Por Hernán Andrés Kruse.-

Razi Moussavi, un general de alto rango de la Guardia Revolucionaria iraní, falleció el lunes 25 de diciembre por un ataque aéreo en Siria. Moussavi “murió durante un ataque del régimen sionista hace unas horas en el distrito de Zeinabiyah, en los suburbios de Damasco”, informó la agencia oficial de noticias IRNA. Por su parte, la televisión estatal del país persa expresó que se trataba de “uno de los acompañantes de Qassem Soleimani, jefe de la Fuerza Quds de élite de los Guardias, fallecido en 2020 a raíz del ataque de un avión no tripulado de la república imperial. Hasta el momento, el gobierno de Netanyahu no ha manifestado comentario alguno. Desde que dio comienzo la guerra civil en Siria en 2011, Israel ha lanzado sobre su territorio cientos de ataques por aire, dirigidos especialmente contra combatientes de Hezbollah y posiciones del ejército sirio (fuente: Infobae, 25/12/023).

El lunes 25 de diciembre Israel y Hamás coincidieron en brindar una fría recepción a una propuesta de Egipto para poner fin a la guerra. Sin embargo, ambos contendientes también se mostraron proclives a no cerrar de manera definitiva la vía diplomática para frenar la feroz embestida israelí contra la Franja de Gaza. El gobierno egipcio propone una gradual entrega de rehenes y la creación de un gobierno palestino de expertos encargados de administrar la Franja y la ocupada Cisjordania. Dicho plan fue presentado, según reconoció un funcionario de ese país, a Israel, Hamás, Estados Unidos y gobiernos europeos. Si bien no hizo mención directa sobre el plan, Netanyahu manifestó que su país no detendría la ofensiva militar: “Estaremos expandiendo la lucha en los próximos días y esta será una batalla larga que no está cerca de finalizar”. Por su parte, Izzat Rishq, importante funcionario de Hamás, emitió un comunicado en el que reitera la decisión de la organización terrorista islámica de no negociar hasta que llegue a su fin la agresión de Israel (fuente: Infobae, informe de Samy Magdy, Josef Federman y Najib Jobain).

En las últimas horas el ejército israelí avanzó con firmeza sobre el centro de la Franja de Gaza mientras mantiene sus operaciones en las zonas sur y norte. Dado Bar Kalifa, comandante de la 36 División que combate en la zona, aseguró que “los batallones de los campamentos centrales se enfrentan, actualmente, a la fuerza de las DFI. Dejarán de funcionar como han dejado de hacerlo otros batallones”. Los batallones mencionados por el militar israelí son al-Bureij, Deir al Balah, Maghazi y Nuseirat. “Los combates en Shejaiya fueron difíciles y complejos y, durante ellos, conseguimos importantes logros. Shejaiya ya no será un centro de terror para Hamás”, anunció Bar Kalifa. Sin embargo, Yoav Gallant, ministro de defensa israelí, reconoció que faltaba mucho para derrotar a Hamás: “Estamos siendo atacados desde siete escenarios diferentes: Gaza, el Líbano, Siria, Cisjordania, Irak, Yemen e Irán”. “Lo voy a decir de la forma más clara posible: cualquiera que actúe contra nosotros es un objetivo potencial, sin inmunidad para nadie”. Por su parte, Herzi Halevi, jefe de las FDI, expresó que el conflicto “continuará durante muchos meses más”. “Trabajaremos con diferentes métodos para que nuestros logros se mantengan durante mucho tiempo” (fuente: Infobae, informe de Isabella Ederly, 27/12/023).

Las fuerzas militares de Israel intensificaron el jueves 28 de diciembre sus ataques contra la principal ciudad del sur de la Franja de Gaza y otras zonas del centro de la Franja. El avance israelí tiene lugar en momentos que la OMS (Organización Mundial de la Salud) lanzara una severa advertencia sobre el grave deterioro del sistema sanitario de la Franja. Mientras tanto, Emmanuel Macron, presidente galo, exhortó a Israel a poner en práctica un alto el fuego de largo plazo. Expresó también su honda preocupación por el elevado número de civiles muertos en Gaza. Tedros Adhanom Ghebreyesus, jefe de la OMS, imitó a Macron y llamó a la comunidad internacional a “tomar pasos urgentes para aliviar el grave peligro que enfrenta la población de Gaza, que pone en riesgo la capacidad de los trabajadores humanitarios de ayudar a la gente con graves heridas, hambre y expuestas a enfermedades” (fuente: Infobae, informe de Adel Zaanouny y Chloé Rouveyrolles-Bazire).

El viernes 29 de diciembre el ejército israelí ordenó una serie de ataques sobre Siria luego de que milicias proiraníes que operan en su territorio lanzaran una ofensiva contra Israel. Horas antes un portavoz militar israelí informó que se habían encendido las sirenas en el norte del país a raíz de “dos lanzamientos de proyectiles que fueron identificados cruzando Siria”. Afortunadamente no hubo que lamentar víctimas ya que los proyectiles “cayeron en campo abierto”. Mientras tanto, en la zona norte de Israel terroristas de Hezbollah intentaron atacar en reiteradas oportunidades la infraestructura de las Fuerzas de Defensa. Como represalia, Israel atacó la infraestructura de la milicia chií-libanesa y sus puestos de lanzamiento, como así también objetivos situados en Siria. “En los últimos dos días completamos una serie de ataques generalizados con aviones de combate, tanques y artillería contra objetivos de Hezbollah”, admitió Daniel Hagari, portavoz del gobierno israelí. Y agregó: “El reloj de arena para un acuerdo diplomático se está acabando y todas las opciones están sobre la mesa para garantizar la seguridad del Estado de Israel y devolver a los residentes del norte a sus hogares” (fuente, Infobae, 30/12/023).

En plena celebración de fin de año Hamás atacó Tel Aviv con cohetes mientras Israel continuaba con sus bombardeos sobre territorio palestino. Las brigadas Ezzedine al-Qassam, brazo armado de Hamás, reivindicaron el ataque con cohetes M90. Mientras tanto, el Ministerio de Salud de Gaza controlado por Hamás informó de al menos 24 víctimas provocadas por los últimos bombardeos nocturnos de Israel. Mientras tanto, el viernes 29 de diciembre una delegación de Hamás visitó El Cairo para discutir una propuesta de paz del país anfitrión. Sus aliados de la Yihad Islámica afirmaron el sábado 30 que las facciones palestinas estarían dispuestas a analizar la propuesta y darían una respuesta lo antes posible (fuente: Infobae, 1/1/024).

A continuación paso a transcribir la parte del ensayo de Luciana Manfredi, Maximiliano Uller y Pamela Bezchinsky “El conflicto árabe-israelí: historia y perspectivas de resolución” (Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Bs. As., 2007) referida al rol de los hermanos musulmanes en la lucha anticolonialista y la liberación de Palestina, y la oposición de Hamás a los procesos de paz.

EL ROL DE LOS HERMANOS MUSULMANES EN LA LUCHA ANTICOLONIALISTA Y LA LIBERACIÓN DE PALESTINA

“La atmósfera de creciente descontento hacia la política colonial y, en particular el avance de la colonización sionista, mostraba con elocuencia el desconcierto que generaba en la comunidad de fieles la anunciada finalización del Califato otomano. La reacción de los movimientos seculares, en particular nacionalistas, ya ha sido estudiada en la primera parte de este trabajo, resultando singularmente compleja la posición de los grupos religiosos. Uno de los conceptos que cobró relevancia en los años de post-guerra y que se intensificó durante los agitados tiempos de la OLP y las guerras contra Israel es, sin lugar a duda, el de “watan”. Traducido literalmente del árabe como patria o nación, el concepto sugiere una clara ruptura con la idea de “umma”, es decir, transfiere el ámbito de lucha desde la comunidad de fieles hacia las diferentes unidades geográficas que la componían. Víctimas de una profunda fragmentación y, por tanto, desamparados frente a un enemigo poderoso que había socavado durante décadas esta aparente cohesión lograda bajo el Califato, los pueblos árabes comenzaban a plantear su lucha en términos de independencia, reivindicando dicha condición, aún por encima de la de musulmanes. Para varias generaciones de ellos, la umma era una noción completamente desconocida, y la entrada de la modernización a tranco forzado, en sociedades que aún mantenían organizaciones de tipo tribal y precapitalista, generaba el terreno propicio para hilvanar una lucha que centrara su objetivo en la emancipación respecto del poder colonial, cuyo baluarte principal era la unidad lingüística y una cierta continuidad geográfica.

Por otra parte, el tradicional inmovilismo que caracterizaba a las capas religiosas –excepción hecha de los intelectuales islamistas ya citados- se vio profundamente cuestionado por esta nueva realidad, que ponía en severo peligro la existencia misma del Islam. La aparición de Hermanos Musulmanes, fundado por el clérigo Hasan al-Banna en El Cairo en 1928, marcó quizás una ruptura con esta tradición de aislamiento, explicada acaso por la ausencia de un enemigo externo realmente poderoso hasta el siglo XIX. Movimiento político en esencia reformista, aunque con cierto espíritu «conformista», presentaba una alternativa a lo que se conocía como ulemas tradicionalistas que, si bien construían la legitimidad islámica necesaria para sostener las estructuras gobernantes, jamás habían planteado el poder como un objetivo tangible. Su participación en la revuelta palestina de 1935 catapultó definitivamente al movimiento en la arena política, el cual cobraría un énfasis aún mayor desde la década de 1960 hasta la de 1980. Los rasgos distintivos de este movimiento, clave para entender la dinámica del islamismo en los años posteriores y su implantación en la sociedad palestina, eran sin lugar a duda la capacidad de galvanizar a los diferentes sectores sociales –principalmente sectores medios universitarios y comerciantes sin acceso al poder- en torno a una profunda actividad militante, y la construcción de un proyecto político que pretendía conferirle a la lucha nacional un carácter islámico desde su base. Como señala Olivier Carré, “El actual islam político, al que a menudo se denomina islamista o erróneamente ‘integrista’, consiste en una rebelión, insurreccional o no, contra un poder declarado ‘impío y blasfemo”. El objetivo consiste en una fraternización de todas las clases en aras de una justicia social acorde con el islam, a través de una organización social islamizada con la ayuda del derecho musulmán original y con total independencia respecto de las potencias “impías”.

Esta idea de recuperar los valores islámicos, para plasmarlos en un proyecto emancipatorio, alejado del carácter profundamente secularizante de los movimientos nacionalistas y de izquierda, si bien preconizaba el retorno a la fuentes (usul) inspiradas en el Corán y en la Sunna (uso, costumbres, transmitido por el Profeta), aspiraba a fundar una sociedad donde los avances logrados por la modernidad occidental, tanto en el plano científico como en el político, se incorporasen de manera subordinada al futuro Estado islámico. Por supuesto, el ámbito de reproducción de este modelo dejaba ya de ser la comunidad de fieles para trasladarse hacia el Estado-nación. Este se inspiraba, en un principio, en la experiencia saudí, aún cuando el antagonismo entre el Panislamismo y el Panarabismo (expresión política de dos proyectos claramente enfrentados) persistiría hasta bien entrada la década de 1960. A partir de la guerra de 1948, los cientos de miles de árabes palestinos que huyeron hacia los campos de refugiados y que conformaron la resistencia contra la posterior ocupación israelí (incorporándose al proyecto nacionalista de la OLP) verían frustradas sus expectativas de obtener la independencia. La emergencia de un discurso con una fachada aparentemente religiosa pero con duras consignas políticas (por lo general maximalistas: destrucción de Israel, implantación de la Sharia, etc.) inclinó la balanza hacia Hermanos Musulmanes. Estos contaban con una importante presencia, sobre todo, en los Territorios Ocupados, a través de una militancia de base llevada a cabo en el ámbito religioso por excelencia: la mezquita. Esta militancia combinaba elementos del proselitismo tradicional (a través de la captación de diferentes cuadros políticos) junto con una profunda tarea de base: alfabetización, enseñanza coránica y, en algunos casos, asistencia sanitaria. Sin duda, este rol de los Hermanos suplió con cierta eficacia la labor de un Estado ausente y de una potencia ocupante más preocupada por reprimir las acciones de la OLP que por atender las necesidades de la población refugiada, configurando un espacio de poder que crecía de modo silencioso pero que se iba incorporando de manera definitiva a la vida social y política tanto de los palestinos como de los israelíes”.

HAMÁS Y SU OPOSICIÓN A LOS PROCESOS DE PAZ

“El ascenso al poder de los nacionalistas junto con la conquista de la independencia por parte de los estados árabes, significó un importante retroceso para los grupos islamistas liderados por Hermanos Musulmanes. A partir de la década de 1950 manifestó una creciente polarización entre las tendencias islamistas y el triunfante socialismo árabe, fundamentalmente a partir de la actitud profundamente laicizante de éstos últimos, cuyo apogeo se alcanzaría en la alianza con el bloque soviético a mediados de la década. Por otra parte, la constante oscilación de estos grupos entre adherir a los modelos saudí o jordano y propiciar un modelo diferente (habida cuenta del carácter conservador y pro occidental de los saudíes y las profundas desigualdades sociales generadas en su seno) jaqueaba su legitimidad, reducida por momentos al ámbito de las mezquitas y algunos claustros universitarios. Además, los regímenes nacionalistas –principalmente en Egipto- utilizaban a menudo al Islam como parte de su retórica, mostrando así que éste no era ajeno a las concepciones revolucionarias de sus gobiernos. De hecho, solían utilizar mecanismos de legitimación islámica a través de la pronunciación de fatuas (dictámenes o decretos) que adecuaban y subordinaban la fe a su proyecto político. Sin embargo, ya desde los años 60 comenzaron a alzarse voces de oposición a éstos, principalmente en torno a la figura de Sayyid Qotb, quien se sumaba a la de los ya proscriptos Hermanos Musulmanes.

El antagonismo watan-umma volvía a ponerse de manifiesto, aún cuando el apogeo del nacionalismo (refrendado a partir de la unidad sirio-egipcia bajo la República Árabe Unida) hundía cualquier intento de disidencia. La condena moral que pensadores como Qotb dictaban sobre dichos regímenes (y que le costó su ejecución en 1966) apuntaba a deslegitimarlos por «impíos» y renegar de los valores del Islam. Se utilizaba como fundamento las frustraciones de vastos sectores de la población que no habían gozado de los beneficios de su política de desarrollo. Pero, sin duda, el hecho que marcó un antes y un después en la configuración del espacio islamista fue la derrota de los árabes en manos de Israel en 1967. La profundización de la política neocolonial aplicada sobre los Territorios Ocupados y la anexión de Jerusalén Oriental gravitaron enormemente en la conciencia de todo el mundo árabe, que sospechaba que el nacionalismo no había servido para solucionar problemas de fondo al interior de sus deteriorados tejidos sociales y ni siquiera había podido brindar la independencia a los palestinos. La sensación entre los musulmanes era de humillación. Este período, incluso, se rebautizó como Nakba (desgracia), concepto que ya había sido utilizado en 1920 con la conformación del Mandato y luego en 1948, con la independencia de Israel. La grave situación de represión del ejército israelí hacia los palestinos, en particular en los Territorios Ocupados, tuvo entre los islamistas una fuerte repercusión. Hacia fines de la década del 80 se convertirían en protagonistas fundamentales”.

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