Por Germán Gorraiz López.-

La Alianza del Pacífico nació en el 2011 teniendo a México, Perú, Chile y Colombia como Estados fundadores, EEUU y China como observadores y Australia y Canadá como futuros Estados asociados y en la actualidad representa el 38% del PIB de América Latina y el 57% de su comercio exterior con un mercado potencial de cerca de 220 millones de personas.

La estrategia fagocitadora de la Alianza del Pacífico

La celebración en Puerto Vallarta (México) de la XIII Cumbre de las Alianza del Pacífico representará la siguiente fase de su objetivo fagocitador al sentar las bases de la absorción de los países que integran el Mercosur. Así, tras su fachada neoliberal se escondería un refinado proyecto de ingeniería geopolítica diseñado por EEUU para dinamitar el proyecto político-integracionista representado por la UNASUR e intensificar la política de aislamiento de los Gobiernos progresista-populista de la región, (en especial de Venezuela tras quedar huérfana del alma mater de la Revolución Bolivariana (Chávez). Asimismo, otro objetivo sería finiquitar el proyecto integrador económico del MERCOSUR, proceso de integración económico creado en en 1991 tras la firma del Tratado de Asunción entre Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay al que posteriormente se habría incorporado Venezuela como Estado parte, quedando Bolivia, Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Surinam y Guyana, como “Estados asociados”.

Dicha estrategia fagocitadora tendría como objetivos a medio plazo aglutinar el Arco del Pacífico para integrar además a Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá e incorporar por último al Mercosur (Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay) , siguiendo la teoría kentiana del “palo y la zanahoria “ expuesta por Sherman Kent en su libro “Inteligencia Estratégica para la Política Mundial Norteamericana” (1949). En dicho libro, Kent afirma que “ la guerra no siempre es convencional: en efecto, una gran parte de la guerra, de las remotas y las más próximas, ha sido siempre realizada con armas no convencionales: […] armas […] políticas y económicas. La clase de guerra en que se emplean […] (son la) guerra política y la guerra económica.”

Los fines de estos tipos de guerra fueron descritos por este autor de la siguiente manera: “en estas guerras no convencionales se trata de hacer dos cosas: debilitar la voluntad y la capacidad de resistencia del enemigo y fortalecer la propia voluntad y capacidad para vencer” y más adelante añade que los instrumentos de la guerra económica “consisten en la zanahoria y el garrote”: “el bloqueo, la congelación de fondos, el ‘boicot’, el embargo y la lista negra por un lado; los subsidios, los empréstitos, los tratados bilaterales, el trueque y los convenios comerciales por otro”.

Argentina, víctima del fin de la globalización

El proteccionismo económico implementado por Donald Trump, la escalada del petróleo, la inestabilidad financiera de EEUU y la posibilidad de un Brexit traumático podría provocar que la crisis sistémica acabe lastrando la incipiente y frágil recuperación económica mundial y desemboque en escenarios de estancamiento económico secular (secular stagnation), ya que el fenómeno de la globalización económica ha conseguido que todos los elementos racionales de la economía estén interrelacionados entre sí debido a la consolidación de los oligopolios, la convergencia tecnológica y los acuerdos tácitos corporativos.

La contracción de la demanda mundial de materias provocará el estrangulamiento de sus exportaciones y la depreciación generalizada de sus monedas debido a la fortaleza del dólar, lo que se traducirá en aumentos de los costes de producción, pérdida de competitividad, tasas de inflación desbocadas e incrementos espectaculares de la Deuda Exterior. Así, según la ex-Directora Gerente del FMI, Lagarde, “la fortaleza del dólar junto con la debilidad de los precios de los productos crea riesgos para los balances y financiación de los países deudores en dólares”, de lo que se deduce que la economía argentina estará más expuesta a una posible apreciación del dólar y la reversión de los flujos de capital al estar hipotecada por vencimientos de Deuda para el 2020 estimados en cerca de 40.000 millones $.

Ello, aunado con la posible subida del crudo hasta los 80$ debido a factores geopolíticos hará que la inflación en Argentina alcance niveles ionosféricos (superior al 40% en el 2020 ), lo que provocará la pérdida de competitividad de los productos argentinos con la consiguiente constricción en las exportaciones e incremento del déficit comercial. Igualmente, una inflación descontrolada conlleva la pérdida de poder adquisitivo de trabajadores y pensionistas, la contracción del consumo interno y la desincentivación del ahorro y búsqueda de rentas fuera de las actividades productivas.

La conjunción de dichos factores podría provocar en un futuro mediato una desertización productiva que fuera incapaz de satisfacer la demanda de productos básicos y la posterior estanflación, o sea, la suma de una inflación desbocada (superior al 40%) y un escenario de recesión económica (crecimiento negativo del PIB del 1,6%) para el 2020. Se trata de una de las más peligrosas combinaciones para la economía ya que ambos elementos distorsionan el mercado y la terapia de choque para combatir el estancamiento económico tiene como efecto secundario el incremento de la inflación. Así, para incentivar el consumo y salir de la recesión se requieren terapias basadas en la expansión fiscal y monetaria, medidas que a su vez generan más inflación lo que al final deviene en un círculo explosivo (estancamiento secular) que tendrá como efectos colaterales la agudización de la fractura social y un sensible recorte de las libertades democráticas.

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