Lombardía en el siglo XVIII (1713-1796), es decir, la salida al Adriático. Una vez construida la hidrovia–inaugurada en 1992– los austríacos, los húngaros, los checos y los rumanos han podido elegir la boca del río que prefieran, ya se trate del Rhin o del Danubio.
Posteriormente, el Ing. Del Mazo publicó un pequeño libro titulado Proyecto de un Canal Sudamericano (1962) que abunda sobre lo expuesto en la Cámara de Diputados quince años antes. Sin embargo, como Ministro de Defensa de Arturo Frondizi (1958-62), Del Mazo –políticamente debilitado por el conflicto universitario conocido como el de la Laica y la Libre– careció del poder para introducir su proyecto en las reuniones de gabinete, pues el Canciller Miguel Ángel Cárcano lo ignoraba. Los cancilleres más significativos que le siguieron, como Zavala Ortiz, De Pablo Pardo y Costa Méndez, tampoco reabrieron en el foro público la discusión sobre el tema hidrográfico del Alto Paraguay, pues estaban centrados exclusivamente en la cuestión Malvinas. Tampoco los cancilleres de los países hispanoamericanos integrantes de la cuenca amazónica (Bolivia, Perú, Colombia) reclamaron la apertura de una ruta fluvial que conectara sus afluentes del Amazonas con los afluentes de la Cuenca del Plata y el Gran Chaco ni tampoco los afluentes del Madeira con los del Ucayali. Estas propuestas y recomendaciones de obras públicas de infraestructura continental por parte de asociaciones hemisféricas ligadas al pensamiento Reformista y a las prédicas nacionalistas y latinoamericanistas de escritores como Ricardo Rojas, Manuel Ugarte y Rufino Blanco Fombona, fueron acompañadas por la intelectualidad hispanoamericana, en especial por la boliviana (Carlos Montenegro), la paraguaya (Natalicio González) y la uruguaya (Ardao). En el caso de la intelectualidad peruana llama la atención el escaso interés que despertaron las poblaciones amazónicas en el pensamiento de José Carlos Mariátegui y en el contenido de sus Siete Ensayos, probablemente influido por el desprestigio que causó la cesión de la región de Leticia a Colombia, durante el gobierno de Augusto Leguía (Tratado Salomón-Lozano, 1927), y que la guerra de 1932 intentó vanamente reparar.
Sin embargo, si bien en Brasil el bonapartismo Varguista desarrolló programas colonizadores de la Amazonía (SPVEA en 1953, sobre la base del cual se montaron los hermanos Villas Boas, el SUDAM en 1966, y el INCRA en 1970), el desafío ingenieril procedente del Plata fue acogido con recelo y animadversión, pues simultáneamente denunciaba las supuestas ambiciones de Venezuela y Argentina para adueñarse del espacio amazónico.

VII.- Intentos de romper la dualidad geográfica y mudanza de la capital brasilera

Desaparecido Getulio Vargas por la fatalidad del suicidio, a fines de la década del cincuenta, Brasil mudó por segunda vez en la historia su distrito capital; influido por los nuevos paradigmas procedentes de la adopción de las teorías geográficas del espacio vital (Mackinder) y de la localización central (Kjellen), pero esta vez un millar de kilómetros hacia el interior del territorio, de Rio de Janeiro a Brasilia (dentro de los límites del estado brasileño de Goiás, entre Mato Grosso al occidente y Mina Gerais al oriente). Brasilia había sido propuesta como capital un siglo y medio antes por el primer canciller de Brasil José Bonifacio (1763-1838) y fue pensada como una plataforma para lanzar la colonización de la región litoral interior. Para ello se abrieron también las rodovias de Brasilia a Acre, y de Brasilia a Belem (Mickle Griesi, 2009), esta última localizada en la misma zona donde tuvo su epicentro la heroica Columna Prestes (1925-27).

La faraónica mudanza de la capital tuvo su ejecutor en el presidente Juscelino Kubitscheck (1956-61), pero pese a sus méritos geopolíticos –por haber penetrado al interior del Brasil—no alcanzó a romper el dualismo geográfico denunciado hacia medio siglo por Badia Malagrida, ni a integrar las cuencas fluviales del continente, perpetuando la partición xenófoba, el escaso cabotaje fluvial y los resquemores de un pasado pleno de anacrónicas pugnas entre los mismos países vecinos de la cuenca amazónica. Y últimamente, los planes colonizadores del litoral fluvial continuaron pues se han planificado varias hidrovías interiores, entre ellas las hidrovias de los Ríos Purús, Branco, Madeira, Tapajós, Xingú, y Tocantins-Araguaia, que va del Mato Grosso al puerto de Barcarena (Pará), en el bajo Amazonas, y han construído puertos de aguas profundas en el Atlántico Sur (Santos, Paranaguá y Rio Grande). Pero la hidrovía que une el Guaporé-Alegre con el Aguapey-Alto Paraguay sigue sin ser puesta en consideración por temores económicos y políticos, e infundadas objeciones ambientalistas, que incluso afectan a las mismas poblaciones brasileras del macizo platino (Foz de Iguazú, Forte Coimbra, Corumbá), y cuyas anacrónicas motivaciones se remontan a la trasnochada pugna entre Argentina y Brasil, y al miedo que inspira en las elites del poder brasilero la operación “Fitzcarraldo”. Esa misma pugna entre los Imperios Austro-Húngaro y Otomano fue la que en Europa había paralizado por décadas la construcción de la hidrovía Rhin-Mainz-Danubio o conexión Euro-Mediterránea (Clarke, 2009).

Años más tarde, agotado el largo régimen bonapartista, la larga dictadura militar brasilera (Castello-Branco, 1964-69; Garrastazú Medici,1969-1974; Geisel,1974-1978) –como reacción a la indiferencia de los regímenes populistas (Vargas, Goulart)– intentó romper dicha dualidad mediante carreteras viales o rodovias, destacándose la inter-amazónica y la carretera Cuiabá (Mato Grosso)-Santarem (Pará), enteramente pavimentada, que se conecta con la trans-amazónica, y que se impulsó a partir de la presencia del Che-Guevara en Bolivia (1974). La trans-amazónica fracasó por ignorar la estratégica relevancia de las cuencas y puertos fluviales y la estacionalidad meteorológica, que afecta la supervivencia de los caminos. Esto ha servido para corroborar que no existe posibilidad alguna de integrar el Brasil sin la previa integración de todos los países que componen la cuenca del río Amazonas, y sin una integración que construya canales e internacionalice las vías fluviales, tal como se hizo en Europa con las hidrovías, que permitan vencer las dualidades y bifurcaciones geológicas entre las cuencas del Amazonas, el Orinoco y el Plata.

Y ese fracaso vial y fluvial se agrava en forma cada vez más alarmante y escandalosa en toda la hoya amazónica pues las carreteras son efectivamente vectores de deforestación (Fearnside, 2014). También se agrava con el boom petrolero que ha contaminado el río Napo (sobre los Mashco-Piros y la contaminación petrolera, ver Valdivia, 2007; y Castro Suárez, 2013); con la fiebre del oro que contaminó con mercurio la región amazónica brasileña, entre los ríos Tapajós y Xingú; y con el boom cocalero que viene contaminando los ríos Mántaro y Apurimac (afluentes del río Tambo, y este del río Ene, a su vez afluente del Ucayali) con precursores químicos, al extremo que en ellos ha desaparecido la fauna ictícola y amenaza contagiar la totalidad de la cuenca con focos de contaminación microbiológica.Y en cuanto a la deforestación del Mato Grosso y de la Amazonia, recientemente Fearnside y Figueiredo (2015) han investigado y publicado estudios donde denuncian la devastadora deforestación provocada por las represas y por las vías rodoviaria y ferroviaria, y la responsabilidad indirecta que le cabe a China en la expansión de dichas vías de transporte.
www.bu.edu/pardeeschool/files/2014/12/Brazil1.pdf

Paralelamente a estas propuestas y recomendaciones, en la historiografía lusitana de la década del 50, se desató un intenso debate entre el historiador portugués Jaime Cortesao y el brasileño Sergio Buarque de Holanda sobre la veracidad del mito de la «isla Brasil», donde se revela que los portugueses ya en el siglo XVII buscaban intencionalmente “…definir las fronteras de la colonia portuguesa a partir del Amazonas y la cuenca del Plata, pues percibían que a través de esas dos entradas al interior del continente se llegaba a un desconocido corazón del territorio sud-americano” (comunicación de Shellard Correa, 2015). El representante más genuino de esta pionera y auto-complaciente percepción de un fundacional “destino manifiesto” y de una hipotética “costa interior”, fue según Cortesao el bandeirante portugués Raposo Tabares. Luego de haber participado en las malocas contra las Misiones Jesuíticas y en la Guerra de Reconquista del nordeste brasilero contra los invasores Holandeses, Raposo Tabares navegó en 1648 por más de diez mil kilómetros a través de los ríos Paraguay, Grande, Mamoré, Madeira y Amazonas, cuando aún no existía Manaos (fue fundada recién en 1669), alcanzando exitosamente Belén do Pará en la desembocadura del río Amazonas, y falleciendo poco después de las enfermedades originadas en la tropical aventura expedicionaria.
http://www.scielo.br/scielo.php?pid=S0104-87752007000100005&script=sci_arttext

Posteriormente, en la década del 60, circularon los trabajos del Arq. Paulo Mendes da Rocha sobre la “costa interior” del Brasil, aludiendo al mito insular y al comportamiento vinculante y necesariamente integrador de sus ríos y cuencas hídricas. En la década del ochenta, los hermanos Paul y Constantino Georgescu, venezolanos de origen rumano, tras una larga travesía, recomendaron la misma ruta fluvial que va del Plata al Amazonas por la ruta del Guaporé-Madeira.
www.histarmar.com.ar/InfGral-3/RdlPlataalOrinoco.htm

También en esa época se ensayaron nuevas tesis geopolíticas por académicos como Backheuser (1952), y por militares brasileros como Carlos de Meira Mattos (1980) y Golbery do Couto e Silva (1981). Meira Mattos desarrolló su tesis en tres ejes: espacio, fronteras y posición; y Golbery sostuvo que Brasil era lamentablemente desde el punto de vista espacial un archipiélago, y que para que alcance influencia y liderazgo en Sudamérica debía cumplir con cuatro objetivos: “…estar suficientemente articulado al interior; efectivamente integrado; expandido en su extenso territorio, y debe manifestar control sobre sus fronteras” (Romero Gallardo, et. al., 2012).

Y recientemente se ha resucitado el interés por historizar la dualidad geográfica brasileña y la desintegración fluvial continental pues el profesor ecuatoriano Leonardo Mejía publicó su libro Geopolítica de la Integración Subregional. El rol de Brasil (Ed. La Huella, 2012); y el geógrafo-historiador brasilero Manoel Fernandes de Sousa Neto, investigando la frustrada iniciativa de Pedro II de integrar las cuencas fluviales del continente con su tesis doctoral publicada en 2012, Planos para o Império: os planos de viação do Segundo Reinado (1869-1889); y Perrier-Bruslé (2014), y haciendo hincapié en la triple frontera meridional entre Bolivia, Perú y Brasil, abundaron sobre la anhelada integración sudamericana.
http://www.scielo.br/scielo.php?pid=S0104-59702014000401490&script=sci_arttext

VIII.- Rivalidad entre opciones integradoras y mutiladoras: operación “Fitzcarraldo”

Como respuesta al expansionismo rodoviario del Varguismo y del golpismo militar brasilero en la Amazonía (Castello Branco, Garrastazú, Geisel), los países del Pacífico sudamericano reaccionaron con la convocatoria del denominado Pacto Andino. El programa conjunto de integración económica fue plasmado en el Tratado de Cartagena y firmado en 1969 por sus respectivos presidentes (Bolivia con Siles Salinas, Chile con Frei Montalva, Ecuador con Velasco Ibarra, y Perú con Velasco Alvarado), al cual se adhirieron Venezuela (con Caldera) en 1973 y Colombia (con Turbay Ayala) en 1978. Simultáneamente, la dictadura militar argentina había patrocinado el Tratado de la Cuenca del Plata, originado en la Tercera Reunión Extraordinaria (y Primera Ordinaria) de sus Cancilleres, realizada en Brasilia en abril de 1969 y convocada con el objetivo de promover el desarrollo económico y la integración física de la cuenca del Río de la Plata.

No obstante las desavenencias, el mismo año de 1978, la diplomacia brasilera (Itamaraty) no se arredró y logró el respaldo del mundo andino (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, Venezuela) para la firma del Tratado de Cooperación Amazónica (Bacchetta, 1984, 82). Fue en esa época, en 1983, que el ex presidente peruano Fernando Belaúnde Terry, inspirado en la prédica de Gallart y Del Mazo, promovió con su frustrado ejemplo la factibilidad del traspaso del canal del Casiquiare entre las cuencas del Amazonas y el Orinoco. Y a comienzos del siglo XXI, los países integrantes de la cuenca amazónica resolvieron reformular dicho Tratado de Cooperación creando en 1998 la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), y eligiendo en 2003 como sede a Brasilia. De tal modo, los países de la margen occidental de la cuenca amazónica no pertenecen a una sino a dos organizaciones, el Pacto Andino y el Tratado de Cooperación Amazónica. Para amortiguar el impacto geopolítico, la OTCA decidió entablar fluidas relaciones con los países de la Cuenca del Plata (Mercosur) y con los del macizo andino o Comunidad Andina de Naciones (Gudynas, 2005).

Paralelamente, en el Cono Sur, y en especial durante el gobierno de Carlos Menem (canciller Di Tella), los procesos de integración regional generaron en 1991 el Tratado de Asunción, que introdujo el concepto de “soberanía compartida” de los ríos contiguos; y en 1992 el Acuerdo de Transporte Fluvial de la Hidrovía Paraguay-Paraná, sin que en ellos se trataran la conexión del Alto Paraguay con el río Guaporé/Itenéz ni se venciera la vieja pugna entre Brasil y Argentina. Cinco años después, en 1997, los gobiernos de la cuenca del Plata, reproduciendo el centripetismo rioplatense, propusieron un plan auspiciado por la Comisión Intergubernamental Hidrovia (CIH).

Este plan se proponía convertir los ríos en hidrovías, es decir en un sistema inteligente de vías navegables y de calados más profundos, con el fin de ayudar a reducir los costos de exportación de mercancías de la zona (en particular la soja), pero no trató de discutir la naturaleza internacional de las hidrovías interiores que corresponden a los ríos de curso sucesivo ni discutieron la necesidad de construir canales y acueductos y ahondar drenajes y dragados en aquellos casos en que los ríos internacionales encuentran su vinculación física mutilada por varaderos, istmos o humedales (pantanales). En el caso del Pantanal matogrossense –el impedimento para continuar la prolongación de la Hidrovía Paraguay-Paraná– las objeciones ambientalistas no fueron rebatidas ni discutidas con los ejemplos de navegación fluvial que brindan la mayoría de los grandes deltas del mundo sin que sus humedales se desequen ni pierdan su rol controlador de inundaciones (Mississipi, Danubio, Volga, Níger, Nilo, Eufrates, Ganges o Mekong).

El istmo de once (11) kilómetros hallado en 1891 por Fitzcarrald constituye un hito fundamental en la historia latinoamericana, pues evidencia la posibilidad de modificar la realidad geográfica. Dicha istmo separa el río Serjali, afluente del Mishagua–a su vez afluente del Urubamba/Ucayali– del río Caspajali afluente del Manu, a su vez afluente del Madre de Dios (que lo era a su vez del río Madeira), con lo cual Fitzcarraldo pretendía equivocadamente unir los ríos Ucayali y Purús cuando en realidad estaban uniendo el Ucayali con el Madeira. Diez años después, en 1901, Ernesto Laureano Rivero Mellán descubre un nuevo varadero, que iniciándose en el pequeño río Jimblijinjileri, afluente del Serjali y el Mishahua, culmina en la quebrada Shahuinto del río Manu, afluente del Madre de Dios.

Estos varaderos operaban como rodeos de circunvalación, entre fluviales y terrestres, ideados para sortear un obstáculo fiscal. Los ríos internacionalizados también pueden ser obstaculizados por calados poco profundos que solo sirven para navegar convoyes de barcazas o “trenes de empuje”. Los convoyes consisten en formaciones de hasta veinte barcazas de escaso calado, propulsadas por un remolcador de empuje (en donde cada una de las barcazas tiene aproximadamente 12×48 metros, midiendo hasta 300 metros de eslora por 48 metros de manga; y tiene una capacidad de carga de 1500 toneladas y la totalidad del convoy de hasta 30.000 toneladas), equivalentes a 1500 vagones de ferrocarril y a 1800 camiones. En la Cuenca del Plata y la Hidrovía Paraguay-Paraná este tráfico de bajada ha superado actualmente en cuatro veces al de subida, y en este último, el 80 % del tráfico corresponde al rubro de combustibles (Álvarez, 2000).

Los gobiernos militares brasileros y sus intelectuales orgánicos impulsaban –a juicio de Batista da Silva (1996)– aquel modelo de confrontación basado en objetivos geopolíticos nacionales individuales priorizando la ocupación territorial y su autosuficiencia económica, lo que llevó a inversiones muy ineficientes y a estructuras latifundistas que condujeron a insurrecciones rurales, reprimidas como en la Masacre del Dorado dos Carajá, en el sur del estado de Pará (1996). Para evitar los errores del modelo militar que desmentían las aspiraciones de Pedro II, Batista da Silva (1996) propuso una fuerte sustitución de los objetivos geopolíticos –centrados en contextos nacionales y en la formación de polos económicos–por objetivos de cooperación que superaran los resentimientos del pasado, orientados esta vez hacia un paradigma más competitivo y menos gravoso consistente en la primacía de una perspectiva regional geo-económica (Zugaib, 2006; Padula, 2011). En ese sentido, el problema del excelente análisis de Zugaib (2006) es que desconoce la relevancia de la tesis geopolítica de Badia Malagrida (1919) y no guarda el debido reconocimiento a los hallazgos cartográficos de Gallart (1947) y Del Mazo (1962). Esa primacía de una perspectiva regional supone tener que revisar todas aquellas políticas que han impedido que la amazonías brasilera, colombiana, ecuatoriana, peruana y boliviana se puedan conectar con la cuenca platina, incluso la revisión de los informes técnicos que esgriman la defensa del Pantanal Matogrossense como indiscutible excusa para boicotear la prolongación de la Hidrovía Paraguay-Paraná.

Retomando en ese aspecto las posiciones liberales y cosmopolitas de Pedro II, el Presidente brasilero Fernando Enrique Cardoso y su canciller Luiz Felipe Lampreia, formularon en el año 2000 la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), orientada con el apoyo del BID y la CEPAL hacia una integración regional, tal como lo había planteado cuatro años antes Batista da Silva (1996). En efecto, la Iniciativa IIRSA propuso cinco (5) grupos de proyectos de infraestructura, fundados en un proceso de progresiva liberalización económica y que otorga a la autoridad del estado una jerarquía de menor relevancia. De esos cinco grupos de proyectos de IIRSA los cuatro últimos contribuyen a la integración del continente (optimización del corredor brasilero Corumbá (MS)-São Paulo (SP)-Santos (SP)-Rio de Janeiro (RJ); conexión Santa Cruz-Puerto Suárez–Corumbá; conexión Santa Cruz–Cuiabá; y conexión Ilo/Maratani-Desaguadero-La Paz e Arica-La Paz e Iquique-Oruro-Cochabamba-Santa Cruz).

Sin embargo, el primero de los cinco proyectos, el Eje Inter-Oceánico Central (EIC) impulsado por el Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (COSIPLAN), y acompañado por la Ferrovía Trans-continental entre Brasil y Perú, hasta el puerto de Paita en el Pacífico, a financiar por el gobierno Chino, es un proyecto malversador, pues ignora totalmente el desarrollo integrador de la infraestructura hídrica del espacio latinoamericano y por lo tanto se vuelve un costoso plan puramente extractivista (Padula, 2011; Coelho Jaeger & Jurado Pretes, 2013). Para el caso del eje norte-sur, el primer proyecto mutila la hidrovía Paraguay/Paraná (HPP) pues al jerarquizar el eje transversal este-oeste para beneficiar los nuevos puertos de aguas profundas de Río Grande, Santos y Paranaguá en menoscabo del eje norte-sur perjudica las costas amazónicas de Colombia, Perú y Bolivia, que quedan privadas de la conexión platina, y también perjudica la costa uruguaya y el puerto granelero de Nueva Palmira, el más competitivo de todos los puertos del Cono Sur, pues por él pasa el thalweg, vaguada, o línea de aguas más profunda de la Cuenca del Plata, que es de 35 pies (Greño Velasco, 1972). Al tornarse el comercio de exportación e importación más competitivo, los intereses procedentes del interior del circuito platino (Paraguay, Bolivia) contaban a su favor con la operación “Fitzcarraldo”, para no estar sujetos a la condición de rehenes, es decir para no ser monopolizados por las aduanas de Buenos Aires o Montevideo y poder optar por otros puertos graneleros, como el de Nueva Palmira (ROU).
http://www.bbc.co.uk/portuguese/noticias/2015/05/150518_ferrovia_transoceanica_construcao_lgb

Lamentablemente, los subsidios del BID y el Banco Mundial han estado enderezados a sobornar personalmente los mandarines intelectuales de los países periféricos en lugar de destinar los subsidios a la infraestructura científica, tecnológica e hidroviaria de África y América Latina.

IX.- Integración hidrográfica pan-amazónica en oposición al modelo mutilador.

Los autores, congresistas, profesionales y políticos aquí citados, con la salvedad de unos pocos, concluyeron que mediante obras de ingeniería hidráulica (dragado, drenaje, canalización, contención de márgenes, rectificación de meandros, extirpación de lechos rocosos, señalizaciones, balizados, esclusas, elevadores de barcos, etc.), complementadas con obras férreas y terrestres (caminos de sirga, terminales portuarias, puentes atirantados, escolleras, muelles, amarraderos, pantalanes, cargadores, y atracaderos flotantes), se podrían comunicar entre sí relevantes cuencas hídricas. Al no poder conectarse por motivos ecológicos con el río Guaporé, la Hidrovía Paraguay/Paraná se encontraría en los hechos mutilada.

En efecto, la cuenca del Alto Paraguay y su afluente brasilero el Río Jaurú (antiguo límite entre los dominios de Portugal y España, pero removido con el Tratado de Madrid de 1750), podría llegar a interconectarse con la cuenca del Río Guaporé (El río Jaurú desemboca por margen derecha en el río Paraguay a unos 60 km al sur de Puerto Cáceres [Mato Grosso], de 85.274 habitantes, y es navegable todo el año con calado de 0,50 m (o casi dos pies) hasta Porto Limao [Mato Grosso] de 90.106 habitantes, en el km 55, y en aguas altas hasta Porto Esperidäo [Mato Grosso] de 10.950 habitantes, en el km 170). Cuando el río Guaporé bordea la frontera de Bolivia, los habitantes bolivianos lo conocen como el Río Iténez, que es afluente del Mamoré, donde desagua también el río Madre de Dios (que se origina en la cordillera oriental del Perú y cruza Bolivia). El río Madre de Dios tiene en sus costas varios puertos entre ellos Puerto Maldonado, y posee una conexión terrestre con un afluente del Alto Ucayali, que lo lleva a Atalaya y a Pucallpa y más río abajo al puerto de Iquitos. La navegación desde Atalaya (10.243 h.) a Pucallpa, y desde Pucallpa a Iquitos, puede tomar de 4 a 7 días por el río Ucayali, con paradas en Requena y Contamana (Para el dragado del puerto de Iquitos y los problemas derivados del thalweg o vaguada, y la restinga, ver Paredes Bravo, 2002).

Por otro lado, el Mamoré-Guaporé en su curso bajo se une a su vez con el río Beni en el puerto de Vila Bela da Santissima Trindade (Rondonia), de 15.138 habitantes, para desembocar en el Río Madeira (un verdadero río internacional de curso sucesivo), “donde salvando pequeñas cascadas o saltos de agua llamados “cachuelas”, o rápidos llamados “corredeiras”, con un descenso de 66 metros, a lo largo de 300 km entre Guajará-Mirim (Rondonia, antiguo Territorio Federal del Guaporé), de 41 646 habitantes, y Porto Velho (capital de Rondonia), de 373.917 habitantes, circundado por una vía férrea, para llegar finalmente al gran río Amazonas (Buela Lamas, 2009).

Respecto a las cascadas mencionadas se ha informado que se están programando tres mega-represas, dos en Brasil, las de Jiraú y San Antonio en el estado de Rondonia (Brasil), y una en Bolivia, la de Cachuela Esperanza en el departamento del Beni, provincia de Vaca Díez, con fines meramente hidroeléctricos y para vender el excedente al Brasil, que afectarían la construcción de la hidrovía y contaminarían los ríos (Fearnside, 2014).
http://viajeaqui.abril.com.br/materias/edgardo-latrubesse-rio-madeira-amazonia-usinas-de-jirau-e-santo-antonio

Para Buela Lamas (2009), la integración fluvial de ambas cuencas podría darse entonces con un canal de doce (12) kms., en la llamada Chapada dos Parecis al suroeste del estado de Mato Grosso del Norte (donde desde distintas serranías nacen los ríos Aguapei, Alegre, Ji-Paraná, Xingu, Araguaia y Juruena). Navegando el Alto Paraguay de sur a norte procedente del Río Paraná, y más tarde remontando su afluente el río Jaurú, uno se encuentra, luego de haber pasado la ciudad de Corumbá (capital del Pantanal matto-grossense y límite fronterizo entre Bolivia, Brasil y Paraguay), de 91.697 habitantes, con la necesidad de un canal que conecte el río Aguapey (afluente del Jaurú, que lo es a su vez del Alto Paraguay), con el río Alegre, afluente del Guaporé, al que denominamos Canal Gallart/Del Mazo, en homenaje al geógrafo y al ingeniero que más lo promovieron (para el Gran Pantanal y las objeciones a la Hidrovía Paraguay-Paraná, ver Heckman, 1998; y Gottgens, 2000).

Ambos ríos, el Alegre y el Aguapey, nacen en la margen norte de la misma serranía, corren en forma paralela un largo trecho hacia el norte, pero mientras el Alegre gira hacia el oeste desembocando en el Guaporé, antes que este se constituya en el rio fronterizo entre Brasil y Bolivia; el Aguapey gira hacia el sudeste en forma de U invertida y desagua en el río Jaurú (este río desemboca por margen derecha en el río Paraguay a unos 61 km al sur de puerto Cáceres, y es navegable todo el año con calado de 0,50 m o casi dos pies hasta Porto Limao, en el km 55, y en aguas altas hasta Porto Esperidäo, en el km 170), perteneciente a la cuenca afluente del Alto Paraguay (Buela Lamas, 2009). Los afluentes paralelos y el canal que los conectaría están graficados en el mapa que se expone en el link siguiente:
http://3.bp.blogspot.com/-YxtY3xjQ88s/VV_1fEvKKpI/AAAAAAABHo4/yV-oX8yA700/s1600/200906_mapa%2BRIOS.jpg

X.- Globalización y cabotaje interior amazónico

La integración de cuencas y sub-cuencas, y de regiones chaqueñas y amazónicas permitiría un creciente cabotaje fluvial que ayudaría a romper con el antagonismo de las identidades nacionales, religiosas y étnicas; y ampliar los mercados, las migraciones, los mestizajes y los sincretismos internos a una escala continental, abarcando una inmensa área geográfica, y una enorme diversidad bio-física (ríos de montaña y de llanura, tierra firme y tierra de várzea), etno-lingüística, etno-botánica (flora, farmacopea) y etno-simbólica (chamánica), con una recepción muy marcada y diferenciada de la civilización moderna, de la penetración del capitalismo en las economías de subsistencia, y de la familia nuclear monogámica (para los ríos de montaña, ver Castillo Rodríguez, 2013). En otras palabras, esta integración requeriría una revisión muy totalizadora y abarcadora de las políticas exteriores continentales de los países que componen el espacio amazónico, chaqueño y platino.

Para estudiar estas rupturas que hacen a la modernización y al cambio estamos implementando teorías geográficas (teorías de la localización, urbanización de frontera, y geografía cultural), etno-históricas (frontera o continuum cultural entre ceja de selva y piedemonte andino, y entre la amazonía y el gran chaco), geopolíticas (dualismo geográfico de Badia Malagrida), geológicas (Gilbert), y geomorfológicas (Hack, Sala), las redes de drenaje y dragado y los circuitos o flujos hidrográficos (canales, viaductos, hidrovías), la orientación o dirección de los ríos, y sus interacciones y articulaciones geográficas. Para ello, estamos investigando los procesos de urbanización, migración, mestizaje y desplazamiento forzado; la estructura de poder simbólico y el sincretismo de las redes etno-religiosas; la naturaleza de la famacopea de los distintos eco-sistemas; el fomento, estímulo y galardonamiento del conocimiento nativo; el número y la identidad de las cuencas y drenajes (embudos naturales); la nómina y localización de puertos fluviales (chequeados con la respectiva cartografía); y la estadística de la población étnico-lingüística respectiva provista por los Institutos de Estadística y Censos y del Instituto Lingüístico de Verano para el período 2005-2010, divulgados en la web).

Y para el estudio de las interacciones y articulaciones entre los subsistemas que permitan la formación de mercados ampliados habremos de recabar: las pautas de consumo moderno y el tráfico minorista y mayorista de mercancías y bienes simbólicos (ferretería, talabartería, náutica, etc.); el fomento de comunidades artesanales nativas que sumen valor agregado a productos forestales maderables y no maderables (tejido, talabartería, tapicería, policromía); talleres de carpintería y ebanistería en maderas macizas duras y blandas y sus derivados para aglomerados y contrachapados; cooperativas horto-fruticolas (de hongos, abonos, mieles y cacaos); agencias bio-comerciales de productos forestales no maderables; y cooperativas agroindustriales rurales (acuicultura, piscicultura, apicultura, florística, semillerías para tintes y pinturas, y ensilados biológicos de residuos de pescado, ver Padilla Pérez, 1996). También habremos de recabar información sobre la inserción en el mercado de trabajo (asalariada, jornalera, aparcera, a destajo, enganche, aviamento o habilitación), la adopción de regímenes de escolaridad formal estatal y/o comunal; la inserción de los medios de comunicación afines (fluviales, carreteros, ferroviarios); y la adopción del principio de mediterraneidad dinámica y sus problemas de “…tránsito de mercancías, escasa cooperación internacional y acceso inefectivo a los mercados” (Gyan Chandra Acharya, nepalés representante de la ONU para los Países Menos Adelantados, los Países en Desarrollo sin Litoral y Pequeños Estados Insulares en Desarrollo).

Nuevas formas de tráfico, comunicación, y producción (carreteras, yacimientos mineros, empresas forestales) generaron contactos más próximos entre poblaciones indígenas y culturas no indígenas. Y nuevos regímenes jurídicos y nuevas instituciones políticas locales están garantizando la combinación de identidades religiosas, nacionales y étnicas, y con ellas mejores derechos de acceso a la educación, la salud, la justicia y el respeto al conocimiento simbólico vernáculo (chamánico) y a la sabiduría etno-botánica. Amén de estas reformas, instituciones y tradiciones identitarias, encaramos los contrastes con la estadística biofísica y demográfica de los estados, departamentos, provincias y distritos, más una explicación aproximada y sujeta a revisión de las diferencias numéricas. Las razones de sus diferencias están acompañadas en el mismo texto con referencias bibliográficas específicas que abundan en temas referidos a la arqueología, la etnohistoria, la lingüística, el chamanismo y la farmacopea amazónicas (para los procesos de modernización en la Amazonia brasileña, ver Virtanen, 2008).

Los orígenes históricos del cabotaje interior amazónico, de los vínculos entre la sierra y la selva y entre la amazonía y el chaco, se remontan en su periodización a la época pre-hispánica y a las colonizaciones arahuaca y guaraní (búsqueda de la tierra sin mal), a la colonización hispano-lusitana y jesuítica, a las Reformas Borbónicas y Pombalinas (disolución de las Misiones y expulsión de los padres jesuitas), a las etapas de la quina, el caucho y la siringa, y a las reformas bonapartistas (Vargas, Velazco Alvarado). La expulsión jesuítica había alterado profundamente la colonización amazónica, en especial la región de Maynas, donde se asentaba una Misión de jesuitas quiteños (subordina a la Real Audiencia de Quito), que en tiempos del P. Samuel Fritz S.J. conocido como el Atleta de los Andes (fallecido en 1734, ver Ramírez, 1997) se había extendido desde el bajo Ucayali cerca de la desembocadura del Napo –donde a mediados del siglo XIX tuvo lugar la fundación formal de Iquitos– hasta la zona alta ocupada por las “naciones de indios Campas o Cambas (para los misioneros los Campas eran Ashaninka de la familia arawak), o sea la bañada por los ríos Paucartambo, Santa Anna, Urubamba, Apurimac y Jauja [luego conocido como Mántaro], es decir, hasta las fronteras de la Real Audiencia de Charcas”, y las Misiones de Moxos.

La expulsión jesuítica alentó las “correrías” bandeirantes para cazar esclavos indios (socabando el circuito fluvial circular y las reciprocidades consiguientes que se daban entre las Misiones de Maynas, Moxos, Chiquitos y Paraguay) y logró desplazar las fronteras lusitanas más al occidente de Manaos hasta conseguir copar las bocas de los ríos Caquetá y Putumayo, y dejar los territorios adyacentes librados a la posterior puja entre los recolectores colombianos, peruanos y brasileros, de cascarilla, quina y caucho (para un pintoresco relato de la travesía de los padres expulsos por los ríos Marañón y Amazonas rumbo al Pará y Lisboa, ver Ferrer Benimeli, 2009). Este desamparo y vacío de poder, es aprovechado luego, a fines del siglo XIX, por la peruana Casa Arana y sus capataces negros de la Isla Barbados de nacionalidad británica para terminar de monopolizar el dominio del área lo que acrecentó las migraciones y mestizajes internos de los grupos étnicos entre los ríos de las respectivas cuencas. Más tarde, superada la fiebre del caucho, las reformas bonapartistas también alteraron la unidad amazónica (sobre la política indigenista y amazónica de Velazco Alvarado y su ley de Comunidades Nativas, ver Agüero, 1996). Y actualmente, la fiebre del narcotráfico está haciendo estragos vía la contaminación de ríos y arroyos.

Más recientemente, para dar cuenta de la formación hidrográfica y de los vínculos sierra-selva y chaco-amazonía, algunos autores han subrayado el rol de la cuenca de drenaje y no la de circuito de cabotaje (migración fluvial interna) como eje articulador de cuencas antagónicas y no antagónicas (García Charría, 2002). En nuestro caso para poder diagramar un circuito de cabotaje fluvial integrador hacemos hincapié en un sistema geológico complejo compuesto por diversos circuitos hídricos, por tres (3) cuencas fluviales mayores antagónicas (Orinoco, Amazonas, Plata), cuatro (4) macizos orográficos intercalados (el andino, el oriental platino, el altiplano de Charcas y el escudo guayanés, donde los macizos charqueño y guayanés operan como barreras entre las grandes cuencas del Amazonas, el Orinoco y el Plata), y tres (3) canales e hidrovías estratégicas que atraviesen los istmos de Fitzcarraldo en Madre de Dios (Perú), el de Gallart/Del Mazo en la Chapada dos Parecis (Mato Grosso), y el del Alto Paraguay a través del Pantanal Matogrossense (este último posee una población de 200.000 habitantes con cabecera en Corumbá).

Casi todos los grupos étnicos pese a haber sido evangelizados o catequizados durante la época colonial por las diferentes órdenes religiosas, preservaron la lealtad a sus respectivas autoridades y rituales chamánicos así como a sus curacas (caciques). Luego con las revoluciones de independencia y con la transición brasilera de monarquía a república los grupos étnicos fueron nacionalizados por los estados-naciones de la cuenca amazónica con nuevos valores, mediante migraciones campo-ciudad, sedentarizaciones y mestizajes con discursos urbanizadores y monogámicos, educación escolarizada con discursos moralizadores, servicio militar compulsivo con discursos chauvinistas, códigos y discursos jurídicos erosionadores de los rituales chamánicos y las prácticas endogámicas, y los panteones, efemérides y cantos patrióticos que desplazaban a los mitos y símbolos pre-hispánicos, pero el impacto de los mismos resultaron ser profundamente desiguales y asimétricos.

Las identidades nacionales del siglo XIX estuvieron divididas por la antigüedad de su instalación y por la intensidad de los procesos de sedentarización y mestizaje, y de monopolización legítima de la violencia. Las primeras en hacerse presente en la Amazonía fueron las nacionalidades peruana y brasilera, la última en aparecer fue la colombiana con el Tratado Salomón-Lozano (1927) y la guerra aérea con Perú de 1932 (López Garcés, 2002, 98), y la ecuatoriana se postergó por enredarse en serias disquisiciones geográficas (sobre la incompleta nacionalización de la amazonía ecuatoriana, ver Sevilla Pérez, 2013). Posteriormente, se hizo presente en el debate político la relación entre la justicia indígena y el poder judicial estatal, la plurinacionalidad, la interculturalidad y el pluralismo jurídico (para el caso de Bolivia, ver Sousa Santos y Exeni Rodríguez, 2012; para el estado de la relación entre la justicia indígena y la estatal en los países andinos, ver Comisión Andina de Juristas, 2009; y para el papel de los derechos indígenas en la amazonia ecuatoriana, la inclusión simbólica en el imaginario nacional y los talleres de las organizaciones indígenas, ver Truffin, 2009).
Sin embargo, la distancia cultural de los grupos étnicos comparada con las fronteras nacionales jugaba un rol determinante. Cuanto más cerca de las fronteras de Perú, Colombia, Ecuador o Bolivia se halla el grupo indígena, la identidad de grupo étnico queda más debilitada o relegada haciendo más factible las migraciones, los mestizajes y los intercambios internos con sus secuelas lingüísticas, simbólicas, laborales, y comerciales, incluidas las ferias y mercados donde se comercializaba de todo incluso plantas medicinales. En cuanto a las identidades religiosas y sus procesos de sincretismo, estas estuvieron siempre desde los tiempos coloniales en permanente rivalidad, entre la identidad religiosa moderna marcada por las órdenes religiosas, y la identidad religiosa pre-hispánica hegemonizada por los chamanes tradicionales (para los chamanismos moderno y tradicional, ver Perruchon, 2002; y Plotkin, 1994). A su vez esta rivalidad se extendía al propio seno de la evangelización cristiana, entre los catequizadores católicos y los evangélicos. Y últimamente, esa competición llegó incluso a los propios evangélicos, por cuanto entraron a proliferar pastores indígenas dirigiendo las propias iglesias conjuntamente con consejos de ancianos (para la organización de los indígenas evangélicos en Ecuador, ver Guamán, 2006).
El chamanismo, con sus rituales sagrados de magia, reciprocidad y represalia fue lentamente desplazado por la medicina y el derecho modernos, por los médicos, los hospitales y las universidades con el poder de la ciencia, y por las leyes y los jueces con su monopolio de la violencia (para chamanismo, tiempos y lugares sagrados, ver Barona Tovar, 2007 y Walker, 2015). Sin embargo, los chamanes tendían a dominar las terapias medicinales y los rituales mágicos de sanación chamánica –que eran demandados incluso por los patrones y vecinos blancos– para las cuales era esencial el conocimiento de la flora y la etnobotánica amazónica. En ese sentido, recientemente se han multiplicado las asociaciones y comunidades étnicas que han valorado la colaboración activa con los investigadores que proceden de centros científicos. En Colombia, en el piedemonte y la planicie amazónica del departamento del Caquetá, los biólogos William Trujillo-C. y Víctor H. González han relevado las plantas medicinales de mayor importancia cultural en tres resguardos indígenas (emberá-katío, coreguaje y uitoto), para lo cual del resguardo huitoto El Quince consultaron a Joaquín Herrera, un anciano reconocido como el mayor sabedor en el resguardo y a dos informantes reconocidos como médicos tradicionales: Delfín Muñoz y Gerardo Luna, encargados del mambeo de coca, de tocar los instrumentos tradicionales –como el maguaré– y de atender a los visitantes de la maloca (ver Trujillo y González, 2011). Y en Bolivia, en el plano científico se ha destacado la comunidad tacana de Santa Rosa de Maravilla, en el Beni, cuyo fundador es el sabio nativo Rogelio Chuqui Crespo, quien recientemente por su aporte al estudio botánico y farmacológico de plantas medicinales de la etnia amazónica Tacana fue distinguido por la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) con el grado de doctor honoris causa.

Los chamanes contaban con el mundo invisible empíricamente abierto al conocimiento por medio de las plantas, que les hacían concebir una perspectiva holística del universo, el poder de expresar sus sueños artísticamente a través de la pintura, la danza, el canto y la música, y el poder de curar las enfermedades y matar a sus enemigos (ver Chaumeil, 1983; y Chuecas Cabrera, 1996). El arte chamánico revelaba preocupación por la visión de los espacios y los tótems y monumentos sagrados como las montañas, los lagos, y los saltos de agua (para la pintura chamánica de los sheripiari asháninka, ver Belaúnde, 2011), por los objetos rituales o máscaras ceremoniales (para el Alto Rio Negro, ver Vincent, 1986), por la pintura corporal, antropología estética o arte Kusiwa (entre los Kayapó-Xikrin del río Cateté, afluente del Itacaiúna, en el Pará, ver Vidal, 1992; y entre los índios Wajãpi, de lengua tupí-guaraní, que viven entre los ríos Oiapoque, Jari y Araguari, en el estado de Amapá, ver Gallois, 2002), y por las danzas, canciones (icaros), y música (flautas, maracas, tambores, sonajeros), que expresan los poderes curativos y liberadores de los maestros vegetalistas (para la danza erótica con falos de madera como rito fúnebre para ayudar a liberar el alma entre los Cubeos de la amazonia colombiana, ver Soto Holguín, 1972; para el poder curativo de los icaros, ver Bustos, 2007; y para los cantos sagrados de la Amazonía, ver Favaron, 2011).

Amén del ritual religioso chamánico, la vivienda comunal o maloca (rectangular o circular) funcionaba también como unidad ritual, la cual estaba internamente parcelada en forma concéntrica en áreas centrales y periféricas, donde se guindaban (colgaban) las hamacas, y se las construía con “…altas columnas de madera, vigas y travesaños, unidos con bejucos y lianas que hacen el armazón de un altísimo techo de hoja de palma tejida”. Mientras el cosmos se concebía en platos circulares superpuestos, el mundo real con sus distancias geográficas y las visitas a parientes, ferias y mercados se medía en días de canoa (ver el soberbio escrito de Hildebrand y Reichel, 1987). A su vez, dicha flora y farmacopea variaba según su localización geográfica ya se tratare de selva alta o baja, de tierra firme o zona de várzea, y de la capacidad de los suelos, ya fueren salitrosos, limosos, ácidos, arenosos, alcalinos o dulces, y arcillosos o secos.

Aparte del arte chamánico, paleóntologos brasileros y finlandeses han descubierto recientemente en el Alto Purús (Brasil) una suerte de escultura primitiva denominada geoglifo (sobre trabajos de tierra geométricos pre-colombinos o geoglifos descubiertos en el Acre, ver Pärssinen, Schaan y Ranzi, 2009). Y arqueólogos peruanos hallaron hace unos meses pinturas rupestres de diseños polícromo de tres milenios de antigüedad en la zona de Las Juntas, provincia de Bagua, y departamento de Amazonas, en el Perú (tanto en Perú, Colombia como Venezuela existen Departamentos que llevan el nombre de Amazonas, y Brasil lleva un estado con ese mismo nombre, todo lo cual se presta a mucha confusión geográfica).

XI.- Circuito Amazónico-Platino

A los efectos del análisis, los circuitos fluviales del espacio amazónico los debemos configurar en seis (6) corredores principales, que recogen las aguas de diecisiete (17) grandes afluentes (de mil km de longitud cada uno), y estos a su vez de más de un millar de nuevos afluentes, íntimamente ligados entre sí, pero muy diferentes en materia geológica, demográfica, étnica, artística y chamánica. Estos seis (6) corredores son sucesivamente de sur a norte y siguiendo las agujas del reloj, el circuito fluvial paraguayo-platino, el circuito fluvial brasilero meridional, el tramo boliviano amazónico con sus cuatro (4) afluentes del Guaporé, el circuito amazónico peruano con sus tres (3) grandes afluentes (Tambo/Apurimac, Marañón, Napo), el tramo amazónico colombiano y brasilero septentrional con sus tres (3) grandes afluentes (Putumayo, Caquetá y Negro), y por último el circuito amazónico brasilero meridional, de la margen derecha del río Amazonas, con sus siete (7) grandes afluentes (Javary, Juruá, Purús, Madeira, Tapajós, Xingú, y Tocantins-Araguaia) que recogen el tráfico de los ríos procedentes de los macizos charqueño y platino. Asimismo, el circuito fluvial amazónico debe contemplar necesariamente itinerarios de ida y de vuelta, así como los trayectos locales río arriba y río abajo.

Para consumar el cabotaje fluvial de ida desde Buenos Aires a Manaos y viceversa es preciso remontar los seis (6) corredores amazónicos mencionados siguiendo un curso de rotación fluvial en el sentido de las agujas del reloj, que atraviese en dirección sur-norte los ríos de llanura selvática del Alto Paraguay y el Brasil (Guaporé), los ríos de llanura de Bolivia, los ríos de montaña del Perú, los ríos de llanura selvática de Colombia, y los ríos de llanura selvática brasilera de la vertiente meridional del Amazonas, o cortando camino bajando un río de llanura brasilero, el río Madeira, en dirección a Manaos.

Y en el circuito inverso, de vuelta o retorno, el cabotaje fluvial circularía en sentido contrario a las agujas del reloj, desde Manaos (Brasil) hasta el Alto Paraguay (Brasil), recogiendo en dirección norte-sur el tráfico que baja de los ríos de llanura brasileros de la vertiente meridional del Amazonas, el tráfico que baja de los ríos de llanura de Ecuador y Colombia (Negro, Caquetá, Putumayo, y Napo), atraviesa los ríos de montaña del Perú, los ríos de llanura de Bolivia y los ríos de llanura del Brasil (Guaporé). O, por el contrario, el cabotaje fluvial podría cortar camino remontando ríos de llanura como los ríos Madeira, Guaporé y Alegre, hasta alcanzar los ríos Aguapey, Jaurú y Alto Paraguay mato-grossenses. A todos los que practican estos cursos de agua les debería asistir los derechos soberanos de libre tránsito o circulación a través de ambos estuarios, el del Plata y el del Amazonas, garantizados por las normas del derecho internacional público que estipulan la libre navegación de los ríos, y el derecho a exigir la construcción de obras de infraestructura que viabilicen la interconexión entre cuencas fluviales antagónicas.

XI-a.- Primer tramo o corredor paraguayo-platino

Subiendo los ríos Paraná y Paraguay, y en especial desde la selva misionera donde los guaraníes cultivaban sus yerbas chamánicas (Keller, 2011), hasta sus afluentes occidentales en el Mato Grosso del Norte (Brasil) se iniciaba para los guaraníes la búsqueda de la tierra sin mal, la cual se practicaba migrando desde el naciente hacia el poniente, alcanzando así todos los rincones del espacio amazónico sin que ningún istmo, frontera terrestre o humedal (pantanal) fuera un obstáculo para su milenario emprendimiento.

Este mecanismo fluvial ancestral recoge el tráfico de gran cantidad de jurisdicciones chaqueñas, mesopotámicas y platinas, entre ellas las localidades del Alto Paraná (Posadas [200.000 habitantes, de ahora en mas h.], Foz de Iguazú [253.000 h.], Ciudad del Este [223.000 h.], Saltos del Guayrá–Guayrá [100.000 h.], y Pedro Juan Caballero-Ponta Porá [84.000 h.]); del Bajo Paraná (Rosario [1.000.000 h.], Santa Fé [350.000 h.], Resistencia [230.000 h.], Corrientes [258.000 h.]), del Uruguay (Nueva Palmira [10.000 h.]); del Río de la Plata (Buenos Aires, Montevideo); del Paraguay (Asunción [513.399 h.], y Villeta [36.228 h.]; y de localidades brasileras como Forte Coimbra, en Mato Grosso del Sur (259 h.), Corumbá (91.697 h.), y Cáceres (85.274 h.).

De esa forma el tráfico procedente del corredor paraguayo y chaqueño que totalizan 3.500.000 h. podría llegar a diversos puertos, primero a Iquitos (370.962 h.) en Perú, luego a Leticia (37.832 h.) en Colombia; a Manaos (1.982.179 h.) en Brasil, y finalmente a Belém do Pará (2.146.000 h.) en la boca del Amazonas, beneficiando a una totalidad de más de veinticinco millones de habitantes. Desde Manaos se puede iniciar el circuito inverso, remontando el Amazonas llegando a Leticia, Iquitos, Pucallpa, Puerto Maldonado y Guajará-Mirim, o cortando por el río Madeira río arriba hasta entroncar con el Guaporé.

XI-b.- Segundo tramo o corredor brasilero meridional

Comenzando con el segundo tramo del circuito amazónico-platino, el corredor brasilero meridional se inicia en el Pantanal boliviano (provincia Germán Busch del departamento de Santa Cruz), a orillas del Canal Tamengo, afluente del Alto Paraguay, alcanza Puerto Suárez (19.829 h.) y Puerto Quijarro o Puerto Aguirre (16.000 h.), sumando en el Tamengo la totalidad de 35.829 h. Luego, bajando la cuenca de los ríos Alegre y Guaporé, se alcanza sucesivamente las ciudades mato-grossences de Pontes e Lacerda (41.741 h.) y Vila Bela da Santissima Trindade (15.138 h.), antigua capital de Mato Grosso (desde el Tratado de Madrid en 1750 y hasta 1835 en que la capital se trasladó a Cuiabá) célebre por ser la sede originaria de la Dança Do Congo o Congadas, y las localidades rondinenses de Pimenteiras do Oeste (2.322 h.), Rolim de Mouras (55.807 h.), Costa Marques (13.700 h.), y Principe da Beira (10.000 h.), sumando en toda la cuenca del Guaporé 138.825 h.. Esta cuenca fue poblada con criterios de frontera populista, consistente en pequeños agricultores y garimpeiros mestizos y donde abundan espacios de terra preta (Browder & Godfrey, 1997).

Un poco más al norte del Guaporé, en la cuenca del río Ji-Paraná (estado de Rondonia), se alcanza la ciudad de Ji-Paraná (103.256 h.) a orillas del río Urupá, afluente del Ji-Paraná. Y en la cuenca del río Madeira, estado de Rondonia, se alcanza su capital Porto-Velho (373.917 h.), y a orillas del río Mamoré, en la frontera con Bolivia, la ciudad de Guajará-Mirim (41.467 h.), y se alcanza en ella una desactivada vía férrea de 300 km. conocida como Ferrovia do Diabo, cuyo nombre obedece a la enorme cantidad de víctimas que llevó su construcción a comienzos del siglo XIX (ver Rodrigues Ferreira, 1960; y Cooper, 2011).

XI-c.- Tercer tramo o corredor boliviano

Una vez dejadas las localidades ribereñas brasileras del estado de Rondonia, remontando el río Madeira, el tercer tramo del circuito amazónico-platino, se alcanza la Bolivia amazónica, frontera que se destaca por sus ríos de llanura (Madre de Dios, Mamoré, Beni, Acre), su particular litología de suelos arcillosos y limosos, la terra preta entre los indios Baures en el río Blanco, afluente del río Itenéz/Guaporé (ver Erickson, 2000; y Erickson, Alvarez, y Calla, 2008), y los montículos o lomas de tierra prehispánicos en los Llanos de Moxos (donde se han encontrado vasijas de cerámica, urnas funerarias, hachas, figurines, fogones, hornos, ver Durán Coirolo y Bracco Boksar, 2000). También se destaca este tercer tramo por el milenarismo de los grupos étnicos tupí-guaraní en busca de la Loma Santa (Riester, 1976), y por la inmigración cosmopolita que en el siglo XX incluyó colonos japoneses (Siemann, 2012; Suzuki, 2010) y menonitas rusos (Hedberg, 2007).
En esta larga ruta fluvial se alcanzan varios destinos diferentes, surcados por ríos de llanura paralelos entre sí y cuasi-perpendiculares al Guaporé, como los ríos Mamoré, Beni, y Acre, y un río como el Madre de Dios que desemboca en el Guaporé en forma oblícua o en diagonal, con aguas procedentes de los Andes meridionales.
En la cuenca del río Mamoré se alcanza la ciudad de Guayaramerín (39.000 h.), departamento del Beni, antiguo Puerto Palmira (fundada por los pioneros del caucho, entre ellos el afamado Nicolás Suárez, que fuera socio del peruano Fitzcarraldo); en la confluencia de los ríos Yacuma y Mamoré la localidad de Santa Ana del Yacuma (24.680 h.); a orillas del río Ichilo afluente del Mamoré el Puerto Villarroel (1.778 h.), sumando en la totalidad del Mamoré 65.458 h. También, en la cuenca del río Beni, departamento de Pando (antiguo territorio de Moxos y hoy conocida como amazonía pandina), se alcanza la localidad de Rurrenabaque, donde como culto a la virilidad una población rural muy mestizada celebra torneos con jocheo de toros (también se celebra en San Ignacio de Mojos y en Trinidad); a orillas del río Acre (afluente del Purús) se llega al puerto de Cobija (42.200 h.), capital de dicho departamento; a orillas del río Orthon afluente del río Beni, la población de Puerto Rico (4.494 h.); en el punto tripartito Bolivia-Brasil-Perú la localidad de Bolpebra (400 h.), departamento de Pando, productora de frutos naturales de la moringa (árbol proteico), el asaí (palmera nativa), el majo (palmera que da leche) y el copoazú (fruta con propiedades cosméticas y nutricionales); y en la confluencia de los ríos Beni y Madre de Dios la localidad de Riberalta (95.000 h.), sumando en el río Beni una totalidad de 100.000 h. (para la cultura reduccional-jesuítica de los Llanos de Mojos, ver Block, 1997).
Finalmente, para el entero del tercer tramo se alcanza una totalidad de 165.000 h. En el caso del tercer tramo o corredor boliviano, mientras la población de la ribera del río Mamoré es de 65.458 habitantes, y la del río Beni de 100.000 h., en el departamento del Beni (Bolivia), sin tomar en cuenta su ciudad capital Trinidad (130.000 h.), el total es menos del doble, de 300.000 h. Esta diferencia obedecería a que no se computaron las numerosos grupos étnico-lingüísticos tacanas (ver Ponz Sejas, 2005), yuracarés, yukis (tupi-guaraní), baures (localizados en el río Blanco, afluente del Itenez), iténez (localizados en el río Guaporé), chimanes, lecos, mosetenes (ver Gómez-García Krust, 2010), moxeños ignacianos y trinitarios, chamas, pacaguaras (ver Villar, Córdova, y Combés, 2013), araonas (para el idioma araona, ver Emkow, 2012), reyesanos o maropas (región de Reyes y Santa Rosa, en la provincia Ballivián, departamento del Beni), chacobos (departamento del Beni), cavineños (cerca del río Beni), sirionós o mbía (sur del Beni), cayubabas (El Beni) e itonamas (El Beni), y de distintas familias lingüísticas, entre ellas la lengua chapakura (para las lenguas nativas de Sudamérica, ver Kaufman, 1994).

Cabe destacar, que en la comunidad Tacana, se registra la presencia de asociaciones y comunidades excepcionalmente productivas. Entre ellas se han hecho conocer la Asociación de Artesanos Tacanas del Madidi y la Comunidad de Santa Rosa de Maravilla (provincia Ballivián, departamento del Beni).

XI-d.- Cuarto tramo o corredor peruano

Dejando las localidades bolivianas y remontando el río Madre de Dios, se alcanzaría el cuarto tramo del circuito amazónico-platino, el corredor amazónico peruano, que se inicia en el Urubamba y se continúa con el Ucayali, se caracteriza por la combinación de tres (3) grandes afluentes sucesivos de ríos de montaña y llanura, alineados de sur a norte, donde el margen o vertiente izquierda es occidental y la derecha oriental, que son el Tambo/Apurimac, el Marañón/Huallagas, y el Napo, donde al bajar del macizo andino dichos ríos y sus afluentes en forma dendrítica o arborescente (son ríos más cortos, rectos y veloces) vienen cortando los relieves cordilleranos a través de pongos o cañones, que separan a cada uno de ellos.
En la frontera peruana con Brasil, departamento Madre de Dios, la localidad potencialmente más rica, territorio que fue el espacio frecuentado por Fitzcarraldo, y hoy por el narcotráfico, se alcanza en la confluencia del turbulento río Tambopata con los ríos Madre de Dios y las Piedras la localidad de Puerto Maldonado (210.524 h.), y más allá hasta la confluencia del Madre de Dios con el río Beni está habitado por una población indígena del grupo étnico Takana (sobre las plantas medicinales de los takana, ver Desmarchelier, et. al., 1995). Más arriba, en la cuenca del río Madre de Dios, se debería construir un canal a través de un istmo de once kilómetros que una el río Caspajali afluente del Manu, a su vez afluente del Madre de Dios con el río Serjali, afluente del Mishagua –a su vez afluente del Urubamba.
En cuanto a diferencias estadísticas en Madre de Dios, estas fueron muy marcadas, pues su población indígena está compuesta por más de medio centenar de grupos étnicos que pertenecían a una docena de familias lingüísticas. Mientras en la confluencia del río Madre de Dios y el río Tambopata la población es de 210.524 h., la del departamento de Madre de Dios es inferior en casi la mitad, un total de 109.555 habitantes. Esta diferencia en menos obedecería a que no habrían sido computados los grupos étnico-lingüísticos de las familias Harákmbet (arasaeri, kishambaeri, pukirieri, sapiteri, toyoeri, wachipaeri, amarakaeri), y Arawak (piros y machiguengas, ver Sánchez Vásquez, 2010), localizados a orillas del río Urubamba, de 8.679 h. (para el vínculo genético entre los Harakmbut y los Katukina, del Alto Juruá, ver Adelaar, 2000).
En la cuenca del Urubamba, que nace en el nudo de Vilcanota, verdadera fuente originaria del río Amazonas, tienen sus orígenes la nación Piro (grandes remeros, navegantes y políglotas, pero cuya lengua es de la familia arawak) que en la rebelión de Juan Santos Atahualpa (1742) oficiaron de guías y colaboradores, y durante la fiebre cauchera pasaron a residir en el río Alto Purús (ver Gow, 2006; Ramírez Ponce, 2008). Al descender por el río Urubamba se da el encuentro con los santuarios nacionales Megantoni y con el Parque Nacional Otishi, y con el primer afluente de este tramo o corredor peruano, el río Tambo. Pero al remontar el Tambo, y luego el río Ene se llega al río Apurimac, que más arriba recoge las aguas del río Mántaro (antes conocido como río Jauja). En la confluencia del río Ene y el Perené tiene lugar Puerto Pardo, y más abajo en la confluencia del Tambo con el Urubamba tiene nacimiento formal el río Ucayali y se alcanza Puerto Atalaya (10.243 h.), capital del distrito Alto Ucayali, y en la parte más inferior de la cuenca la ciudad de Pucallpa (204.772 h.), capital del departamento de Ucayali, reino de los mototaxis, y sede en la Laguna de Yarinacocha del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), fundado por Guillermo Townsend en 1945. Bajando por el Ucayali (que comienza a capturar ríos de menor caudal como el río Aguaytía), tropezamos por izquierda con la boca del segundo gran afluente, el río Marañón. Este río nace entre las cordilleras occidental y central donde tuvo su sede originaria la cultura Chavín de Huántar que fue bisagra con el mundo amazónico tal como el arqueólogo peruano Julio Tello lo probó mediante la iconografía zoomórfica (monos, jaguares y serpientes. El Marañón atraviesa luego dos cordilleras cortando camino por varios pongos muy difíciles de navegar.
En la confluencia del Ucayali con el Marañón damos con el pueblo de Nauta (28.681 h.) y con los Shipibo-Konibo de la familia lingüística Pano (enemigos de los Piro, para la vida e historia de los Shipibo-Conibo, ver Tournon, 2002). Remontando ahora el Marañón damos con el puerto de Saramiriza (2.000 h.), sumando en toda la cuenca del Marañón y el Ucayali 235.453 h.; y luego damos con la boca del río Huallagas (nace entre las cordilleras central y oriental, en el departamento de Loreto), afluente del citado Marañón. Mientras la población de la ribera de los ríos Marañón y Ucayali es de 235.453 h., la población en el departamento del Ucayali es de 205.000 h.. Sin contar su capital Pucallpa, la población es mayor en apenas unos 30.000 h. Esta diferencia tiene su explicación pues el departamento comprende también las poblaciones de Puerto Atalaya con más de 10 000 habitantes, y Contamana con 17 000 h., y grupos étnicos Kulina, a orillas del Alto Purús, de 865 h. (para reflexionar sobre los grupos amazónicos del Perú desde una perspectiva de ecología humana, ver Follér, 1999)
Remontando ahora el río Huallagas, navegable solo en balsas y en canoas con motor fuera de borda, primero en la confluencia de los ríos Huallaga y Paranapura llegamos a Yurimaguas (45.348 h.), la Perla del Huallagas, fundada en 1710, donde tienen su asiento los Amuesha o yanesha, de la familia lingüística arawak (sus recursos madereros son el tornillo, el turupay, el caimitillo, la quinilla, el pashaco, la cachimba, el copaiba, la marupa, y el tachu); en la confluencia de los rios Caynarachi (afluente del Huallagas) y Yanayaku, llegamos a Barranquita y luego a Quillacaca y Chazuta, donde desagua el río Mayo (territorio de los antiguos Chankas), y luego los ríos Corrientes, Tigre y Pastaza (ríos de aguas blancas). Entre los ríos Pastaza y Tigre, a orillas del río Chambira (provincia de Loreto, departamento de Loreto), se registra la presencia del grupo étnico Urarina, célebre por las formas locales de su práctica chamánica. El grupo étnico Urarina es también conocido por su identidad lingüística del mismo nombre, con dialectos regionales diferenciados en materia fonológica, sintáctica y léxica. La lengua urarina es vecina a otras lenguas como el Candoshi, shapra o murato, el Cocama (de la familia Tupí), el Yameo (de familia Peba–Yagua) y el cuasi-extinto Jébero (ver Morales Chocano, 2004; Walker, 2009). Y siguiendo el río Huallagas hacia arriba damos con Picota (7.941 h.), Bella Vista (22.116 h.), capital de la provincia de Bella Vista; Juanjuí, cuna histórica del Gran Pajatén (legado arqueológico de la cultura Chachapoyas) a orillas del río Abiseo (ver Bonavía Berber, 1968); Puerto Pizana (distrito de Pólvora, provincia de Tocache); Tocache (23.611 h.), capital de la provincia de Tocache; y se llega luego a Tingo María (50.000 h.), capital de la provincia Leoncio Prado, departamento de Huánuco, conocida como la «Puerta de la Amazonia» o la Ciudad de la Bella Durmiente (por una cadena montañosa que parece una mujer recostada), donde tiene su sede la Misión Evangélica de la Amazonia Peruana (MEAP). Y remontando ahora el río Shilcayo, afluente del Mayo, alcanzamos Santa Cruz de los Motilones de Tarapoto o Tarapoto (108.142 h.), donde suman en toda la cuenca 153.490 h. Tarapoto, fundada en 1782, es sede de congresos internacionales sobre medicinas tradicionales convocados por una comunidad terapéutica para recuperar adictos a las drogas denominada Takiwasi, verdadera puerta de entrada al chamanismo amazónico o turismo ayahuasca (sobre chamanismo y ciencia en la Alta Amazonía Peruana, ver Labaté, 2009; para la etnobotánica de la Amazonía Peruana, ver Vega Orcacitas, 2001; y para el turismo ayahuasca en el Huallagas, ver Homan, 2011).
En este caso del río Huallagas, afluente del Marañón, las diferencias estadísticas de sus cuencas y sub-cuencas fueron también muy marcadas. Mientras la población residente en la ribera del río Huallagas es de 153.490 h., la población en el departamento de Loreto (Perú) descontando la de su capital Iquitos, es casi cuatro veces mayor, de un total de 540.732 h. Esta diferencia obedece a que no hemos computado las poblaciones de las provincias de Maynas (550.031 h.) que incluye a la capital Iquitos y una gran población mestiza, a la provincia de Loreto (62.165 h.), que incluye los distritos de Parinari (donde habita una etnia Tupi-Guaraní con 324 h.); Tigre con capital en Intuto, y a Trompeteros con capital en Villa Trompeteros. La provincia de Alto Amazonas (104.667 h.) del departamento de Loreto, incluye como su capital la ciudad de Yurimaguas, que concentra la mitad de la población provincial, y otros seis poblados urbanos: Santa Cruz, Lagunas, Balsapuerto, Shucushyacu, Jeberos y Pampa Hermosa (donde habita la comunidad achuar, en el río Corrientes), y 107 comunidades correspondientes a grupos étnico-lingüísticos de las familias Pano (shipibos del Ucayali), Arawaco (piros, campas), Tucano (orejones), y Cahuapana (cashivos), a orillas de los ríos Huallagas, Morona y Pastaza.

En cuanto a la provincia de Datem del Marañon (49.571 h.), departamento de Loreto, con capital en San Lorenzo (6.532 h.), donde se encuentra una Escuela de Acuicultura de la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP). Esta provincia comprende seis (6) distritos, que son Barranca (554 h.), Cahuapanas a orillas del río Cahuapanas afluente del Marañón; Manseriche (con población de la etnia Aguaruna o Awajun, cultora en el pasado de la práctica jíbara de reducir cabezas, y hoy vecina de ricos yacimientos petrolíferos), Morona (habita la etnia Cahuapana grupo que incluye las lenguas Chayahuita y Jebero, a orillas del Paranapura con 13.700 h.), Pastaza (habita en forma impuesta la etnia Quechua, grupo Quechua del río Pastaza), y Andoas (con capital en el pueblo de Alianza Cristiana, con 471 h., Nuevo Andoas, Vista Alegre y Sauki, de los pueblos achuar, kichwa, wampes y sharpa). La provincia de Mariscal Ramón Castilla (54.829 h.) que comprende cuatro (4) distritos, Ramón Castilla (habitan etnias del grupo conocido como Ticuna Oriental), Pebas (tiene 56 comunidades), San Pablo, y Yavarí (habita la etnia ticuna). Y la provincia de Requena (65.692 hab.), departamento de Loreto, comprende once (11) distritos que son Alto Tapiche, Capelo, Emilio San Martín, Maquía (habita una etnia Tupi-Guaraní), Puinahua, Saquena, Soplin, Tapiche, Jenaro Herrera, y Yaquerana (habita una etnia Pano grupo Mayoruna o Matzés).
Descendiendo aún más por el Ucayali se alcanza la ciudad de Iquitos (370.962 h.), a orillas del ahora río Amazonas, verdadera confluencia de los ríos Ucayali y Marañón. Iquitos es la sede capital del departamento de Loreto, donde funcionó la célebre Fiscalía de Iquitos, que a fines del siglo XIX procesó judicialmente a los caucheros esclavistas (sobre Roger Casement y El Sueño del Celta de Vargas Llosa, ver Lesmes Guerrero, 2012). Descendiendo entonces por el Amazonas, en su margen o vertiente derecha topamos con la boca del río Yavarí, provincia Mariscal Ramón Castilla del Departamento de Loreto, donde nos encontramos con la Isla de Santa Rosa (2.500 h.), frente a las ciudades de Tabatinga y Leticia. Remontando el Yavarí damos con la localidad de Santa Fe Islandia (2.310 h.), que suma en el lado peruano un total de 5.000 h. (el lado brasileño del Yavari lo estudiamos cuando tratamos el primer afluente del sexto tramo o corredor brasilero), y entre ellos el grupo étnico yagua de la familia lingüística peba. Finalmente, para el cuarto tramo alcanzamos una totalidad de 600.000 h.
Bajando por el Amazonas damos entonces con el tercer afluente, el río Napo, un río de llanura, cuya naciente se encuentra en los Andes Ecuatorianos, y cuya boca fuera copada por el Perú desde Iquitos (en un mecanismo muy semejante al que Brasil practicara desde Manaos con el Putumayo). Remontándolo alcanzamos río arriba el Ecuador amazónico, y damos con El Coca o puerto de Francisco de Orellana (2.131 h.), muy poblado por grupos étnicos, entre los cuales se destacan los Huaorani o Waorani, llamados peyorativamente «aucas”, y los Taromenane (ver Rival, 1998; y Doughty, 2010); y multitud de etnías de origen preincaico (para la complejidad social en las estribaciones andinas orientales durante el período pre-incaico tardío, ver Lara, 2010). Y remontando el Napo, abordamos la boca de varios afluentes, el río Payamino y, justo al lado, el río Coca o Papallacta, y más adelante el Aguarico.
Y descendiendo una vez más por el Amazonas, habiendo dejado el Perú, se alcanza el corredor amazónico colombiano, las regiones menos urbanizadas de la Amazonía poblada por numerosas etnías indígenas, y duramente diezmadas durante la Fiebre del Caucho (pero que posteriormente se recuperó, pues los puertos actuales revelan una población sostenida).
XI-e.- Quinto tramo o corredor colombiano
Dejaríamos entonces los ríos de montaña, los que se transformarían ahora en ríos de llanura selvática, alcanzando el quinto tramo del circuito amazónico-platino y la Colombia amazónica. Esta inmensa región se caracteriza por la combinación de tres (3) grandes afluentes y redes de drenaje (Putumayo, Caquetá y Negro), localizadas en el largo y extenso arco o curva continua que da el Amazonas entre la desembocadura del Napo y la boca del río Negro. Para su descripción, debemos ordenar los ríos en cinco (5) variantes, de oeste a este, desde las márgenes o vertientes izquierdas de los ríos de llanura a las márgenes derechas de los mismos, desde la desembocadura hasta sus propias nacientes, en su direccionamiento ya sea río arriba o río abajo, y en la distinción ecológica y étnico-demográfica del hábitat, se trate de “tierra firme” (no inundable, poblada por las etnías ticunas, yaguas y mayorunas o matsés) o de “zona de várzea” (ribereña, poblada por las etnías omaguas, yurimaguas, e ibanomas) con grupos étnicos diferenciados y rivales entre sí (Zárate Botía, 2001, 235).
En ese detallado orden geográfico, cartográfico y ecológico con sus derivaciones chamánicas, farmacológicas y etnobotánicas alcanzamos las bocas de los ríos Vaupés/Putumayo, Caquetá/Japurá, y Guainia/Negro, cuyas nacientes y sus cabeceras administrativas se encontraban en las muy lejanas faldas de la cordillera oriental colombiana (Mocoa, Florencia). Sin duda esta lejanía fue la principal dificultad de las autoridades neogranadinas y colombianas, incluidas las autoridades de la orden capuchina, que por ese motivo fueron incapaces de generar en los siglos XIX y XX un interés regional intenso como el que se dieron los peruanos en Iquitos (Perú) y los brasileros en Manaos (Brasil). Sus largos y oblícuos drenajes en la curvatura del Amazonas, se asemejan en la representación cartográfica a una bayoneta calada. Este circuito del Amazonas, entre la boca del Napo y la del Negro estuvo siempre desde el siglo XVII disputado política y militarmente por la potencia lusitana, pues primero en 1743 alcanzó a controlar la desembocadura del Negro, poco después la boca del Japurá/Caquetá, luego con la Paz de Paris, en 1762, la boca del Putumayo, y la del Yavarí con la retención de Tabatinga, pese a lo dispuesto por el Tratado de Madrid de 1750 (Zárate Botía, 2001, 254).
Más abajo de la desembocadura del Napo, a orillas del Amazonas, en su margen izquierda, llegamos primero a la boca del río Loretoyacu, a cuyas orillas se halla Puerto Nariño (6.983 h.), antiguo Puerto Espejo, el “pesebre” del Amazonas, y luego más abajo del Amazonas la ciudad de Leticia (37.832 h.), fundada por los peruanos pero transferida a Colombia por el presidente Augusto Leguía conjuntamente con el territorio que comprende el Trapecio Amazónico, a cambio de la región del Sucumbíos (frontera con Ecuador), por virtud del Tratado Salomón-Lozano (1927). Leticia estaba ubicada frente a la ciudad brasilera de Tabatinga (fundada en el siglo XVII, la cual había sido reforzada militarmente por Pedro II en 1867 de manera tal de capturar la boca del Putumayo). El río Putumayo atraviesa el departamento o comisaría colombiana del Amazonas, al norte de Leticia, y cambia de nombre al penetrar en Brasil, llamándose entonces Içà (para la conservación de la diversidad biológica y cultural en el piedemonte amazónico colombiano y la herencia del botánico Richard Evans Schultes, ver Zuluaga Ramírez, 2005).
Esta región aparentemente muy despoblada y cuyos grupos étnicos pertenecen a la familia Tucano Oriental (tanimuca, letuama, cabiyari, yuhup, yauna con malocas circulares), y los macuna (con malocas rectangulares), estuvieron al comienzo bajo la jurisdicción Popayaneja de San Juan de Pasto y más recientemente bajo la ciudad de Florencia (fundada en 1902), la capital del departamento del Caquetá y puerta de entrada a la Amazonía colombiana (también estuvo bajo esa jurisdicción la familia Tucano Occidental de los coreguajes y los siona). De todas las amazonías, la colombiana fue la más vulnerable a la penetración lusitana, por la circunstancia de haber controlado Portugal/Brasil desde el Tratado de Madrid (1750) –pero más fuertemente desde que Pedro II reforzó Tabatinga–la boca de los tres ríos que vienen de Colombia, primero lo fue el Negro, luego el Caquetá, y más arriba el Putumayo. Pretendió también Portugal controlar la boca del río Napo pero fracasó en el intento (Zárate Botía, 2001, 246), y Brasil pretendió infructuosamente asignar esos territorios a Ecuador.
Fue esta región el escenario del boom de la quina (1830-1880), y luego de la fiebre cauchera (1880-1912), en la década del 70 de la fiebre petrolera y también de la pugna pseudo-religiosa entre el Instituto Lingüístico de Verano (ILV), de filiación religiosa evangelista, y los Javerianos de Yarumal (católicos conservadores del Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal), y recientemente del paramilitarismo anti-guerrillero de Rodríguez Gacha (ver Stoll, 1985). La fiebre cauchera había intensificado las migraciones internas a través de los ríos de la cuenca, ocasionó un genocidio practicado por la peruana Casa Arana, sus socios británicos y sus capataces negros de la Isla Barbados de nacionalidad británica (Gr.Br.), y un desplazamiento forzado vía fluvial, al sur del Putumayo, de miles de familias uitotos, boras y ocaínas, tragedia que dejó su secuela indeleble hasta la propia actualidad (Pineda, 2000; Stanfield, 2009; y Polanco Ochoa, 2013). Llegando a la boca del primer afluente, el río Putumayo (el más navegable pero a diferencia del Caquetá carece de afluentes significativos), y remontando la margen izquierda del mismo se alcanzan primero el destacamento militar brasilero de Ipiranga, y luego cruzando la despoblada frontera con Colombia se llega a Tarapacá (3.950 h.), y más arriba primero al puerto de Leguízamo (46.602 h.), y luego a los puertos de Ospina (1.250 h.), y Asís (55.759 h.), y a los rastros donde antaño estuvieron las colonias penales de La Tagua y Caucayá, que suman en toda la cuenca del Putumayo 103.611 h. (para una construcción histórica del territorio de Leguízamo, ver Polanco Ochoa, 2013; y para el desplazamiento forzado de los grupos étnicos, ver Soledad Suescún y Egea Jiménez, 2008).
Más luego, llegando río abajo en el Amazonas a la boca del segundo afluente, el río Caquetá/Japurá, que en Colombia separa sus departamentos de Amazonas y Caquetá (es un río de aguas blancas), y en Brasil desagua en varios brazos, en forma de delta, y desemboca frente a la ciudad brasilera de Tracuatuva de Tefé o Tefé (para la construcción del territorio amazónico colombiano del Caquetá, ver Llanos y Pineda, 1982; y Arcila Niño, et.al., 2000). Remontando el Japurá/Caquetá se arriba primero al destacamento militar brasilero de Vila Bittencourt (600 h.), y más arriba cruzando la frontera con Colombia se llega al célebre pueblo mestizo de La Pedrera (200 h.), citado en las narraciones del escritor colombiano Germán Castro Caicedo (Perdido en el Amazonas y  Mi alma se la dejo al diablo), y río arriba en el Bajo Caquetá se llega a la boca del río Apaporis, frontera entre los departamentos del Guaviare y del Caquetá, donde cerca de su estuario se había radicado a principios del siglo XX la Casa cauchera Calderón luego desplazada por la Casa Arana (Hildebrand y Reichel, 1987). Remontando su curso se llega a la población de Ocaso, y también a Buenos Aires de Lérida y al río Patá, donde recibe por el norte al Pirá-Paraná (para el conocimiento de los chamanes de Yurupari, en el Pirá-Paraná, ver Rodríguez Pérez, 2015). En el afluente izquierdo del Apaporis el río Jotaveyá con la población Makú de la familia lingüística Puinave, en sus afluentes derechos los ríos Yapiyá, Popeyacá e Icapuyá con las poblaciones de los Tanimuka, los Letuama y los Yáuna, de la familia lingüística Tukano oriental; y en su afluente derecho el Cananarí con la población de los Kavillarí.

Y luego, más arriba en el Caquetá, se llega a la boca del Mirití-Paraná donde se había instalado la Casa cauchera de Oliverio Cabrera (también adquirida por la Casa Arana) y más tarde el ILV, y más arriba aún los caseríos de Puerto Caimán, y Bocas de Cahuinari. Remontando su afluente el río Mirití-Paraná se llega a las etnias Yukuna y Matapí, de la familia lingüística arawak (que viven de la subienda de los peces que desovan en los cananguchales), y en su afluente el río Komeñaca gran parte de la población Tanimuka, llamados también Ufaina o «gente ceniza», más arriba se llega al chorro o salto del Tequendama, y más arriba aún en las cabeceras del río Mirití, vivían los Yukuna, desde donde bajaron impulsados por la oferta de trabajo siringuero (para el chamanismo nocturno de los Yukuna, ver Fontaine,  2014). Y mucho más arriba en el Caquetá se llega a la boca de los ríos Yari, Caguán y Orteguaza, y en la desembocadura de este último la población mestiza de Solano (23.000 h.).

En este quinto tramo o corredor colombiano, mientras la población residente en las riberas del río Putumayo (Colombia, en Brasil se lo conoce como río Icá) es de 103.611 h., la del departamento Amazonas en Colombia, es casi nueve veces mayor, pues cuenta con un total de 892.392 h. Esta abrumadora diferencia obedecería a que no hemos computado las poblaciones ribereñas de los ríos Apaporis, y Caquetá (en Brasil se lo conoce como Japurá). En el caso del río Apaporis, los numerosos grupos étnico-lingüísticos de la familia Tucano Oriental (macuna, tanimuca, letuama, cabiyari, yuhup y yauna), están escasamente receptivos con la civilización moderna debido a su tenaz aislamiento (sobre el aislamiento de los tucano, ver Landaburu, 2004-2005; sobre porque migran los tucano, ver Brandhuber, 1999; sobre la lengua, la cultura y la sociedad entre los yuhup, ver Ospina Bozzi, 2008).
Más abajo aún del río Amazonas, por su margen izquierda, se arriba a la boca del tercer afluente, el río Negro, donde con motivo del Tratado de Madrid de 1750 los portugueses habían desplazado cantidad de grupos étnicos para llevarlos como esclavos al Pará (Zárate Botía, 2001, 251). Ascendiendo el río Negro se atraviesan primero las localidades brasileras de São Joaquim (grupos étnicos Kuripaco de la cosmogonía Yekuana o Makiritare, y Baniwa, ver Wright, 1998), Açai Paraná, Tuluca, y Paraná Juca, y más luego las localidades de Puraquê, Ponta Cuiubi y Iauaretê, en el estado de Amazonas, donde deja de ser territorio brasilero y cruza a Colombia. Remontando ahora el río Negro en territorio colombiano (o río Guainía en Colombia, de intenso color oscuro y bajo contenido de nutrientes), se arriba a su afluente el río Vaupés, el mismo territorio recorrido en el siglo XIX por el naturalista inglés Alfred Russel Wallace y su compatriota el botánico Richard Spruce, donde al comienzo se alcanza la localidad de Santa Isabel de Río Negro (18.506 h.), y Barcelos (27.273 h.), y mucho más arriba la población de São Gabriel da Cachoeira (42.342 h.), totalizando unos 100.000 h., donde se encuentra el corregimiento departamental Miriti-Paraná habitado por indígenas cubeos, desanos, y guananos, del grupo lingüístico tukano, y donde amén del portugués y el tukano se han oficializado las lenguas ñeengatú (tupí amazónico), y baniwa (arawak). Por ese motivo, algunos autores concluyen en que ha cundido en la Amazonia noroccidental una suerte de multilingüismo (ver Stenzel, 2005; para los indígenas del Mirití-Paraná, ver Hildebrand y Reichel, 1987; para los misioneros y antropólogos en el Miriti-Parana, ver Oostra, 1991; y para el rol del dinero aguas arriba en el Mirití-Paraná, ver Rosas Riaño, 2007).
En este encuentro de ríos, no hemos computado las poblaciones de Santa Rosa y Puerto Limón, ni tampoco los grupos étnicos de la familia Arawak como los curripaco o kuripaco en portugués (ver Ortiz Gómez, 2011), vinculados a los bare y guarekennes del río Negro, los talianas del río Vaupés, y los wenaiwika, enaguas o piapoco de los ríos Meta y Guaviare (sobre etnobotánica de Palmas en la Amazonia colombiana, ver Mesa Castellanos, 2011). Tampoco hemos computado a los huitoto o bora-witoto, el más exogámico de toda la cuenca, merced a lo cual fue capaz de resistir la adversidad y sobrevivir la explotación cauchera (para «Los Curripacos del río Isana, ver Journet, 1980). Esta región se caracteriza por la existencia de dos momentos históricos trascendentales, el del mesiánico chamán baniwa Venancio Cristo enfrentado a los caucheros en 1857; y el de la misionera evangélica Sophie Müller que a fines de 1940 innovó con sus juegos de dramatización de personajes bíblicos y con su sistema de iglesias dirigidas por pastores indígenas y consejos de ancianos (para la controvertida carrera de Sofía Müller, ver Rausch, 2013).
Luego, remontando aún más el Alto río Negro, en la frontera brasilera con Venezuela, se alcanzan las localidades de Cuarinuma, Brujas, Tabaquén, Tonina, y Puerto Inírida (40 mil h.). Más abajo de Sao Gabriel da Cachoeira, el río Negro confluye con la desembocadura perpendicular del rio Branco, que procede de los ríos que fluyen del macizo guyanés, donde remontando su margen derecho se alcanza la capital del estado brasileño de Roraima, Bandeira de Boa Vista (284.313 h.), y las localidades de Forte de São José de Marabitanas, Aru, e Içana, próximas a la Guayana Británica, territorios recorridos por el taxidermista inglés Charles Waterton, el mismo que inspirara a Darwin (para un análisis del estado de Roraima, limítrofe con Venezuela y la Guyana Británica, y la política de la geopolítica, ver Foresta, 1992). En la desembocadura con el Amazonas, el río Negro da lugar a la ciudad y puerto de Manaos. Y más abajo de Manaos, en dirección al estado de Amapá, en el margen septentrional del Amazonas, desembocan perpendicular y sucesivamente, procedentes del macizo Guayanés, los ríos Uatumá, Nhamundá, Trombetas, y Jarí. En este quinto tramo se alcanza en sus puertos una totalidad de medio millón de habitantes.
XI-f.- Sexto tramo o corredor brasilero septentrional
Dejando el margen (o vertiente) izquierdo o septentrional del Río Amazonas, encaramos ahora el sexto y último tramo del circuito amazónico-platino, consistente en la margen derecha o meridional del Amazonas, caracterizada por la combinación de siete (7) grandes afluentes de llanura procedentes de los macizos charqueño y platino (son ríos largos, lentos, meándricos y sembrados de saltos y corredeiras), de los cuales cuatro son hidrovías. A diferencia de la vertiente septentrional, estos ríos desembocan en el Amazonas en forma cuasi-perpendicular, y en una red de drenajes paralelos (que en épocas de crecida puede llegar a cambiar su curso; ver Dourojeanni, 2010). Estos siete (7) ríos los numeramos y ordenamos de occidente a oriente, donde el Amazonas al bajar hacia el Atlántico viene cortando el relieve que separa cada uno de dichos afluentes, el del Javary (Yavarí en Perú), el Juruá, el Purús, el Madeira, el Tapajós, el Xingú, y finalmente el Tocantins, casi en la desembocadura del Amazonas, donde el tráfico de los tres primeros son los que tendrán más interés en navegar río arriba del Madeira.
En este sexto tramo del circuito amazónico-platino, la población está muy mestizada y las ciudades están jerárquicamente clasificadas por los sociólogos en macro-polos, meso-polos, y micro-polos (Guedes, Costa y Brondizo, 2009). Entre esos destinos portuarios, primero fue Tabatinga (40.000 h.), en la triple frontera con Perú y Colombia y estado brasilero de Amazonas, a la margen izquierda del río Amazonas, y a una distancia con Manaos de tres (3) días de navegación río abajo y de siete (7) días rio arriba. El primer afluente, bajando por el Amazonas, es el río Javary, en la frontera con Perú, estado de Amazonas, donde se alcanza las localidades de Atalaia do Norte (13.682 h.), y Benjamin Constant (26.191 h.), frente a Tabatinga, donde suma un total de 40.000 h., y entre ellos el grupo étnico yagua de la familia lingüística peba (ver Chaumeil, 1983; Chuecas Cabrera, 1996). El segundo afluente, bajando por el Amazonas, es el río Juruá (río de color blanco), donde en las tierras bajas se alcanza primero los puertos de Carauarí (27.645 h.), Ipixuna (22.867 h.), Guajará (14.037 h.) , y más arriba Eirunepé, antigua Vila de São Felipe (33.580 h.), sumando en esta cuenca del estado de Amazonas la totalidad de 106.478 h. Remontando el Juruá llegamos a las ciudades de Manacapuru (100.656 h.), y Parintins (108.250 h.), poblaciones predominantemente caboclas, pero en su origen estuvo poblado por indios muras, verdaderos gitanos acuáticos (ver Parker, 1985), sumando en la cuenca un total de 370.000 h..
Como decíamos antes, la población de este sexto tramo amazónico, con excepción de la correspondiente al río Xingú, está intensamente mestizada. Como los siringueiros nordestinos que poblaron esta cuenca venían solteros se casaban con mujeres indígenas de la tribu Kulinaã, con lo que se producían conflictos de todo tipo. Más arriba en el Alto Juruá se alcanza Cruzeiro do Sul (79.819 h.), Marechal Thaumaturgo (13.061 h.), Rodrigues Alves (12.428 h.) y Porto Walter (8.170 h.), estado de Acre, donde suma un total de 113.478 h. En el territorio del Alto Juruá, en la frontera con Perú, se encuentran las denominadas “reservas extractivas”, fundadas por Chico Mendes, el asesinado líder ambientalista víctima de los traficantes de tierras o grileiros (ver Jiménez, 2008). Y entre su población se encuentran los grupos étnicos Yawanawa en el Alto Río Gregorio cuyos chamanes practicaban ritos de iniciación y poseían poderes terapéuticos (ver Pérez-Gil, 2001), los Katukina (del río Biá, afluente del río Jutaí, y éste del Amazonas), los Yaminahua (ver Townsley, 1993), los Kashinahua de la familia lingüística pano, los Manchineri de lengua piro (ver Gray, 1997), y los Asháninka de la familia lingüística arawak (ver Rojas Zolezzi, 2014; y Adelaar, 2000).
Luego más abajo en el Amazonas se encuentra la ciudad Tracatuva de Tefé (62.662 h.), frente a la desembocadura del Caquetá/Japurá, y luego la ciudad de Coarí (82 209 h.). Más abajo del río Amazonas, damos con el tercer afluente, el río Purús (río de agua blanca), que había sido explorado por el geógrafo inglés William Chandless (quien dejó un fascinante informe publicado por la Royal Society, ver Gow, 2006), donde se llega a Santa Rosa do Purús (3.948 h.), Manoel Urbano (7.843 h.), Canutama (14 944 h.), Lábrea (42 439 h.), y Boca de Acre en el estado de Amazonas (sobre los procesos de nacionalización y tribalización en la amazonía sud-occidental y el rol de las canciones purús, ver el muy sugestivo trabajo de Gow, 2006). Más luego en la confluencia con el río Negro tropezamos en la margen izquierda con la ciudad de Manaos (1.982.179 h.), totalizando en el tercer afluente la suma de 2.154.000 h.. Más abajo aún en el Amazonas, el cuarto afluente es la cuenca del río Madeira, la más despoblada de todas las cuencas meridionales, donde confrontamos con la ciudad de Itacoatiara (100.890 h.), y remontando el Madeira llegamos primero a Santa Maria dos Marmelos, y luego a la localidad de Humaitá (50 230 h.), ubicada a tres días de navegación de Manaos, y más arriba por el Madeira se llega a Porto Velho, la capital de Rondonia, totalizando en el cuarto afluente la suma de 150.000 h..
Aún más abajo del río Amazonas, el quinto afluente es el río Tapajós (río de color verde azulado, que lleva un mayor contenido de nutrientes) que hace de frontera natural entre los estados de Amazonas y Pará, explorado en 1830 por el barón ruso Georg Heinrich von Langsdorff (que enloqueció en el intento), en 1913 por el inglés Arnold Savage-Landor, y en la década del sesenta fue el célebre escenario de las investigaciones del belga Claude Levi-Strauss y registrado en su obra Tristes Trópicos. Se alcanza primero la Barraca de Alfredo Lopes y de Paraiso, en el estado de Amazonas, y luego en el estado de Pará, en la confluencia con el río Amazonas la ciudad de Santarém (274.012 h.), y remontando el Tapajós las localidades de Jacareacanga (41.487 h.), Sao Luis do Tapajós (usina hidroeléctrica), Itaituba (124.865 h.), Pedreiras, Belterra (16.808 h.), y finalmente Aveiro (15.000 h.), el área que Henry Ford pobló y donde construyó en 1927 la utópica y fracasada ciudad de Fordlandia (para el auge y caída de la olvidada ciudad selvática de Henry Ford, ver Grandin, 2009), totalizando en el quinto afluente la suma de 470.000 h..
Y aún más abajo del Amazonas el sexto afluente es el río Xingú, en el estado de Pará (apodado ‘el río de aguas claras’), en sus tierras bajas, o corredor Xinguara, se llega río arriba a las ciudades de Altamira (106.768 h.), Senador José Porfirio (12.998 h.), Porto de Moz (28.091 h.), Vitória do Xingú (13.480 h.), y Sao Félix do Xingú (99.905 h., mayoritariamente caboclos (ver Parker, 1985). Donde hoy está la ciudad de Altamira estuvo el grupo étnico Kuruaya conjuntamente con los Juruna, evangelizados por el P. Roque Hunderfund S.J. en 1750 quien ahí creó la Misión Tavaquara. Un siglo más tarde, la misma región fue visitada por el Príncipe Adalbert de Prusia (hijo primogénito del Kaiser Guillermo II). A orillas del río Castanhal, se alcanza la ciudad de Castanhal (186.895 h.), y a orillas del Rio Maratauíra la ciudad de Abaetetuba (350.000h.). Y más arriba, en la cuenca alta del río Xingú, estado de Mato Grosso, poblado con políticas de frontera corporativa (Browder & Godfrey, 1997) se alcanza la localidad de Sao José do Xingú (6.356 h.), la ciudad de Novo Acordo (3.323 h.), estado de Tocantins, y numerosas reservas de grupos étnico-lingüísticos (Apnajé; Xambioá; Xerente; Kráô; Kraô-canela; Karajá; Javaé; Pankararu; Avá-Canoeiro), sumando en la totalidad del Xingú o sexto afluente 269.717 h.
En estos grupos étnicos, por estar lejos de la frontera con Colombia, Perú o Bolivia su identidad étnica es más fuerte que la identidad nacional. Por el contrario, cerca de las fronteras de Perú, Colombia o Bolivia la identidad étnica es más débil que la identidad nacional (para las nuevas posibilidades de cooperativas indígenas en el Xingú, ver Burke, 2012; y para el shamanismo en Parakanã, Sao Félix do Xingú, ver Fausto, 2015). De las numerosas reservas mencionadas, el etnólogo alemán Karl von den Steinen expedicionó en dos oportunidades, en 1884 y 1887, y Hermann Meyer durante 1895-1897, y de nuevo en 1899. A comienzos del siglo XX el Coronel Percy Fawcett encontró en el Xingú la muerte, y a mediados del siglo XX establecieron en él su territorio filantrópico los hermanos Villas Boas, a partir primero de la expedición Roncador-Xingú y luego de la expedición Xingú-Tapajós (Shkrada Resk, 2010). Estas reservas tienen 3.600 h. de catorce (14) grupos étnico-lingüísticos diferentes, entre las cuales se destacan los grupos étnicos pertenecientes a los siguientes tres troncos lingüísticos, el Tupí-Guaraní (Kamaiurá, Juruna, ver Carod-Artal, y Vázquez-Cabrera, 2001; el Arauak (Suya), y el Karib (Kalapalo, ver Mackey, 1993).
Y bajando el río Amazonas hasta su boca, en el estado de Pará (7.588.078 h.), el séptimo afluente es el río Tocantins, donde en su confluencia con el río Itacaiúnas se alcanza la ciudad de Marabá (233.462 h.), próxima al grupo étnico Kayapó-Xikrin (para las investigaciones etnobiológicas de Darrell Posey entre los Kayapó, ver López Garcés, y de Robert, 2001), y muy cerca de la localidad de Eldorado dos Carajás (tristemente célebre por la matanza de los Sin tierra). A orillas del río Tocantins, que es el séptimo y último afluente de la vertiente meridional del Amazonas, en el estado de Tocantins, las principales ciudades son Araguaína (153 350 h.), Gurupi (75.287 h.), la capital Palmas (208.165 h.), Paraíso do Tocantins (45 669 h.), Porto Nacional (49.143 h.), y Taquarussu do Porto (4.739 h.), totalizando en el séptimo afluente 787.000 h..

No obstante la intensidad de la migración y el mestizaje internos, los conflictos por la tenencia rural se acentuaron, en especial en la región Araguaia-Tocantins (ver Kotscho, 1981; y Walker, 2011). En ese sentido, la migración interna estaba garantizada por la existencia de ferias y mercados que comercializaban plantas medicinales como en Sao Luis (1.039.610 h.) y otras ciudades: Imperatriz (232.560 h.), Timon (163.342 h.), Caxias (155.129 h.), Açailândia (101.130 h.), Codó (118.072 h.), Santa Inês (82.680 h.), Bacabal (101.738 h.), y Balsas (89.126 h.) ‎(ver Linhares, 2014). En la boca del Amazonas se alcanza la ciudad de Belém (2.146.000 h.). Y en la confluencia del río Araguari con la boca del Amazonas, pero en su margen izquierda o septentrional, se alcanza el estado de Amapá (698.602 h.), su capital Macapá (366.484 h.), la ciudad de Santana y el grupo étnico Wajapi (101.864 h.), cuyos ríos y afluentes proceden del macizo Guayanés.
En el caso del sexto tramo o corredor brasilero septentrional, las diferencias estadísticas son abrumadoras. Mientras en la ribera del río Guaporé, en el segundo tramo o corredor brasilero meridional, la población es de 138.825 h., la del estado de Rondonia lo decuplica, pues es de un total de 1.560.500 h. Esta diferencia obedecería a que no hemos computado ciudades como Cacoal (90,556 h.), Jarú (52.005 h.), Vilhena (68.405 h.) y Presidente Medici (22 783 h.). Mientras en el lado brasilero de la cuenca del río Javarí, en el sexto corredor del circuito amazónico-platino, la población es de 400.000 h., el total de población del estado de Amazonas descontado Manaos es de 1.500.000 h., o cuatro veces superior. Y mientras en la ribera del río Acre (afluente del Purús) la población es de 42.200 h., la del estado de Acre (Brasil), sin contar la de su capital Rio Branco (363.928 h.) donde existe un afamado Museo del Caucho –no confundir con el río del estado de Roraima que procede del macizo Guayanés- es ocho veces superior, de un total de 368.865 h. Esta diferencia obedecería a que no se computaron otras ciudades muy pobladas como Tarauacá (30.711 h.), Sena Madureira (33.614 h.) y Brasiléia (18.056 h.)..
Por último, en este sexto tramo, mientras la totalidad de las ciudades a orillas de ríos da una suma de 3.400.000 h., la población del estado de Pará la duplica (7.600.000 h.). Y en el estado de Mato Grosso, mientras en la ribera del río Xingú, la población es de 269.717 h., y la del río Ji-Paraná es de 103.256 h., la del estado la quintuplica, pues es de un total de 2.000.000 de h. La ostensible diferencia obedece a que estos estados se hallan sumamente urbanizados pues poseen numerosas localidades situadas en serranías dispersas y alejadas de los ríos (para la jerarquía de las áreas urbanas en la amazonía brasilera, ver Sathler, et. al., 2010; y Guedes, Costa y Brondízio, 2009)
Sumando la población de la totalidad de los seis (6) tramos o corredores correspondientes a los ocho (8) países del circuito amazónico-platino (Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Brasil, Paraguay, Argentina, Uruguay), nos da un monto total aproximado a más de veinticinco millones de habitantes, muy superior a la población de sus puertos interiores que totalizan sólo una quinta parte, unos cinco millones.

XI.- Obras hidráulicas y comparaciones históricas mundiales

Las propuestas de todos los autores mencionados serían comparables con las de otros mega-emprendimientos hidráulicos del mundo tales como el Gran Canal de la China Imperial, los canales Rusos de tiempos de Pedro el Grande, la Hidrovía Rhin-Danubio que conecta el Mar del Norte con el Mar Negro, y el nuevo canal entre el Atlántico y el Pacífico programado por los chinos en Nicaragua.

Los canales rusos vinculan por un lado el río Volga con el Mar Báltico, y por otro el río Volga con el río Don, para desembocar el Don en el mar Negro (Azov) y el Volga en el Caspio. Fueron iniciados por los despotismos orientales del Sultanato Otomano y del Zarismo ruso e inaugurados recién siglos más tarde por un régimen socialista de estado que según la tesis determinista de Wittfogel habría servido para camuflar a un absolutismo hidráulico genocida, el de Stalin en 1952 (Wittfogel).

La Hidrovía Rhin-Danubio, que abarató el costo del flete fluvial, conecta el Mar del Norte con el Mar Negro y la costa meridional del Cáucaso (Georgia), fue comenzada durante el imperio feudal de Carlomagno a fines del siglo VIII y concluida recién hace un cuarto de siglo, en 1992, por la Alemania unificada (en proceso de integrar la Unidad Europea).

El gran canal central en Rusia fue programado para unir el Mar Báltico con el Mar Negro por medio de los ríos Dnieper y Dvina. El programado Canal de Eurasia, entre los mares Negro y Caspio, que tiene 700 kilómetros y una capacidad de 75 millones de toneladas anuales, está siendo impulsado por la Rusia de Putin a un valor estimado de seis mil millones de dólares. Y la programación de una nueva hidrovía interior que va a partir del Danubio, cruzar la Moravia, y atravesar los Balcanes, hasta alcanzar el Egeo, está siendo impulsada por la Unidad Europea y por la Alemania de Merkel.
http://en.wikipedia.org/wiki/Rhine%E2%80%93Main%E2%80%93Danube_Canal

En cuanto al canal de doce (12) km de largo, a construir entre los ríos Alegre y Aguapey, vienen a cuento algunos ejemplos de la historia hidráulica mundial. El canal ruso que une el Río Don con el Volga, inaugurado por Stalin en la década del 50, tiene una extensión diez veces mayor, de un centenar de kilómetros; el Gran Canal chino que une los ríos Amarillo y Yang-Tsé tiene 160 kilómetros; el Canal de Suez que une los mares Mediterráneo y Rojo, entre Puerto Said y Suez, tiene 163 km.; y el canal alemán que une el afluente del Rhin y el río Meno (Meinz) con el río Danubio, terminado en 1992, tiene 172 kilómetros, detentando cada uno de los tres canales una extensión quince veces mayor. Y el Canal de Eurasia programado en la Rusia de Putin entre los mares Negro y Caspio tiene una extensión setenta veces mayor, de 700 kilómetros, y una capacidad de 75 millones de toneladas anuales.

El viejo canal que conecta el Don con el Volga, construido con los prisioneros del Gulag, tiene nueve esclusas, que salvan los 88 metros del desnivel ascendente del río Volga; y cuatro esclusas que salvan los 44 metros del desnivel descendente del río Don, y que permiten el paso de embarcaciones de más de cinco mil toneladas de carga y una capacidad anual de 11 millones de toneladas.
http://azovcenter.ru/articles/recommendation-may-come-soon-caspian-azov-sea-canal-route

XII.- Esterilidad de la pugna entre Argentina y Brasil, malversaciones del BID-Banco Mundial, y caracterización de las hidrovías de AméricaLatina

Todo un arduo y complejo trabajo de alta ingeniería, cabotaje fluvial e integración etno-lingüística, generaría un enorme hinterland o espacio interior a escala continental, que daría vida intensa a una inmensa región por siglos postergada y aislada; emularía las proezas ingenieriles que históricamente se dieron en China, Egipto, Panamá, Rusia, Alemania y Canadá; y estimularía la programación de hidrovías interiores semejantes en América Central, tal como la de los ríos La Pasión, Salinas y Usumacinta, que atraviesan los territorios de Honduras y Guatemala y recalan en la frontera con México.

Llama entonces la atención la fatal malversación del BID-Banco Mundial en sus planes de infraestructura, los desatinos de los planes imperiales chinos, la negligencia de nuestros dirigentes en la caracterización de las hidrovías interiores de América Latina, y de la complicidad en esa indiferencia y malversación por parte de los cancilleres del Pacto Andino (bolivianos, peruanos, ecuatorianos, colombianos y chilenos) así como por los de la Cuenca del Plata (paraguayos, uruguayos, brasileros y argentinos). En las seis (6) sucesivas Reuniones Extraordinarias de sus Cancilleres, celebradas a lo largo de tres décadas, entre 1969 y 2001, la internacionalización de las hidrovías no fue considerada. Los cancilleres paraguayos (Sapena Pastor, Benitez, Rachid, Loizaga), uruguayos (Blanco Estradé,Maeso, Iglesias, Gros Espiell, Abreu Bonilla, Ramos Trigo, Opertti Badán, Gargano, Almagro), brasileños (Magalhães Pinto, Gibson Barbosa, Saraiva Guerreiro, Sodré, Rezek, Lampreia, Lafer, Amorim, Patriota, Figueiredo, Vieira) y argentinos (Remorino, Cárcano, Zavala Ortiz, De Pablo Pardo, Mujica, Costa Méndez, Caputo, Di Tella, Ruckauf, Bielsa, Taiana, Timerman) ignoraron la prédica hidroviaria de Gallart, Del Mazo y Belaúnde Terry, y no han adoptado como paradigma a emular las experiencias de unificación hidropolítica que se dieron en la historia de Europa (Rhin-Danubio) y del mundo. Si bien el Perú ha iniciado en los departamentos amazónicos un programa hidroviario, tampoco los geógrafos y la disciplina geográfica latinoamericana –incluida la del Pacto Andino– han reconocido la relevancia política y diplomática de los hallazgos de Gallart, Del Mazo y Belaúnde Terry, quedando estos últimos sepultados en la indiferencia y el olvido.

En el caso de la China Imperial, la unidad entre su parte septentrional (Beijing) con la meridional (Shanghai) fue cimentada uniendo los ríos Amarillo y Yang-Tsé. En el caso del Egipto moderno, mancomunar el Alto Nilo con el Bajo Nilo y vincular el Mar Rojo con el Mediterráneo fue posible mediante el Canal de Suez (1869).En el caso de los Estados Unidos de América, consolidar su armonía geográfico-política y unir sus costas del Atlántico con las del Pacífico sólo fue posible por medio del Canal de Panamá y no por el Ferrocarril ni por super-carreteras (1914). En el caso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), reforzar su unidad incluyendo a Ucrania y Bielorusia, sólo fue factible a través de un canal que uniera los ríos Don y Volga (1952). Y en el caso de Alemania, afianzar la Unidad Europea vinculando los Mares del Norte y Negro sólo era posible mediante un canal que enlazara los ríos Rhin y Danubio a través del Meinz (1992).

Sin embargo, el esfuerzo económico y político hecho por la humanidad para construir en el siglo XIX los canales de Suez y Panamá, que beneficiaron esencialmente a las potencias occidentales, no han sido reciprocados en África y América Latina con obras semejantes que favorezcan su desarrollo integrado. Los lagos de África esperan ser interconectados así como también las cuencas fluviales de América Latina.

La integración de las cuencas hidrográficas, la globalización del mercado interior, la internacionalización de las hidrovías interiores y la construcción de obras hidráulicas en istmos o varaderos –cruciales para la navegación fluvial–cumpliría entonces los sueños de Raposo Tabares, Fritz, Humboldt, Pedro II, Sarmiento, Moraes, Courteville, Gallart, Del Mazo y Belaúnde Terry, de un mar interior surcado por múltiples, entrelazadas y competitivas hidrovías, que incrementaría el potencial económico, demográfico, lingüístico, y turístico de todo un sub-continente y que les otorgaría a sus pueblos una motivación política y una política exterior que excedería intereses meramente nacionales o regionales.

En la práctica concreta de los pueblos transfronterizos de la Amazonía, la prolongada convivencia cotidiana ha venido erosionando las identidades nacionales, las antiguas identidades étnicas y religiosas, y las tradicionales prácticas endogámicas, estimulando una nueva identidad socio-regional amazónica con sus propias instituciones colegiadas (Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, la Red Jurídica Amazónica, la Red Amazónica de Información Socio-ambiental Geo-referenciada, la Comunidad Terapéutica Takiwasi, y la Articulación Regional Amazónica) e incluso nuevas identidades étnicas, lingüísticas (portuñol, tupí-portugués), culinarias, farmacológicas (ver Museo de Plantas Sagradas y Medicinales del Cuzco), simbólico-rituales (chamanismo amazónico y limpieza espiritual), habitacionales y artísticas (canto, música y pintura), y nuevos modos de pensamiento, de tradiciones y de entender la vida. Una elocuente muestra de este cambio cultural está representada por la cumbia El Indio Amazonense, entonada por el recitador leticiano Pablo Parménides Martínez y compuesta por Luis García Cruz, (a) Luchín. Este verdadero himno a la vida denuncia la deforestación, la contaminación y el narcotráfico, que viene sufriendo la amazonía, y la enriquecedora identidad común que prevalece en la triple frontera entre Colombia, Perú y Brasil, la más exuberante y contagiosa de todo el espacio amazónico, donde abundan múltiples fronteras y numerosas reservas indígenas, que esperan ser respetados en su identidad y en su afán de acercarse legítimamente a una modernidad integradora..
https://www.youtube.com/watch?v=s5y8v9JiFAI

Este mar interior poblado e intensamente comunicado con hidrovías internacionalizadas sacaría de la insularidad y el enclaustramiento forzado a países como Paraguay (hidrovía del Alto Paraguay), y Bolivia (hidrovías del Guaporé, del Madeira, del Ichilo-Mamoré, del Madre de Dios), y a regiones como las del Perú amazónico (hidrovías del Ucayali, del Marañón, del Huallaga, ver Dourojeanni, 2010), del Ecuador amazónico (hidrovía del Napo), de la Colombia amazónica (hidrovías del Putumayo y el Caquetá), y del Brasil amazónico (hidrovías del Purús, Tapajós, y Tocantins-Araguaia), conectaría los ríos de la cuenca platina (Uruguay, Paraná, Iguazú, Bermejo y Pilcomayo) con los de las cuencas amazónica y orinoqueña; e incorporaría naciones como Argentina y Uruguay a los mundos amazónico, chaqueño y orinoqueño a través de canales en el Alto Paraguay-Guaporé, y en el Madre de Dios-Ucayali, y estados como Venezuela y las tres Guayanas a través del Casiquiare.
Por último, este mar interior transformaría la estructura de poder de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guayanas y Brasil, dando relevancia estratégica a sus departamentos y provincias amazónicas y una concepción integradora del continente haciendo más factible la conectividad con las Antillas menores, vecinas de la boca del Orinoco; y en los casos de Paraguay y Argentina incorporaría sus regiones chaqueñas y litoraleñas (Mesopotamia y litoral del río Uruguay) al mundo amazónico; y sustentaría con mayor fuerza una mística unificadora y un destino manifiesto común para toda la América Latina.

Eduardo R. Saguier, Ph.D.
Museo Roca-CONICET
http://www.er-saguier.org

Con copia a la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA); la Red Jurídica Amazónica (RAMA); la Red Amazónica de Información Socio-ambiental Geo-referenciada (RAISG); la Articulación Regional Amazónica (ARA); la Iniciativa Amazonía Viva/WWF; la Central de Comunidades Nativas de la Selva Central (CECONSEC); el Instituto para el Eco-desarrollo Regional Amazónico, la Asociación Regional de Pueblos Indígenas de Selva Central (CAAAP); la Asociación Inter-étnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep); la Comunidad Terapéutica Takiwasi (Tarapoto, Perú), la Associação de Universidades Amazônicas (UNAMAZ); la Associação de Redução de Danos do Amazonas (ARDAM); la Association of Amazonian Universities (Brazil); la Associação para o Desenvolvimento Coesivo da Amazônia (ADCAM); y la Federación de Comunidades Nativas de Ucayali (FECONAU).

(*) Este artículo es una versión muy mejorada de trabajos previos publicados electrónicamente que llevaron por título primero “Hidropolítica y combate contra la Ferrovía extractivista y la desintegración Latinoamericana”, publicado en Agulha Revista de Cultura  (Fortaleza,  São  Paulo), Fase II , Número 11 , Junho de 2015; y más luego “Fragmentación del espacio amazónico y criminal negligencia de nuestros dirigentes en la caracterización de las hidrovías de América Latina”, publicado en InComunidade (Porto, Portugal). Los títulos –fiel reflejo del contenido– fueron cambiando de tenor a medida que el estudio fue avanzando en profundidad y en nuevas líneas de investigación. Cabe consignar que este trabajo no hubiera sido posible sin el apoyo moral e intelectual de mi esposa María Cristina Mendilaharzu.

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