Por Hernán Andrés Kruse.-

Al comenzar enero Saleh Arouri murió a raíz de una explosión en un suburbio del sur de Beirut. Arouri era uno de los fundadores del ala militar de Hezbollah. El guerrillero estaba en la mira de Israel desde antes que se produjera la invasión de Hamás a territorio israelí el sábado 7 de octubre de 2023. Por su parte, al-Mayadeen, un sitio de noticias vinculado a Hezbollah, informó que la explosión ocasionó la muerte de seis personas y fue obra de un avión no tripulado de Israel. Ezzat al Rishq, miembro de la oficina política de Hamás, manifestó: “Los cobardes asesinatos cometidos por el ocupante sionista contra los líderes y símbolos de nuestro pueblo palestino dentro y fuera de Palestina no lograrán quebrar ni la voluntad ni la resiliencia de nuestro pueblo, ni entorpecer la continuación de su valiente resistencia” (fuente: Infobae, 2/1/024).

Hassan Nasrallah, jefe de Hezbollah, anunció el miércoles 3 de enero que su milicia luchará “sin límites” si Israel declara la guerra contra Líbano. “Si el enemigo piensa lanzar una guerra contra Líbano, combatiremos sin límites, sin restricciones, sin fronteras”. “No tenemos miedo a la guerra”, advirtió Nasrallah a horas de la muerte de Saleh al Arouri. Daniel Hagari, portavoz del ejército israelí, se abstuvo de comentar el hecho pero manifestó que las tropas israelíes estaban preparadas al máximo para enfrentar cualquier escenario. Por otra parte, el ejército israelí atacó ese mismo día posiciones de Hezbollah en Líbano, como represalia por el lanzamiento de proyectiles desde territorio libanés. La frontera israelí-libanesa vive sus horas más dramáticas desde la guerra que libraron Hezbollah e Israel en 2006, debido a un recrudecimiento de los ataques de las milicias propalestinas inmediatamente después del estallido de la guerra entre Israel y Hamás el pasado 7 de octubre (fuente: Infobae, 3/1/024).

Mientras Nasrallah efectuaba dicho anuncio la ciudad iraní de Kerman era escenario de un feroz atentado terrorista que les costó la vida a numerosas personas. Ahmad Vahidi, ministro del Interior del país persa, aseguró que “las agencias de Seguridad, Inteligencia y Justicia están en plena alerta y en control, ejecutando sus planes de acuerdo con los protocolos establecidos”. Afirmó que el ataque fue dirigido a civiles, lo que constituye un acto terrorista “reprensible, cobarde y malicioso”. “El incidente demuestra la profundidad de la maldad del enemigo”. El ataque tuvo lugar en la tarde del miércoles 3 de enero cuando miles de personas participaban de la ceremonia conmemorando el cuarto aniversario de la muerte del teniente general Qassem Soleimani. Las autoridades iraníes responsabilizaron de manera indirecta tanto a Israel como a Estados Unidos ya que “albergan rencores contra Soleimani y quienes han elegido vengarse sobre el pueblo, después de que varios de sus planes para desestabilizar el país fueran neutralizados” (fuente: Infobae, 3/1/024).

Sergio Pikholtz, vicepresidente de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) no tuvo mejor idea que afirmar que en Gaza no hay inocentes civiles e insinuar que no debía haber piedad con nadie, ni siquiera con los menores de edad. “Como repetimos incansablemente no hay civiles inocentes en Gaza, tal vez sólo los niños de menos de cuatro años. Sin piedad con los asesinos de judíos, Venceremos”, expresó el dirigente en un mensaje que publicó en su perfil de X. Horas más tarde no tuvo más remedio que renunciar a su cargo. “Comunico que he decidido renunciar irrevocablemente a mi condición de vicepresidente segundo de la DAIA. La causa del pueblo judío, el retorno de los rehenes y el derecho del Estado de Israel a defenderse de las agresiones son causas justas”, publicó el dirigente en su cuenta de X. Por su parte la DAIA dio a conocer un comunicado, previo a la renuncia del dirigente, en el que expresa: “Ante las desafortunadas expresiones de nuestro vicepresidente segundo Sergio Pikholtz, la DAIA ha solicitado su licencia. La DAIA siempre es firme con cualquier hecho o persona de la sociedad argentina que se exprese equivocadamente, eso también corre dentro de la propia comunidad y esto es ejemplificador para todos. Las medidas a tomar se evaluarán el próximo lunes por el consejo directivo”. Por su parte, Isaac Sacca, Gran Rabino de la Comunidad Sefardí de Buenos Aires, advirtió: “Rechazamos rotundamente desde la perspectiva judía toda cruel declaración contra cualquier ser humano inocente, sea quien sea. El judaísmo promueve la misericordia, la vida y el respeto por todos los seres humanos, tanto judíos como palestinos o de cualquier grupo o nación”. “Si tenemos que defendernos, lo haremos contra los malvados, no contra gente inocente que ya es víctima de su situación. Que Dios nos inspire piedad para con todas sus criaturas” (fuente: Infobae, 5/1/024).

El 7 de enero de 2024 se cumplieron tres meses del comienzo de la guerra entre Israel y Hamás a raíz de la invasión perpetrada por la organización terrorista islámica al territorio israelí. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, expresó: “Hace tres meses Hamás cometió una terrible masacre contra nosotros”. “Mi gobierno ordenó a las Fuerzas de Defensa de Israel que fueran a la guerra para eliminar a Hamás, liberar a nuestros rehenes y garantizar que Gaza nunca más vuelva a ser una amenaza”. “La guerra no debe detenerse hasta que alcancemos todos los objetivos”. Por su parte, Daniel Hagari, portavoz castrense, afirmó que “los combates continuarán durante 2024”. “Hemos completado el desmantelamiento de las estructuras de Hamás en el norte de la Franja de Gaza”, donde el enemigo tenía “dos brigadas militares con doce batallones, con un total de 14.000 terroristas”. “Ahora nos estamos centrando en desmantelar a Hamás en el centro y sur” del enclave (fuente: Infobae, informe de Yemeli Ortega, 7/1/024).

A continuación paso a transcribir la parte del ensayo de Luciana Manfredi, Maximiliano Uller y Pamela Bezchinsky “El conflicto árabe-israelí: historia y perspectivas de solución” (Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Bs. As., 2007), referida al nacimiento de Hamás.

ENTRE LA REPRESIÓN ISRAELÍ Y LA INTIFADA: EL NACIMIENTO DE HAMÁS

“Como señalábamos en el apartado anterior, la represión ejercida por el nasserismo en Egipto concluyó con el encarcelamiento de varios de los líderes de Hermanos Musulmanes, la ejecución de Sayyid Qotb y el exilio de otros, fundamentalmente a Jordania. La influencia del grupo, en especial a través de cofradías populares, crecía silenciosamente al compás de la represión en los Territorios Ocupados. Sobre todo en Gaza, donde las secuelas de la miseria y postergación de los refugiados comenzaban a presionar sobre la generación más joven de palestinos. La permanente labor social de los Hermanos en el ámbito popular de las mezquitas, las escuelas y, en algunos casos, las universidades, se plasmaba a través de la ayuda económica que provenía desde los países del Golfo mediante el zakat. El zakat no era una limosna ni una donación en sentido estricto, sino que era una suerte de impuesto prescripto por la doctrina coránica, que podría ser interpretado como el «derecho de los pobres sobre los bienes de los ricos». Así, mientras desde el exilio la OLP planteaba abiertamente el conflicto insurreccional frente a Israel, los Hermanos realizaban un arduo trabajo de base que en apariencia no perjudicaba al Estado judío. De hecho, tras la muerte de Nasser y la asunción de Sadat, se produjo la liberación progresiva de los Hermanos en Egipto. En esta ocasión, resultaban funcionales a la política de infitah del presidente, quien comenzó a utilizar su influencia para combatir a los sectores más radicales de la izquierda, fundamentalmente, en el ámbito universitario. La universidad egipcia de Al Azhar fue quizás el sitio paradigmático donde Hermanos cultivaría su mayor influencia, alentando así la formación de una importante capa de intelectuales islámicos, fundamentalmente, en el ámbito de la teología y las ciencias naturales.

Ni Sadat ni los dirigentes israelíes imaginaron jamás que estos líderes religiosos (que, si bien reivindicaban un Estado islámico para los musulmanes y predicaban contra el sionismo, no planteaban una confrontación violenta) iban a decantar en expresiones de mayor radicalidad. Esta incluye acciones decididamente violentas (como la implantada modalidad de los ataques suicidas) que terminaron aumentando la tensión al interior de sus propios países. Paradójicamente, algunos de los otrora liberados por el líder egipcio fundaron movimientos con connotaciones violentas como la Yamma Islamiyya, quienes ejecutaron su propio magnicidio en 1981, luego de la firma de los Acuerdos de Camp David. Los veinte años que precedieron al levantamiento conocido como Intifada estuvieron signados por una intensa represión en los Territorios Ocupados, mientras la política de asentamientos continuaba incesantemente. La derrota de 1973, junto con el inesperado giro de la diplomacia norteamericana hacia un trato preferencial para los árabes, producto del conflicto energético de ese año, había socavado aquella sensación de invulnerabilidad que ostentaba Israel y que había facilitado la consolidación de sus fronteras y la expansión más allá de la línea verde. Los habitantes de los Territorios, empobrecidos y temerosos del aparato militar israelí, se acostumbraron a un régimen de vida que parecía perpetuarse: no se producía ni la liberación del yugo impuesto por el Estado judío ni se avizoraban instancias diplomáticas que posibilitaran un diálogo hacia la paz y la autodeterminación de los palestinos. Si bien hubo intentos de flexibilizar esta política (por ejemplo a través de la política de «puentes abiertos»), las tensiones permanentes que se vivían en las fronteras -principalmente en el Líbano- hacían que cualquier intento de Israel por descomprimir la situación causara, en numerosas ocasiones, un efecto boomerang que terminaba por acentuar la represión.

Pero, sin duda, el hecho de mayor relevancia para el ascenso de los movimientos islámicos en Medio Oriente fue la Revolución shiíta Iraní de 1979. Este movimiento, liderado por el imam Jomeini, que se alzó con el poder luego de la abdicación del Sha Reza Pahlevi, poseía una particularidad única. Contaba con una dispar adhesión: desde los tradicionales comerciantes del bazar hasta el partido de izquierda Tudeh (las masas) y sectores de la pequeña y mediana burguesía no secular. Utilizando un lenguaje que combinaba una profunda raigambre religiosa (por ejemplo, haciendo referencia al histórico martirio del imam Husein en Karbala) con conceptos extraídos del marxismo o el socialismo (desheredados o desclasados), este movimiento político logró cautivar a las masas frente a un régimen profundamente degradado por la corrupción, la crisis económica y una incondicional alianza con Estados Unidos, provocando una significativa ruptura con la tradición shiíta de alejamiento del poder. Más allá de las rivalidades históricas entre estos y los sunnitas, y sin soslayar que se trata de un país no árabe (Irán), el ejemplo de la imposición de una república teocrática con un apoyo popular inédito impactó inexorablemente en otros movimientos religiosos como Hermanos. Estos además compartían su odio por Israel y veían que era posible plantear, en términos concretos, el Estado islamista que habían imaginado desde hacía varias décadas. Es así que, tras el fracaso de la experiencia nacionalista y con la dirigencia de la OLP diezmada luego de su expulsión del Líbano, en los albores de la década de 1980, parecía ser el islamismo la única vía posible para los empobrecidos y hastiados habitantes de los Territorios Ocupados, cuya población era mayoritariamente menor de 30 años de edad y había conocido sólo la ocupación israelí. Es por ello que la Intifada no puede ser considerada un hecho aislado; por el contrario, las tensiones se encontraban latentes y cualquier episodio, por intrascendente que fuera, iba a generar algún disturbio con consecuencias mayores.

El incidente del camión israelí arrollando a cuatro palestinos en Cisjordania fue tomado por éstos como una venganza por la muerte de un comerciante judío algunos días atrás. El alzamiento del 9 de diciembre de 1987, en el que cientos de palestinos -en su mayoría adolescentes y jóvenes estudiantes- arrojaron piedras contra soldados israelíes podría llegar a guardar cierta similitud con los hechos de 1936, cuando los árabes se alzaron contra la dominación colonial y la inmigración sionista. Sin embargo, si bien en esta oportunidad también estaban los Hermanos Musulmanes como catalizador de la experiencia insurreccional, la magnitud del episodio cambiaría radicalmente el curso del conflicto, no sólo por la aparición de un nuevo actor político, sino también porque el Estado de Israel comenzó a replantear su política exterior, luego de la condena mundial a la ocupación y la represión del levantamiento popular. El desprestigio que ganó Israel en los años posteriores a la Intifada suscitó una severa autocrítica al interior de la sociedad, iniciando un proceso de diálogo con los palestinos y llevando al laborismo nuevamente al poder, luego de trece años de hegemonía de la tendencia derechista encabezada por el Likud.

El actor político que se mencionaba en el párrafo anterior surgió como un desprendimiento de Hermanos Musulmanes. Hamas (Movimiento de Resistencia Islámica), conducido por el sheik Ahmed Yassin, planteaba un liderazgo que lo distanciaba de las posiciones tradicionales de Hermanos. Así, su oposición férrea al Estado de Israel y la configuración de un espacio islamista como única vía posible de solución del conflicto, convirtieron al movimiento en la vanguardia del alzamiento popular. Sus lineamientos fueron planteados en un documento fechado el 18 de agosto de 1988 y conocido como Carta del Movimiento Islámico de Resistencia. El contenido del documento expresaba cabalmente los objetivos del movimiento, aunque sus puntos de vista resultaran plagados de ambigüedades. Las consignas políticas eran seguidas a menudo de referencias religiosas salpicadas por versículos del Corán, en la mayor parte de sus treinta y seis artículos, donde se enfatiza permanentemente la necesidad de retomar los valores islámicos para plasmarlos en un proyecto político. La declaración es sin lugar a duda una prueba irrefutable de que el islamismo ya no representaba un espacio meramente espiritual, sino que se afirmaba políticamente mediante un discurso que exhortaba a construir un Estado islámico. En este sentido, planteaba la recuperación de lo que ellos denominaban la Palestina histórica, desconociendo explícitamente la existencia de Israel. Sin embargo, las referencias a Israel como el enemigo estaban planteadas de una manera por lo menos ambigua. Así, la palabra judío aparece en el texto unas once veces, mientras que la palabra sionista se menciona alrededor de una veintena de ocasiones. Por ejemplo, en la introducción del documento, Hamas declara que « (…) nuestra lucha contra los judíos es muy grande y seria», mientras en el artículo 7 afirma que « (…) El Movimiento de Resistencia Islámico es uno de los eslabones de la cadena de lucha contra el invasor sionista», hecho que no define claramente si la pelea se realiza en el contexto religioso o político (o en ambos simultáneamente). En otras palabras, el conflicto pasó de tener motivaciones exclusivamente políticas (el desplazamiento de una nación por otra) a definirse en la órbita religiosa (imposición de una visión revelada y un conjunto de creencias y valores frente a otra).

Sin embargo, la dualidad del planteo pareciera aclararse cuando en el artículo 15 señala que «Es necesario instalar en la mente de las generaciones de musulmanes que el problema palestino es un problema religioso». Por otra parte, la reafirmación del carácter islámico del movimiento oculta una contradicción, o al menos, una ambigüedad, en el sentido de que nuevamente la dicotomía umma versus watan subyace implícitamente en el texto. En el artículo 2 señala que «El Movimiento de Resistencia Islámica (…) es una organización universal que constituye el movimiento islámico más grande de esta época». Añade que «Hamas es un movimiento universal» (artículo 7), mientras que reconoce la jurisdicción territorial y nacional de la lucha, aún cuando el objetivo final sea la creación de un Estado islámico. «El Movimiento de Resistencia Islámico es un movimiento distintivamente palestino, cuya pertenencia es a Alá y cuya forma de vida es el Islam», señala en el artículo 6, enfatizando en el artículo 11 que «Hamas cree que la tierra de Palestina es un bien Waqf (bienes sagrados consagrados por Alá para los musulmanes) con lo cual ni ésta ni ninguna parte de ella, debería ser abandonada. Ni un país árabe en particular ni todos en su conjunto, ningún rey ni presidente, ni todos los reyes y presidentes, ni siquiera alguna organización, sean palestinas o árabes tienen el derecho de hacerlo». No obstante, el componente nacionalista del movimiento queda literalmente expresado -aunque subordinado al religioso-, cuando sostiene en su artículo 12 que «El Nacionalismo, desde el punto de vista de Hamas, es parte del credo religioso. Nada es más significativo ni más profundo en el nacionalismo que aquel caso en el que un enemigo trata de apoderarse de la tierra musulmana», reafirmado en el artículo 13 bajo la consigna de que «El Nacionalismo de Hamas es parte de su religión».

Respecto de su programa, Hamas sostiene que «Alá es el objetivo, el Profeta es su modelo, el Corán es nuestra constitución: la Yihad es el camino y la muerte por la voluntad de Alá es el más elevado de los deseos» (artículo 8) y «La ley que nos gobierna es la Sharia» (artículo 11). Asimismo, rechaza cualquier instancia de diálogo o proceso de paz, entendiendo que las Conferencias « (…) sólo son formas de instalar a los infieles en la tierra de los Musulmanes de manera arbitraria» (artículo 13), reforzando la perspectiva radical del grupo. Al mismo tiempo, expresa su carácter policlasista haciendo un llamamiento a la militancia de todos los sectores, desde líderes espirituales hasta profesionales, científicos, intelectuales, campesinos y empresarios. Pero lo que sin duda merece una especial consideración es el análisis de su relación con los movimientos seculares. Si bien reconoce el liderazgo de la OLP, éste se hace con reservas, condicionándolo a su compromiso con el programa islamista. Es así que señala en tono conciliador en el artículo 27 que «La OLP es la más cercana al espíritu de Hamas» aunque más adelante afirma que “a causa de las situaciones prevalecientes en la conformación de la OLP, de la confusión que predominaba en el Mundo Árabe (…) la organización adoptó la idea de un Estado secular, completamente contradictorio con la ideología religiosa (…) El día que la OLP adopte el Islam como forma de vida, nos convertiremos en sus soldados”. En consecuencia, la síntesis del programa de acción de Hamas se resume en el artículo 36, donde queda claramente expresado que «El Movimiento de Resistencia Islámico adopta el Islam como su forma de vida. El Islam es un credo y una religión». En suma, el programa político de Hamas contiene objetivos puntuales (creación de un Estado Islámico en la totalidad del territorio palestino, adopción de la sharia como ley fundamental, destrucción del Estado de Israel, etc) pero con consignas declamatorias más que operativas, reforzadas por un fuerte contenido antijudío y antisionista, aunque paradójicamente se refiere al sionismo como una ideología nazi. Sus referencias al imperialismo remiten permanentemente a Israel como una suerte de «agente» cuyos objetivos son conspirar contra los musulmanes y «apoderarse de sus tierras», utilizando la expansión colonialista como instrumento”.

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