Para el exministro de Economía de la administración anterior y Consejero de LyD, Juan Andrés Fontaine, el campanazo de alerta que le dio la semana pasada China a la economía mundial es de cuidado, sobre todo para Chile. Teme que la desaceleración del gigante asiático sea mayor a lo previsto, lo que tendría un fuerte impacto adicional en el cobre. Enfatiza que eso le impone al país la necesidad urgente de elevar su competitividad y al Gobierno, de enmendar su rumbo.

¿Cuán grave es la situación que está viviendo China que provocó el remezón de comienzos de la semana pasada?

El deterioro de China más vale tomarlo en serio. Hay síntomas de desequilibrio y de creciente pérdida de confianza de los inversionistas internacionales en la calidad de las políticas económicas chinas, y eso es algo que no está resuelto con las medidas que se han tomado. Me temo que pueda llevar su buen tiempo más y que se manifieste en una continua desaceleración de la economía china, y una probable depreciación adicional de su moneda.

Sin embargo, en los días posteriores los mercados rebotaron.

El deterioro de China no tendría por qué dañar demasiado a EEUU y Europa; al revés, la caída del petróleo y otras materias primas favorece a sus consumidores y por eso no me extraña el repunte de las bolsas a fines de la semana. Además, el crecimiento de EEUU resultó en el segundo trimestre muy superior a lo previsto. Pero nosotros tenemos que tomar en serio el riesgo de un tropiezo en China. Además de la volatilidad de los mercados, durante un plazo razonablemente largo abre un escenario mucho más desfavorable para el mundo emergente y para Chile en particular.

¿No lo considera un episodio más en el ajuste gradual de China hacia un crecimiento menor?

Yo no lo tomo a la ligera. Creo que es un episodio de la misma naturaleza que lo que fue la crisis asiática o las crisis latinoamericanas de comienzos de los 80, aunque en una proporción mucho más manejable que ellas, por cuanto no se está en los extremos de desequilibrio, de endeudamiento y de déficit que hubo en esas crisis. Pero ello no impide que vayan a entrar en un período de crecimiento bastante más modesto de lo que todos esperábamos y eso nos está golpeando ya en el precio de nuestras exportaciones. Uno siempre puede pensar que ésta es una pesadilla y que China va a volver a crecer al 7%, pero me temo que no.

¿Cuál es su temor al respecto? El consenso hablaba de transitar al 6%.

Es difícil saberlo, pero China puede pasar a crecer al 5% en los próximos años. Lo que más me preocupa es que esto le quita una gran presión de demanda a los precios de nuestras exportaciones, específicamente el cobre, que está en valores apenas superiores a los históricos. Y no está claro que su caída haya parado en torno a US$ 2,30.

Si la situación de China se agrava, ¿existe el riesgo para Chile de estar cerca de una recesión en 2016?

No es descartable. Esto para mala suerte ocurre cuando ya nuestra economía estaba muy debilitada por la crisis de confianza generada por las políticas del Gobierno. Crisis de desconfianza que nos estaba haciendo crecer al 2,5%, con una caída de la inversión, y en los últimos meses con una caída muy pronunciada y peligrosa en los indicadores de confianza de los consumidores. Además América Latina también está al borde de una recesión y Brasil ya de frentón en recesión. Entonces este es un cóctel que lo encuentro peligroso. Tenemos fortalezas, un nivel de deuda muy manejable, un nivel de reservas internacionales confortable, pero esto exige pilotos con destreza.

El principal de esos pilotos, el ministro de Hacienda, ha dicho que el país está preparado. ¿Es así?

Tenemos financiamiento para solventar los déficits que nos puede generar la caída del cobre y de otros ingresos, y en ese sentido comparto lo dicho por el ministro Valdés. Pero eso no debe ser entendido como una razón para no tomar en serio la necesidad de ajustarse a lo que es una nueva realidad que no parece coyuntural, sino que una tendencia a quedarse por los próximos años. Ese ajuste requiere ser capaz de introducir mucha más austeridad en el gasto y ganar productividad y competitividad en sectores que puedan suplir a la minería. Tal desafío requiere un manejo muy estricto de la política fiscal, de la política monetaria, y un manejo de las políticas microeconómicas para ganar competitividad y operar este cambio en precios relativos que es lo que realmente puede hacer que crezcamos en base a otros sectores. Todo eso demanda mucha flexibilidad en las empresas y frente a ese escenario el programa del Gobierno queda totalmente obsoleto, tanto en su enfoque como en los instrumentos que utiliza. Aumentar fuerte los impuestos, elevar las regulaciones, subir los costos laborales a través de reforzar las huelgas, son todos instrumentos que tienden a incrementar el peso en la mochila de las empresas que van a tener que encontrar ahora cómo adaptarse a esta nueva realidad mucho más adversa.

Plantea austeridad del gasto público, pero si el privado va a seguir contenido, ¿se puede quitar de forma drástica el estímulo fiscal?

No hay que exagerar la dosis, pero el ejemplo que podría confundir es el de la reacción del Gobierno para la crisis 2008-2009, donde se usó política contracíclica porque fue un shock muy fuerte, pero temporal. Ahora estamos ante un fenómeno de carácter más estructural. Ante eso tenemos que redirigir el crecimiento y para operar el cambio en precios relativos que eso demanda la economía debe estar fría, de lo contrario no resulta. El dólar ha subido fuerte y eso es una buena noticia para el sector exportador que puede ganar rentabilidad. Pero para que esa rentabilidad sea real, es imprescindible evitar que se arranquen los costos. El modo de lograr eso es que el gasto de la economía se mantenga contenido.

¿Qué margen de crecimiento le deja eso al gasto público en 2016?

No más allá de 3% ó 4%. Eso es lo razonable en estas circunstancias. Desgraciadamente los paneles de expertos que asesoran a Hacienda dieron proyecciones para 2016 excesivamente altas. Yo, en los zapatos del ministro de Hacienda, los convocaría para rehacer el ejercicio a la luz de lo ocurrido en las últimas semanas. De otro modo, la comunicación de lo que es la posición fiscal y el déficit estructural no va a ser bien tomada por los mercados, porque va a estar basada en un conjunto de supuestos inverosímiles.

¿Esto le impone al Gobierno un desafío mucho mayor de enmendar el rumbo?

Me parece que es una irresponsabilidad si no lo enmienda. Cualquier navegante sabe que la ruta debe ser alterada si hay una tormenta en el horizonte y eso es lo aconsejable de hacer en esta circunstancia.

¿Pero hay viabilidad política para concretar ese giro?

Desgraciadamente no. Como todos sabemos el Gobierno está tremendamente desorientado y el concepto del realismo sin renuncia ha provocado más confusión. Cuando el dólar sube a $ 700, que si uno mira la serie histórica es un precio de crisis, lo que el mercado está señalizando es que Chile tiene que hacer un gran esfuerzo de competitividad. Pero eso no basta porque la pura subida del dólar produce inflación si es que no va acompañada de un control de costos y hacia eso es lo que la política económica tiene que dirigirse. Ayudar a las empresas a efectuar ese control de costos.

¿Ve al ministro Valdés en esa línea de acción y cree que lo pueda conseguir?

Junto con el ministro Burgos han logrado un cambio de discurso a favor de mayor diálogo y una dosis importante de realismo. Pero ya sin agregar este nuevo sistema frontal que se nos viene que es el del cobre, no bastaba con ese mero discurso, sino que requería acciones concretas. Con el sistema frontal encima con mayor razón y esas acciones concretas las veo muy claramente en el tema de la reforma laboral, que es la primera prueba más clara de si hay o no una estrategia diferente, y segundo, en el diseño del Presupuesto. Repito, el insistir en las políticas previas, en el escenario que se nos viene, me parece una irresponsabilidad.

Se creció 2,1% en el primer semestre. ¿Cómo cerraremos el año?

El escenario de que el segundo semestre será algo mejor que el primero por un tema de base de comparación y que el año termina entre 2,3% y 2,4% es sensato, pero miro con inquietud la caída tan fuerte de la confianza de los consumidores y del precio del cobre en los últimos días.

¿Y en 2016?

Por ahora me mantengo en torno al 2,5%. Eso asumiendo que la autoridad algo hace, pero si eso no ocurre el crecimiento puede seguir como el del primer semestre o peor. Lo clave es lo que nos están pidiendo los mercados, los inversionistas nacionales y extranjeros, que tomemos medidas, sino el dólar no estaría en $700. Esa la señal que tienen que procesar tanto el Gobierno como el sector privado. Aquí el barómetro del tipo de cambio está marcando tormenta y eso es lo relevante.

Pese a lo lenta de la economía la inflación no cede, ¿en qué pie deja eso al Banco Central?

Me preocupa la inflación alta, no sólo aquella que proviene del tipo de cambio, sino la que proviene de presiones internas de costos. Los costos laborales, corregidos por productividad, han estado creciendo a un ritmo de 5% o más en los últimos meses anualizado. Pero el enfriamiento de la economía debería hacer que la inflación pierda fuerza y los temblores chinos tienden a producir menos inflación en el mundo y más volatilidad. Estos dos últimos factores hacen posible que la Fed en EEUU se vaya más de a poco con su subida de la tasa -igual creo que la primera alza será este año-, lo que a su vez le permite a nuestro BC también irse más lento con su incremento de la TPM.

¿Cuándo cree que la subirá?

Probablemente empezará el primer semestre de 2016.

¿Aun cuando la economía no repunte?

Aun cuando la economía no repunte. El BC se puede demorar un poco, pero no mucho. Al revés, lo que más podría hacerle daño a la reactivación sería que se demorara y eso hiciera que el mercado le perdiera confianza a la meta de inflación y las tasas largas empezaran a subir. Eso es más nocivo para el crecimento, que se produjera un cierto desanclaje de las expectativas.

El dólar llegó a superar los $ 700. ¿Está ya en sus máximos o puede seguir más arriba?

En términos reales y en comparación con la canasta de países socios, es difícil que suba mucho más, pero lo que puede ocurrir es que el tipo de cambio nominal siga subiendo si es que afuera las otras monedas siguen depreciándose contra el dólar y/o las presiones de costo internas no ceden suficiente para que haya una ganancia real de competitividad en nuestra economía.

¿Podría haber una intervención del BC?

No hace mucho sentido una intervención si es que están todas las monedas depreciándose contra el dólar. Más razonable es pensar en una intervención si es que la presión es de carácter interno, si el peso chileno está desviándose de los demás y depreciándose en exceso. Pero si lo está haciendo por una presión de costos internos, el camino es una política monetaria más restrictiva y no intervención cambiaria. Sólo es recomendable una intervención cambiaria si hay señales de que se está generando una burbuja especulativa en el precio del dólar que está llevando el tipo de cambio real a niveles muy altos. Y eso no lo veo.

Entrevista de Juan Andrés Fontaine, Consejero de LyD, publicada en Pulso / El Diario Exterior.-

Este artículo está en LyD.

Share