Por Luis Alejandro Rizzi.-

Después de leer una parte del documento publicado por el presidente de los EEUU, Donald Trump, “National Security Strategy of United States of America” no pretendo caer en el lugar común del viejo “cliché” propio de las más hipócritas moralinas o victorianismo, sino en hacer un escrutinio cultural de su contenido.

Trump plantea sin decirlo y desde una visión que la vieja izquierda o el snobismo “vital” o peor aún “modal” llamaría “reaccionaria” y los más irónicos lo calificarían desde lo que sería o debiera ser correcto.

No comparto ese concepto del “deber ser”, que no pasa de lo utópico o lo distópico, según el humor de cada uno. La vida, como las cosas, es lo que puede ser, la gran cuestión cultural, que es lo que distorsionó la cosa, es eso del “deber ser”, lo que no pasa de ser una irracionalidad lógica del razonamiento inútil.

Trump, en el documento, y así lo empezó a analizar la prensa, toma los efectos como causa. Así, la inmigración, el narcotráfico, el “wokismo”, la política, y lo que es más grave, el concepto de poder militar, que se lo convierte más en “security”, acepción policial, que en “safety”, es decir acepción “cultural”.

Hoy nuestro mundo occidental, al que pertenecemos, no sólo por geografía y origen, sino por “cultura”, ha renegado precisamente de lo que llamaría “obligación o mandato histórico”, que era y es el de defender los valores creados por esa cultura milenaria que arrancó siglos antes de Cristo.

El cristianismo, para mi filosofía de vida “no religión”, precisamente no hace culto del “deber ser”, sino de lo que podemos ser, recurriendo al maniqueísmo para ilustrar el concepto, entre los opuestos, el bien y el mal, el amor y el odio, y nos enseña que la vida es una relación entre opuestos, que es la razón de ser de la libertad.

Cristo construyó la Iglesia, no desde lo que se “debería ser” para ser buen cristiano, sino de lo que se es y Pedro fue virtuoso y pecador, negó tres veces a Cristo, en verdad vivía como podía, ni héroe ni villano.

No me escandaliza que haya curas y cristianos pedófilos, como tampoco que haya abogados “caranchos”, médicos “aborteros”, políticos ladrones, comerciantes tramposos o que “la Biblia descanse junto al calefón”.

Insisto, somos como podemos ser.

La gran cuestión de la que depende Occidente, quizás sea una de las fatalidades propias de la existencia, es la decadencia cultural que lleva a su extinción.

La defensa cultural no es un tema militar, es, valga la redundancia, una “cuestión cultural”.

Nuestra educación dejó de trasmitir cultura entre las generaciones nuevas; ahora sólo se transfieren conocimientos y tecnología y hasta una persona propuesta como Juez de la Corte Suprema reconoce haber “escrito” un libro plagado de errores y mentiras reconocidas, recurriendo a la IA, en sus diversas formas, y pese a ello presentar ese libro con la pompa, más bien propia de su réquiem, que de una creación valiosa.

Eso se llama decadencia; reitero no me escandaliza, muestra de ese hombre que eso es todo lo que puede ser.

Retomando, la migración ocurre no por placer, son muy pocos los que tienen capacidad para el desarraigo, la gran mayoría emigran por desesperación y paradojalmente muchas veces arriesgan su vida, porque buscan una vida mejor.

La migración nunca se dirige en dirección a lo peor, sino a lo mejor o a lo que se cree mejor.

En lo material, Occidente es lo mejor, por eso los destinos migratorios son Europa y EEUU, y en esta parte del mundo, Argentina.

La “cuestión” que genera la inmigración es cuando también pretende “emigrar con su cultura” y es en este punto donde se cruza la otra gran “cuestión” de la inmigración.

En verdad, lo que molesta en Occidente o a nosotros -sus habitantes- es que la mayoría de la migración posee una cultura y religión diferente, en un destino que se viene “desculturizando y desreligionando”.

Me pregunto y les pregunto a mis lectores, no es lógico que intente hacer valer sus creencias, cuando Occidente se volvió líquido.

América fue conquistada y colonizada por creencias religiosas y valores culturales que sustituyeron en gran proporción a los existentes.

La duda que plantean algunos nostalgiosos es si se desculturizó a las poblaciones locales o se las culturizó.

En este momento las migraciones que llegan a Occidente, se encuentran con una cultura que nosotros mismos pusimos en crisis y menoscabamos.

Algo que Trump no entiende ni podrá entender y tampoco parece entender Europa.

No se trata ni de Ucrania ni de la OTAN, ni de misiles ni de poder militar; se trata de poder cultural y en eso somos nudistas, en bolas y nos rascamos el obligo como diría Tato Bores.

Hemos desculturizado la educación en todos sus niveles.

Hemos creado hordas de “sabios bárbaros”, y estamos siendo arrasados, no por los migrantes, sino por nosotros mismos.

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